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Un documental, que se estrena hoy en Valencia, explica por qué los nazis bombardearon cuatro pequeños pueblos y mataron a 38 personas.
Madrid
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Días después de masacrarlas, los soldados nazis cogían el coche y se acercaban a las pequeñas poblaciones del interior de Castellón para comprobar in situ el efecto de las bombas que habían arrojado desde el aire. Se llegaban a meter dentro de los cráteres para ponderar la devastación, registrando todas sus acciones en imágenes. Luego volvían al aeródromo de la cercana La Sénia (Tarragona), apuntaban los detalles de la misión y se retiraban el resto de la jornada a disfrutar de una vida relajada, consumiendo cerveza llegada desde Alemania, como muestran las fotografías.
80 años después, esa minuciosidad por documentar los ataques de los tres nuevos aviones Junkers 87-A, los llamados stukas, por parte de la Legión Cóndor ha permitido que los ciudadanos de Benassal, Albocàsser, Ares del Maestre y Vilar de Canes conozcan quién mató a 38 de sus familiares y vecinos en mayo de 1938. Eso y la curiosidad e interés del profesor universitario de Física Òscar Vives por descubrir la verdad sobre los bombardeos de estas tranquilas localidades rurales, carentes de valor estratégico y militar, de los que se hablaba con sordina en su Benassal natal. Como se destruyó una iglesia, algunos vecinos seguían pensando que habían sido obra del bando republicano; como los municipios estaban (por poco tiempo) en territorio republicano, otros creían que habían sido las tropas franquistas.
“Fue el primer avión que vi en mi vida. Era como un gran pájaro, pero diferente”, recuerda Obdúlia Mir en uno de los numerosos testimonios que recoge el conmovedor documental Experimento Stuka, que se estrena hoy en la Filmoteca valenciana, en el seno del DocsValència. Festival Internacional de Cine Documental. “Siempre destruían el centro del pueblo. Era un poco extraño todo”, dice Dolors Pitarch, otra de las supervivientes. “Mi padre tuvo que oír que los rojos habían destruido el pueblo y la iglesia”, rememora Àngel Artadi, hijo de miliciano republicano. Su padre insistía en que él, que había estado luchando en las batallas del Ebro y de Teruel, nunca había visto aviones así. “Cuento en Alemania lo que pasó en mi pueblo y sin embargo no puedo hablar con determinadas personas de allí”, relata Mercé Ferrando, hija de supervivientes y profesora en el país germano.
Legión Cóndor
Allí, a la ciudad de Friburgo, se desplazó Òscar Vives para consultar su archivo. Le puso sobre la pista la lectura del libro sobre la Guerra Civil española del conocido historiador militar Antony Beevor, que mencionaba de pasada las pruebas que hacía la Legión Cóndor en las poblaciones castellonenses que sirvieron de banco de pruebas de los posteriores ataques con stukas en la Segunda Guerra Mundial. Beevor es uno de los especialistas entrevistados en el documental en el que Vives, tras su investigación, concluye que la decisión de bombardear fue tomada por los nazis sin consultar con el ejército franquista.
En el archivo alemán, el físico encontró una voluminosa carpeta que incluía 66 fotografías sobre los ataques de la Legión Cóndor. Muchas son imágenes tomadas desde el cielo de la agreste comarca del Alt Maestrat. Los bancales, los caminos, las depresiones, los montes y, diminutas, las poblaciones conforman lo que podría parecer un atractivo lienzo abstracto, matérico, que esconde, sin embargo, el objetivo de ajustar el punto de mira para matar en lo que sería uno de los primeros ataques hoy llamados “quirúrgicos”, en terminología y eufemismo militar, comenta Rafa Molés, director, junto a Pepe Andreu, del documental. La película se proyectará también en el festival DocsBarcelona y la pretensión de la productora Suicafilms es estrenarla también en salas comerciales este año. Molés y Andreu dirigieron con anterioridad el premiado documental Five days to dance.
Las fotografías de Friburgo formaron parte de una exposición que se exhibió en las poblaciones afectadas. El documental recoge las reacciones de la gente y las conversaciones entre Vives y los integrantes de colectivos para la recuperación de la memoria histórica relativas a la necesidad de romper el silencio para cerrar heridas. Ahora, ya saben que 38 de sus familiares y vecinos murieron en 1938 porque los nazis querían probar si sus flamantes stukas podían transportar y arrojar bombas de 500 kilos, el doble de lo habitual, un peso que impedía llenar sus depósitos de gasolina. Por eso eligieron esas cuatro pequeñas y desarmadas poblaciones castellonenses, tan cercanas a su base aérea.
“PENSABA QUE MIS PADRES YA NO ME QUERÍAN”
Uno de los testimonios más emotivos del documental es el de Antonio Girona. Vivía en Barcelona durante la Guerra Civil y sus padres le enviaron a su pueblo, Benassal, para apartarlo del frente y ponerlo a salvo. Sin embargo, al poco de llegar, la población fue bombadeada. El entonces niño no entendía nada. “Pensaba que mis padres ya no me querían”, recuerda Girona en el documental, en el que aparece gracias a su sobrina. Núria Girona leyó hace tres años una noticia en EL PAÍS sobre el Guernica castellonense con motivo del rodaje del documental, que se presenta hoy, y se lo comentó a su tío, que estaba “muy traumatizado”. El cine le ayudó en sus últimos días a restañar sus antiguas heridas.
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