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BATALLA DEL JARAMA
Entre el 6 y el 7 de febrero de 1937, durante las primeras jornadas de la batalla del Jarama, un soldado se negó a retirarse de su posición y acabó con la vida de varios franquistas desde su escondrijo. Finalmente fue encontrado y fusilado
Ángel Matías, miembro de la «Asociación Cultural del Grupo de Investigadores del Parque Lineal del Manzanares», desvela a ABC la verdad sobre este combatiente. Un tirador del que se ha escrito más fantasía que realidad
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Apenas cinco kilómetros separan uno de los parques de atracciones más famosos de Madrid del pequeño pueblo de Gózquez de Arriba. De hecho, desde lo alto de sus montañas rusas es posible discernir en la lejanía las viviendas que lo conforman. Las mismas casas que, hace ya más de ocho décadas, presenciaron uno de los combates más heroicos y olvidados de la batalla del Jarama (la ofensiva mediante la que las tropas de Francisco Franco pretendían rodear la capital y aislar a sus defensores). Y es que, entre las callejuelas de esta villa, un solitario francotirador republicano conocido como el «Duende de Gózquez» logró acabar con media docena de soldados franquistas durante la noche del 6 de febrero de 1937.
El «Duende de Gózquez» no fue un fantasma. Las bajas que causó fueron tan reales como la intensa búsqueda que los soldados de Franco llevaron a cabo a oscuras para atraparle y evitar que sembrara el caos. Sin embargo, en torno a su actuación existe más fantasía que realidad. Así lo desvela a ABC Ángel Matías, miembro de la «Asociación Cultural del Grupo de Investigadores del Parque Lineal del Manzanares». No le falta razón, pues la gesta de este soldado (de quien se ha llegado a decir que segó primero la vida de los oficiales cual tirador de élite soviético en Stalingrado) fue narrada en solo doce líneas por las fuentes de la época. Con todo, la realidad iguala a la ficción.
Madrid, el centro
La historia del «Duende de Gózquez» está ligada a los deseos de Franco de hacerse con la capital allá por 1936. Por entonces, el epicentro de la Guerra Civil era Madrid, símbolo del gobierno republicano para ambos bandos. Una perla ubicada en el centro de la Península que los naciones ansiaban tomar, pero que las Brigadas Internacionales estaban dispuestas a defender hasta el último hombre. Los soviéticos, aliados del presidente Manuel Azaña, también lo sabían, y en base a ello enviaron a Cartagena a finales de ese mismo año una buena remesa de armas y vituallas que sirvieron para reforzar este frente.
La aparente inexpugnabilidad de la urbe no impidió a Franco organizar varias ofensivas en su contra. Ataques que, a la postre, resultaron inútiles. Ejemplo de ello fue el asalto que, el 22 de noviembre, protagonizaron los franquistas y que se estrelló contra las férreas defensas de las Brigadas Internacionales y de las gentes de la ciudad. El mismo Azaña se deshizo en elogios cuando recibió noticias del valor que derrochaban ante el enemigo. «A todo suplió el entusiasmo de los combatientes, tropas voluntarias, poseídas de un espíritu exaltado hasta el paroxismo, seguras de la victoria. A fuerza de arrojo, de buena voluntad, muchas veces de heroísmo, hicieron cosas utilísimas para la defensa, y como no había otras mejor pensadas y ejecutadas, eran insustituibles», explicó.
Tras una serie de ofensivas infructuosas, los militares nacionales cambiaron de estrategia en 1936 y se propusieron rodear Madrid por el noroeste. Así pues, en lugar de tratar de conquistar la urbe a través de la Casa de Campo, de la Ciudad Universitaria y de la carretera de la Coruña (como habían intentando hasta ese momento) apostaron por cortar el sur de la carretera de Valencia. La única vía a través de la cual llegaban refuerzos, vituallas y munición desde la urbe vecina. Para llevar a cabo su plan, no obstante, losgenerales de Franco se veían obligados a superar las defensas republicanas ubicadas a orillas del río Jarama y atravesar la corriente utilizando los escasos puentes existentes.
Si lograban «cerrar» la carretera de Valencia, los franquistas podrían -con dificultades, todo hay que decirlo- cortar también los accesos a Barcelona y cercar, de esta guisa, Madrid. Así lo afirma, al menos, Ramón Tamames en su obra «Breve historia de la Guerra Civil». Con todo, uno de los objetivos primarios que se autoimpusieron los mandos nacionales consistió en llegar hasta Alcalá de Henares (lo que, en la práctica, suponía bordear la ciudad desde el sur hacia el norte tras recorrer unos 60 kilómetros). El plan era más que complejo, y para llevarlo a cabo el mando llamó a filas a miles de soldados. «De los 50.000 hombres que componen la división reforzada, serán 20.000 quienes tomen parte en la batalla del Jarama», explica Jorge M. Reverte en «De Madrid al Ebro».
