Camino nació en la calle Santo Domingo de Pamplona en 1910. Hija de Antonio y Anastasia, era la menor de 4 hermanos, pronto se quedó huérfana de padres debido a la la gripe de 1918. Los hermanos fueron separados y criados por diferentes familiares, ella fue a vivir con su tía. Camino pronto destacó como buena estudiante en las Teresianas de Pamplona donde terminó sus estudios con magnificas notas. En 1930 ejercía de maestra en el pueblo de Güesa, en el Valle de Salazar.
Su vida fue corta en tiempo, pero muy amplia en su lucha. Camino pertenecía a esa corriente arrolladora, incansable, luchadora, esperanzadora que supuso la educación durante la II República, esa corriente que representaban en particular las maestras que encarnaban los ideales republicanos, la lucha por la igualdad, la educación pública, la transmisión del conocimiento. Camino le insistía al alcalde de Güesa la necesidad de cambiar el material escolar obsoleto por uno más moderno. La situación de estas maestras no era fácil, tenían que trasladarse de un lugar a otro, tenían que ser valientes y decididas, y Camino lo demostró con creces desde el principio, su vocación venía desde la cuna. La postura de la República a este respecto quedó muy clara. En Pamplona Camino participó en la Semana Pedagógica del 4 al 11 de septiembre de 1932 un gran hito para la época.
Camino se asoció al Socorro Rojo Internacional tras la Revolución de Asturias de 1934, ya que muchos de los detenidos encarcelados en el Fuerte San Cristóbal vivían en condiciones infrahumanas. Aquellas mujeres venían desde Pamplona, a veces en las peores condiciones meteorológicas, llevando comida y regalos, acompañándolos con sus dulces caras y voces. Pero Camino era muy mal vista en Pamplona, era de izquierdas, solidaria, conocida activista, secretaria del Partido Comunista, afiliada a FETE-UGT, multimilitante comprometida con su trabajo, vivía rodeada de demasiadas miradas acusadoras en una ciudad hostil.
En Navarra no hubo guerra. De la noche a la mañana todo cambió. Los que una vez fueron compañeros de tascas se convirtieron de repente en verdugos sedientos de sed y venganza. Miles de personas llenas de Dios y Patria celebraban la fiesta de la sangre que aparecía en cada esquina, en la Vuelta del Castillo, una fiesta de tiros, misas y aperitivo, tiros que se oían sin parar pero a los que nadie les daba importancia. Mujeres y hombres, represaliados, golpeados, asesinados, a ellas ricino y rapado, vejaciones y humillaciones, y el asesinato. La Pamplona del terror, la Navarra de Dios.
A Camino la detuvieron el 31 de julio y la encerraron en la cárcel de Pamplona. Su compañero Tomás Ariz, conocido líder del PC de Pamplona, ya había sido fusilado antes. Camino era una “presa fácil”, rodeada de niñatos bravucones con ganas de demostrar gallardía en retaguardia. Los falangistas, entre ellos el cruel “toico” le administraron grandes dosis de aceite de ricino. Le raparon pelo y cejas, la maltrataron, violaron repetidamente, y la burlaron durante horas. Pero el escarmiento iba más lejos, había que humillar, apalear, herir, ridiculizar, la pasearon por las calles de Pamplona, sucia, su vestido rasgado. Días después la transportaron hacia Urbasa, y en medio de la carretera los carlistas la tirotearon y arrojaron por el balcón de Pilatos. Cayó cientos de metros hasta el término municipal de Baquedano, donde su cuerpo todavía no ha sido encontrado. Tenía 26 años.
En su libro La Guerra Civil en la Frontera, Pío Baroja habla de Camino: “Al volver, he sabido muchas cosas de las que no quisiera haberme enterado. Entre ellas el caso de la maestra de un pueblo del Roncal, llamado Güesa, una muchachita de Pamplona, inteligente, que se había hecho comunista. Se llamaba María del Carmen Oscoz, y yo supe de su existencia, porque en el comienzo del año 1936 me empezó a escribir unas cartas en las que se mostraba anticlerical y entusiasta del comunismo, cartas de persona inteligente. Esta pobre muchacha leía mis libros, creía que yo estaba equivocado al no identificarme con el entusiasmo comunista. La maestra era audaz y valiente. En el pueblo parece ser que había un cura que la perseguía. Ella pintaba a su perseguidor como a un monstruo. La maestrita fue a varias reuniones, y al comenzar la revolución la detuvieron y la llevaron a la cárcel de Pamplona. Algunos días después la sacaron en un camión, y en medio de la carretera la mataron los carlistas, tirándola al suelo y disparando sobre ella varios tiros. Después arrojaron su cadáver por un barranco. ¡Qué crueldad más baja!.”
En octubre de 2013 a instancias del historiador y nieto de asesinado Balbino García de Albizu y con la colaboración de la Sociedad Aranzadi , se hicieron las primeras prospecciones. “..Nunca se ha encontrado su cuerpo. ¿Tal vez ahora? Entre los objetos encontrados en la sima: un lápiz, un txiskero, una granada de mano, y restos de un uniforme militar… El lápiz, ese lápiz. “ ¿Habían abierto la sima…? Sí, en 1978, cuando rescataron los restos del maestro Balbino Bados, alguien cubrió la boca con una gruesa capa de cemento, alguien que sabía lo que había dentro y no quería que fuera encontrado, alguien de los del “mejor no remover”. En esa fecha vivían todavía muchos de los autores, cómplices y encubridores de los crímenes, las delaciones, las denuncias, muy significativo.
Documentos originales: El libro Camino Oscoz y otras historias del 36 de Joseba Eceolaza. Noticias de Navarra (Amaia Rodríguez, Antonio Remón). Radio Recuperando Memoria (Nanny García Gómez). Parque de la memoria.
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