JOSÉ
RÍOS LUQUE
“... todos tenemos derecho a conocer la verdad, ... toda la verdad, y no sólo
una parte.”
José
Ríos Luque, nació en Aguilar de la Frontera, el día 1 de Octubre del año 1892.
Era hijo del matrimonio formado por su padre, Francisco Ríos y su madre Antigua
Luque. De profesión albañil, mantenía su domicilio en la calle El Tejar, número
15, donde vivía con su esposa Concepción Martínez Delgado y sus siete hijos ,
Francisco, Carmen, Segundo, Antigua, Luisa, José y Teresa Ríos Martínez.
Su
profesión de albañil proporcionará a José el trabajo necesario para ir sacando
a su numerosa familia adelante durante muchos años. Junto a esta compagina una
afición, que en determinadas ocasiones se traduce también en una necesidad
imperiosa para poder comer en las épocas en las que el trabajo escasea, la
caza.
El
inicio del alzamiento militar del día 18 de julio de 1936, sorprenderá a José
en su pueblo natal, Aguilar de la Frontera, precisamente trabajando de albañil
en unas pequeñas reformas que se llevan a cabo en el Ayuntamiento.
En
Aguilar apenas transcurren unos días desde el alzamiento se da a conocer el
primer bando militar, en el que algunos de sus artículos se dedican a advertir
, que serán juzgados en juicio sumarísimo aquellas personas que se mantengan en
huelga, no entreguen las armas o a los autores de incendios, atentados o
perturbadores.
José
Ríos, pronto se prestaría a entregar su escopeta de caza, nada más conocer el contenido
de los bandos publicados en esos días. Entregaría su escopeta en el cuartel de
la Guardia Civil, al igual que lo harían cientos de personas de esta población
en los días siguientes a la publicación y difusión de la orden militar.
Pero
pronto, muy pronto, y bajo las arengas radiofónicas del General Queipo de
Llano, se llamará clara y terminantemente, a la eliminación, sin procedimiento
alguno, de sus oponentes y para ello, no sólo voceará en la radio terribles
amenazas, sino, lo que es peor, firmará los bandos necesarios.
En
la madrugada del día 23 de julio y en la Orden que dirige expresamente el
militar sevillano , Queipo habla ya de ejecuciones inmediatas, no de
detenciones ni de procedimientos sumarísimos, como lo haría en los dias
inmediatamente anteriores.
Ya
poco importa que no se haya usado un arma o que ésta esté inservible o sin
munición. Bastará que “se le encuentren armas sin autorización militar” para
que sean inmediatamente fusilados.
José,
en la última semana del mes de julio de 1936, se encontraba aún trabajando en
las pequeñas obras que se llevaban a cabo en el Ayuntamiento, cuando observo
que en un cuarto de las dependencias municipales se encontraban depositadas las
armas de fuego que la Guardia Civil, había logrado requisar en los días
anteriores. Entre ellas puso identificar su escopeta de caza.
Sin
pensarlo dos veces, José, se acerco al interior de las dependencias y cogió su
arma, para observar que se encontraba en perfectas condiciones a la par de dedicar
algún tiempo para poder limpiarla.
Mientras
permanecía con el arma en las manos, fue visto por uno de los empleados del
Ayuntamiento, quién inmediatamente le denunció a las nuevas autoridades . En la
denuncia se aseguraba que José pretendía llevarse su escopeta de caza y por eso
fue inmediatamente detenido.
La
orden militar ,llevará a la muerte a cientos de aguilarenses que, tras la toma
del pueblo, son asesinados inmediatamente, sin juicio previo.
Medidas
como ésta que, amén de obviar procedimiento alguno, instituyen la feroz
represión contra los trabajadores, dirigentes políticos y sindicales y serán
las cartas blancas que se pongan a disposición de los ejecutores para cubrir un
crimen de guerra de proporciones desmesuradas.
Medidas
que se toman, según dice el propio Bando, “en vista del poco acatamiento que se
había prestado a sus mandatos”. Ya no se trata sólo de reprimir a los
responsables, a los dirigentes, sino de extender el terror a todos. La supuesta
“arbitrariedad” o “exceso” que pueda cometerse, estaba garantizada y amparada
por los Bandos.