Por su parte, el popular Paul Preston dedica unas líneas a estos momentos previos de la batalla del Jarama en su obra «La Guerra Civil Española, reacción, revolución y venganza». En las mismas desvela que la ofensiva se llevó a cabo en el momento más álgido del ejército de Franco. «Animados por sus éxitos en el sur, los rebeldes reanudaron sus esfuerzos por tomar Madrid. Mientras los republicanos se preparaban para contraatacar, las fuerzas nacionales dirigidas por elgeneral Orgaz desencadenaron una gran ofensiva a través del valle del Jarama, sobre la carretera de Madrid-Valencia, al este de la capital». El famoso historiador explica también que los franquistas disponían de dos ventajas sobre los republicanos: «la peculiar habilidad de los mercenarios moros para avanzar a campo a traviesa sin ser vistos», y una gran superioridad en artillería.
Ofensiva
La ofensiva, ideada para finales de marzo, terminó retrasándose por culpa del mal tiempo. Finalmente comenzó el 6 de febrero de 1937, día en que nada menos que cinco brigadas nacionales avanzaron de forma inexorable sobre las posiciones republicanas instaladas a orillas del Jarama. La primera de ellas (tal y como afirma Manuel Tuñón de Lara en «La Guerra Civil española») era la del coronel Rada, con órdenes de «llegar a La Marañosa y Vaciamadrid, donde confluyen el Jarama y el Manzanares».
Paralela a ella marchaba la segunda brigada del también coronel Sáez de Buruaga. Sus órdenes las explica el teniente coronel Gregorio López Muñiz (jefe del Estado Mayor del general franquista José Enrique Varela) en su obra «La batalla de Madrid» (editado por «Gloria» en 1943). «La brigada Buruaga, con la caballería que manda el teniente coronel Cebollino, desplegará en el centro, y siguiendo la carretera de Pinto a San Martín de la Vega alcanzará Gózquez de Arriba y las alturas que caen sobre el Jarama».
Buruaga y su segunda brigada, en palabras de López Muñiz, contaban con los siguientes efectivos:
-Primer regimiento. Formado por la Cuarta Bandera de la Legión, un tabor de la Mehal-la del Rif y un batallón de San Fernando.
-Segundo regimiento. Formado por el primer tabor de Regulares de Alhucemas, el séptimo tabor de Regulares de Tetuán y una bandera de Falange de Marruecos.
-Cinco baterías de artillería y una sección anticarro.
-Una compañía de zapadores.
López Muñiz también hace referencia en su libro al resto de unidades. Entre ellas, dos brigadas al mando del general Asensio. «Más al sur, la brigada Asensio protegerá el flanco derecho, desembocando desde Valdemoro para progresar sobre los vértices Telégrafo y Valdecabos. La brigada Barrón queda en reserva en Pinto», explica el experto.
La ofensiva comenzó «aún de noche» en palabras de López Muñiz, y fue un total éxito. El primero en probar la sangre fue Rada, quien tomó sin mayor dificultad la posición de Cabeza Fuerte en su camino hacia el Jarama. Según desvela en su obra, los escasos milicianos que defendían la zona acabaron huyendo y fueron sustituidos por untercio de requetés. A continuación, el oficial continuó su ataque hacia la Marañosa, donde «se libra una violenta lucha que obliga a empeñarse a fondo a nuestras tropas, pues las fuerza rojas, evaluadas en uno o dos batallones, se defienden tenazmente, no solo en las trincheras que dominan el cruce de carreteras, sino en los “hotelitos” que constituyen el poblado de los jefes y oficiales de artillería».
Gózquez
Mientras Rada progresaba por el flanco izquierdo, Buruaga se dispuso a avanzar desde Pinto en dirección hacia el puente del Pindoque, uno de los pocos puntos a través de los cuales se podía cruzar el Jarama. En su camino, no obstante, debía hacerse con el Real Sitio de Gózquez. Un pueblecito que tiende a ser olvidado en los libros de historia moderna, pero que nació de la mano de Felipe II allá por el siglo XVI.
«Desde una vetusta casona de planta cuadrangular y gran patio central, ubicada en el despoblado medieval de Gózquez, se administraban las tierras que comprendían desde La Aldehuela, Torre Bermeja, El Porcal y Pajares, hasta Santisteban, Casa de Abajo, y la linde con San Martín de la Vega. En el siglo XX se denominó Gózquez de Arriba a la casona principal, y Gózquez de Abajo al poblado crecido en torno a la Casa de Abajo, más próxima a la ribera del Jarama», explica en declaraciones exclusivas a ABC Ángel Matías, miembro de la «Asociación Cultural del Grupo de Investigadores del Parque Lineal del Manzanares».
