dilluns, 4 de març del 2013

JOSÉ RÍOS LUQUE



JOSÉ RÍOS LUQUE

                                                    “... todos tenemos derecho a conocer la verdad, ... toda la verdad, y no sólo una parte.”

                                                                            

José Ríos Luque, nació en Aguilar de la Frontera, el día 1 de Octubre del año 1892. Era hijo del matrimonio formado por su padre, Francisco Ríos y su madre Antigua Luque. De profesión albañil, mantenía su domicilio en la calle El Tejar, número 15, donde vivía con su esposa Concepción Martínez Delgado y sus siete hijos , Francisco, Carmen, Segundo, Antigua, Luisa, José y Teresa Ríos Martínez.
Su profesión de albañil proporcionará a José el trabajo necesario para ir sacando a su numerosa familia adelante durante muchos años. Junto a esta compagina una afición, que en determinadas ocasiones se traduce también en una necesidad imperiosa para poder comer en las épocas en las que el trabajo escasea, la caza.

El inicio del alzamiento militar del día 18 de julio de 1936, sorprenderá a José en su pueblo natal, Aguilar de la Frontera, precisamente trabajando de albañil en unas pequeñas reformas que se llevan a cabo en el Ayuntamiento.
En Aguilar apenas transcurren unos días desde el alzamiento se da a conocer el primer bando militar, en el que algunos de sus artículos se dedican a advertir , que serán juzgados en juicio sumarísimo aquellas personas que se mantengan en huelga, no entreguen las armas o a los autores de incendios, atentados o perturbadores.

José Ríos, pronto se prestaría a entregar su escopeta de caza, nada más conocer el contenido de los bandos publicados en esos días. Entregaría su escopeta en el cuartel de la Guardia Civil, al igual que lo harían cientos de personas de esta población en los días siguientes a la publicación y difusión de la orden militar.

Pero pronto, muy pronto, y bajo las arengas radiofónicas del General Queipo de Llano, se llamará clara y terminantemente, a la eliminación, sin procedimiento alguno, de sus oponentes y para ello, no sólo voceará en la radio terribles amenazas, sino, lo que es peor, firmará los bandos necesarios.

En la madrugada del día 23 de julio y en la Orden que dirige expresamente el militar sevillano , Queipo habla ya de ejecuciones inmediatas, no de detenciones ni de procedimientos sumarísimos, como lo haría en los dias inmediatamente anteriores.

Ya poco importa que no se haya usado un arma o que ésta esté inservible o sin munición. Bastará que “se le encuentren armas sin autorización militar” para que sean inmediatamente fusilados.

José, en la última semana del mes de julio de 1936, se encontraba aún trabajando en las pequeñas obras que se llevaban a cabo en el Ayuntamiento, cuando observo que en un cuarto de las dependencias municipales se encontraban depositadas las armas de fuego que la Guardia Civil, había logrado requisar en los días anteriores. Entre ellas puso identificar su escopeta de caza.

Sin pensarlo dos veces, José, se acerco al interior de las dependencias y cogió su arma, para observar que se encontraba en perfectas condiciones a la par de dedicar algún tiempo para poder limpiarla.

Mientras permanecía con el arma en las manos, fue visto por uno de los empleados del Ayuntamiento, quién inmediatamente le denunció a las nuevas autoridades . En la denuncia se aseguraba que José pretendía llevarse su escopeta de caza y por eso fue inmediatamente detenido.

La orden militar ,llevará a la muerte a cientos de aguilarenses que, tras la toma del pueblo, son asesinados inmediatamente, sin juicio previo.

Medidas como ésta que, amén de obviar procedimiento alguno, instituyen la feroz represión contra los trabajadores, dirigentes políticos y sindicales y serán las cartas blancas que se pongan a disposición de los ejecutores para cubrir un crimen de guerra de proporciones desmesuradas.

Medidas que se toman, según dice el propio Bando, “en vista del poco acatamiento que se había prestado a sus mandatos”. Ya no se trata sólo de reprimir a los responsables, a los dirigentes, sino de extender el terror a todos. La supuesta “arbitrariedad” o “exceso” que pueda cometerse, estaba garantizada y amparada por los Bandos.

