Foto: Primera foto de la llegada de la Columna Redondo a Aracena. Colección José Orquín. Archivo Municipal de Aracena.
El historiador Omar Romero de la Osa destaca los mecanismos de control y represión de la población del bando perdedor de la Guerra Civil
La Memoria Histórica y la investigación histórica no dejan de alumbrar datos sobre nuestra historia reciente. Uno de los últimos estudios publicados es el del historiador aracenense Omar Romero de la Osa, que ha visto recogido su trabajo sobre la cárcel de Aracena en las actas del IX Encuentro Internacional de Investigadores del Franquismo, celebrado en Granada en 2016. Su comunicación ‘Mapeando la represión franquista en el suroeste peninsular. La cárcel del Partido Judicial de Aracena (Huelva) como caso de estudio’, se expuso dentro del ‘Taller 13: La guerra civil y el nacimiento del franquismo’, y ahora se ha incluido en el libro final.
Según Romero de la Osa, a partir del verano de 1936 nadie quedó al margen de los terribles sucesos que marcarían la vida de los españoles. Un trauma como el acontecido durante la guerra civil y posterior postguerra sería asumido por todas las esferas y mecanismos. Un elemento central en la construcción del franquismo fue la represión, el control y la coerción social.
Su reciente investigación en los archivos del Tribunal Territorial Militar de Sevilla y en el Municipal de Aracena le ha permitido “desarrollar la mirada desde la cárcel, que permite relacionar varios aspectos como la legislación, los discursos y las relaciones entre los sujetos implicados en el confinamiento, introduciendo un elemento novedoso como es la perspectiva espacial que permite hacer visible su experiencia”.
Todas las acciones represivas y coercitivas tuvieron como objeto “crear una nueva identidad nacional legitimado en la exclusión del vencido y creando un dispositivo disciplinario que regularon la vida de las familias, del trabajo o de cualquier aspecto de la vida cotidiana”. Desde este punto de vista, la cárcel servía no solo para reorientar al confinado sino también a su familia. La cárcel del Partido Judicial de Aracena describe tres fases; la del terror caliente desde la llegada de las tropas rebeldes hasta 1937, una segunda, entre mediados de 1937 hasta el final de la guerra en 1939, donde la cárcel sirve como administradora de las penas de los tribunales militares; y una tercera cuando la justicia ordinaria recupera su poder bajo la nueva legislación franquista.
Durante la primera fase, la cárcel de Aracena vivió varios asesinatos dentro de sus muros como los de José Román de la Torre así como también los de Manuel Nevado y Crispín Domínguez en agosto de 1937. A falta de unos datos definitivos para los fusilamientos en Aracena nos valen los datos de la Quinta de 1937 en la que el 40% de la población joven en edad militar aparece como fusilada.
Según el estudio, “la segunda fase del sistema penitenciario será la gestión de la población mediante la presencia policial-militar, mediante la denuncia, que podía ser anónima y sin consecuencias”. Para el periodo de la Guerra Civil en la cárcel de Aracena se detuvieron a 624 personas. Además, fue frecuente la presión sobre aquellos que no habiendo tenido protagonismo durante la República eran desafectos al Nuevo Régimen, dándose varios casos de personas que aparecían muertas en fincas o pueblos vecinos.
La tercera etapa, entre 1939 y 1944, transcurrió bajo la promulgación de la nueva legislación basada en principios de jerarquía, propiedad, familia y orden. Se perseguía el sometimiento de la población a una rígida disciplina, más que cualquier tipo de reinserción o arrepentimiento.
Se produjeron muchos delitos en la comarca serrana contra la propiedad consistentes en robos de comida, entendibles en una época de carestías y control alimentario. En la distribución espacial de procesados sigue la constante de personas de Aracena, Santa Olalla, Aroche o Almonaster.
Capítulo aparte constituye las condiciones del edificio en sí. La cárcel significaba, según Romero de la Osa, “un pilar fundamental en la quiebra de la personalidad del procesado, primero porque el espacio mismo era muy reducido, sin colchones, menajes de cocina y toda falta de intimidad; y en segundo lugar porque era un lugar donde se procedía a la resignificación social del procesado obligado a escuchar en el patio la lectura del periódico ‘Redención’ o la política de premios para crear enemistades entre los reclusos”.
El investigador serrano también ha redactado otros trabajos sobre esta institución penitenciaria de Aracena, incluso ha levantado digitalmente sus muros y estructura a partir de una fotografía y la descripción de varias personas que conocieron la cárcel.
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