EL FILM DE RECIENTE ESTRENO "DAYS OF GLORY" SE CENTRA EN EL PAPEL ESENCIAL QUE DESEMPEÑARON LAS TROPAS COLONIALES FRANCESAS EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL. AUNQUE SUS HOMÓLOGAS ESPAÑOLAS RESULTARON TAMBIÉN DECISIVAS DURANTE LA GUERRA CIVIL, SU VERDADERA CONTRIBUCIÓN HA SIDO ESCASAMENTE ANALIZADA HASTA HACE POCOS AÑOS.
La expresión popular los moros de Franco designó a las tropas indígenas del Protectorado español que lucharon en el bando sublevado durante la Guerra Civil y ha quedado identificada en la memoria popular con una soldadesca brutal y autora de todo tipo de tropelías contra la población civil. ¿Hasta qué punto es acertada tal imagen? ¿Cuántos africanos lucharon en la Guerra Civil? ¿Qué les hizo integrarse en un ejército que escasos años antes los había atacado con gases químicos? ¿Tuvieron un papel decisivo en la contienda? Este artículo ofrece respuestas a estos y otros interrogantes a partir de la bibliografía más reciente.
EL EJÉRCITO QUE VINO DE ÁFRICA
El alzamiento militar de julio de 1936 empezó en el Protectorado el día 17. Ignoramos las razones exactas de esta decisión. El historiador Sebastián Balfour valora tres hipótesis: que los oficiales de Marruecos reclamaran mayor protagonismo; que los conspiradores requirieran a las tropas coloniales para controlar a sus aliados civiles una vez iniciada la revuelta, y -la más verosímil- que los complotados fueran conscientes de carecer de suficiente apoyo en la península.
La expresión popular los moros de Franco designó a las tropas indígenas del Protectorado español que lucharon en el bando sublevado durante la Guerra Civil y ha quedado identificada en la memoria popular con una soldadesca brutal y autora de todo tipo de tropelías contra la población civil. ¿Hasta qué punto es acertada tal imagen? ¿Cuántos africanos lucharon en la Guerra Civil? ¿Qué les hizo integrarse en un ejército que escasos años antes los había atacado con gases químicos? ¿Tuvieron un papel decisivo en la contienda? Este artículo ofrece respuestas a estos y otros interrogantes a partir de la bibliografía más reciente.
EL EJÉRCITO QUE VINO DE ÁFRICA
El alzamiento militar de julio de 1936 empezó en el Protectorado el día 17. Ignoramos las razones exactas de esta decisión. El historiador Sebastián Balfour valora tres hipótesis: que los oficiales de Marruecos reclamaran mayor protagonismo; que los conspiradores requirieran a las tropas coloniales para controlar a sus aliados civiles una vez iniciada la revuelta, y -la más verosímil- que los complotados fueran conscientes de carecer de suficiente apoyo en la península.
Marruecos constituyó así una retaguardia segura y una cantera de reclutas. Ofreció, además, las únicas tropas con experiencia bélica, sobre las que gravitó el sostén inicial de los alzados. Ramón Serrano Suñer, cuñado de Franco, rubricó este papel el 18 de julio de 1938, durante una visita al Protectorado como ministro de Interior: "El ejército de África es dos veces el Ejército de España", manifestó.
Las estimaciones sobre las fuerzas marroquíes y españolas de África varían.
Inicialmente se habrían reunido unos 40.000 hombres -de ellos, 15.000 indígenas-, y los efectivos crecieron al comenzar el conflicto hasta llegar a los 80.000. En todo caso, los militares rebeldes pronto captaron miles de hombres, y seis meses después 50.000 marroquíes combatían en el bando nacional: uno de cada catorce habitantes del Protectorado. Un corresponsal del diario británico The Moming Post lo constató en abril de 1937: "El Rif parecía verdaderamente una tierra vacía".
Los móviles que llevaron a los marroquíes a integrarse en las filas franquistas fueron diversos. La historiadora María Rosa de Madariaga destaca las promesas de una paga considerable en un contexto de malas cosechas, así como el sistema de reclutamiento, que combinó persuasión y coerción, y contó con el apoyo de buena parte de las élites rurales y la mediación de los interventores (que gobernaban las cinco regiones administrativas del Protectorado) y de los jefes tribales, a menudo bien pagados por los españoles. En este sentido, los rebeldes se valieron de la red de control del Protectorado tejida durante la dictadura del general Miguel Primo de Rivera, entre 1923 y 1930.
