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Domingo, 24 de noviembre de 2013
M.Rafael Sánchez
El Foro por la Memoria presentó el jueves 21 en el Episcopio de Ávila el libro de memorias de Teresa Miñambres Becerra ‘Recuerdos de una niña’. Fue un acto de justicia y reparación, no sólo de presentación de un libro.
Teresa es una superviviente, una niña de la Guerra Civil, hija de los que perdieron la guerra… O más bien hija de los que permanecieron fieles al orden constitucional y respetaron lo que la mayoría de los españoles eligieron en las urnas.
Digo que fue un acto de justicia y reparación porque fue un homenaje a su padre, Tomás Miñambres Romero, maestro que ejercía aquel año de 1936 su docencia en la Aneja de nuestra ciudad y que fue fusilado por elementos golpistas en el mes de agosto. Igual que sucedió a D. Tomás, le ocurrió a un numeroso grupo de maestros y profesores en nuestra ciudad y provincia. Diecinueve maestros y seis profesores de instituto o de la Normal fueron fusilados aquí por los partidarios del golpe militar. Parece que los asesinos eran individuos pertenecientes a Falange.
El delito de D. Tomás y de todos ellos fue creer en la apuesta que la II República hizo por la educación. Ni hubo anteriormente, ni con posterioridad ha habido -incluyendo los diversos gobiernos en democracia-, gobierno como el presidido por Azaña entre 1931 y 1933 que haya apostado tanto por la educación en España. Larga es la lista de medidas que en esos escasos años iniciaron y pusieron en marcha: educación obligatoria, pública, laica, gratuita y mixta; metodología activa; Plan Profesional de formación de maestros; formación continua para ellos; libertad de cátedra; creación de los consejos escolares; dignificación laboral de los maestros con importante aumento de sueldo y unificación de escalafones; creación de 7.000 plazas de maestros; alfabetización de adultos -en 1930 un tercio de los españoles no sabía leer y escribir-; proyecto de abrir 27.000 escuelas en 5 años, Misiones Pedagógicas, etc.
Muchos maestros y profesores creyeron en este vasto proyecto y con él se comprometieron. Muchos pagaron con su vida esta fe, esta entrega. Entre ellos D. Tomás, asesinado cuando su hija Teresa tenía 4 años. Y era la mayor de todos los hijos, pues sus hermanos Paquita y Tomás tenían 2 años y 7 meses respectivamente.
Digo que fue un acto de justicia y reparación porque fue un homenaje a su padre, Tomás Miñambres Romero, maestro que ejercía aquel año de 1936 su docencia en la Aneja de nuestra ciudad y que fue fusilado por elementos golpistas en el mes de agosto. Igual que sucedió a D. Tomás, le ocurrió a un numeroso grupo de maestros y profesores en nuestra ciudad y provincia. Diecinueve maestros y seis profesores de instituto o de la Normal fueron fusilados aquí por los partidarios del golpe militar. Parece que los asesinos eran individuos pertenecientes a Falange.
El delito de D. Tomás y de todos ellos fue creer en la apuesta que la II República hizo por la educación. Ni hubo anteriormente, ni con posterioridad ha habido -incluyendo los diversos gobiernos en democracia-, gobierno como el presidido por Azaña entre 1931 y 1933 que haya apostado tanto por la educación en España. Larga es la lista de medidas que en esos escasos años iniciaron y pusieron en marcha: educación obligatoria, pública, laica, gratuita y mixta; metodología activa; Plan Profesional de formación de maestros; formación continua para ellos; libertad de cátedra; creación de los consejos escolares; dignificación laboral de los maestros con importante aumento de sueldo y unificación de escalafones; creación de 7.000 plazas de maestros; alfabetización de adultos -en 1930 un tercio de los españoles no sabía leer y escribir-; proyecto de abrir 27.000 escuelas en 5 años, Misiones Pedagógicas, etc.
