Victoria Kent, la feminista que defendió retrasar la incorporación plena de la mujer a la actividad pública por criterios de oportunidad.
Una de las claves en el debate interno de la mayoría progresista, impulsora principal de la II República, fue si el criterio de oportunidad debiera primar sobre los principios, ante el temor de que la derecha confesional ganara las elecciones en 1933. Las potentes fuerzas conservadoras atenazaban el nuevo régimen, por lo que algunos plantearon que no había tiempo para hacer madurar a una sociedad española para ejercer de forma plenamente libre el ejercicio de todos sus derechos. Muchos asuntos eran los que requerían cambios profundos en las leyes, entre ellos estaba la incorporación política plena de la mujer.
Victoria Kent, republicana, liberal, demócrata y federalista, sería la portavoz en el Congreso de esos temores ante la adalid de la prioridad de los principios defendidos con vehemencia por Clara Campoamor.
Victoria Kent (Málaga 1892-1987 Nueva York) estudia magisterio en Málaga en 1906, y obtiene el título de maestra superior en 1911, en donde estuvo influida por dos maestras muy feministas: Suceso Luengo y Teresa Aspiazu, también estuvo muy influenciada por su madre.
Se traslada a Madrid en 1917 para estudiar el bachillerato en el Instituto Cardenal Cisneros. Gracias a los contactos de su padre conoció a Alberto Jiménez Fraud (secretario de la Junta de Ampliación de Estudios) y a Francisco Bergamín (abogado y catedrático, que sería ministro de Instrucción Pública con Alfonso XIII), y se instaló en la Residencia de Señoritas, sección para mujeres de la Institución Libre de Enseñanza, dirigida por María de Maeztu. Todo ello le influiría considerablemente en su personalidad y en su desarrollo profesional.
En 1920 estudia Derecho en la Universidad Central de Madrid como alumna libre, teniendo como profesores a Jiménez de Asúa (que desempeñaría cargos políticos en la República) y a Felipe Sánchez Román (que lo hizo en la monarquía). En este período se afilia a organizaciones feministas como la Asociación Nacional de Mujeres Españolas y es vicepresidenta del Lyceum Club. Representa a la Unión Nacional de Estudiantes y a la Juventud Universitaria Feminista en el Congreso Internacional de Estudiantes de Praga en 1921.
Obtiene el doctorado con una propuesta sobre la reforma de las prisiones, y ejerce como abogada desde 1924, resulta ser la primera mujer inscrita en el Colegio de Abogados de Madrid en 1925. Es elegida en 1931 miembro de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación y, en 1933, de la Asociación Internacional de Leyes Penales de Ginebra.
Abrirá el primer bufete de abogados especializado en derecho laboral dirigido por una mujer en España. También ejercerá como asesora jurídica del Sindicato Nacional Ferroviario y de la Confederación Nacional de Pósitos Marítimos, y llegó a presidir en 1927 el primer Congreso de Cooperativas en España.
Como abogada, uno de sus juicios más importantes sería su actuación en defensa de Álvaro de Albornoz en 1930 ante el Tribunal Supremo Militar durante la dictadura, para el que obtuvo la absolución. La defensa se basaría en la ilegitimidad de la monarquía desde 1923. Sería así la primera mujer abogada ejerciente ante un tribunal militar. Su brillante defensa en el juicio les uniría políticamente, de modo que perteneció como Diputada a su mismo grupo político en dos legislaturas, cambió cuando lo hacía aquel, así en 1931 por el Partido Republicano Radical Socialista (PRRS) por Madrid y por Izquierda Republicana (IR) por Jaén en 1936. No resultó elegida en las de 1933.
Presidió el comité del distrito Centro de Madrid y fundó la rama femenina de la organización: el Ateneo Femenino Radical-Socialista.
