CeAQUA
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- Acto de
clausura de la concentración por la extradición de los torturadores
- “Me quedé
sorprendido de cómo una persona puede torturar de esa manera, con esa
frialdad”
- The New
York Times: “Facing His Torturer as Spain Confronts Its Past”
Posted: 07 Apr 2014 03:02 PM
PDT
El 10 de abril tendrá lugar en
la Audiencia Nacional la vistas pública sobre la extradición de Juan Antonio
González Pacheco. El 3 de abril fue la de Jesús Muñecas Aguilar. Ambos
torturadores deberían llevar juzgados decenas de años, pero la justicia española
volverá a encubrirlos, negándonos a sus víctimas el derecho a la justicia
frente a crímenes de lesa humanidad que ni prescriben ni pueden ser
amnistiados.
Ni las víctimas de los
torturadores están presentes, ni sus voces han podido oírse.
En defensa del principio de
justicia universal, la Coordinadora Estatal de Apoyo a la Querella Argentina
(CeAQUA), haremos un acto
el día 9 de abril donde los testimonios y las palabras que
faltan en esas vistas, verdaderas farsas para librar de toda culpa a los
esbirros del franquismo, serán la voz de la verdad, la voz de las víctimas y
represaliados.
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Posted: 07 Apr 2014 02:48 AM
PDT
Josu Agirrezabalaga (Ondarroa,
1945) denuncia haber sido torturado en 1976 por el excapitán Muñecas, que
ayer compareció en la AN y al que no guarda odio
donostia – Jon Arrizabalaga
(Ondarroa, 1943) interpuso una querella contra el excapitán Muñecas por
torturar en 1968 a su hermano Andoni (1941), fallecido en 1984. Una causa a
la que otros dos hermanos, Mikel (1956) y Josu, que denuncian haber sido
torturados en 1976, se suman. El día en el que Muñecas comparece en la
Audiencia Nacional, Josu, que reside en Zarautz, recuerda en euskera cómo
fueron aquellos años.
¿Cómo se suman a la causa?
-Cuando se puso en marcha el
caso de Andoni, no había testigos. Nuestro hermano Jon llevó el caso a
Argentina y nos dijeron a ver si mi hermano Mikel y yo, que habíamos sido
torturados, presentábamos otra querella. Dijimos que sí. Hicimos todo el
papeleo y fuimos al notario para relatar cómo fuimos torturados Mikel y yo.
Dice que no hay testigos de lo
ocurrido en 1968 con Andoni, pero usted sí que pudo visitarle.
-Sí, vi a Andoni en el cuartel
de Zarautz. Lo vi con mi ata. Lo detuvieron en Ondarroa, pero lo trajeron a
Gipuzkoa, donde estaba declarado el estado de excepción y tenían posibilidad
de retenerlo más tiempo. La familia no sabíamos ni dónde estaba. Yo era
fraile en el convento de los benedictinos de Lazkao. No estoy del todo seguro
si fue a través del capitán de Ondarroa o qué, pero nos dijeron que estaba en
Zarautz. No sabíamos si viniendo a Zarautz lo íbamos a encontrar.
¿Cuánto tiempo tardaron en
hallarlo?
-Ocho días. Primero se lo
llevaron al cuartel de Ondarroa. Fuimos a ver si estaba. Que allí no, pero no
nos dijeron nada. De ahí a la semana, mi aita y yo -vestido con la sotana-,
junto con un amigo de Andoni, fuimos en coche a Zarautz. En la puerta del
cuartel había un guardia joven. Nos identificamos y nos dijo que esperáramos.
El cuartel estaba en Etxe Zabala, donde están las oficinas municipales en
Kale Nagusia. Nos quedamos enfrente, en el parque de Torre Luzea, donde ahora
está el busto de Baserri. A los 15 minutos, apareció el capitán
Muñecas.
¿Qué les dijo?
-Que entráramos. Subimos las
escaleras de la izquierda, luego un pasillo a la derecha y nos metieron en un
cuarto que daba a la calle. Allí estaba Andoni, sentado. Le dijeron que se
levantara, estaba esposado. ¿Ha visto la cara de Unai Romano? Pues más o
menos estaba así. Tenía la ropa llena de sangre. Estaba, según dijo mi aita,
con la misma ropa con la que salió de casa. Abatido. Recordarlo es bastante
duro… Muñecas nos dijo: “Esto es lo que ocurre cuando no colaboran”.
Estuvimos un rato con Andoni, Muñecas dijo un par de frases más y fuera.