Muchos maestros y profesores creyeron en este vasto proyecto y con él se comprometieron. Muchos pagaron con su vida esta fe, esta entrega. Entre ellos D. Tomás, asesinado cuando su hija Teresa tenía 4 años. Y era la mayor de todos los hijos, pues sus hermanos Paquita y Tomás tenían 2 años y 7 meses respectivamente.
Teresa Miñambres firma libros tras la presentación de 'Recuerdos de una niña'.
Teresa, en sus memorias, va narrando con una lucidez de recuerdos tremenda, esos años de guerra y la subsiguiente posguerra. No hay rencor u odio en sus palabras. Ha callado durante décadas y tenía ese silencio, transformado en grito, ahogado en su pecho. Ahora da libertad a ese grito y nos narra hechos que pasaron y que debemos conocer, pues un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetir los mismos errores.
En estas memorias vamos a adentrarnos en cómo fueron esos tiempos de hierro en nuestra ciudad. Cómo vivieron y sufrieron los derrotados en la guerra. Los fusilamientos, el silencio, las torturas, el hambre… De todo ello nos habla Teresa. De un tiempo de miedo, persecución y opresión hacia los ‘rojos’ y sus hijos. “Hay que acabar hasta con las raíces” oía Teresa a su paso decir. Represión contra los padres pero también contra los hijos. Y ese estigma, y ese dolor al oír cómo la decían que su padre estaba en el infierno. Y cómo, en ese tremendo amor al padre y en esa ansia de sacarlo del infierno, a los 17 años se mete monja, pues había leído -y se lo había corroborado algún dominico-, que para Dios no existe el tiempo y que haciendo un gran sacrificio Dios, tendría misericordia de su padre… Una vida marcada por la guerra. Teresa hoy es profesora de Química jubilada.
Teresa tuvo a su padre cerca tan sólo 4 años. Pero lleva 77 años viviéndolo en su corazón, en su mente. Intactos los recuerdos, vívido su amor hacia él. Con su libro sólo ha querido que se reconozca lo que sucedió sin ánimo de revancha, odio o polémica. Y que se dignifique el recuerdo de su padre y de todos aquellos y aquellas que fueron asesinados y ultrajada después su memoria.
Con este libro Teresa nos da un testimonio de gran valor histórico, pero sobre todo nos da su enorme, inmenso valor humano. Gracias por tu voluntad, lucidez y capacidad de rehacer, sin odios, la vida.
En estas memorias vamos a adentrarnos en cómo fueron esos tiempos de hierro en nuestra ciudad. Cómo vivieron y sufrieron los derrotados en la guerra. Los fusilamientos, el silencio, las torturas, el hambre… De todo ello nos habla Teresa. De un tiempo de miedo, persecución y opresión hacia los ‘rojos’ y sus hijos. “Hay que acabar hasta con las raíces” oía Teresa a su paso decir. Represión contra los padres pero también contra los hijos. Y ese estigma, y ese dolor al oír cómo la decían que su padre estaba en el infierno. Y cómo, en ese tremendo amor al padre y en esa ansia de sacarlo del infierno, a los 17 años se mete monja, pues había leído -y se lo había corroborado algún dominico-, que para Dios no existe el tiempo y que haciendo un gran sacrificio Dios, tendría misericordia de su padre… Una vida marcada por la guerra. Teresa hoy es profesora de Química jubilada.
Teresa tuvo a su padre cerca tan sólo 4 años. Pero lleva 77 años viviéndolo en su corazón, en su mente. Intactos los recuerdos, vívido su amor hacia él. Con su libro sólo ha querido que se reconozca lo que sucedió sin ánimo de revancha, odio o polémica. Y que se dignifique el recuerdo de su padre y de todos aquellos y aquellas que fueron asesinados y ultrajada después su memoria.
Con este libro Teresa nos da un testimonio de gran valor histórico, pero sobre todo nos da su enorme, inmenso valor humano. Gracias por tu voluntad, lucidez y capacidad de rehacer, sin odios, la vida.
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