Gil Toll
El control del franquismo sobre la prensa española conoció su etapa más vergonzosa durante la posguerra y especialmente en relación al gran conflicto bélico que se vivía en el mundo. Charles Foltz fue corresponsal de Associated Press en España en aquella época y dejó constancia de la patética situación en su libro Masquerade in Spain, publicado en 1948.
Los periódicos españoles solamente publicaban despachos internacionales de la agencia Efe y de la alemana Transoceanic. Ninguna información crítica con Alemania apareció en la prensa española mientras duró el conflicto. Cuando los aviones alemanes bombardeaban ciudades inglesas, los titulares celebraban el hecho, pero cuando los aviones ingleses llegaban a objetivos alemanes entonces se trataba de acciones inhumanas.
Tal era la actitud de la prensa española que los propios periodistas alemanes residentes en Madrid, según Foltz, se mofaban de sus colegas. El delegado de prensa de la embajada alemana, Hans Lazar, recriminó en diversas ocaciones a dirigentes de Falange esta actuación.
Días antes del bombardeo de Pearl Harbour, los corresponsales alemanes en Madrid inventaron una noticia falsa sobre una conversación entre Mussolini y Hitler:
Mussolini: ¿Cómo va la guerra, Adolf?
Hitler: Magníficamente: Rusia está a punto de capitular e Inglaterra nos ruega la paz. Los Estados Unidos preguntan si pueden quedarse con la isla de Manhattan. Sí, todo va muy bien, aunque no tanto como dicen los periódicos españoles.
La prensa española minimizó tanto los problemas de la Italia fascista con la invasión aliada que la caída del régimen de Mussolini resultó sorprendente para muchos franquistas.
Foltz refiere manifestaciones de entusiasmo en las calles españolas que desencadenaron una ola de detenciones. En las prisiones, los que se explayaron en su optimismo fueron fusilados.
Cuatro días después de la caída de Musolini, el embajador norteamericano, Carlton Hayes, visitó a Franco y le conminó a adoptar posiciones más neutrales en su política exterior. Entre sus exigencias estuvo la de que la prensa española tratara el conflicto con ecuanimidad.
No fue así, los periódicos continuaron apoyando a Alemania hasta el fin de la guerra, pero desde 1943 empezaron a publicar también comunicados de los Estados Unidos y la Gran Bretaña.
Como corresponsal de Associated Press, Charles Foltz informó de las penosas condiciones de las cárceles franquistas, con informaciones detalladas sobre la prisión de Nanclares de la Oca. La prensa española se llenó de artículos editoriales que atacaban a Foltz en que se le llamaba difamador y se insinuaba una falsa militancia comunista.
A pesar de ello, Foltz fue invitado a una visita a la prisión de Nanclares junto a un grupo de corresponsales extranjeros. Los internos se acercaron a los periodistas y les contaron los malos tratos, las ejecuciones, la escasez de comida y el trabajo forzado que vivían. Foltz escribió para AP que la visita había empeorado su percepción de las prisiones de Franco. Los otros periodistas escribieron crónicas en el mismo tono y poco después cesó en su cargo el director de la cárcel de Nanclares.
Cuando la guerra estaba ya en sus últimos compases, Charles Foltz y otros corresponsales fueron invitados al Club de Prensa Jaime Balmes, una organización desconocida hasta aquel momento e instalada en un chalet con grandes lujos, barra libre de bebidas y llamadas gratis. De vuelta a su despacho, Foltz comprobó en la guía telefónica que el lugar había sido anteriormente la sede de la Asociación Hispano Alemana.
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