Y por si quedara el menor atisbo de duda, al día siguiente, 24 de julio, un nuevo Bando, el número 6, vuelve a dejar meridianamente clara la intención de Queipo de acabar con los dirigentes de las organizaciones izquierdistas, independientemente de que sean autores o no de cualquier “acto de bárbara crueldad” y al margen de cualquier procedimiento legal.

El Bando amparará a las columnas, a los comandantes militares, falangistas, etc, a llevar a cabo la matanza, sin preocuparse de otra cosa que no sea “la pacificación de la retaguardia”, como es llamada por los militares sublevados.

Al leer los Bandos, comprenderemos con claridad la aplicación inmediata que se hizo del Bando del 18 de julio. En pocos días, el propio Queipo hace desaparecer la necesidad de juicios sumarísimos para aplicar condenas y sentencias.

El día 28 de julio, cuando el Bando número 8 especifica que todos los que en la mañana del 29 no hubieran hecho entrega de sus armas de fuego y se las encontrasen careciendo de licencia de la superior autoridad militar, serían inmediatamente fusilados. Y por si esto no fuera suficiente, “en las que se encontrasen en los domicilios u otros lugares, lo sería el cabeza de familia de aquél o las personas de mayor representación que ocupasen el inmueble en que aquellas se hallaren”. Como efectivamente así ocurrió.

El terror que estas alocuciones provoca es, precisamente, que no son bravuconadas sino órdenes escritas que siguen a sus mensajes.

José Ríos Luque, permanecería detenido en el cuartelillo, varios días, hasta que en la madrugada del día 30 de julio de 1936, al apuntar el alba, sería sacado del cuartelillo donde se encontraba detenido y poco después sería fusilado junto a otros cuatro hombres más en las tapias exteriores de la parte sur del cementerio municipal.

El odio que se dirige y alienta, ampara la represión que se lleva a cabo en el verano y otoño de 1.936 que, ocasiona cientos de víctimas en Aguilar de la Frontera. Es, en toda su dramática simpleza, un simple y brutal crimen de guerra que no admite paliativos. No es ni siquiera una represión que contesta a los “crímenes de las hordas marxistas”.

José sería asesinado despiadadamente, “ … a consecuencia de la represión de los elementos izquierdistas que se opusieron al Glorioso Movimiento Salvador de España”, tal y como describe el cínico eufemismo que aparece en su partida de defunción realizada fuera de plazo legal el día cinco de Enero del año 1938.

Varios años más tarde, el alcalde de Aguilar de la Frontera en un informe remitido al Juez de Aguilar, para de nuevo volver a inscribir su muerte en el mes de Agosto del año 1945, escribiría “ … facilitarle que según los informes de esta alcaldía, el vecino que fué de esta población José Ríos Luque, falleció a finales de julio de 1936, a consecuencia de los sucesos ocurridos en aquella fecha.”

Su cuerpo, junto con los de sus cuatro compañeros de infortunio, fue arrojado a la fosa número 6 y allí permaneció hasta que 74 años después, en el mes de mayo del año 2010, AREMEHISA ( Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Aguilar de la Frontera) (Córdoba), pudo encontrarlo y exhumarlo, con el permiso legal de sus hijos y demás familiares.

Hace solo unos días, el día 11 de febrero de este mismo año, fallecía su hijo mayor, Francisco Ríos Martinez, nacido en 1922, a la edad de 91 años .

Francisco Ríos, tenía apenas 16 años en 1936, cuando se llevaron a su padre, para no volver a verlo nunca más. Eso marcaría todos los días de la vida de un muchacho que hasta el último momento no perdió jamás la esperanza de alcanzar por fin la justicia, de encontrar a su padre y poder darle digna sepultura.   

Su ADN, identifico a su padre José Ríos Luque y por fin ese deseo pudo hacerse realidad el día 12 de febrero del 2013. Ambos José y Francisco fueron inhumados juntos, en el cementerio municipal de Aguilar de Aguilar de la Frontera. Aunque parezca mentira, después de toda una vida alejados, la muerte volvió a unirles por fin para siempre. Que nadie los separe ya jamás.

Descansen en paz José Ríos Luque y su hijo Manuel Ríos Martinez.