dilluns, 26 de febrer del 2018

La Peseta Marteña, legado histórico perdido entre cajones


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domingo, 25 de febrero de 2018


En la larga y dilatada historia de la Ciudad de Martos, han sido varios los períodos en los que nuestra ciudad, singularmente se ha dotado a sí misma de la capacidad de producir su propia moneda.

 
En el yacimiento arqueológico de Bora que la mayoría de estudiosos localizan en el Cerro de San Cristóbal, muy próximo a Las Casillas de Martos, encontramos lo que pudo ser la primera Ceca o fábrica de moneda de nuestra historia. Las monedas de bronce acuñadas en el siglo I a.C. en este lugar estaban compuestas de tres formatos: el semis, el as y el dupondio.

Siglos más tarde en época visigoda, nuestra ciudad volvió a acuñar moneda en oro y en las mismas aparecieron las efigies de muchos reyes visigodos de la época como Sisebuto, Suintila, Sisenando, Chintilla, Ervigio o Egica, en las que aparecía además la leyenda “IVSTVS TUCI” como seña del lugar de procedencia. Estas monedas junto a las de Bora en la actualidad, se conservan en bellos tesoros guardados en colecciones que en el mercado numismático alcanzan importantes sumas de dinero por la adquisición de tan solo una de estas piezas.

No ha seguido nuestra ciudad, lamentablemente, el ejemplo de otras muchas localidades cercanas como Porcuna Baena, cuyo pasado numismático tiene un lugar privilegiado en sus museos y en los mismos incluso, se puede encontrar mucha moneda marteña orgullosamente mostrada, mientras que nuestra ciudad sigue ignorando el interés por el turismo histórico que generan dichos espacios y restos arqueológicos.

Sin embargo, cuando se repasa la historia de la Ciudad de la Peña en cuanto a acuñación de moneda se refiere, casi siempre suele olvidarse un período mucho más reciente de nuestra historia, el último en el que Martos volvió a contar con su propio dinero.

Así, la Peseta Marteña acuñada durante el período de la Guerra Civil en nuestra ciudad, queda olvidada e ignorada y esas pesetas, que son unas grandes desconocidas y olvidadas, suelen dormir en demasiadas ocasiones en sótanos, cajones y armarios perdidos, ignorando el gran valor histórico, cultural y patrimonial que tienen, por no hablar, claro, del monetario, puesto que la “peseta marteña” también circula en el mercado coleccionista y a precios en ocasiones, desorbitadamente altos.


La peseta de Martos surge en un período de nuestra historia reciente en el que la tragedia de una guerra en todo el país, desembocó en una extensa cantidad de medios de pago, la cual permitió a la población cubrir sus más elementales necesidades comerciales.


Ante la imposibilidad de que la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre (FNMT) pudiera dar respuesta a las necesidades monetarias de la población debido a la situación político-militar del momento, muchas ciudades y pueblos se vieron en la necesidad de buscar su propia solución para evitar el colapso del pequeño comercio y facilitar las transacciones en una economía que por entonces era casi de subsistencia.



Estos nuevos billetes locales fueron instrumentos de pago realizados en condiciones precarias, creados con imaginación y arte, que comenzaron a aparecer a los pocos meses del Golpe de Estado del 18 de julio de 1936.

Después del inicio de los combates, muchos ciudadanos comenzaron a guardar su moneda como si de un tesoro se tratara, al tiempo que la moneda nacional perdía su valor día tras día. Ante esta situación de depreciación monetaria, los ciudadanos acapararon las monedas de plata, bronce o níquel, cuyo valor metálico se conservaba ocurriera lo que ocurriera en el conflicto armado.

La Fuente Nueva unos años antes de la guerra civil
Las primeras monedas en desaparecer fueron las de 1,2,5 pesetas y 50 céntimos de plata. Tras ellas, las de bronce de 1,2,5,10,25 céntimos que, o fueron atesoradas por la ciudadanía, o fueron a parar a las fábricas de munición.

Peseta de Plata
El propio Gobierno de la República guardó moneda, puesto que la devaluación de la peseta generada por la guerra obligó al mismo y al Ministro de Hacienda Juan Negrín, cuyos esfuerzos se centraban en la compra de armas y suministros para sostener la guerra, a pagar a los proveedores internacionales con metales nobles o moneda extranjera, ya que estos dudaban sobre el valor de la peseta.


