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La proclamación de la República desde el balcón del Ministerio de la Gobernación en la Puerta del Sol el 14 de abril de 1931 fue una fiesta popular. Amplios sectores de la población española celebraban un cambio político significativo acompañado con gran ilusión y esperanza. Se constituyó un gobierno provisional presidido por Niceto Alcalá-Zamora, un antiguo político de la Monarquía que había evolucionado hacia el republicanismo de centro-derecha y había participado en el Pacto de San Sebastián. El gobierno estaba integrado por personalidades del abanico político republicano y socialista: Niceto Alcalá-Zamora y Miguel Maura por la Derecha Liberal Republicana, Alejandro Lerroux y Diego Martínez Barrio del centrista Partido Radical, Manuel Azaña y Marcelino Domingo, líderes de partidos republicanos de izquierda, Fernando de los Ríos, Indalecio Prieto y Francisco Largo Caballero por el PSOE, Santiago Casares Quiroga, republicano gallego, y Nicolau d’Olwer, republicano catalán.
El gobierno fijó la fecha del 28 de junio para la celebración de elecciones a Cortes Constituyentes.
Desde el primer momento, la República tuvo que enfrentarse a todo tipo de problemas, provenientes tanto de los enemigos de la misma –la Iglesia y la derecha monárquica- como de sus potenciales partidarios pero más radicales, catalanistas y clases populares.
El mismo día de la proclamación de la República en Madrid, Francesc Macià, líder de Esquerra Republicana de Catalunya-, partido recién fundado en el que se había integrado el Estat Català, proclamaba en Barcelona la República Catalana Independiente, que conformaría una futura Confederación de Pueblos Ibéricos. Este hecho generó un problema al gobierno provisional y podría haber desencadenado reacciones adversas del ejército. El final del conflicto fue más rápido de lo esperado. Macià puso fin a esta república ante el compromiso del gobierno de buscar una solución autonómica para Cataluña.
La alta jerarquía eclesiástica estuvo muy vinculada a la monarquía de Alfonso XIII. En oposición, el republicanismo español mantenía posiciones anticlericales, aunque algunos de sus representantes, como Alcalá-Zamora o Manuel Maura eran declarados católicos. El primer conflicto surgió con la máxima autoridad eclesiástica española, el primado cardenal Segura, quien en una pastoral del 1 de mayo atacó a la República y exaltó al monarca. El gobierno exigió la dimisión del cardenal pero la Iglesia cerró filas en torno a su figura. También hubo otro conflicto con el obispo de Vitoria. Las relaciones entre el gobierno y la Iglesia habían empezado mal.
Otro fenómeno que enrareció más las relaciones entre la Iglesia y el nuevo régimen fue el vandalismo anticlerical. El gobierno no instigó estos hechos pero no fue diligente en atajarlos porque no quería granjearse la enemistad de ciertos sectores populares, cuyo anticlericalismo violento era una explosión visceral de rabia al considerar a la Iglesia vinculada con los poderosos y ricos.
Las elecciones de junio de 1931 fueron las más democráticas celebradas hasta entonces en la historia contemporánea de España. Podían votar los varones mayores de 23 años. La participación fue de un 70% y otorgó la victoria a los partidos de izquierda. El partido más votado fue el PSOE con 116 diputados, seguido por el P. Radical con 90 escaños, aunque ya no podría ser considerado un partido de izquierdas. En conjunto, la izquierda obtuvo 279 escaños por 160 del centro-derecha.
La composición de la cámara constituyente explica el carácter democrático y progresista del texto constitucional. Parece evidente la huella de los socialistas en la Constitución. Su discusión fue intensa y generó grandes debates fuera y dentro de la cámara, especialmente los relacionados con la religión y las autonomías. Sus principales características son las siguientes:
- España quedaba definida como “una república democrática y de trabajadores de toda clase que se organiza en régimen de libertad y justicia”.
- La Declaración de Derechos más amplia hasta entonces de la historia del constitucionalismo español.
- La propiedad privada de los medios de producción se subordinaba a los intereses de la economía nacional, por lo que se establecían mecanismos de nacionalizaciones de empresas o sectores económicos.
- Las Cortes, como poder legislativo, adquirían gran poder y protagonismo, tanto en lo legislativo como en el control del ejecutivo. Constaría de una sola cámara elegida por sufragio universal.
- Después de un encendido debate se reconocía el sufragio femenino.
- El gobierno era responsable ante las Cortes, que podían retirarle su confianza en cualquier momento.
- En cuestión religiosa, España se declaraba como un estado laico pero se reconocía la libertad de conciencia y la práctica de cualquier religión, aunque se prohibía a la Iglesia ejercer la industria, el comercio y la enseñanza.
- En materia educativa y cultural el Estado adquiría un claro protagonismo. El Estado tenía obligación de extender la educación y la cultura a toda la población sin discriminación alguna.
- Se establecía que varias provincias podrían organizarse en región autónoma, pero se prohibía la federación de dos o más regiones. La distribución de competencias entre el Estado y las regiones autónomas se hizo con criterios más favorables hacia el primero. Los estatutos de autonomía debían ser aprobados por las Cortes.
La Constitución fue aprobada el 9 de diciembre de 1931. Este texto constitucional no nació del consenso. La derecha republicana rechazó la Constitución y mostró su disposición a revisarla en cuanto tuviera ocasión; de hecho se intentó en el Bienio radical-cedista, aunque sin éxito. Una cuestión a debatir sería si los ponentes y los críticos a la Constitución pusieron o no mucho empeño en llegar a acuerdos. Los grupos políticos y sociales contrarios a la República la rechazaron de pleno, comenzando a conspirar casi desde el principio.
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