Inicialmente los sublevados obligaron a cada caíd a reclutar quinientos hombres. Si los designados se negaban a acudir (especialmente porque habían luchado previamente contra los españoles), eran castigados: "Encerrados en un cuarto oscuro y a base de amenazas, palos y otras torturas, los recalcitrantes no tardaban en firmar, o en aceptar, siendo la mayoría analfabetos, que el moqaddem (`jefe de poblado´) firmase en su lugar la hoja de enganche", explica Madariaga.
El historiador José Luís de Mesa, por su parte, considera que en la adhesión de los indígenas a los alzados influyeron cierta medidas aplicadas por el Gobierno del Frente Popular en Marruecos (como la prioridad laboral otorgada a españoles en paro sobre marroquíes en Melilla, el intento de extender las ideas frentepopulistas o la protección brindada a los sefardíes), así como la hábil propaganda franquista.
En este aspecto, frente al desencanto que -como veremos- generó la República en el Protectorado, el Ejército gozaba de prestigio, y los rebeldes pronto ofrecieron contrapartidas para ganarse a la población. El ingreso en la vida militar fue inicialmente atractivo pues se ofrecía comida, vestido y salario (con dos meses de paga anticipada), cuatro kilos de azúcar, una lata de aceite y panes diarios según el número de hijos de quienes lucharan en España. Además, manipularon con habilidad a los nacionalistas marroquíes, concediéndoles margen de acción en su propaganda contra Francia y aprobando la creación de dos partidos (el de las Reformas Nacionales y el de la Unidad Marroquí). Además, se reservó una cuota del 75 por ciento de las plazas de la administración del Protectorado para los nativos.
LA PROPAGANDA FRANQUISTA: EXALTACIÓN DEL "MORO"
Dado que Francisco Franco se proclamó ejecutor de una Cruzada, presentó la contienda como una lucha de cristianos y musulmanes unidos contra los ateos: "Nuestra guerra es una guerra religiosa. Nosotros, todos los que combatimos, cristianos y musulmanes, somos soldados de Dios y no luchamos contra hombres, sino contra el ateísmo y el materialismo", manifestó en 1937.
Su propaganda lo retrató como amigo del Islam; se difundió que había abrazado la fe musulmana e incluso que tenía el propósito de restaurar el imperio del Islam de al-Andalus. Su figura fue enaltecida en composiciones marroquíes, como la Canción del naranjo en flor: "Si tus amigos te preguntan quién es Franco, / diles que es el hombre del bien, el que combate contra el mal". Y Franco hizo una poética promesa a sus tropas: "Cuando florezcan los rosales de la victoria, nosotros os entregaremos sus mejores flores".
Esta alabanza de la contribución marroquí perduró durante la contienda y en la posguerra. El escritor José María Pemán -sumado a los franquistas-, en su Poema de la bestia y el ángel, elogió a África como "cuna del resurgimiento patrio", y el intelectual falangista Ernesto Giménez Caballero fue más rotundo: "Guarden otros pueblos el oro; nosotros, el moro".
Eran cantos a una Cruzada con musulmanes en su vanguardia.
EXPERIENCIA, ARROJO Y BRUTALIDADSe estima que, de los 80.000 marroquíes que habrían combatido en la Guerra Civil, unos 11.000 (el 14 por ciento) fallecieron y 56.000 (el 70 por ciento) fueron heridos. Su papel de carne de cañón fue decisivo, pues dotó a los franquistas de una vanguardia temida y con experiencia, y además permitió ahorrar vidas españolas, como recordó un soldado: "El Alto Mando del Ejército Nacional tuvo un gran acierto en llevar tantos miles de moros a la península, porque de no haberlo hecho habríamos muerto la mitad más de soldados españoles". Se ha señalado que la posibilidad de morir en combate en las filas marroquíes duplicaba la de las filas españolas.
Como contrapartida, Franco no entregó a sus marroquíes los "rosales de la victoria", sino el derecho al pillaje y poca cosa más: "La toma de ciudades y pueblos se ajustaba al mismo patrón que las razias en el Rif: entrada a sangre y fuego, seguida de saqueo, destrucción, violaciones y matanzas de la población civil [...] con la complicidad e incluso la aprobación de muchos oficiales españoles", explica María Rosa de Madariaga.
