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(Fotos en el original)
Las exhumaciones en el cementerio de Sueca (Valencia) buscan los cuerpos de los republicanos fusilados por el franquismo en la capital de la Ribera Baixa.
“Adiós Isabel y las chicas, te mando la cartera, el retrato ...y 73 duros y 14 reales. Isabel, ten siempre el pensamiento de que soy inocente, que tu marido no es lo que la justicia dice. Porque soy inocente y tengo testigos”. Pepa Ripoll Ortí nos muestra la carta que escribió su abuelo José Ortí Ballester a su familia el 17 de mayo de 1939, el mismo día que lo fusilaron en el cementerio de Sueca (Valencia). “Cada vez que la leo, lloro”, nos cuenta emocionada. “Le obligaron a firmarla con el ¡Arriba España y Viva Franco!“.
Pepa acude al cementerio de Sueca con el retrato, la carta y la cartilla de su padre y cuenta la historia de su familia, marcada por el día que su madre vio como fusilaban a su padre, cuyo único delito era tener un amigo de la CNT. José Ortí es uno de los 54 hombres que yacen desde hace 84 años en la fosa común que ahora está siendo exhumada por la Asociación Científica Arqueoantro gracias a una subvención de la Generalitat Valenciana. 54 hombres, 23 de ellos suecanos, pero también de poblaciones como Riola, El Perelló, Cullera, Tavernes de Valldigna, Gandía, Oliva, Xeraco o Carcaixent.
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Fusilados entre el 17 de mayo y el 20 de julio del año 1939 en un muro del cementerio que todavía está en pie, aunque oculto tras un baño de minusválidos. En un rincón del camposanto, tres arqueólogas limpian con mimo y sumo cuidado los restos óseos que se pueden ver ahora a cielo abierto en una fosa no muy profunda. Varios cadáveres yacen uno junto a otro, ordenados, con las manos sobre el pecho en un gesto que transmitiría algo de ternura si no fuera por lo terrorífico del crimen allí cometido y el tiro de gracia que se puede ver en sus cráneos.
Yahiza Alonso Beltrán, directora antropológica de las excavaciones nos confirma que “la disposición de los cuerpos es ordenada, uno al lado del otro y todos ellos presentan los signos de una muerte violenta, lo que en antropología forense llamamos traumatismos peri mortem”. Llevan exhumados 38 cuerpos de los 54 que se espera encontrar correspondientes a tres sacas, Alonso nos explica que: “en el espacio ahora abierto, había un Memorial con unas losas de piedra con los nombres de las víctimas y la referencia del pueblo de donde eran. Los testimonios de familiares nos cuentan que debajo de esa losa es donde se encontraría la fosa y que antes de estar el Memorial había un espacio de tierra con dos piedras cuadradas rodeadas con unas cadenas, que ese era el lugar que ocuparían las dos fosas”.
“Al menos dos personas nos cuentan que sus familiares intentaron huir desde Alicante, pero acabaron detenidos en el Campo de los Almendros y de ahí los llevaron al campo de concentración de Sueca para posteriormente fusilarlos aquí”
Alonso explica que eso les llega a creer que “las dos primeras sacas de mayo y junio, como eran más pequeñitas, de 10 y 13 personas, irían juntas en una fosa. Y la saca de julio, que eran 31 individuos, iría a la otra fosa. Además, a la saca de julio las familias la llaman la fosa de los forasteros, porque en ella había personas de fuera de Sueca”.
Alonso cree que la gran cantidad de fusilados de la comarca de la Ribera Baixa y La Safor se debe a que Sueca era cabeza de partido judicial durante el franquismo, lo que corrobora los testimonios recogidos por Arqueoantro. “Al menos dos personas nos cuentan que en marzo sus familiares intentaron huir desde el puerto de Alicante, pero acabaron detenidos en el Campo de los Almendros y de ahí los llevaron al campo de concentración de Sueca para posteriormente fusilarlos aquí”. Cabe recordar que en 1939 se habilitó un campo de concentración provisional en un lugar llamado La Peaña, en la carretera entre Sueca y Valencia, que albergó más de 3.300 prisioneros republicanos.