Fernando de los Ríos como ministro de Justicia socialista, la nombró directora general de prisiones en el primer bienio republicano, con el objetivo de reformar en profundidad su penosa situación y poder desarrollar su proyecto más anhelado. Duró en el cargo catorce meses en los que desarrolló los principios ya iniciados por Concepción Arenal, visitadora de las cárceles, en el siglo XIX. Buscando como fin principal la reinserción real del preso, mejora la alimentación, introduce la libertad de culto, amplía los permisos por razones familiares, introduce los “vis a vis", crea el cuerpo femenino de funcionarias de prisiones, sustituyendo a las Hermanas de la Caridad, y retira los grilletes y las cadenas. Con ellos se hizo, al fundirlos, un monumento en homenaje a Concepción Arenal que fue la precursora en sus cambios. Así mismo cerró 115 centros penitenciarios que no reunían condiciones en las zonas rurales, mandó construir la Cárcel de Mujeres de Ventas en Madrid, eliminó las celdas de castigo y fundó el Instituto de Estudios Penales, para formar al personal de estas, que dirigiría Jiménez Asúa, así como la liberación de los presos de más de setenta años, las condiciones adecuadas para el cuidado de los hijos de ellas y la construcción como modelo de la cárcel de Ventas. Álvaro de Albornoz, a la sazón ministro de justicia, criticó alguno de los cambios, con lo que ella dimitió.
Una muestra de su popularidad fue la inicial inclusión de su nombre en el chotis “El Pichi”, estrenado en Madrid en 1931 cantado por Celia Gámez, aunque al final resultó censurado.
La proclamación de la República en 1931 trajo consigo muchos avances liberales en lo que a leyes en favor de las mujeres se refiere: uno de ellos sería el artículo 34 de la Constitución republicana, donde se discutió el inmediato sufragio femenino, que Clara Campoamor defendía con ardor, a diferencia de Victoria Kent, que creía que la mayoría de las mujeres aún no estaba preparada para ejercer el voto con libertad. Afirma, por ello, que primero había que formarlas y, alejarlas de la influencia de la Iglesia y de las clases conservadoras, pues Kent y su partido estaban convencidos de que, si se aprobaba el sufragio femenino, el triunfo de la derecha estaba asegurado. La prensa conservadora hacía mofa de la controversia y las llamaban la Clara y la Yema. Los contenidos del debate son una lección de política que todos los ciudadanos deberían conocer con detalle, no solo en el terreno de los principios, sino en la complejidad de la situación de la vida pública. Azaña participó en su casa previamente en la preparación del debate, como ella misma escribiría en el exilio en 1980. La Cámara por 161 votos contra 121 concede el voto electoral inmediato a la mujer tras un intenso debate no sólo en la Cámara, sino también en la prensa. En otros países también se mantuvo de forma coincidente con ella por otras organizaciones feministas, el asegurar primero los derechos sociales antes de los derechos políticos.
Desgraciadamente, no se equivocaba Victoria Kent, la derecha ganó en las primeras elecciones en las que participaron las mujeres en 1933. Aunque no fuera la única razón, probablemente ni siquiera, la más importante, sin duda fue una de ellas. La principal, realmente, resultaría ser la división de las izquierdas (tanto las republicanas, como las nacionalistas y la socialista) frente a una derecha coaligada (Unión de Derechas y Agrarios) y un centro derecha (en donde se aliaron el PRR de Lerroux, el PRLD de Melquiades Álvarez y el PRP de Niceto Alcalá Zamora) y un sistema electoral mayoritario de listas abiertas a dos vueltas en donde se primaba a las candidaturas en coalición; además, en la estrategia para la segunda vuelta los partidos de centro prefirieron apoyar a la coalición de derechas y aislar a las izquierdas. El papel de Lerroux, que se había sentido desplazado en el primer bienio, fue clave en este proceso, así como también, el de Largo Caballero repudiando todo contacto con los partidos de centro.
Victoria Kent influyó en la redacción de la Constitución republicana formando parte de su comisión constitucional formada por 21 miembros. Como indica detalladamente María Luisa Balaguer catedrática de derecho constitucional de Málaga, participó con varias enmiendas, entre otras, en el reconocimiento de la igualdad entre los sexos; incluso, intervino en el artículo 1, en la propia definición de la República; también en el derecho de familia con la equiparación de los hijos legítimos e ilegítimos, así como en la laicidad de las relaciones civiles. Además, lo hizo en la protección de la infancia y maternidad, en la igualdad de retribución salarial entre hombres y mujeres y en el derecho de manifestación.