Es célebre al respecto el testimonio del periodista estadounidense John Whitaker, quien escribió que los oficiales franquistas "nunca me negaron que hubiesen prometido mujeres blancas a los moros cuando entrasen en Madrid" y fue testigo de un brutal episodio, cuando dos jóvenes muchachas menores de 20 años fueron detenidas por tropas de Mohamed Ben Mizzian, el más alto oficial marroquí. Tras ser registradas e interrogadas, "El Mizzian -escribió Withaker- las llevo a un pequeño edificio [...] en el cual descansaban unos cuarenta moros. Cuando llegaron a la puerta, se escuchó el ululante grito salido de las gargantas de los soldados. Asistí a la escena horrorizado e inútilmente indignado. El Mizzian sonrió afectadamente cuando protesté por lo sucedido, diciendo: `Oh, no vivirán más de cuatro horas"´.
Los aguerridos marroquíes inspiraron temor a sus propios mandos, según narró un ex combatiente: "El trato que nos daban los oficiales era bueno, pero por miedo, pues, si nos trataban mal, el moro les daba un tiro". Estos no siempre discriminaban entre amigos y enemigos en su saqueo. Al tomar Badajoz, por ejemplo, robaron en todas las tiendas de la calle San Juan alegando que sus dueños eran comunistas, argumento que también asumieron los legionarios que se unieron al expolio.
Por otra parte, las posibilidades de promoción militar fueron harto limitadas para los marroquíes, como señala el historiador Gustau Nerín: "El número de oficiales marroquíes era escaso. Estaban absolutamente discriminados y ni siquiera podían utilizar las mismas dependencias que los europeos. Los sargentos indígenas no eran considerados suboficiales, como los europeos, sino que formaban parte de la clase de tropa; pues entre los mandos estaban muy extendidos los tópicos y las actitudes racistas. Así, se puso trabas a los matrimonios mixtos y la propaganda franquista comparaba a los soldados marroquíes con chiquillos: "Como el niño pequeñito cuando se ve en algún peligro [...] amenaza con decírselo a su amadísimo padre, tales los moritos con su padre y nuestro padre, Franco".
LA GUERRA CIVIL COMO GUERRA COLONIAL
¿Fue exclusiva de los marroquíes la brutalidad? En realidad, la Guerra Civil reflejó patrones de guerra colonial adquiridos por el ejército de África durante dos décadas, tanto por sus componentes europeos (la Legión) como por los indígenas. Recordemos que España, recién salida de la crisis de 1898, se vio inmersa por compromisos internacionales en la aventura colonial de Marruecos, muy impopular y costosa en dinero y vidas. Fracasada la penetración pacífica por la oposición de las tribus del Rif, se produjo una escalada militar jalonada por desastres españoles, como el del Barranco del Lobo en 1.909 y, sobre todo, el descalabro de Annual en 1921, una cruel masacre en la que murieron 9.000 hombres y numerosos soldados fueron castrados y decapitados.
La posterior reconquista española del territorio se caracterizó también por una crueldad desmedida: los poblados fueron devastados, hubo ensañamiento con los rifeños (los legionarios se fotografiaron ostentando cabezas de marroquíes como trofeos) y se emplearon gases tóxicos. En un manual fechado en 1925, un auditor de División certificó lo asumido que estaba el pillaje: "En la lucha contra los rebeldes marroquíes, no hay más remedio que admitir la razia, primero, porque es un estímulo o acicate para los que son leales a nuestra causa y combaten a nuestro lado, y segundo y principal, porque es el único medio de restar a los rebeldes elementos de resistencia".
Los militares forjados en Marruecos y sus tropas trasladaron esta experiencia de lucha a la península. Ya en octubre de 1934, Franco -como asesor del ministro de la Guerra- dirigió la represión de la revolución de Asturias -zona entonces descrita como el nuevo Rif- con tropas marroquíes y según un patrón colonial. El futuro dictador así lo reconoció ante un periodista: "Esta también es una guerra de frontera como aquella: los frentes son el socialismo, el comunismo y las demás formas de asalto y ataque a la civilización para sustituirla por la barbarie". El romance asturiano de Villafría, aunque ha sido datado en 1936, recordaría en realidad este episodio: "Los moros, madre, los moros / vienen por la Tenderina; / matan hombres, saltan muros, / los hogares desvalijan / y siegan niños y mozas / como si fueran espigas".