Según desvela Matías a este diario, el primer punto por el que debía pasar Buruaga era Gózquez de Arriba. «El mismo día 6, a media tarde, las fuerzas de la segunda brigada nacionalista del coronel Sáenz de Buruaga (que han salido de Pinto esa mañana siguiendo la carretera de San Martín de la Vega, y en el cruce de la carretera de Valdemoro a Vallecas se han desviado a la izquierda para tomar, antes de la subida de El Riscal, el camino de Pinto a Gózquez) alcanzan la vieja casona», explica.
La lucha por Gózquez no duró demasiado. Un suspiro. Y es que, la experiencia de los fogueados combatientes nacionales terminó barriendo a los pocos republicanos que defendían el pueblo. «La Bandera de Falange de Marruecos consumó el ataque apoyada por dos regimientos de la Brigada de Caballería del teniente coronel Joaquín Cebollino Von Lidemann», determina Matías. Para ser más concretos, y siempre en palabras del miembro de la «Asociación Cultural del Grupo de Investigadores del Parque Lineal del Manzanares», los de Buruaga «atacaron de frente y desplegándose por la izquierda, envolviendo a las escasas fuerzas dependientes de la 23 Brigada Mixta y alguna fuerza a caballo». Todo ello, con ayuda «de la segunda compañía del Bon. de carros de combate (11 Panzer I)».
«El Duende»
En ese momento fue cuando el «Duende» atacó. Aunque no lo hizo como se ha narrado hasta la extenuación en la Red. Para empezar porque las unidades que realmente llegaron al pueblecito fueron las de Buruaga, y no las de otros oficiales como Barrón (que se hallaba, por entonces, todavía en la Marañosa, como bien explica López Muñiz). Así lo señala también Matías: «Oscureció y se estableció en el entorno de la casona el área de vivaques campamental para pasar la noche, de cara a continuar la ofensiva al día siguiente. El general Luis Orgaz Yoldi, que ejercía el mando de las brigadas que actuaban en esta ofensiva, ubicaría en este edificio su Cuartel General al día siguiente».
Esa misma noche una bala hizo caer a un militar nacional por sorpresa. Era un francotirador. «Aprovechando la oscuridad, alguien comenzó a disparar con fuego de fusil, selectivamente, desde algún punto de ese entorno; hiriendo o matando a media docena de soldados», añade Matías a este diario. El 'culpable' era un soldado republicano que no había huido y que, desde algún punto de Gózquez, sembró el caos brevemente entre las tropas nacionales. De él se ha escrito mucho en los libros y en las redes. Se ha dicho que, como si fuera el soviético Vasili Záitsev en Stalingrado, acabó en primer lugar con los altos mandos para provocar el desconcierto entre sus enemigos.
Pero todo han sido meras fantasías que han buscado engrandecer una historia ya de por sí llamativa. Y es que, como bien señala Matías, muy desesperado (o muy resuelto a morir matando) tenía que estar aquel soldado para no haber huido y decidir perder la vida acabando con un soldado nacional tras otro. Más allá de las leyendas, la historia original del «Duende de Gózquez» la dejó recogida López Muñiz en apenas dos párrafos de su obra. Un libro que, aunque olvidado por el paso del tiempo, se puede consultar a día de hoy en la Biblioteca Central Militar de Madrid y en el que narra lo siguiente, ni más ni menos:
«En el primer día de operaciones se recoge ya una prueba de la tenacidad del enemigo. Al oscurecer, los soldados de la plana mayor de la caballería, que ha acampado en la casa de Gózquez de Arriba, oyen algunos disparos y ven caer a algunos hombres en el mismo vivac...
...Dada la alarma se averigua que un miliciano rojo, sorprendido por nuestro avance, ha buscado refugio en los enormes desvanes de la casa de labranza y, por una hendidura del muro, hace fuego a mansalva, dispuesto a perder la vida matando antes que entregarse o procurar huir...
…Inmediatamente se organiza la caza del que nuestros soldados llaman “el Duende de Gózquez”, empresa nada fácil dadas los múltiples refugios que ofrecen los recovecos del viejo edificio».
En las siguientes horas la aventura del «Duende de Gózquez» tocó a su fin. Resueltos, los nacionales registraron la zona hasta que hallaron su escondrijo y le fusilaron. Sin embargo, que López Muñiz incluyera en su escueto libro (dedicado principalmente a explicar los movimientos militares de las tropas franquistas, así como las batallas acaecidas en la Guerra Civil) unas líneas a este personaje indica que causó gran impacto entre los soldados acantonados en este pueblecito.