Y
por si quedara el menor atisbo de duda, al día siguiente, 24 de julio, un nuevo
Bando, el número 6, vuelve a dejar meridianamente clara la intención de Queipo
de acabar con los dirigentes de las organizaciones izquierdistas,
independientemente de que sean autores o no de cualquier “acto de bárbara
crueldad” y al margen de cualquier procedimiento legal.
El
Bando amparará a las columnas, a los comandantes militares, falangistas, etc, a
llevar a cabo la matanza, sin preocuparse de otra cosa que no sea “la
pacificación de la retaguardia”, como es llamada por los militares sublevados.
Al
leer los Bandos, comprenderemos con claridad la aplicación inmediata que se
hizo del Bando del 18 de julio. En pocos días, el propio Queipo hace
desaparecer la necesidad de juicios sumarísimos para aplicar condenas y
sentencias.
El
día 28 de julio, cuando el Bando número 8 especifica que todos los que en la
mañana del 29 no hubieran hecho entrega de sus armas de fuego y se las
encontrasen careciendo de licencia de la superior autoridad militar, serían
inmediatamente fusilados. Y por si esto no fuera suficiente, “en las que se
encontrasen en los domicilios u otros lugares, lo sería el cabeza de familia de
aquél o las personas de mayor representación que ocupasen el inmueble en que
aquellas se hallaren”. Como efectivamente así ocurrió.
El
terror que estas alocuciones provoca es, precisamente, que no son bravuconadas sino
órdenes escritas que siguen a sus mensajes.
José
Ríos Luque, permanecería detenido en el cuartelillo, varios días, hasta que en
la madrugada del día 30 de julio de 1936, al apuntar el alba, sería sacado del
cuartelillo donde se encontraba detenido y poco después sería fusilado junto a
otros cuatro hombres más en las tapias exteriores de la parte sur del
cementerio municipal.
El
odio que se dirige y alienta, ampara la represión que se lleva a cabo en el
verano y otoño de 1.936 que, ocasiona cientos de víctimas en Aguilar de la
Frontera. Es, en toda su dramática simpleza, un simple y brutal crimen de
guerra que no admite paliativos. No es ni siquiera una represión que contesta a
los “crímenes de las hordas marxistas”.
José
sería asesinado despiadadamente, “ … a consecuencia de la represión de los
elementos izquierdistas que se opusieron al Glorioso Movimiento Salvador de
España”, tal y como describe el cínico eufemismo que aparece en su partida
de defunción realizada fuera de plazo legal el día cinco de Enero del año 1938.
Varios
años más tarde, el alcalde de Aguilar de la Frontera en un informe remitido al
Juez de Aguilar, para de nuevo volver a inscribir su muerte en el mes de Agosto
del año 1945, escribiría “ … facilitarle que según los informes de esta
alcaldía, el vecino que fué de esta población José Ríos Luque, falleció a
finales de julio de 1936, a consecuencia de los sucesos ocurridos en aquella
fecha.”
Su
cuerpo, junto con los de sus cuatro compañeros de infortunio, fue arrojado a la
fosa número 6 y allí permaneció hasta que 74 años después, en el mes de mayo
del año 2010, AREMEHISA ( Asociación para la Recuperación de la Memoria
Histórica de Aguilar de la Frontera) (Córdoba), pudo encontrarlo y exhumarlo,
con el permiso legal de sus hijos y demás familiares.
Hace
solo unos días, el día 11 de febrero de este mismo año, fallecía su hijo mayor,
Francisco Ríos Martinez, nacido en 1922, a la edad de 91 años .
Francisco
Ríos, tenía apenas 16 años en 1936, cuando se llevaron a su padre, para no
volver a verlo nunca más. Eso marcaría todos los días de la vida de un muchacho
que hasta el último momento no perdió jamás la esperanza de alcanzar por fin la
justicia, de encontrar a su padre y poder darle digna
sepultura.
Su
ADN, identifico a su padre José Ríos Luque y por fin ese deseo pudo hacerse
realidad el día 12 de febrero del 2013. Ambos José y Francisco fueron inhumados
juntos, en el cementerio municipal de Aguilar de Aguilar de la Frontera. Aunque
parezca mentira, después de toda una vida alejados, la muerte volvió a unirles
por fin para siempre. Que nadie los separe ya jamás.
Descansen
en paz José Ríos Luque y su hijo Manuel Ríos Martinez.
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