Apenas unos metros separan esta fosa común de una losa instalada en honor a los religiosos y seglares caídos en 1936, como si hubiera equidistancia entre un memorial y una fosa llena de cadáveres
Apenas unos metros separan esta fosa común de una losa instalada en honor a los religiosos y seglares caídos en 1936, como si hubiera equidistancia entre un memorial y una fosa llena de cadáveres. “Esta losa es, digamos, un homenaje que estaba en la plaza del Ayuntamiento de Sueca, la gente iba allí y cantaba el Cara al Sol. Lo que hizo el primer alcalde de la democracia fue retirarla de allí y traerla al cementerio y colocar la otra losa sobre la fosa de tierra con el nombre de los fusilados”, cuenta Jesús Granell, presidente de la Asociación para la recuperación de la Memoria Histórica de la Ribera Baixa. Aunque él y su familia son suecanos, su tío abuelo fusilado por el franquismo no se encuentra en esta fosa, si no en la de Alzira, otro municipio vecino en la Ribera Baixa.
La asociación tenía en un principio entre sus objetivos abrir la fosa de Sueca y la de Alzira, aunque entre sus miembros también hay quien tienen familiares en las fosas de Paterna. “Nuestros abuelos y padres siempre nos han contado la historia, ahora, 84 años después no pueden seguir existiendo fosas, hay que exhumarlas y merecen estar en el lugar que toca con sus padres, hermanos y la familia. Una democracia sólida no puede tener fosas” aduce Granell. Junto a Jesús Granell se encuentra Élida Puig Cebolla, también perteneciente a la misma asociación, aunque no tiene ningún familiar fusilado.
“Estoy en la Asociación por ideología”, se sincera Puig, “creo que es de justicia abrir las fosas. A mí, pertenecer a la asociación me está aportando mucho. Oír las historias - que son de película o como de un documental- directamente de los hijos y nietos me pone un nudo en la garganta y me da pesar. Para mí es como si tuviera a alguien ahí dentro también”, continúa. “Parece mentira que esas cosas hayan pasado aquí, en la escuela todo esto no nos lo contaron, y hay que conocerlo para que no se repita”. Jesús y Élida nos cuentan la anécdota de la paloma de mármol que había sobre la lápida de la fosa y que cada dos por tres era vandalizada y vuelta a colocar por el Ayuntamiento y la ponen de ejemplo ante el ataque que sufrieron el último fin de semana de julio, cuando un grifo abierto provocó la inundación de la fosa con el consiguiente peligro para los restos de ADN de los huesos que ahí se están exhumando.
“Hay gente del pueblo que no quiere que exhumemos y nos lo ha dejado claro” concluye Granell. Máximo Hilario Álvarez Royo, también pertenece a la asociación, es nieto de José Royo Llopis “fusilado vilmente por la dictadura de Franco”, como el mismo nos dice al presentarse. Su abuelo era “guarda rural en una caseta y allí escondió a tres republicanos que huían de la guerra camino del puerto de El Perelló, un vecino se chivó y la guardia civil vino a por mi iaio”, nos cuenta, “ dejó viuda y tres hijos: mi madre de 8 años, mi tía de 5 y mi tío de 3. Mi madre y mi tía se fueron a las Huerfanitas de la Encarnación y mi tío al asilo. A mi iaia le obligaron a firmar con un dedo para quitarle la tierra que tenía”.
