Alumnos y alumnas de segundo de Bachillerato del IES Nuestra Señora de los Remedios de Ubrique visitan el cementerio de San José, donde los arqueólogos realizan trabajos de exhumación para localizar a 500 asesinados
Un sol radiante hace sudar a una serie de personas que se encuentran en el cementerio de San José realizando trabajos de exhumación. Desde el antiguo camposanto de Cádiz, de gran actividad paranormal según Iker Jiménez, los arqueólogos no paran quietos. Remueven la arena con palas y carretillas —nada de máquinas— bajo la atenta mirada de un grupo de alumnos y alumnas del IES Nuestra Señora de los Remedios de Ubrique.
Los estudiantes de segundo de Bachillerato se han desplazado desde la Sierra para conocer la última fase de estos trabajos que arrancaron en 2018. Con el temario de la guerra civil y el franquismo fresco en sus cabezas, contemplan con sus ojos las consecuencias de aquel episodio del pasado que la memoria histórica procura no olvidar.
“Ahora mismo, bajo vuestros pies, hay más muertos que vivos en toda la ciudad, hay 188.000 personas enterradas todavía bajo tierra”, comenta José María Gener, arqueólogo municipal que ha iniciado la visita. La localización en fosas comunes de las víctimas de la represión franquista se torna “complicada” para este equipo consciente de que los tres metros y medio de profundidad que tiene el cementerio está lleno de cadáveres. “Tenemos que buscar en torno a 500 represaliados”, dice a los jóvenes, que permanecen en silencio.
Electricistas, sindicalistas, practicantes, jóvenes de entre 15 y 17 años, “los raterillos de la época”, presos, niños y mujeres con cajas de bebés entre las piernas se encuentran en el lugar. “Las víctimas que hay aquí no son militares ni soldados, son civiles, personas como nuestros amigos y familiares. Tenían una selección de nombres y hacían una limpieza, iban a sus casas, le pegaban un tiro, los fusilaban y los echaban aquí en distintas sepulturas”, explica José María que da unas pinceladas de los acontecimientos antes de guiar al alumnado a la excavación arqueológica.
En la fosa sur, Quico Moncayo, arqueólogo, trabaja con “bastante humedad y calor”. Una ardua tarea tiene por delante junto a sus compañeros: encontrar 40 represaliados entre 9.000 cuerpos. “Es como buscar una aguja en un pajar”, comenta a los jóvenes que rodean el borde de la cavidad. “Tened cuidado donde pisáis, hay hierros y piedras sueltas”, advierte este entusiasta que pasa las horas entre huesos.
"Las víctimas no son soldados, son civiles"
Los profesionales escarban la tierra de la parte más alta del cementerio, a siete metros sobre el nivel del mar. “Tenemos que seleccionar a los hombres de entre 20 y 60 años. Mujeres, niños, fetos o miembros apuntados los metemos en una bolsa negra y la enviamos al osario de Chiclana”, detalla Quico, que comenzó en estas labores en 2018 y, desde entonces, recoge cada varón, con signos de violencia o no, y lo traslada al laboratorio para ser analizado.
A lo largo de cinco años han llevado a cabo distintas campañas. La última está a punto de llegar a su fin, según tienen previsto, en junio. “Lo tenemos que acabar ese mes, el dinero es muy limitado”, dice mientras explica la complejidad que requiere una intervención de este calibre en el camposanto.
Los estudiantes observan la fosa con detenimiento, un conjunto de huesos y cráneos que estremecen a cualquiera. “Todos los cadáveres entraban en cajas de pino tintadas de negro”, dice señalando la madera que los cubre. En ocasiones, los restos aparecen afectados y “se deshacen en nuestras manos”, otras veces, corre otra suerte. Con los ojos entornados por el viento, Quico enseña al grupo que cada cuerpo se colocaba con la cabeza orientada al sur, y los pies al norte, y, el siguiente, de forma inversa. “Ahí está el cráneo, junto debajo del hormigón, ni siquiera se molestaron en moverlo”, dice el arqueólogo comprometido con este ejercicio que hará justicia para tantas familias que buscan sin cesar a sus seres queridos.
“Cuando vienen los familiares te da el subidón, hay que hacerlo”. Palabras que probablemente comparta con los voluntarios que más de una vez se han acercado al cementerio para echar una mano. Universitarios o jubilados implicados en arrojar verdad y reparación a los familiares afectados.
Según explica Quico, “este es un cementerio con mucha vida”. Se refiere a que las fosas se reutilizaban cuando se necesitaba más espacio, de forma que, los cuerpos que llevaban más tiempo, se llevaban a un osario para poder volver a enterrar otros. “Puede que los que estamos buscando hayan salido fuera en uno de esos movimientos”, sostiene.
Tras descubrir de primera mano el trabajo in situ, la visita llegó a su última parte, que se ha desarrollado en un laboratorio provisional en el que los alumnos y alumnas han podido mirar los restos de cerca. En varias mesas grandes, reposan no solo fémures, tibias y partes de cráneos sino también objetos personales que los represaliados portaban en el momento de su muerte, o las balas que les quitaron la vida.