Luego lo llevaron a Martutene, pero lo volvieron a sacar, que no lo solían
hacer, y lo torturaron…
¿Qué buscaba Muñecas?
-Estoy convencido que quería
ahondar nuestra herida, que por eso nos dejó pasar. No sé si le obligaron a
decirnos dónde estaba, pero no reconocíamos a Andoni. Por el cuerpo y la ropa
sabíamos que era él, pero estaba irreconocible. Lo tuvieron colgado un par de
días, por los pies… Aquella imagen no se me ha ido de la cabeza.
Años después, usted
denunció una situación similar.
-En el 76, creo que el 11 de
abril, el domingo de Ramos. Entonces vivía ya en Zarautz, en Itsas-Mendi,
pero todavía no tenía teléfono en casa. A las 6.00 horas, vino a casa un
amigo muy conocido, Anjel Lertxundi (el escritor), diciendo que habían
llamado desde nuestra casa de Ondarroa para que me avisara de que se habían
llevado a mi hermano Mikel y que me buscaban. No lo tomé demasiado en serio, Andu
se fue a su casa… Hacia las 8.30 horas, empezaron a tocar el timbre. Al
principio no les abrimos. Ellos, que traían a Mikel, no sabían exactamente
dónde vivía. Mikel sabía el barrio, pero no dónde vivía yo. Los guardias no
le creían. A la media hora, dando vueltas, Mikel reconoció mi coche. Entraron
en varios portales y luego en el nuestro. Abrí y me pusieron la pistola, me
esposaron y nos llevaron al cuartel de Ondarreta, en Donostia.
¿Qué pasó?
-Había un gran revuelo. Creo
que aquel día, ETA mató algún guardia civil (el agente Miguel Gordo García
murió electrocutado tras intentar retirar una bandera conectada a un cable de
alta tensión). Rápido, me llevaron abajo, al patio. Había unas escaleras,
como de piedra. Al frente, estaba la zapatería que tenían. A la derecha, una
puerta verde, la de la carpintería.
¿Le llevaron allí?
-Sí. Había un par de jóvenes
dentro, uno de ellos el que luego ametrallaron, el ondarrutarra Angel
Etxaniz. Arriba no vi a Muñecas, ahí sí. Había otro guardia civil bastante
famoso, bajito y moreno. Luego me dijo Etxaniz que aquel era Hidalgo, que
había sido capitán en Gernika. Antes de entrar, con un gran cabreo, cogió un
martillo y me golpeó en la cabeza. Con más rabia y cuando me iba a volver a
dar, alguien le agarró del brazo.
¿Y ya dentro?
-Lo primero que me hicieron,
como a otros, fue desnudarme. Te quedas indefenso y sin dignidad. Impotente.
A mano derecha había una pequeña bañera, de las de escalón. Con agua negra,
podrida. Me envolvieron en la manta, me ataron y me metieron la cabeza. No
perdí la consciencia del todo, pero tragué mucho. A punto de ahogarme, me
sacaron y me dejaron tirado. Cuando me recuperé, me quitaron la manta y me
pusieron colgado de las esposas en una viga.
¿Cuánto tiempo?
-Quizá hora y media. Se pierde
la noción del tiempo. Durante meses no sentí las muñecas, que no tenían
protección. Todo el peso lo tuve en las muñecas. Mientras tanto, el capitán
me hacía muchas preguntas. Al comienzo, me dijo que si no decía nada,
acabaría como Andoni. El cuerpo, colgado, estaba muy tenso. Al rato, me
bajaron, me vistieron y salí.
¿Habló con Etxaniz?
-Un guardia preguntó si nos
conocíamos. Le dijo que me diera un consejo. “Di todo lo que sepas”. Ahí
dices todo. Luego uno me llevó un café con leche y me llevaron a la
zapatería, muy cerca. Lo peor fue cuando empecé a escuchar los gritos de
Mikel. Fue muy fuerte. Había oído mil veces lo que era, pero hasta que no lo
pasas, no sabes lo que es la tortura en una situación así. No se tiene ni
idea. Sé lo que es, quien no lo ha pasado no lo sabe. Muchas veces me acuerdo
cuántas veces escucharía Martxelo Otamendi testimonios de tortura. Hasta que
no lo sufrió, no supo qué era.
¿Y qué decía el capitán
Muñecas?