Así, comenzó un proceso en el que las monedas de plata fueron sustituidas por certificados de plata en papel y los sueldos de soldados y funcionarios pasaron a ser pagados única y exclusivamente en billetes, facilitando al Estado la retención de moneda de plata.  


La aparición de estos billetes produjo que la población comenzase a utilizarlos también, reservando sus monedas para sí mismos, lo que llevó a que la moneda metálica se volatilizara; provocando que muchos establecimientos no dispusieran de ningún tipo de moneda pequeña para realizar vueltas y cambios.  

La Peseta Rubia
Por tanto, había dinero pero casi no se podía gastar, puesto que durante la guerra, la mayoría de los productos cotidianos valían menos de cinco pesetas: un litro de leche 60 céntimos, un kilo de patatas 50 céntimos, un litro de vino 40 céntimos, un café 20 céntimos, etc.


Fueron muchos los medios de comunicación de la época, los que haciéndose eco del clamor ciudadano, pedían acabar con la angustia de tener dinero y no poder gastarlo por falta de moneda corriente.

Ante esta situación, algunos comercios comenzaron a emitir su propia moneda, con la que surgía la picaresca española, puesto que el negocio que emitía su propio dinero, se aseguraba para sí una clientela que no podía gastarlo en otra tienda.



Con la profusión de este tipo de dinero, la gente se veía obligada a salir a la calle cargada con todo tipo de "papeles monetarios" que provocaron que organizaciones locales, sindicales y militares cubrieran el vacío de moneda nacional; primero con el regreso al trueque y después, con la fabricación de sus propias monedas y billetes.

Se produjo moneda local en grandes capitales que rápidamente fue copiada por pequeños municipios, por imitación e incluso por orgullo o competencia entre pueblos.


La mayoría de las emisiones iban respaldadas por un depósito de moneda legal igual a la cantidad de billetes expedida, que solían ser billetes del Banco de España que se guardaban en algún banco o caja de seguridad del Ayuntamiento. Este dinero solo tenía validez dentro del municipio y su término, lo que complicaba el comercio en tiempo de guerra.

Al principio, el Gobierno Republicano no pudo afrontar la situación de caos monetario y de proliferación de moneda local que vivía España, ya que estaba asediado por multitud de problemas a los que debía hacer frente, desde las derrotas militares como la pérdida de Málaga o el avance franquista sobre el frente norte, a los hechos de Barcelona en los que se enfrentaron anarquistas al gobierno autónomo catalán y al español, junto a la sucesión de gobiernos al frente de la República (José Giral, Largo Caballero, Juan Negrín).

No fue hasta 1938, cuando desde el Gobierno comenzó a prohibirse por decreto la emisión de monedas y billetes locales, fijándose un plazo de un mes para el canjeo y retirada de todos los billetes locales emitidos hasta el momento.

Se intentaba así demostrar, que la potestad de imprimir monedas o billetes era exclusiva del Estado. Sin embargo, en ese momento el Estado no podía reemplazar toda la moneda local emitida hasta entonces, al carecer de valores monetarios suficientes.


Pesetas de Carton
Durante toda la guerra, el Gobierno Republicano intentó paliar la situación, primero, emitiendo certificados de plata de 5 y 10 pesetas puestos en circulación en octubre de 1936. Después, desde el 19 de marzo de 1937, mediante el decreto de la producción de monedas de 1 y 2 pesetas de cobre y aluminio (que eran metales de escaso valor); pero la producción de las mismas se vio retrasada, puesto que junto al traslado del Gobierno a Valencia provocado por el avance de las tropas facciosas hacia Madrid, se produjo el traslado del Banco de España y la FNMT. Esto hizo que finalmente, solo la moneda de 1 peseta se acuñara a lo largo de marzo de 1937. Tras esta moneda, bautizada como “la rubia”, que se hizo muy popular en España al seguir produciéndose en la dictadura con la efigie de Franco, se dispuso la fabricación de monedas de 10,25, y 0,50 céntimos a primeros de 1938.