"La fractura por impacto de bala es muy característica"
“Aquí intentamos conocer lo máximo que podamos sobre esa persona, qué sucedió antes y después de la muerte”, expone Enrique Estévez, arqueólogo forense que ha trabajado en países del extranjero. A unos metros de él, se distinguen cucharas, un peine, una mandíbula con prótesis, relicarios, un reloj de bolsillo y unos anteojos. También, un tarro de tabaco Lucky Stride en el que el equipo halló un feto de 12 semanas.
“Esta persona tenía apoyada la cabeza en el suelo cuando recibió en ella tres disparos”, dice Enrique, sujetando una parte de un cráneo. Después, explica que se fija en los golpes y heridas por armas de fuego.
“La fractura por impacto de bala es muy característica, el impacto de bala deja un orificio de entrada y un orificio de salida o solo de entrada porque la bala se queda dentro”, apunta el arqueólogo forense mientras los jóvenes no quitan ojo a las mesas.
Para él, lo más sencillo es determinar si los restos pertenecen a un niño o a un adulto. “Por el tamaño y por el desarrollo. Midiendo la longitud del hueso podemos saber la edad con un margen de error de seis meses, es un margen muy pequeño”, continúa al mismo tiempo que levanta un fémur de un niño y otro de un adulto. “La diferencia es muy obvia, en esta no están desarrollados todavía si la cabeza femoral ni los cóndilos femorales”, detalla.
La visita llega a su fin en la sala y un estudiante agradece en voz alta al profesional la charla. La actividad extraescolar ha resultado “muy interesante” a Carla Menacho, una de las alumnas presentes. “Soy de biología y desde chica me ha gustado mucho la arqueología, pero no se qué voy a estudiar”, cuenta a lavozdelsur.es. A la estudiante le ha gustado saber cómo se reconocen los cuerdos, a quiénes pertenecen y cómo mueren.
“En clase vimos un documental sobre bebés robados”, dice. Estos trabajos también se llevaron a cabo en este cementerio desde 2017, cuando el Ayuntamiento de Cádiz sufragó la mayor exhumación de bebés supuestamente robados durante el franquismo y los años 80 en el camposanto gaditano. Buscaban los restos de 46 pequeños.
A Carla le llaman la atención una “especie de pendientes, pero ha dicho que mujeres no analizan, les voy a preguntar qué son”. La joven se dirige a Enrique, que le aclara que se tratan de unos gemelos de camisa. Nunca había visitado un cementerio para ver este tipo de trabajos y la experiencia ha sido grata. “La verdad es que me ha impresionado, hoy he aprendido bastante”, dice con una sonrisa.
A su lado, otro alumno que también ha querido aclarar algunas dudas con el arqueólogo forense es Ernesto González. “Como estamos estudiando a Lorca, que también fue represaliado, hemos venido a ver las fosas comunes”, señala el ubriqueño, para el que también es la primera vez que ve los restos. “Lo que más me ha impresionado han sido los pilares de cemento que cubrían los cadáveres”, dice. Ahora, toca montarse de nuevo en el autobús tras empaparse de los resquicios del pasado que siguen atormentando a muchos.
"Cádiz es hoy una ciudad más digna"
El alcalde de Cádiz, José María González, acompañado del concejal de Memoria Democrática, Martín VIla y de la portavoz del Equipo de Gobierno, Lorena Garrón, también han visitado los trabajos de exhumación que se están realizando en el cementerio de San José, una actividad enmarcada en las Jornadas por la Memoria organizadas por el Ayuntamiento de Cádiz.
José María González ha avanzado que “hemos entrado en la última etapa de estos trabajos por lo que Cádiz será la primera capital andaluza en completar las labores de exhumación y, por tanto, en devolverle la dignidad a las víctimas del golpe de Estado y a sus familias a las que durante años les negaron la ubicación de sus seres queridos”.
Según González, “hemos cumplido con el compromiso alcanzado en 2015 de verdad, justicia y reparación y de forma paralela hemos complementado estos trabajos con la investigación y la divulgación, porque es necesario saber qué ocurrió durante uno de los capítulos más negros de nuestra historia para que no se vuelva a repetir”.
En esta última fase se han localizado tres víctimas por arma de fuego y 40 procedentes del penal, por lo que el número final en toda la campaña asciende a 95 víctimas por muerte violenta y más de un centenar procedentes de la prisión.
“Cádiz hoy es una ciudad más digna porque ha cumplido con la importante tarea de localizar y exhumar a las víctimas del golpe de 1936, y los resultados obtenidos han demostrado que era algo más que necesario que había que hacer", ha sostenido el concejal de Memoria Democrática, que ha pedido la implicación de todas las administraciones, en especial la de la Junta de Andalucía, ya que “estamos a la espera de la comprobación de 38 muestras genéticas para poder devolver los cuerpos a sus familiares”.
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