https://documentalismomemorialistayrepublicano.wordpress.com/2018/06/07/la-fosa-de-puerto-real-lugar-de-memoria-historica-de-andalucia-ejemplo-del-terror-franquista/
No hubo guerra en Puerto Real, sino una carnicería que acabó con cientos de vidas en el pueblo y otros como San Fernando, El Puerto de Santa María, Cádiz o Chiclana de la Frontera. Durante la Guerra de España y la posterior dictadura franquista, desaparecieron mujeres, hombres y niños. Maestros, amas de casa, campesinas, panaderos, políticos socialistas, anarquistas, sindicalistas, apolíticos, ateos y cristianos. Gracias a la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica de Puerto Real, se han realizado trabajos de exhumación desde 2014 a 2016 en la fosa del cementerio de Puerto Real.
Han aparecido 185 fusilados marcados por la barbarie y la crueldad. “Es lo más duro que he visto” dice un miembro del equipo arqueológico que participa en la exhumación. Los restos óseos presentan abundantes evidencias de muerte violenta que han causado el asombro de arqueólogos veteranos. Oculta, en una montonera de huesos, la tumba colectiva prueba de los crímenes de lesa humanidad cometidos por el franquismo.
Los fusilamientos se realizaban al atardecer detrás del cementerio de San Roque, contra una tapia. Dejaban los cadáveres toda la noche junto a la vía del tren para que por la mañana, cuando pasara el tren del dique, los pasajeros viesen los cuerpos como escarmiento. Los falangistas obligaban a los trabajadores a que mirasen por las ventanillas del tren y así supieran que les podía pasar a ellos. El que se negaba a mirar recibía la amenaza de hacerle bajar en esa tétrica parada. Luego los cadáveres eran arrojados a la fosa cubiertos en cal viva.
“El 90 por ciento de ellos tienen episodios violentos, huesos rotos antes y durante la hora de la muerte”, detalla el presidente de la ARMH puertorrealeña, Francisco Aragón. Las abundantes evidencias de muerte violenta muestran ensañamiento de los golpistas en el momento previo a las ejecuciones, tortura, fracturas perimortem, episodios infernales. Sin distinción en la crueldad, fusilados, torturados y mutilados, desparramados y amontonados, desmembrados, en posturas inverosímiles. Los golpistas actuaron con ensañamiento absoluto. Algunos yacían cercanos a los casquillos de las bala, evidenciando el horror, la masacre y la vileza.
Todos tenían una característica: el tiro de gracia en el cráneo. Los restos presentan disparos a bocajarro, golpes de culata, cráneos con tres y cuatro orificios de balas, la huella visible de unos sádicos. Muchas de las balas halladas en los cráneos eran del calibre que usaban los falangistas. El tono verdoso tintado de algunos huesos es la mayor evidencia de muerte violenta. El impacto por bala causa daños diferentes en el hueso a los de una rotura, los restos de la bala reaccionan con el paso del tiempo cambiando a un color verde que tiñe la zona impactada y lo cercano.
“Mi padre tenía 33 años, se ganaba la vida con el periodismo, tenía una librería, lo que hicieron con él fue un asesinato puro y duro”, relata Elena Fernández Muñoz, hija de José María Fernández Gómez, alcalde de Puerto Real. “Fue detenido sin orden en su despacho, trasladado al penal de El Puerto donde permaneció un mes, y un día le dijeron a mi madre que no volviera más, que no hacía falta”. “En esta fosa están mis 3 tíos, hermanos de mi madre, hijos de mi abuelo Cayetano Roldán Moreno, último alcalde republicano de San Fernando. A todos los mataron. ¿Razones? “Ninguna”, dice Juan Manuel Fernández Roldán, uno de los familiares de las víctimas del terror golpista.
Enrique Fernández Infante busca a su abuelo, Andrés. Quizás esté entre los restos que aparecen en la fosa que acoge como destino final a los ejecutados de diferentes poblaciones de la Bahía de Cádiz. “Mi madre vio cómo lo detuvieron y lo subieron, junto con otras 2 personas, en un camión salinero. Siempre dijo que lo llevaron al cementerio de Puerto Real”. Andrés Infante era maestro en la escuela de aprendices.
Entre los identificados, la famosa ‘Pirulina’ por su apodo, que desapareció en el traslado a prisión y a la que asesinaron junto a su hijo. Al ser madre soltera ahí se acabó la familia. Se desconoce su nombre, cómo era ella o su hijo. En la fosa hay constancia de 18 cuerpos que son de Rota. De allí los habían llevado a El Puerto y luego a juicio a Cádiz, pero a Cádiz no llegaron nunca. También hay gente de San Fernando. Serían 13 que fusilaron en la Cuesta del Pino, entre el barrio de Jarana y Puerto Real, para después echarlos en camiones y trasladar sus cuerpos a Puerto Real.
Aunque estén bajo tierra, en cunetas aisladas, en fosas comunes desperdigadas por los campos de España, no hay suficiente arena ni cemento que entierre la barbarie. Los pueblos olvidan el pasado, sobre todo los errores cometidos, y luego éste pasa factura. Olvidamos lo padecido, el olor a sangre y pólvora. Pero es mucho lo que está en juego cuando hablamos de memoria colectiva.
Documentos: Eldiario.es (Juan Miguel Baquero, Carmen Marchena). Andalucía Información (Younes Nachett). Imagen en PuertoReal.CNT
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