Así las cosas, la violencia de los marroquíes en la Guerra Civil fue el reflejo de prácticas desarrolladas por indígenas y españoles en la contienda colonial precedente. Las amputaciones de orejas, narices y testículos )la castración fue prohibida en el bando franquista, pero a menudo se hizo caso omiso de la orden) y las decapitaciones fueron practicadas por marroquíes y legionarios, pero solo imputadas a los primeros. Igualmente, las violaciones de mujeres por africanos tuvieron su precedente en las de las marroquíes efectuadas por españoles durante las décadas previas, pero el bando republicano solo atribuyó esta sevicia a los moros. La dirigente comunista Dolores Ibárruri, Pasionaria, aludió a una “morisma salvaje [...] que se vierte en horrendas violaciones de nuestras muchachas, nuestras mujeres".
DISIDENCIAS Y PROTESTAS AHOGADAS
Aunque la mayoría de los soldados marroquíes eran analfabetos y no tenemos muchos testimonios directos de ellos, parece que el atractivo de la Guerra de España disminuyó con el tiempo. Dos sargentos españoles que se pasaron al bando republicano así lo reflejaron ya en noviembre de 1936: "Al principio de la guerra daban a los [marroquíes] que se alistaban una paga de cuatro pesetas; ahora no les pagan ya y envían a su familia el producto de lo que han pillado". De hecho, uno de ellos le escribió a su padre en diciembre de1937: "No vayan a cometer la torpeza de filiarse, porque el que venga a esta no volverá con vida. En un solo día murieron 350; y no den crédito a lo que digan por ahí". Surgieron protestas y resistencias contra la recluta, y los caídes o notables remisos a cumplir disposiciones fueron enviados a campos de concentración (solo en casos contados se los ejecutó). También Abd el-Krim, el líder exiliado de los rifeños alzados contra los españoles en los años 20, se opuso a que estos lucharan como mercenarios: °Ni un solo rifeño con los generales, todo el Rif contra los generales´: Pero no había posibilidades de llevar a cabo con éxito una revuelta, dada la falta de gran parte de la población masculina (que combatía en España), el fuerte control militar del territorio y las malas cosechas.
Los rebeldes buscaron soldados marroquíes también en el Sahara español, en lfni y en el Protectorado francés. Aunque el Gobierno galo era ideológicamente afín al hispano (también era del Frente Popular), los mandos militares del Marruecos francés simpatizaban con los rebeldes españoles y no pusieron trabas a la recluta. Asimismo, Franco se preocupó por sus magrebíes. Por ejemplo, envío caídes a España para calmar ánimos; cuidó que su comida se atuviera a los preceptos coránicos; impidió tentativas de catequesis; dispuso hospitales con oratorios y cementerios para ellos; les garantizó también sus cafetines, músicos y prostitutas; incluso facilitó peregrinaciones a La Meca y fue habitual la presencia de autoridades en las unidades marroquíes para animarlas.
EL DESENCUENTRO ENTRE LOS MARROQUÍES Y LA REPÚBLICA
Para comprender cómo se afianzaron de modo tan firme los sublevados en Marruecos, es importante tener en cuenta que las esperanzas que despertó la proclamación de la República entre los musulmanes pronto se vieron frustradas. Estos, entre otras demandas, pidieron unas elecciones municipales libres y establecer un consejo superior elegido por marroquíes que votase el presupuesto general. Pero sus demandas no se vieron satisfechas, ni tampoco funcionó el intento de reemplazar el Alto Comisario militar por otro civil. Tal situación obedeció a la voluntad del Gobierno español de no disgustarse con Francia. De hecho, los nacionalistas marroquíes incluso manifestaron que la Monarquía los había tratado mejor que la República. Así las cosas, los militares españoles rebeldes pronto contaron con importantes apoyos, y el sultán marroquí Mohamed -que reinaría como Mohamed V- no condenó su actuación.
La República valoró la posibilidad de promover una rebelión nacionalista en el Protectorado, que habría podido ser decisiva, pero que resultó inviable tanto por el peso minoritario de los nacionalistas marroquíes y sus divisiones internas, como por el escenario internacional, pues Francia y Gran Bretaña no tenían interés alguno en aventuras que podían trastocar el statu quo territorial de África.
El único peligro verdadero para Franco, señala el hispanista Stanley G. Payne, fue cuando -entre la primavera y el verano de 1938- se alzaron voces militares en Francia que preconizaban ocupar el Protectorado español y "seguir una estrategia periférica contra el Eje y su último socio, Franco". Entonces este movilizó dieciséis batallones a Marruecos disuadió cualquier tentativa en tal sentido. Así, concluye Payne, "durante toda la guerra, el Protectorado siguió siendo una retaguardia muy útil y productiva para los nacionales, una contribución decisiva a su victoria".