Sufrieron un ataque en julio, cuando un grifo abierto provocó la inundación de la fosa con el consiguiente peligro para los restos de ADN de los huesos. “Hay gente del pueblo que no quiere que exhumemos y nos lo ha dejado claro”
Su abuela fue enterrada al morir junto a la fosa y al colocar la losa de piedra en la transición, su cuerpo tuvo que ser trasladado a la parte nueva del cementerio, Álvarez desea que, si consigue recuperar los restos de su abuelo, poder ponerlos de nuevo junto a su abuela; pero esta vez en un nicho. “Y que la fosa se conserve con un monolito y los nombres de los que allí fueron asesinados”, insiste. La historia de la represión franquista no es solo la de los fusilados, sino también la de sus familiares y sobre todo la de las mujeres que sufrieron el doble estigma de ser rojas y viudas de represaliados.
Cuenta Jesús Granell, que a las rapadas de Sueca, además del despojamiento del cabello como forma de violencia, ese cabello era llevado luego en ofrenda a la Mare de Déu de Sales, patrona de la ciudad. Pepa Ripoll no quiere acabar esta entrevista sin acordarse de su abuela, que padeció la represión franquista y las dificultades como tantas otras mujeres de la época. ”Mi abuela se quedó viuda con dos criaturas y era como si tuvieran la peste, nadie se quería relacionar con ellas. Pero mi abuela era una supermujer que tuvo que trabajar mucho para poder sacar a su familia adelante sin necesidad de nadie. Ella sobrevivía con el contrabando y el estraperlo, con la guardia civil siempre detrás, hasta que a ella también la encerraron”, relata orgullosa Ripoll.
“Siempre me contaron estas historias, como cuando le obligaban a mi madre y otras hijas de represaliados a cantar el Cara al Sol en la cruz que puso la guardia civil a la entrada de Sueca. Esta exhumación es muy importante”, concluye “porque es un episodio de la historia que no debía de haber pasado y las personas que se encuentran en la fosa, tirados como perros, tienen derecho a descansar con sus familias. Todo el mundo tenemos derecho a saber que sucedió en nuestras familias y descansar en paz. Si mi madre estuviera viva a ella le haría muchísima ilusión poder recuperar a su padre.“
Esa necesidad de cerrar un capítulo oscuro de nuestra historia la comparte también la arqueóloga de Arqueoantro Yahiza Alonso. “Cierras un círculo, empiezas siempre antes de excavar con el trabajo previo de investigación a recoger testimonios e indagar sobre cómo fue la represión en esa zona”, dice Alonso, “las familias siempre son muy agradecidas porque piensan que es una oportunidad que no les iba a llegar nunca, muchas siguen teniendo miedo. Ya en el momento que hay una identificación hay una gran emoción”.
”Desde el 39 hasta el 75 nace una generación entera y otra se cría con esa idea, no solo cuentan los muertos, mucha gente no fue asesinada y sufrió la represión. Cada vez que se identifica una víctima es una batalla ganada al fascismo“
“Es algo que afecta a las familias, pero también a la sociedad actual que no vivió esa época. Esa represión y ese tipo de conductas al final son una herencia que nosotras también recibimos. Desde el 39 hasta el 75 nace una generación entera y otra se cría con esa idea, no solo cuentan los muertos, mucha gente no fue asesinada y sufrió la represión. Cada vez que se identifica una víctima es una batalla ganada al fascismo, un reconocimiento de una lucha colectiva que continúa”, concluye la arqueóloga.
Una identificación y recuperación de restos que está en el aire en debido a que, con el cambio de legislatura actual, las fosas que se están abriendo estos momentos con las subvenciones de la Generalitat corrían con la identificación genética a cargo de la Fundació pel Foment de la Investigació Sanitària i Biomèdica de la Comunitat Valenciana (Fisabio) y el proyecto del anterior gobierno del Botànic de crear un banco de ADN. “Ahora no sabemos si Fisabio continuará con esos trabajos o no”, se lamenta Alonso, “Así que lo que estamos haciendo desde Arqueoantro de manera preventiva es tomar una muestra de ADN a los familiares que tienen una edad más avanzada o alguna enfermedad. Para guardar esa muestra por si, más adelante, gracias a la ayuda de otra institución podemos cotejar ADN con los restos óseos hallados".
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