José Gómez Gayoso no imaginaba que aquel viaje a Madrid en junio de 1936 para participar en una escuela de marxismo organizada por el Komintern lo apartaría de Galicia durante años. Y menos aún que solo regresaría clandestino para dirigir el Partido Comunista y la guerrilla antifascista, ser apresado y morir fusilado en 1948. La suya fue una existencia breve -tenía 38 años cuando lo asesinaron-, fulgurante y terrible. Su rastro y su ejemplo político, desdibujado en su país, no se apagó del todo. Lo ilustra uno de sus hijos, el coronel cubano José Gómez Abad, que estuvo entre los diseñadores de la operación del Che Guevara en Bolivia. Vivir e morrer pola causa se titula la primera biografía de Gómez Gayoso, escrita por Carlos A. Portomeñe y publicada por la Editorial Galaxia.
Gayoso había nacido en Maceda, una pequeña localidad ourensana, en 1910. De niño se mudó a Vigo con su familia. Muy joven, operario de la Singer y estudiante de Magisterio, se introduce en la frondosa vida sindical viguesa. A su padre no le parecía bien este activismo y el desacuerdo desemboca en que a los 18 se marcha de casa. Cuatro años más tarde, y de la mano de Carmen Díaz Brunet, trabajadora de la conserva y militante comunista, ingresaba en el PCE. Esta decisión se convertiría en el núcleo alrededor del que girará su intensa y corta vida. “Enseguida destaca por su capacidad para la escritura, la agitación y la propaganda”, relata a elDiario.es Portomeñe, como Gayoso militante del Partido Comunista y entre 2002 y 2014, el secretario general de su organización gallega.
De su eficacia como escritor da prueba su primera detención, en 1934, a raíz de un artículo publicado en el semanario Tribuna de Tui (Pontevedra, en la frontera con Portugal). Lo que había comenzado como una mera información sobre la detención de dos compañeros por distribuir “hojas clandestinas” acabó en dos meses y un día de arresto mayor “por injuriar, menospreciar y escarnecer” al juez de instrucción pública, Cándido Conde Pumpido, padre del actual presidente del Tribunal Constitucional. Gayoso se había limitado a dejar constancia del “odio que profesa [el magistrado] a todo lo que huela a socialismo y anarquismo”.
Su militancia comunista estaría ya para siempre ligada a la comunicación: en plena Guerra Civil dirigió Nueva Galicia, revista de los antifascistas gallegos en la que colaboraron galleguistas como Blanco Amor, Castelao, Ramón de Valenzuela o Delgado Gurriarán, y La Voz del Combatiente. Durante la Batalla del Ebro fue responsable de propaganda del bando republicano. Y ya en el maquis, encargado de la confección o distribución en Galicia de Mundo Obrero, Vida Guerrillera. Boletín de orientación de las guerrillas de Galicia, Nova Galiza. Revista antifranquista de combate o El Guerrillero. Órgano del Ejército Guerrillero de Galicia. Pero antes de los años en el monte habían sucedido tantos episodios.
Trayecto de ida y vuelta
Gómez Gayoso había salido de Vigo en 1936 para asistir a un curso de marxismo de la Internacional en Madrid, donde lo sorprende el golpe franquista y donde se enrola para defender la República en Guadarrama. “Su vida fue un trayecto de ida y vuelta”, explica Portomeñe, “se marchó de Vigo, se exilió en varios países, volvió a A Coruña y murió”. El triunfo fascista en el 39 obliga a Gómez Gayoso y su compañera de entonces, Concha Abad, a escapar por los Pirineos a Francia. Allí son internados en un campo de concentración, el de la playa de Saint-Cyprien. Los rescata el Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles (SERE), para el que acabarán trabajando. Y entonces comienza el periplo americano, que los conduce unos meses a la República Dominicana y después a Cuba. En esta última isla, Gayoso retoma el trabajo político. Clandestino, eso sí, y cercano al Partido Socialista Popular, los comunistas cubanos. Uno de sus más cercanos compañeros se llama entonces Julián Grimau. Su cometido principal, la recogida de información entre los emigrantes gallegos que seguían llegando a miles al Caribe.
En La Habana nace José Gómez Abad. Y en La Habana se quedan ambos, madre e hijo de seis meses, cuando el partido reclama a Gayoso para retornar a Galicia. “Siempre había sido su obsesión, lo reflejan sus cartas”, señala el biógrafo. En septiembre de 1941 navega a Nueva York. En la metrópolis estadounidense permanece a la espera de instrucciones casi 14 meses. Pasa a México en diciembre de 1942. La inflexión de Stalingrado, en febrero del año siguiente, enciende la esperanza en los derrotados republicanos. Los aliados, imaginan, no permitirán que sobreviva la dictadura española. Los comunistas toman nota. Se equivocan: la real politik de los intereses yanquis se impone y Franco se queda. Pero en junio 1944, cuando el vapor Cabo Buena Esperanza atraca en Bilbao con Gayoso a bordo bajo la identidad falsa de Pío Estévez Vidal, no podía saberlo. Y en abril de 1946, por fin Galicia. Se instala en Pontevedra para asumir responsabilidades políticas al más alto nivel en el PCE en Galicia -será su secretario general- y en el Ejército Guerrillero Galicia-León. Dos años y medio después será fusilado en el Campo da Rata de A Coruña junto a Antonio Seoane, jefe del brazo militar.