Victoria Kent fue en 1937 la secretaria de embajada de la República en Francia para el cuidado de las evacuaciones de refugiados, especialmente los niños, a medida que caían los frentes republicanos; pero al final ella misma tuvo que mantenerse escondida en París con otro nombre durante cuatro años, ante la represión realizada en Francia de la policía franquista y de los nazis. Esta peripecia la relataría posteriormente en su libro Cuatro años en París publicado en 1947. Por su labor en la Resistencia recibió en Francia la Cruz de Lorena. Forma parte junto con otros exiliados, entre ellos Picasso, de la Unión de Intelectuales Españoles. Preside, además, la Unión de Mujeres Españolas en el exilio en Toulouse. Pero emigra más tarde a México, donde dará clases para el personal de prisiones, su especialidad, que había desarrollado intensamente en la Dirección General de las Prisiones en el primer bienio republicano.
Recorre laboralmente varios países americanos, es profesora en la Universidad de Puerto Rico en 1946, y durante dos años, directora de la Escuela de Capacitación para el Personal de Prisiones en México, donde imparte clases de Derecho penal. Colabora en Argentina con Jiménez de Asúa, que había sido su mentor.
De 1950 a 1952 trabaja para la ONU en la Sección de Asuntos Sociales estudiando las cárceles en Iberoamérica.
En 1952 es nombrada ministra sin cartera y forma parte del gobierno de la República en el exilio presidido por Félix Gordón Ordás. Actúa como consejera en Nueva York, con el objetivo de conseguir la representación en la ONU del gobierno de la España republicana, sin éxito, durante otros dos años.
Dirige en 1953 el boletín de los exiliados “Ibérica”, primero sólo en inglés y luego bilingüe, con importantes colaboraciones, y la denomina revista “Ibérica por la libertad”, en Nueva York, que se mantuvo durante veinte años (1954-1974); en su primer número participó Salvador de Madariaga, y que fue posteriormente su presidente de honor, junto con Norman Thomas. Esta revista se editó de forma bilingüe hasta 1966 y posteriormente sólo en español. La función de la revista era la de acoger diferentes opiniones sobre la situación de nuestro país y colaborar en el restablecimiento de las libertades. Desgraciadamente, la prensa norteamericana apenas seguía la situación política y social española. Una parte de sus colaboradores eran antiestalinistas de origen trotskista, pero la revista resultaba bastante moderada políticamente, ya que la posición de Kent siempre fue republicana liberal, aunque firmemente antifranquista. Otros de sus colaboradores eran monárquicos como Madariaga, con el que se acaba enfrentando al aceptar publicar éste en ABC desde mediados de los 60. Las aportaciones de Enrique Tierno y Raúl Morodo la acercaron más a los grupos socialistas de la oposición en el interior; por otro lado, se mantuvo siempre cercana a la izquierda liberal norteamericana (denominación poco encajable en los parámetros europeos) que siempre la ayudó, en su antifranquismo, a frenar la aceptación internacional de Franco y su régimen.
Carmen De la Guardia cuenta las peripecias neoyorquinas de nuestra protagonista en un libro publicado en 2016. Victoria Kent convivió durante 37 años en Nueva York con Louise Crane, respaldo principal de sus actividades en Norteamérica. Junto con Crane apoya a Eisenhower en 1952 (con Nixon de vicepresidente); pero razones de política internacional hacen que no se produzcan cambios en la relación de EEUU con España. Fue partidaria de Kennedy hasta su asesinato, así como de Carter, sobre quien publicó en El País un artículo muy elogioso al inicio de su presidencia en 1977. Esperaba sin duda un cambio, que tampoco se produjo, en la actitud hacia España que permitiera la libre actuación política de los republicanos en nuestro país. Ambas mantuvieron una intensa correspondencia con las más destacadas intelectuales del exilio y con influyentes profesoras y esposas de líderes políticos y sociales norteamericanos, formando una red de contactos y de reuniones en la casa de Louise en la Quinta Avenida y en Redding (Connecticut).