-Hidalgo, muy caliente, me pegó
con el martillo, pero Muñecas, ni cabreado ni nada. Tenía un aplomo… Me quedé
sorprendido de cómo una persona puede torturar fríamente, él mismo daba… No
es que ordenara a otro, sino activamente. ¿Cómo era posible que hubiera una
persona que tratara con semejante frialdad a una persona que estaba atada? No
podía ni imaginar que pudiera haber gente así.
¿Qué le sugiere la salida
del excapitán Muñecas de la Audiencia Nacional, cubriéndose la cara con un
paraguas?
-Cuando torturó a Andoni,
tendría unos 26-27 años… He escuchado que él ha dicho que no conocía a
Andoni, pero debe recordar muy bien aquellos momentos, porque cuando fuimos a
Zarautz a ver a Andoni, entré al cuartel con sotana. Lo nuestro no fue
aislado, sino sistemático. No debería demostrar quien ha caído en sus manos
que fue torturado, sino al revés.
¿Confía en que la causa
avance?
-Estoy dispuesto a cualquier
cosa. Ahora, con lo que ha sido, a Muñecas no le deseo ningún mal, ni le
odio, ni nada. Lo respetaré como persona, pero, claro, quiero justicia y que
reconozcan, tanto él como el Gobierno, que aquí se ha hecho un uso
sistemático de la tortura. Nuestros casos son conocidos quizá por la querella
o la canción Itziarren semea, pero hay otros miles de casos.
¿Qué le diría al excapitán
Muñecas si lo tuviera delante?
-Le preguntaría si se acuerda
de Andoni. Si se acuerda de mí. Solo le diría que reconociera lo que ha
hecho, que recuerde bien qué ha hecho.
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Posted: 07 Apr 2014 02:31 AM
PDT
MADRID — José María Galante
was a leftist college student when he was handcuffed to the ceiling of a
basement torture chamber, his body dangling in the air. A police inspector
laughed and taunted him, striking martial arts poses before repeatedly
kicking and beating his face and chest.
The man who Mr. Galante says
tortured him was an infamous enforcer of the Franco dictatorship in the
1970s, widely known as Billy the Kid for his habit of spinning his pistol on
his finger. So Mr. Galante was startled last year when he located the man —
living in a spacious apartment less than a mile from his own neighborhood in
central Madrid.
“How did I feel when I saw him
for the first time? We got you now, you bastard,” Mr. Galante said, adding:
“I agree with the idea of reconciliation. But you just can’t turn the page.
You have to read that page before you turn it.”
This week, Mr. Galante is again
planning to see Billy the Kid, whose real name is Antonio González Pacheco.
This time, it will be at a hearing at Spain’s National Court, where Mr.
Galante and other victims are, for the first time, seeking to prosecute Mr.
Pacheco in a case that is reopening the country’s painful Francoist past and
threatening the political pact that helped Spain transition from dictatorship
to democracy.
But the grand
bargain that allowed this transition was a complicated one. After Franco’s
death in 1975, a sweeping amnesty law absolved everyone — leftists and
right-wing Francoists — and encouraged a kind of collective forgetting in the
name of reconciliation. The belief was that Spain could prosper only by
looking to the future, not the past.
For victims like Mr. Galante,
this meant the door to justice was slammed shut. For more than 40 years, Spanish
courts have refused to hear these cases, citing the amnesty law. So Mr.
Galante and others have taken their complaints to Argentina, invoking the legal
principle of universal jurisdiction under which certain crimes, because of
their magnitude, transcend borders. An Argentine judge is now
seeking the extradition of Mr. Pacheco and another individual accused of
torture. Mr. Pacheco’s hearing on April 10 in Madrid is to decide whether to
grant the request.
Spanish courts are usually
reluctant to extradite Spanish citizens. But whatever the outcome, the
Argentine case is stirring up old demons in Spain. Critics say Spain must
confront its past and even push aside the amnesty law. Others warn that doing
so could lead to a slew of prosecutions, even reaching the country’s elite.
Today, Spanish politics,
business and law are still sprinkled with people who have direct or indirect
links to the Franco regime. Last week, a lawyer for the victims asked the
Argentine judge to bring charges against five former ministers from the
Franco era.
“I just don’t
think it would be good for the country,” said Ramón Jáuregui, a lawmaker with
the opposition Socialist Party, who opposed Franco during the 1970s but is
reluctant to break the amnesty pact. “We don’t know where it starts and where
it finishes. If we take someone who was a torturer in 1970, why aren’t we
going to go after some ministers in Franco’s government who are still alive?
Why not the courts? Where do we set the limit?”
