Ya había salido de España para descubrir América. Federico García Lorca desembarcó en Nueva York en el verano de 1929, en pleno crack bursátil. La agresividad de aquella ciudad, la soledad que le provocó sentirse diminuto, la angustia que vio en todos aquellos que lo perdieron todo y decidieron saltar al vacío, le perturbó. Le cambió el espíritu a medida que su poesía iba sucumbiendo al surrealismo. De aquella época saldrían los poemas de Poeta en Nueva York. La descripción por capas de una ciudad que le resultó feroz.
Allí ya fue recibido como un gran dramaturgo. Como el gran poeta español. Volvió a España y en 1933 se embarcó rumbo a la que se convertiría en su mejor ciudad de acogida y donde se quedó casi un año. Lola Membrives le había reclamado y García Lorca no había dudado en acudir a Buenos Aires. Días antes de su llegada, los periódicos se llenaron de fotografías del poeta. Bodas de sangre ya se había estrenado y el éxito convirtió al granadino en una auténtica estrella de rock.
El Teatro Avenida se llenó con cada pase. La obra supuso un antes y un después en una ciudad que adoptó a Lorca como propio. Cuentan que en la función número 100, el poeta subió al escenario y recitó algunos poemas. Recuerdan que la gente se enloqueció.
Un ejemplo claro de la repercusión del autor a día de hoy, y del efecto que provocó en los años 30 en Buenos Aires, lo pone Dora Neumann, abuela del escritor Andrés Neuman. Como recoge el documental Luna grande. Un tango por García Lorca, uno de los tres que se estrenan en España el próximo 5 de junio y que rememoran las estancias del poeta en tres ciudades americanas, dirigido por Juan José Ponce e ideado por Antonio Ramos Espejo.
En este filme, se muestra a Dora, que acudió a ver Bodas de sangre junto a su padre. Tenía tan sólo nueve años y aún recuerda el final. “Me acuerdo perfectamente de Margarita Xirgu diciendo: ‘Con un cuchillito que apenas cabe en la mano’. Me marcó”, asegura. Tanto, que junto a las fotografías de sus hijos, de sus nietos y de su bisnieta se asoma un joven Lorca en un marco de primera.
No fue la única, en pleno 2018 no hay un sólo mes en el que una obra lorquiana no esté en cartel. “No es que una se caiga y se monté otra. Es que nunca deja de haber”, aseguran en este mismo documental que cuenta, a través de la correspondencia que mantuvo con su familia y de los testimonios de expertos y reconocidos admiradores de la obra lorquiana como Lluís Pasqual, Juan Echanove, Verónica Forqué, Paula Ortiz, Asier Etxeandia o Víctor Fernández; su estancia en una ciudad que le quiso como ninguna otra.
“Me siento abrumado. Hasta he tenido que contratar a un chico para que me haga de secretario porque la gente viene a verme hasta la cama. Aquí tengo la fama de un torero”, escribió Federico a sus padres, a la vez que guardaba cada una de las páginas de periódico en las que aparecía su nombre. Lorca, al que llamaban ‘la voz gitana’, se alojaba en la Avenida de Mayo, en el Hotel Castelar, en la habitación 704 que hoy se encuentra como si de un museo se tratara. Es esta calle la que durante esa época alojó a la migración española. “Era la mezcla de aquella zona lo que le encantó. Porque él era todo mezcla. Si en Lorca hubiese habido alguna pureza no habría escrito nada”, asegura Neumann en la cinta.
En ella también participan Silvia Pérez Cruz, la cantante explica la relación de Lorca con la música: “Todos sus poemas se pueden cantar, están dispuestos para la música”, asegura. Además, la descripción de Paula Ortiz, directora de La novia, ayuda a comprender la personalidad del poeta. “A mí me deslumbró, muy joven, Bodas de sangre. No la entendí, no había vivido los sentimientos que se describen pero me impactó”, recuerda.

“Lorca nunca debió volver”

Entre ella y el actor Asier Etxeandia se genera una diálogo que nos lleva a ver Argentina como el país que le dio el reconocimiento necesario. “Ahí se convirtió en un dramaturgo conocido. Nunca debió volver”, aseguran. Porque después de estar en Buenos Aires, Lorca se trasladó a Montevideo buscando tranquilidad para terminar de escribir Yerma. No lo hizo. En Uruguay le esperaron con la misma efusividad que en el país vecino.
“Cada vez que descubres más de Lorca, más de su carácter, de sus obras… te preguntas: ¿Y qué habría conseguido si no le llegan a matar? Seguramente todo”, reflexionan. Porque la cinta acaba con la muerte del poeta. De cómo la genialidad y la alegría del granadino se acabó por culpa de una represión. Echanove, que ha interpretado a Lorca en varias ocasiones y que es otro de los rostros de este documental, también hace hincapié en el futuro que le robaron.
“Es un hecho terrible. Lo peor es que no conservamos su voz. No sabemos cómo hablaba”, alega. Sería él el que en una de sus representaciones, tras intentar analizar cómo habría sido su tono de voz, lo interpreto. “Cuando su hermana vino al camerino a verme, me dio un abrazo de hermano. No a un actor, sino a un hermano. Nos pusimos todos a llorar”. Todavía, los lorquianos más feroces, siguen buscando su voz en algún trastero porteño. Siguen buscando a Lorca.