La caída
Vivir e morrer pola causa narra la caída de la dirección comunista y guerrillera en julio de 1948. Sucedió en A Coruña, a partir de la detención de Seoane en el bar Lovento, en los alrededores de la plaza de Lugo. Gayoso y María Blázquez -la militante con la que vivía en Galicia- se personan al día siguiente en el domicilio del arrestado sin saber lo qué había pasado. Dos guardias civiles los estaban esperando. El tiroteo acaba con Blázquez y Gayoso en el hospital, ella con una bala en el estómago y él sin un ojo. Ante los médicos comienzan los interrogatorios. “Mil muertes son preferibles a lo que con nosotros han hecho”, escribirá en una carta a Concha Abad desde prisión. “La policía política de Franco había introducido los métodos salvajes de la Gestapo”, escribe Portomeñe, “a través del asesoramiento de Paul Winzer, diplomático y jefe de la Gestapo en España, en la creación de la Brigada Político-Social”. Gómez Gayoso ya solo abandonaría la prisión provincial de A Coruña para el consejo de guerra en el Cuartel das Atochas y para sucumbir al pelotón de fusilamiento en el Campo da Rata, a no muchos metros de la cárcel, frente al mar coruñés.
“Hemos caído en la lucha, en esa trinchera en la cual, antes de nosotros cayeron cientos de camaradas”, escriben Gayoso y Seoane a la IV Agrupación Pasionaria de la guerrilla gallega, “no es hora de lamentaciones, camaradas. La lucha exige sacrificios, porque sin ellos no se conquista la libertad”. La condena en el juicio farsa desata una campaña internacional de solidaridad. No servirá de nada. “Llegó la hora decisiva. La esperé tranquilo y tranquilo moriré. A ti no es preciso decirte cual es el sentimiento que embarga mi ánimo en estos momentos. He sido fiel a todo lo que ha constituido el objeto de mi vida”, dice en su última carta a Concha Bad. Y a su hijo cubano: “Mi deseo y ruego a ti es que estudies y te esfuerces por ser un hombre digno y honrado en la vida, que ames a tu Patria, y también a la Patria de tu padre”. José Gómez Gayoso y Antonio Seoane Sánchez fueron fusilados a las ocho de la mañana del 6 de noviembre de 1948.
De la enorme repercusión a cierto olvido
“Su fusilamiento tuvo en su día una enorme repercusión”, aduce Carlos Portomeñe, “pero poco a poco su memoria se fue difuminando”. No fueron suficiente para impedirlo poemas de Rafael Alberti, del argentino Raúl González Tuñón o, más tardíos, de Xosé Neira Vilas, e incluso un filme documental cubano -Otro crimen de Franco (1948), dirigido por Luis Álvarez Tabío. Solo en 2023 un volumen exento, Vivir e morrer pola causa, ha dado forma al relato de su vida. “He ido juntando documentación durante años”, dice Portomeñe, que admite una deuda inicial con Neira Vilas, quien dedicó a Gayoso uno de los cuatro episodios de su ensayo histórico periodístico Guerrilleiros (1991).
“Yo llegué a la figura de Gayoso por la política, claro. Es uno de los mitos del Partido Comunista. Creo que una de las razones de que no se hubiese estudiado a fondo es, simplemente, que en el partido hay tantos héroes...”, considera, “ni siquiera existe una biografía de Enrique Líster, a pesar de que Víctor Santidrián lleva años trabajando en ella”. Y fue esa política la que hace 25 años condujo a Portomeñe a la familia de Gayoso. El PCG preparaba los actos por el 50 aniversario del fusilamiento y el pintor Xaime Quessada, histórico comunista, preparó unas láminas de homenaje. La organización remitió los número uno y dos de la serie a los descendientes de Gayoso y Seoane, sin saber a ciencia cierta cómo encontrarlos. Mediante la cónsul cubana en Galicia, José Gómez Abad, el hijo que había tenido con Concha Abad, contactó con los comunistas gallegos.
“Hicimos una amistad que duró hasta su muerte en 2008”, cuenta Portomeñe. Dos años antes había visitado la tierra natal de su padre para conocer sus raíces. Y todavía antes, como miembro de la inteligencia cubana, había formado parte del reducido grupo que diseñó la expedición a Bolivia en la que finalmente cayó Ernesto Che Guevara. Lo contó en su libro Cómo el Che burló a la CIA. El hijo, como el padre.
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