Spain’s government is already
facing growing pressure from the United Nations. Pablo de Greiff, a United
Nations special rapporteur, said Spain “lagged behind” other European
countries in addressing its recent past. He said Spain’s government had done
too little to help victims of the Franco era, and recommended setting aside
the amnesty law so that prosecutions could go forward, either in Argentina or
in Spain.
“Some problems do not go away,”
Mr. de Greiff, the special rapporteur on the promotion of truth, justice,
reparation and guarantees of non-recurrence, said in an interview. “They
cannot be swept under the rug. People, not surprisingly, do not forget.”
Franco was a contemporary of
Hitler and Mussolini, though his dictatorship lasted until the 1970s and his
legacy is more complicated, and contested. Not far from Mr. Pacheco’s
apartment, the National Francisco Franco Foundation serves as the watchdog of
the Franco legacy. The small office is like a time capsule from the
dictatorship: Portraits of Franco hang on the walls, while a small display
offers souvenir Franco T-shirts and other memorabilia.
“Since the Catholic Kings,
Franco was in power the longest, and with the most public support,” said
Jaime Alonso, the foundation’s spokesman and second in command. “He had great
popular support until his death — despite what the propagandists maintain.”
Mr. Alonso, a lawyer, argues
that Franco was not a dictator and scoffs at evidence of forced labor and
postwar atrocities. “What is happening now is the need the left has to
delegitimize history,” Mr. Alonso said.
For several years, private
associations led by the descendants of Franco victims have pushed for the
exhumation of mass graves from the Spanish Civil War and the dictatorship. In
recent years, it was revealed that thousands of infants were abducted from
Republican families and placed in institutions or adopted by families loyal
to Franco.
Controversy also surrounds the
Valley of the Fallen, the massive mountaintop shrine where Franco is buried
along with 30,000 others. Franco called the shrine a symbol of
reconciliation. But scholars now say that some of the interred are Republican
soldiers who were put there without their families being notified.
In 2008, Judge Baltasar Garzón,
a crusading magistrate known for stirring up controversy, opened an inquiry
to investigate crimes against humanity during the Franco era. Within two
years, Judge Garzón’s investigation was shut down after a right-wing group
(represented by Mr. Alonso of the Franco Foundation) filed a lawsuit accusing
him of overstepping his judicial authority.
Eventually, Spain’s Supreme
Court removed him from the bench after finding that he had wrongly used
illegal wiretapping in a different case — a finding that his supporters say
was politically motivated. “In my case, it was an example of killing the
messenger,” Judge Garzón said in an interview. “What they don’t understand
is, yes, the transition was fine — at the time of the transition. But they
don’t understand that now, the government is not allowing access to the truth,
to justice.”
One of the lawyers in the
Pacheco case, Carlos Slepoy, said that the Spanish authorities have sought to
derail his prosecution, too, even as depositions have been taken at Argentine
embassies around the world. Groups of Spanish victims have flown to Argentina
to provide testimony.
“Initially,
there were two families and a few human rights organizations that set this in
motion,” Mr. Slepoy said. “Now, there are 350 lawsuits, innumerable
depositions and a huge public support movement.”
Ángel Llorente, an official
with Spain’s Ministry of Justice, said the government was cooperating with
the Argentine judge and has allowed the extradition process to continue. Mr.
Pacheco and his lawyers could not be reached for comment, despite repeated
efforts. He has not spoken publicly about the torture allegations against
him.
Mr. Galante, the man accusing
Mr. Pacheco of torture, has already testified in Argentina about his
experiences in the 1970s — a period when the abuses of the dictatorship had
supposedly ended. He was arrested several times for protesting and joining an
illegal anti-Franco student union. In custody, Mr. Galante said, he was
beaten on his genitals and subjected to a form of water boarding.
“Billy the Kid had such a sense
of impunity,” he said. “He never thought he would get caught. He didn’t ever
think about getting information. He just wanted to beat people up.”
Last year, Mr. Galante and
others began their search for him. They discovered he had founded a private
security company. Later, a contact provided a copy of his national identity
number, which helped them discover that he had competed in the New York City
Marathon and a half marathon in Madrid.
Finally, they found his
address, not far from Bernabéu Stadium of the Real Madrid soccer team. “We
did what he used to do with us: A bunch of us would stand in the
neighborhood, and if we spotted him, we would follow him,” he said. “The
first time we saw him, he was running. We had to pretend we were running,
too.”
Patricia Rafael and Brenda Yastremski
contributed reporting.
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