Tras el intento de acuerdo entre los monárquicos y los socialistas para conseguir un plebiscito sobre la democracia en España, y la marginación de los comunistas por la guerra fría, en el seno de los grupos políticos de oposición al régimen franquista se produjo una división que acabaría llevando a las distintas organizaciones republicanas en el exilio a agruparse en Acción Republicana Democrática (ARDE) en junio de 1960. Pero el proceso de transición en España pilotado desde la monarquía provocó que su legalización se retrasase hasta después de las Cortes Constituyentes de junio de 1977, lo que dificultaría su participación en igualdad de condiciones en la España democrática. Entre los republicanos sólo concurrieron a estas primeras elecciones Tarradellas, como figura simbólica de la Generalitat, y —también en Cataluña— la coalición denominada Frente Democrático de Izquierdas, en la que obtuvo escaño Heribert Barrera, de Esquerra Republicana de Cataluña (ERC), aunque su partido no estaba aún legalizado; mientras que ARDE no pudo presentarse a las Constituyentes en el resto de España.
Victoria Kent visita España el 11 de octubre de 1977, y es entrevistada por Joaquín Soler Serrano en el programa “A fondo” de TVE. En la entrevista expuso las vicisitudes del exilio y solicitó la participación en la democracia de los grupos republicanos exiliados. Entre 1977 y 1985 colabora con el diario El País, donde publica catorce artículos y dos cartas al director, ocho sobre la política penitenciaria y el resto sobre actualidad política. Hizo otra visita a España en 1978, descartando ya su participación política en primera línea, al comprobar que la Constitución y su desarrollo marginaban a los grupos republicanos.
En 1986 le fue concedida la Gran Cruz de la Orden de San Raimundo de Peñafort, del Ministerio de Justicia, como reconocimiento a su decisiva contribución a la humanización de las prisiones, pero por su delicada salud no pudo recogerla.
Entre sus obras están: Mis cuatro años en París (1948); Una experiencia penitenciaria (1976) y Las reformas del sistema penitenciario durante la segunda república (1978). Su última conferencia en 1981, que no pudo leer en el Ateneo de Málaga al estar enferma, fue un homenaje a Picasso, donde indicaba su relación mientras ella era embajadora en París. 16 colaboraciones en El País desde 1977 a 1985 donde describe sus principales preocupaciones vitales y su seguimiento de la política española: la política norteamericana sobre España, la política penitenciaria, la Ley del divorcio, el republicanismo de Azaña, los estatutos autonómicos y el feminismo consciente.
Fallece en Nueva York el 25 de septiembre de 1987 a los 90 años.
BIBLIOGRAFÍA:
Balaguer, María Luisa. Victoria Kent: vida y obra. Anuario de derecho parlamentario nº 21. 2009.
Benítez Palma, Enrique. La vida transatlántica de Victoria Kent. Miscelánea TSN nº3 enero-junio 2017.
Cotarelo Esteban, Lucia. Semblanza de Victoria Kent. Biblioteca Virtual Cervantes. 2017
García Bonet, Carmen. Mujeres para un siglo: Victoria Kent, la Justicia. Documental con varias entrevistas. RTVE. 2004.
Guardia, Carmen de la. Victoria Kent y Louise Crane en Nueva York. Un exilio compartido (2015). Silex Ed. Madrid.
Kent, Victoria. Varios artículos escritos en el diario El País. 1977 (4); 1979 (5); 1980 (2); 1981 (2); 1982 (1); 1984 (1); 1985 (1).
Nuez Sánchez-Casado, Paloma de la. Victoria Kent Siano. Diccionario Biográfico Español. Madrid Real Academia de la Historia.
Ortiz, Carmen. Zenaida Gutiérrez Vega: Hispanista cubana. Revista de Indias vol. LXIX nº 247. 2009.
Soler Serrano, Joaquín. Entrevista A fondo: Victoria Kent. RTVE 1979.
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