LA POSGUERRA: LOS OLVIDADOS
Acabada la contienda, en España se siguió loando la contribución marroquí. El 17 de julio de 1939 se estrenó el film Romancero marroquí, que mostraba la adhesión de estos a la causa de Franco. Ese mismo año Agustín de Foxá publicó el Romance de Abdel Azis, que hace alusión al combate de un soldado marroquí contra la barbarie semítica y oriental: "Que al otro lado del monte / los hombres sin Dios te aguardan, / con tanques de oro judío / y cien banderas de Asia". La presencia militar africana en la península perduró hasta fines de los años 40, cuando se redujo de modo drástico para descargar el erario público, y se intentó evitar que los soldados marroquíes permanecieran en España. Solo quedó entonces, como presencia visible, la Guardia Mora de Franco, suprimida al estallar la Guerra de Ifni-Sahara (1957-1958).
Después de que concluyera de modo traumático la descolonización de África en 1976 con el abandono del Sahara, nadie en España tuvo interés en rememorar la incómoda presencia de los moros de Franco: los republicanos y la oposición al régimen por motivos obvios, mientras que los antiguos franquistas pasaron página y, al recordar el carácter de supuesta Cruzada de la Guerra Civil, relegaron a un discreto segundo plano su componente marroquí.
De su lucha en la contienda, como de la de los africanos de Charles de Gaulle que retrata el film Days of Glory, solo quedaron anónimos ex combatientes pensionados sumidos en el olvido. Hacia 1985 estos eran unos 5.000. Como los de la película, los que sobreviven todavía hoy perciben pensiones inferiores a las de otros ex soldados españoles, debido a que cuando se jubilaron no tenían esta nacionalidad, aunque, concluido el conflicto, se reconoció derechos económicos a los supervivientes y a los familiares de los fallecidos. En todo caso, subraya María Rosa de Madariaga, quien estableció sus bajas pensiones como "un acto definitivo y no revisable" fue Franco. Pese a ello, la imagen positiva del dictador aún perdura en el antiguo Protectorado, como ha reconocido el historiador José Antonio González Alcantud: "Franco en Marruecos no es, como para nosotros los españoles, sinónimo de dictador aborrecido, sino fuente de prestigio social aún".
¿CUANTOS FUERON EN REALIDAD?LAS ESTIMACIONES SOBRE EL NÚMERO DE SOLDADOS MARROQUÍES varían según el tipo de tropa que se incluya en el cómputo. Además, no hubo controles franquistas al inicio de la recluta. El 18 de julio las fuerzas militares en el Protectorado-ascendían probablemente a unos 40.000 hombres: 22.000 europeos y 18.000 marroquíes. En abril de 1937 se han calculado unos 50.000 africanos en las filas franquistas. En Octubre de 1938 podrían haber alcanzado entre los 60.000 y los 80.000.
Tanto el coronel José M. Garate Córdoba como el historiador Carlos Engel han establecido estimaciones similares sobre el total de combatientes 78.504 Garate y 78.849 Engel. El primero calcula que hubo 11,500 muertos, y 55.468 heridos, mientras que Engel apunta 10.143 muertos, y no ofrece datos sobre la cifra de heridos, pues no considera claras las fuentes al respecto.
LOS MARROQUÍES DE LA REPUBLICAES POCO CONOCIDA LA PRESENCIA DE COMBATIENTES ÁRABES también en las filas republicanas, dentro de las Brigadas Internacionales. No tenernos tampoco cifras exactas; aunque los alistados habrían sido unos 800. Entre 150 y 200 de ellos habrían muerto, y unos 300 habrían resultado heridos. En cuanto a su composición, predominaron los argelinos y, en menor número, los marroquíes. Según el historiador Abdelatif Ben Salem, estos soldados magrebíes perseguían un doble objetivo: "Defender sus ideales y denunciar la propaganda que presentaba a los árabes corno eminentemente pro fascistas".
EL BANDO FRANQUISTA PROYECTÓ EN SU PROPAGANDA la imagen de una Cruzada contra las "hordas rojas" y ateas, y evitó las referencias visuales a sus tropas árabes.
A LA PROPAGANDA DE FRANCO DESTACÓ A ESPAÑA como referente espiritual del mundo, pero olvidó la ayuda decisiva de los musulmanes .
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