La asociación Amical España actualiza la investigación de los aragoneses presos en los campos de concentración como Mauthausen. De los 9.003 españoles, un millar eran de Aragón y el 65% de ellos murieron antes de la liberación el 5 de mayo de 1945. El último vivo falleció en 2017.
RAMÓN J. CAMPOZaragoza29/04/2018
El último homenaje, en el monumento del parque grande en 2010. Los presos aragoneses que estuvieron en Mauthausen y acudieron al acto celebrado en Zaragoza: Luis González Peña (nacido en Esplús), José Egea (residente en Villamayor), José Alcubierre (nacido en Tardienta), Francisco Bernal (de Garrapinillos), Jesús Tello (de Épila) y Edmundo Gimeno (natural de Teruel).
Cuando el profesor e historiador Juan Manuel Calvo Gascón preguntó en su pueblo, Ejulve (Teruel), qué fue de un vecino que descubrió cuando revisaba la historia de la localidad, acabó enterándose de que el hombre falleció en el campo de concentración nazi de Mauthausen (Austria), como otros tres deportados de esa localidad turolense, y un quinto que murió en el de Buchenwald (Alemania). Calvo se convirtió así en investigador de la asociación Amical España e integrante de la junta de esta organización que nació en 1962 en la clandestinidad y se legalizó en 1978. "Amical de Mauthausen va a cumplir 40 años la semana que viene. Viajaremos hasta el campo de concentración a celebrar la liberación el 6 de mayo con un homenaje en el que participan estudiantes integrados en la red de memoria", destaca Juan Manuel Gascón, quien ha actualizado la lista y, con los nuevos presos localizados, ya suman 1.015 aragoneses (de ellos 840 sufrieron la persecución nazi en Mauthausen-Gusen) los que pasaron por los campos nazis. El listado completo se publica por primera vez en HERALDO.
El 65% de los presos aragoneses, un total de 649, murieron dentro. De los supervivientes en 1945 no se sabe de ninguno que esté vivo. El último fue Elías González, natural de Altorricón, quien fue localizado en Francia (el país donde se quedaron la mayoría a residir como apátridas) para el documental ‘Adiós a la vida’, que realizó Factoría Plural para Aragón TV. Elías, que falleció el 7 de enero de 2017 en su casa de Lazarret, una pequeña localidad próxima a Toulouse, nunca pudo saber que en realidad él fue el último superviviente del exterminio. Solo 24 horas antes de su fallecimiento, murió su paisano y amigo José Alcubierre, originario de Tardienta (Huesca), con quien compartió los cinco años en el campo de Mauthausen. Ambos tuvieron vidas paralelas, hasta en el número de preso (Elías González era Spanier 4095 y José Alcubierre, Spanier 4100). Entraron juntos en el convoy 927 que llegó desde Angulema (Francia) al campo de exterminio el 24 de agosto de 1940. Era el único tren procedente de un campo civil porque, como explica Juan Manuel Gascón, la mayor parte de los aragoneses estaban en las compañías de trabajo de extranjeros al servicio del Ejército francés. La Gestapo los arrestó tras la firma del Armisticio el 22 de junio de 1940. "La mayoría eran republicanos exiliados por la Guerra Civil, aunque también hubo emigrantes económicos", describe Gascón. Cuando el convoy 927 llegó a Mauthausen se produjo una dramática separación: los soldados alemanes obligaron a apearse a los varones mayores de 13 años, sin importar si eran ancianos o niños. Así comenzó la tragedia. Tanto Elías González como José Alcubierre integraron el grupo de los presos jóvenes conocidos como Pochacas (se les denominaba así por el nombre de la cantera del pueblo donde trabajaban). Ellos lograron sacar del campo las fotos hechas por el también español Francisco Boix y entregarlas a una austriaca que las escondió. Las imágenes sirvieron de prueba en el juicio de Núremberg. "El próximo fin de semana, en el homenaje a los españoles, se visitará la casa de la señora Elena Poigner", agrega el historiador aragonés, autor del libro ‘Itinerarios e identidades. Republicanos aragoneses deportados a campos nazis’, que publicó el Gobierno de Aragón. Al listado de los 1.009 deportados aragoneses al que se había llegado en los últimos años se han sumado las nuevas investigaciones que aporta Gascón: el dibujante de cómics José Cabrero Arnal, natural de Castilsabás (Huesca), para el que le ayudó su sobrino Philippe Guillén; el vecino de un barrio de Ladruñán (Teruel) que se llama Julián Centelles, procedente de Portells de Moralla, en Castellón, o las historias de dos mujeres (Josefina González y Soledad Cortés), que estuvieron presas en el campo de concentración de Ravensbruch. En el caso de Soledad Cortés que aparecía como natural de Mazarrón (Murcia) en el ‘Libro Memorial. Españoles deportados a los campos nazis (1940-1945)’ editado por el Ministerio de Cultura, en 2006, en realidad la investigación posterior al actualizar sus datos aparece nacida en Mazaleón (Teruel). "Cuando aparecen los familiares y colaboran los ayuntamientos, la comprobación de los datos mejora", apunta el investigador.
El homenaje
Elías González Peña decidió no regresar a su pueblo, Altorricón, como hizo su hermano Luis, que fue a Esplús, cuando el Gobierno de Aragón invitó a los últimos deportados en 2010 para homenajearlos en el monumento del parque grande de Zaragoza y en sus pueblos natales. Acudió Jesús Tello, natural de Épila, uno de los presos que declaró en la Audiencia Nacional sobre un criminal nazi que estaba en Estados Unidos y, al final, no se juzgó en España. También viajaron desde Francia Francisco Bernal, natural de Garrapinillos, y José Alcubierre, de Tardienta. Otros como José Egea, que vivía en Villamayor y solía acudir a los institutos para contar su historia, también lo recibió. "Cogieron a mi padre para llevárselo a Gusen y yo me eché encima de él. No he dejado de tener pesadillas toda mi vida", reconoció Elías González, a quien le daba miedo pronunciar el nombre del campo nazi. "Me dejó marcado", contó en su última entrevista a HERALDO poco antes de morir. Sufrió tifus cuando lo confinaron allí a los 16 años, pero pudo resistir. "Nunca volví a Mauthausen", confesó. Quien ya no pudo volver ese año a Aragón fue Mariano Constante, el notario de Mauthausen, nacido en Capdesaso y conocido en su tierra como autor de varios libros para denunciar el holocausto. "Era muy duro saber que acababa nuestro holocausto y peor que muchos no estaban presentes. Nos impusimos el sentido del humor", reconoció.
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