El fuerte de San Cristóbal construido en el monte Ezkaba (norte de Pamplona) para baluarte militar, fue reconvertido en presidio (1934-1945) por los fascistas para encarcelar a Republicanos de toda España. Los presos malvivían soportando malos tratos, insultos, palizas, torturas, enfermedades, infecciones, piojos. Carecían de atención médica, sanitarios, agua, vivían hacinados, dormían en el suelo húmedo y frío, sin mantas, apiñados para darse calor. Se les requisaba parte de la comida que sus familiares les enviaban, pasaban terrible hambre, mucha hambre. Eran obligados a entonar cánticos fascistas y asistir a las ejecuciones. El fuerte era considerado la prisión más tenebrosa de toda España, se le titulaba hospital penitenciario por el alto número de tuberculosos.
Uno de los presos fue bestialmente apaleado por los guardianes. Le partieron la cabeza. No fue el único. El que enfermaba o “al que le hacían enfermar”, no tenía médico, ni medicina, ni enfermería. Moría como podía. Un médico de Astorga y su hijo murieron por falta de medicinas. De cuando en cuando se organizaba una provocación. Se decía que había sido descubierta una tentativa de fuga o una conspiración o cualquier otra cosa. Ya era sabido. Entonces se diezmaba el censo de los presos, cuidadosamente elegidos antes. Entre los presos predominaba el elemento republicano y socialista. Confederales llegaban pocos al penal. A los anarquistas los liquidan sin más trámites. Para ellos no se habían hecho las cárceles fascistas.
El 21 de mayo de 1938 el ejercito Republicano contraatacó en Teruel y varios reclusos del fuerte, confiando en este avance, urdieron una fuga. Enterrados en vida en esas mazmorras inquisitoriales del nazi-franquismo no había otra posibilidad de supervivencia. La fuga fue organizada por los presos de los pabellones más duros, los que sufrían peores condiciones de salubridad y alimentación. Fue liderada por el comunista cántabro Leopoldo Pico, y entre los 14 que le ayudaron a organizarla figuraban los vallisoletanos Baltasar Rabanillo Rodríguez, panadero y jugador del club de fútbol Delicias; el fontanero Bautista Álvarez Blanco; los albañiles Gerardo y Teodoro Aguado Gómez; el viajante Calixto Carbonero Nieto; y el carpintero Antonio Escudero Alconero.
El plan se ideó en idioma esperanto, en aquella época las organizaciones sindicales anarquistas tenían el esperanto como lengua franca, y terminó siendo una herramienta clave en el motín. El domingo 22 de mayo de 1938 el personal militar se encontraba en día de asueto, había poca vigilancia, los presos tomaron posiciones, mataron un guardia, redujeron al resto, se disfrazaron con sus uniformes, llegaron hasta el cuerpo de guardia cogieron las llaves de las celdas y de la puerta principal.
La mayoría de los presos no sabía nada de la fuga, creyeron que era una trampa, que una vez en el exterior los asesinarían a mansalva por aplicación de la “ley de fugas”, por la que se les anunciaba la libertad, para tirotearles inmediatamente tras la salida de la cárcel. De los 2.497 presos, 795 se arriesgaron, corrieron a esconderse al monte, pero con calzado y equipo defectuoso su esfuerzo iba a ser infructuoso. Los fascistas los persiguieron. La mayoría de los presos, desorientados, fueron capturados y 207 fueron cazados a balazos por los montes, siendo fusilados en los márgenes de los senderos y enterrados en fosas comunes. Se les hizo cavar su propia tumba y sin el menor escrúpulo fueron masacrados. Solo 3 consiguieron llegar hasta Francia
De los que se echaron al monte, 89 habían nacido en Valladolid de los que 22 murieron en plena huida. De Pontevedra procedían 95 fugados muriendo 26. Los cabecillas o autores intelectuales sufrieron horrendas torturas y posteriormente 14 fueron fusilados el 8 de septiembre de 1938 a la vuelta del castillo, entre ellos 6 vallisoletanos: Gerardo Aguado Gómez, Teodoro Aguado Gómez, Bautista Álvarez Blanco, Calixto Carbonero Nieto, Antonio Casas Mateo, Daniel Elorza Ormaetxea, Antonio Escudero Alconero, Ricardo Fernández Cabal, Francisco Herrero Casado, Francisco Hervas Salome, Primitivo Miguel Frechilla, Miguel Nieto Gallego, Rafael Pérez García y Baltasar Rabanillo Rodríguez.
El fuerte y sus alrededores, unos 615.000 m², son una gran tumba, una gran fosa de fosas en la que yacen los cuerpos de los 207 fugados, un grupo indeterminado de presos que los falangistas sacaban del fuerte para fusilarlos en la primera curva, y cerca de 400 presos a los que dejaron morir. Una mañana atrás otra aparecían hinchados por avitaminosis, muertos por inanición porque los administradores se quedaban parte del dinero para adquirir comida. En invierno se enterraban a los compañeros en la nieve del patio hasta que se los llevaban los camiones. Solo 32 de los 207 fusilados a sangre fría han sido rescatados de los montes navarros hasta la fecha.
Durante los 40 años de dictadura se prohibió totalmente hablar de este terrible suceso. En los primeros años de democracia también sucedió algo parecido con la aprobación de la ley de amnistía de 1977 que contribuyó a la amnesia colectiva. Con el pretexto de la reconciliación nacional y la consolidación del nuevo régimen un tupido velo siguió cubriendo este episodio.
Actualmente, el día 22 de mayo se reúnen los familiares de los presos del monte Ezkaba, gracias al apoyo de la asociación Txinparta de Antsoain, para recordar esta intrépida hazaña. Se levantó un monolito de homenaje a los 7.000 presos de toda España. Elementos fascistas lo agreden y destruyen continuamente. La inscripción del monumento reza: “Por la libertad de la república dieron la vida. Muero sin dolor ya que doy mi vida por la libertad”.
En Navarra existe una inmensa anomalía, un inmenso cementerio sin paredes y sin flores, en mitad de los bosques que separan el monte Ezkaba de la frontera francesa.
Documentación: El País (Natalia Junquera). Público (Patricia Campelo). Wikipedia. Noticias de Navarra (Amaia Rodríguez). El Norte de Castilla (Enrique Berzal). El Confidencial (David Brunat). Los fugados de Ezkaba. Mundo Obrero (Carlos de Urabá)
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