divendres, 10 de desembre del 2021

Las hermanas de derechas que pagaron la sepultura de dos fusilados por el franquismo.

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Una investigación desvela que Emilia Marroquín, que salvó su vida gracias a la mediación de dos periodistas, sufragó junto a su hermana la escultura que preside la tumba de los represaliados





Lápida de la tumba de Julián Zugazagoitia en la Almudena.DIEGO BARCALA

Alicante - 

La tumba de los periodistas Julián Zugazagoitia Mendieta y Francisco Cruz Salido, fusilados por el franquismo en 1940, guardaba uno de los mayores secretos del cementerio de la Almudena, en Madrid. Una tal Sabina Marroquina, nombre que podía ser real o un seudónimo, había sufragado una sepultura de granito en forma de libro abierto en la que aparecían los nombres de dos condenados a muerte, un hecho nada habitual en la época. La familia de Zugazagoitia trató de averiguar en 2013 quién era la misteriosa benefactora, sin éxito. Ocho años después, el misterio ha sido resuelto. Emilia Marroquín de Pedro salvó su vida gracias a ambos periodistas, que declararon en su favor en un juicio tras ser encarcelada en una checa de la República, acusada de fascista. Ella y su hermana Sabina agradecieron el gesto y decidieron rescatar del anonimato de una fosa común a ambos con una escultura que los recordara tras su fusilamiento.

El historiador Juan Antonio Ríos, en una imagen de 2014.
El historiador Juan Antonio Ríos, en una imagen de 2014.PEPE OLIVARES

El nombre de Emilia aparece en el sumario número 100.159, depositado en el Archivo General e Histórico de Defensa, según desvela Juan Antonio Ríos Carratalá, catedrático de Literatura de la Universidad de Alicante (UA) e investigador del franquismo, que es quien ha desentrañado el enigma. Se interesó por el asunto tras leer en 2013 un artículo de EL PAÍS en el que el nieto de Zugazagoitia, José María Villarías, narraba las pesquisas de la familia.

El sumario incluye el acta del juicio celebrado entre el 23 de septiembre y el 18 de octubre de 1940 contra seis procesados: el dramaturgo y director de escena Cipriano Rivas Cherif, el periodista y político socialista Francisco Cruz Salido, el ingeniero Carlos Montilla Escudero, el abogado y diplomático, militante de Izquierda Republicana, Miguel Salvador Carreras, Julián Zugazagoitia Mendieta y el político y sindicalista Teodomiro Menéndez Fernández. Todos ellos habían sido detenidos por la Gestapo en Francia y entregados a las autoridades franquistas el verano anterior. Como en otros consejos de guerra, representantes de la sociedad civil de los vencedores de la guerra se mostraron “dispuestos a testimoniar a favor” de los presos, según recoge Ríos en su investigación. En este caso, participaron el periodista Manuel Aznar, los escritores Felipe Ximénez de Sandoval y Wenceslao Fernández Flórez y una “funcionaria y excautiva con carné, Florencia Emilia Marroquín de Pedro”.

Emilia era una joven funcionaria del Ministerio de Obras Públicas, una muchacha “un tanto desgarbada y nerviosa”, en palabras de Rivas Cherif, que declaró “con desmañada ingenuidad” como testigo en favor de los dos periodistas. Además, firmó un escrito que quedó depositado en el sumario, indica Ríos Carratalá. La joven señaló que fue encarcelada durante la guerra bajo la acusación de fascista o falangista, circunstancia que demostró con “el carné de excautiva, que en aquellas fechas era una garantía de adhesión al régimen”, dice Ríos. Su “detallado informe acerca del humanitario comportamiento de los dos periodistas con ella y otros encarcelados en parecidas circunstancias” no influyó en el tribunal, ya que todos los procesados fueron condenados a muerte, salvo Menéndez Fernández, sobre el que recayeron 30 años de prisión.

Tras el juicio, cuenta Rivas Cherif, Emilia visitó a los condenados en la madrileña cárcel de Porlier y en compañía de un cuñado de Cruz Salido, se hizo cargo de los pocos objetos propiedad de los fusilados: “sus maletitas y la ropa de ambos”. Ambos periodistas fueron los únicos que cayeron acribillados en el paredón, a las 6.45 horas del 9 de noviembre de 1940, ya que al resto de sus compañeros de banquillo se les conmutó la pena a 30 años de prisión por mediación del cuñado de Franco, Ramón Serrano Suñer. Ese mismo día, Sabina Marroquina, apellido probablemente alterado sin intención, pagó las dos sepulturas, por un precio total de 760 pesetas, tal como consta en el registro del cementerio, consultado por Villarías, con quien Ríos ya se ha puesto en contacto para comunicarle el hallazgo”.

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