Tras esta breve dedicatoria a la heroicidad del «Duende de Gózquez», López Muñiz pasó a redactar los siguientes movimientos de los nacionales en el Jarama: «El 7 se continuó el avance sin violencia alguna en el centro». Por su parte, Matías afirma que, a día de hoy, no ha podido hallar en los archivos el nombre de este valiente francotirador republicano.
El resto es historia. En las semanas siguientes, los franquistas lograron conquistar el río y empujaron a los defensores en dirección a la ciudad. Sin embargo, los contraataques republicanos hicieron que los sublevados no pudieran cumplir su objetivo de cortar la carretera de Valencia. Al final, el frente apenas se movió unos kilómetros.
«Ya el día 17, en Ciempozuelos, Franco, reunido con Mola, Saliquet, Orgaz y Varela, acordó acabar la ofensiva e iniciar la fase defensiva de las posiciones alcanzadas. Hasta el día 27 los republicanos no dejaron de lanzar ataque tras ataque, sin ningún resultado, antes de decidir también el cese de hostilidades en este frente», finaliza Matías en declaraciones a ABC.
La verdad tras el mito
-¿Cuándo nació Gózquez?
El Real Sitio de Gózquez era un conjunto de dehesas entre el curso final del río Manzanares, el río Jarama y San Martín de la Vega, que Felipe II agrupó a finales del siglo XVI, pocos años antes de su fallecimiento (1598). Lo hizo a fin de crear un Bosque Real entre el palacio de Aceca (Toledo), siguiendo el valle del Tajo hasta el Real Sitio de Aranjuez, y ascendiendo el Jarama, para conectar con el palacio de Vaciamadrid, y por el curso arriba del Manzanares llegar al palacio de Madrid, la Casa de Campo y el palacio de El Pardo.
Desde Madrid, subiendo por el Monte Real de El Pardo, conectaría con los Montes de El Escorial, y desde Guadarrama, por la Fuenfría, con la Casa de Eraso, el palacio de Valsaín y los Montes de Segovia.
Era todo un plan de bosque cinegético con miras al ocio, jalonado por edificaciones intermedias (como la Torre de la Parada) y cazaderos; e inclusive, irrigado por el proyecto del Real Canal del Manzanares, estudiado por Antonelli, para facilitar las comunicaciones por vía fluvial.
-¿Quién estaba a su cargo?
El rey asignó como administradores a los monjes jerónimos del Monasterio de El Escorial, y hasta las desamortizaciones del siglo XIX, ejercieron tal cargo en el territorio.
-¿Qué quedaba de Gózquez cuando comenzó la Guerra Civil?
Cuando se inició la batalla del Jarama, el 6 de febrero de 1937, el edificio central de lo que fue Real Sitio se mantenía como casa solariega y conjunto agropecuario, agrupando en torno a sí, formando un bloque, una ermita, varias casas de aparceros, una bodega, un lagar, una pequeña presa, un molino y otras tantas edificaciones. Se supone que los propietarios y demás trabajadores evacuaron el lugar al ser declarado zona de guerra.
-¿Quién era el «Duende de Gózquez»?
El nombre del francotirador no lo he encontrado en parte alguna. Muy desesperado estaría, o excesivamente motivado, para acometer esta acción suicida.
-¿Qué es lo que se sabe del «Duende de Gózquez»?
El teniente coronel Gregorio López Muñiz, jefe del Estado Mayor del general Varela, resume de manera breve, en doce líneas de su libro "La Batalla de Madrid" (1943), este episodio.
Dice que es una muestra de la tenacidad del enemigo. Y que buscando por los desvanes encuentran al francotirador republicano, que es inmediatamente fusilado.
Entre la tropa, se aludirá a este hecho como obra del "Duende de Gózquez", y encontramos que, a posteriori, otros autores han hecho eco de ello en sus respectivos libros sobre la batalla; sin añadir más detalle. Quizás equivocando las fechas, -poniendo día 7-.
-¿Existen restos a día de hoy de aquella breve batalla en Gózquez?
Cuando he visitado Gózquez he encontrado las trincheras republicanas, que sirvieron para afrontar aquel ataque, en el pequeño desmonte que se extiende a la izquierda del edificio, mirando a poniente. En el Olivar Alto hay otra posición estratégica, intermedia con el Vértice Mesa, más al Sur. También he bajado a las bodegas, en el exterior del edificio, que sirvieron esos días de refugio ante los bombardeos republicanos. El murete de la entrada de acceso fue derribado de una patada por algún vándalo hace un par de años. Nunca he conseguido entrar al edificio, pues es una propiedad privada.
En todo caso, allí se celebraron a diario las reuniones entre Orgaz y Varela, durante las tres semanas que duró la batalla, como narra en su Diario éste último.
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