dijous, 4 de gener del 2018

NAVIDADES SANGRIENTAS. Máximo Patrocinio Cabezali Moreno


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NAVIDADES SANGRIENTAS

El pasado 22 de diciembre, nuestro buen amigo y gran escritor J.R. Alonso de la Torre publicaba en la contraportada del diario HOY, como suele hacer de forma asidua, una crónica titulada LA NAVIDAD FUSILADA. Ello nos dio pie para publicar en el mismo periódico un pequeño artículo en memoria de un familiar muy allegado, hijo de Santibáñez el Bajo, que también fue asesinado en aquellas Navidades de 1937 (podéis leerlo ampliando la foto con el recorte de prensa; no se puede agregar de otra manera).

Aquellas Navidades tiñeron de luto y sangre a muchas familias cacereñas. El esquizofrénico y genocida general Ricardo Rada Peral, militar africanista y gran amigo del golpista Francisco Franco, había pasado de ser Inspector General de las milicias parafascistas del Requeté a Gobernador Militar de Cáceres. Con el fin de ganar méritos, se inventó un terrorífico complot que, según él, estaba capitaneado por el que fuera alcalde comunista de Cadalso de Gata, que se encontraba huido de su pueblo. Confeccionó una lista con docenas de cacereños que habían tenido algunas significaciones durante el período del Frente Popular, personas honestas, trabajadoras y que no habían hecho daño a nadie y, tras un paripé de repugnante juicio, fueron asesinadas impúnemente en las tapias del cementerio de Cáceres.

Hijos de numerosos pueblos de la provincia cacereña, masacrados impúnemente por pensar de forma diferente, por ser republicanos y de izquierda. Entre ellos, también, el alcalde de Nuñomoral, Francisco Segur Panadero (con cuyos nietos tengo buena amistad) y su suegro, Agustín Crespo Martín. Ambos fueron fusilados el mismo día de Navidad de 1937. Dos sencillos y honrados jurdanos que jamás se imaginaron que su fin estaría en un paredón de fusilamiento. Un auténtico crimen cuyos autores y coautores, verdaderos caínes, aún tienen sus nombres estampados en algunas plazas y calles, habiendo españoles, desgraciadamente, que se oponen a estas alturas que sus rótulos sean borrados de la faz de la tierra.

Vayan estas líneas en memoria de todos ellos y de los miles de republicanos cuyos huesos aún siguen en cunetas y en barrancos, sin que ciertos gobernantes, los de siempre, destinen un solo euro de nuestras arcas públicas, el dinero de todos, para que sus restos puedan reposar en paz en los cementerios de sus respectivos pueblos.

¡Salud! (3 de enero de 2018)