A comienzos de este año también, se ordenó la emisión de nuevos billetes o "certificados de moneda divisionaria" con las cantidades de 50 céntimos, 1 y 2 pesetas. Con estos, se logró cubrir por fin la antigua gama de valores de moneda y en ese momento, el Gobierno al fin fijó un plazo de 30 días para que los ciudadanos cambiaran su dinero por dinero del Estado. Sin embargo y pese a los esfuerzos del Estado Republicano, nuevamente se vio fracasado el intento de retirada del dinero local, puesto que no se había proporcionado dinero por debajo de los dos reales, que era el tipo de moneda montante y sonante más común entre la población.



Finalmente, mediante decreto del 24 de febrero de 1938, se habilita provisionalmente como moneda de curso legal los sellos de correo de 5, 25, 10 y 15 céntimos, que irían adheridos a discos de cartón con el escudo nacional. Estas monedas se emitían con la previsión de ser sustituidas por moneda metálica cuando fuera posible.


Llegó a plantearse incluso la posibilidad de emitir monedas de hierro. Y así el Gobierno, con dinero de papel, metal y cartón, presionó a los municipios a partir de marzo de 1938 a que retirasen sus monedas locales.

Pero si difícil era la situación en los territorios de la República Española, en las zonas bajo control sublevado la situación no era mejor.


Los golpistas que no habían conseguido hacerse con el control del aparato del Estado, debieron crear nuevas estructuras de poder incluyendo un nuevo Banco de España bajo el control de Burgos.

Inicialmente, a partir de noviembre de 1936 se prohibió la circulación de los billetes puestos en circulación por el Banco de Españarepublicano a partir del 18 de julio de 1936. Los billetes anteriores debieron ser estampillados, para diferenciarlos de la moneda en zona leal, lo que dificultó aún más las transacciones y pagos durante la guerra, puesto que la tenencia de pesetas republicanas en zona sublevada representaba un grave peligro y del mismo modo ocurría al contrario, donde la tenencia de "pesetas facciosas" en zona republicana llevaba a que su propietario fuera considerado enemigo del Estado.

Peseta de hierro
La situación empeoró aún más cuando desde el Gobierno de Burgos se contrató a varias Casas Alemanas e Italianas para la producción de nuevos billetes.

Dichas fábricas apenas tenían experiencia en producción de papel moneda, lo que llevó a la falsificación de gran número de billetes nuevos.

Con todo el país sumido en este caos, en nuestra ciudad, al igual que estaba ocurriendo en muchas localidades cercanas como Linares, Alcaudete, Porcuna o Torredonjimeno, comenzó a producirse moneda propia para hacer frente a los “papeles monetarios” que varios negocios de nuestra localidad como panaderías o tiendas de comestibles comenzaron a imprimir.


El diseño de estos billetes era muy simple, alejado de los trabajados y bellos billetes producidos en muchas localidades cercanas a nosotros y quizás, esto se deba a la premura y urgencia de su puesta en circulación. Un simple sello con el valor, bajo el lema deAyuntamiento de Martos, comenzó a circular por nuestro término municipal aunque se cree, que llegó a circular incluso por Fuensanta de Martos y algunas cortijadas de Los Villares, históricamente vinculados a nuestra ciudad.


Se imprimieron valores de 5, 10, 25, 50, 75 céntimos y 1 peseta, supliendo así las cantidades monetarias más pequeñas y más reclamadas por la población para uso diario.

Como singularidad, también se produjeron billetes emitidos en la pedanía de Las Casillas de Martos, cuyos pequeños vales creados por el sindicato UGT no se sabe si fueron impresos por la escasez monetaria en esta población que no fue paliada por el Ayuntamiento marteño, o en un intento de independencia económica diferenciada de Martos, que aumentara el orgullo propio de casilleros y casilleras.

Finalmente, estos billetes con mayor o menor intensidad convivieron con las monedas de cartón emitidas desde Jaén Capital por orden gubernamental, hasta que fueron paulatinamente retirados, a pesar de que muchos de ellos llegaron a ser utilizados aún en los últimos días de la guerra, cuando fueron destruidos en gran cantidad, al ser considerados los mismos, junto con el dinero emitido por el Banco de España republicano, un elemento “subversivo” así considerado por las nuevas autoridades franquistas que se instalaron en nuestra ciudad al final de la guerra.


Aún así, en la actualidad, esta singular muestra de nuestra historia, se ha convertido en todo un tesoro muy preciado por coleccionistas que en muchas ocasiones pagan importantes cantidades de dinero por pequeñas porciones de historia cuyo valor monetario fue minúsculo, pero cuyo valor histórico y singular, es tremendo.