La familia de Fernando Hernández recupera la misiva, escrita días antes de la muerte de uno de los promotores del sindicato CNT y de la agrupación del PSOE en su pueblo jiennense Peal de Becerro
Algunas de las postales que Fernando Hernández enviaba a su familia durante su cautiverio en las prisiones de Burgos y Jaén.
“Madre, ya se han cumplido mis días; voy a morir injustamente fusilado”. Fernando Hernández Lara se montó el 30 de enero de 1941 en un tren que lo llevó desde la prisión de Burgos hasta Jaén, su tierra natal, y apenas siete días después, el 6 de febrero, a las 7 de la mañana, fue ejecutado en las tapias del viejo cementerio de la capital. No consta ningún expediente ni juicio: su único delito fue haber sido uno de los promotores del sindicato CNT y también de la agrupación del PSOE en su pueblo, Peal de Becerro. Tenía 35 años y dejó viuda a su mujer y huérfanos a sus cuatro hijos.
La familia de Fernando Hernández encontró la carta de despedida en un baúl de la casa del hermano pequeño, también fallecido, y ha decidido sacarla a la luz ahora para que se conozca cómo se despidió este represaliado del franquismo, uno de los 1.081 que permanecen enterrados en la fosa 702 del cementerio de San Eufrasio de Jaén que aún aguarda el inicio de los trabajos de exhumación.
“Queridos hermanos guardar en el corazón esta carta, y también la de Macaria [su esposa], para que mis hijos no olvidéis lo que os digo”. Era el inicio de la carta que Fernando Hernández empezó a escribir desde el mismo tren que lo conducía hasta Jaén. “Era el tren de la muerte, porque allí iban muchos represaliados que, como él, serían fusilados por sus paisanos, vaya injusticia”, explica, aún estupefacto, un sobrino del fusilado, también llamado Fernández Hernández, que ha sido quien ha encontrado y puesto en valor la carta enviada a su padre Gregorio, hermano menor del fusilado.
“Me encuentro en los momentos más difíciles de mi vida por aquellas personas que me han querido tan mal”, continuaba el estremecedor relato de un hombre que contaba con aparente serenidad el final de sus días. Y añadía: “Madre, usted tenga paciencia y resignación, mi muerte la tiene que resistir porque muero injustamente fusilado”.
Su padre, Juan, había muerto antes, en abril 1940, casi un año antes de que recibiera la noticia de que habían fusilado a su hijo. “El abuelo Juan murió de pena al ver la injusticia de ver que su hijo no regresaba de las prisiones de Jaén y Burgos, a pesar de los salvoconductos que presentó la familia”, rememora ahora el sobrino de la víctima.
Tampoco sirvieron de nada los informes de buena conducta en los que se hablaba de la lucha de Fernando Hernández para salvar a varios paisanos en el inicio de la Guerra Civil, incluso protegiéndolos de los ataques del propio bando republicano. Y tampoco ayudó el hecho de que fuera un consumado miembro de la banda de música local, como trompetista.
“En las cartas de mi abuelo no había ninguna sed de venganza, solo pedía justicia y que no lo olvidáramos”, indica Fernando Hernández, uno de sus nietos, que ha puesto al descubierto el que sí que sería el último escrito de su abuelo, fechado el 4 de agosto, dos días antes de ser fusilado. En ese papel, que probablemente se encontraba entre la ropa devuelta a la familia tras su muerte, Fernando Hernández ofrece su chaqueta a otro preso paisano suyo “porque es más nueva”, un gesto, dice su nieto, que “habla de su inmensa generosidad”.
Los descendientes directos de Fernando Hernández van a estar presentes este miércoles en el homenaje a las víctimas de la barbarie franquista que cada año organiza la Asociación de la Memoria Histórica junto a la fosa 702 del viejo cementerio de San Eufrasio.
Allí estará también Juan Hernández, de 89 años, que es el único hijo vivo del fusilado. Y él va a ser también el que se realice la prueba de ADN previa a la exhumación de los restos del millar de víctimas que permanecen sepultadas en esta fosa desde hace más de 80 años. “Durante muchos años, este tema fue silenciado en la familia por el miedo que generaba a sus miembros, por eso los hijos nunca quisieron a visitar esta fosa”, admite el nieto del represaliado.
Según la documentación de la Asociación de Memoria Histórica de Jaén, en la fosa 702 habría 1.081 víctimas de la represión franquista, entre ellas un centenar de mujeres y tres niños. Pero, justo al lado, hay otras dos fosas, la 548 y la 48, donde se busca a otros 173 y 32 desaparecidos, respectivamente. La fosa 702, la más grande en la provincia de Jaén, estuvo vigente hasta 1948, que fue el año en el que, según los historiadores, se enterró al último maqui y guerrillero antifranquista de los muchos que se escondieron en los montes de Sierra Morena al término de la Guerra Civil.
Tras la recepción de los fondos por parte de la Secretaría de Estado de Memoria Democrática, se espera que en las próximas semanas pueden reanudarse los trabajos de delimitación de las fosas, paso previo a la exhumación de estas víctimas. “Por desgracia es la única acción posible con la que se puede reparar la justicia que tanto clamaba mi abuelo antes de morir”, resume su nieto, que cuenta los días para que los restos de Fernando Hernández puedan ser trasladados al cementerio de Peal de Becerro y enterrados junto a su mujer, Macaria.
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