dimarts, 15 de desembre del 2015

El autor de 'Bajo el imperio de la Gestapo' desvela el papel estratégico de La Rioja para el Tercer Reich.


http://www.larioja.com/culturas/201512/13/nazis-hospedaban-espolon-20151213010714-v.html


«Los nazis se hospedaban en El Espolón»

Marcelino Izquierdo, en la hemeroteca de Diario LA RIOJA. :: juan marín
Marcelino Izquierdo, en la hemeroteca de Diario LA RIOJA. :: juan marín
  • MARCELINO IZQUIERDO, escritor y periodista

  • El autor de 'Bajo el imperio de la Gestapo' desvela el papel estratégico de La Rioja para el Tercer Reich

  • J. SAINZ | LOGROÑO.

  • «Franco quiso colaborar con el Eje. Y lo hizo en la medida de lo posible: permitiendo que hubiera bases alemanas, colaborando estrechamente con la Gestapo, suministrando minerales estratégicos y alimentos a Alemania. El mito de la neutralidad es algo que se creó después para congraciarse con los vencedores». Esta afirmación del historiador Paul Preston abre con todo sentido el libro 'Bajo el imperio de la Gestapo. Espionaje nazi en La Rioja durante la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial', de Marcelino Izquierdo Vozmediano (Logroño, 1958). El escritor y periodista, jefe de Cierre de Diario LA RIOJA, desvela en esta obra, mezcla de ensayo histórico y gran crónica, cómo esta provincia, en la que supuestamente nunca pasó nada, «albergó entre los años 1939 y 1945 un importante entramado de espionaje que, bajo las órdenes de Adolf Hitler, colaboró con el Tercer Reich a lo largo de la SGM».
    -¿Cómo llegó a convertirse La Rioja en enclave estratégico para el Reich? ¿Lo fue primero para Franco en la Guerra Civil?
    -La Guerra Civil dura en La Rioja ochenta horas y luego se convierte en una retaguardia tranquila, aunque no así por la represión. A finales del 36 y principios del 37 empiezan a llegar al aeródromo de Agoncillo tropas alemanas de la Legión Cóndor e italianas y toman La Rioja como baluarte en la retaguardia: en el Ebro, cerca del Norte y no lejos de Madrid, que era su objetivo principal.
    -El aeródromo de Agoncillo participa en el adiestramiento de la Legión Cóndor y ¿hasta qué punto en bombardeos como el de Guernica?
    -No solo en el de Guernica, también en el de Durango, que fue incluso más salvaje, en el de Lérida, también una auténtica masacre. Agoncillo era un punto importante de agrupamiento de tropas y almacenamiento de material. Pero, además, ahora sabemos por las imágenes del fotógrafo Félix Guallar, aragonés y riojano de adopción, que parte de los aviones que volaron a Guernica despegaron de Agoncillo; no los que bombardearon, sino los que les cubrían las espaldas.
    -Es una base que Alemania utiliza después en la Guerra Mundial.
    -Los franceses ya sospecharon y denunciaron en el 38 que Alemania e Italia estaban reforzando unos aeródromos de Agoncillo y Zaragoza que ya no les hacían mucha falta en la Guerra Civil española, que Franco tenía ya prácticamente ganada. Son bases que los alemanes emplearán en la SGM para volar al sur de Francia y como punto logístico y de espionaje militar e industrial.
    -¿Cuántos alemanes podía haber en Logroño en aquella época?
    -Sería una población flotante de entre doscientos y trescientos militares y civiles yendo y viniendo. Y además estaban los italianos, que eran más numerosos.
    -¿Así es como llegan a Logroño el partido Nazi y la Gestapo?
    -Con la Cóndor llegan militares y también civiles como Franz Lübs, un ingeniero especialista de la factoría Heinkel, dedicada a la aviación militar, que llega a Logroño en el 37 y que sería después el jefe de la Gestapo.
    -¿Qué función tenía?
    -Al terminar la guerra en España, Alemania ya está dispuesta para empezar la SGM y Hitler se da cuenta de que España, tanto si entra en la guerra como si no, le beneficia estratégicamente y le conviene tener aquí una red de espionaje. Así que los nazis deciden aprovechar la infraestructura que ya tenían montada. Aunque la Legión Cóndor se va, se quedan algunos de sus elementos, entre ellos Lübs. Se dedica a controlar la base militar, al espionaje aéreo y cartográfico, a supervisar bajo la apariencia de misiones meteorológicas el espionaje aéreo de los aliados, a organizar el suministro de wolframio desde León y Galicia a Alemania, a controlar a los alemanes que viven en esta zona, investiga al obispo Fidel García, contribuye en la captación de efectivos para la División Azul...
    -¿Cómo era su vida en Logroño? ¿Dónde residía? ¿Con quién se relacionaba?
    -Era un tipo muy listo, ingeniero recién licenciado. Tenía alrededor de 26 años. Era alto, ojos azules, vestía elegantemente. Enseguida se relaciona bien con todo el mundo, también en León, donde controla las minas. Primero vive en un par de pensiones en Portales y luego se instala en el Hotel Comercio, en el Espolón. Y finalmente busca un lugar menos llamativo en Muro del Carmen. Hace una vida aparentemente normal, se relaciona con sus vecinos, tiene amigos alemanes, se echa novia con la que se casará en Valvanera, y se relaciona mucho con gente de segunda fila del movimiento, de Falange.
    -¿Colaboran con él las autoridades?
    -Sí, gobernadores civiles de distintas ciudades, delegados de trabajo... Aquí organiza actos de proselitismo dirigidos a la Sección Femenina, al Frente de Juventudes, a la Falange. Proyecciones de cine, homenajes a la División Azul... Pero también tiene contactos entre la gente más llana, como el encargado de la cantina del aeródromo, su principal soplón.
    -¿Se le conoce alguna víctima?
    -Hay casos de alemanes que encuentran aquí, los denuncian y los deportan a su país para encerrarlos en campos de concentración o ejecutarlos. Se da el caso de un mecánico alemán que trabajaba en Agoncillo al que detuvieron y deportaron, pero que logró escapar y contarlo todo.
    -¿Qué otros nazis hubo aquí?
    -Uno de los colaboradores habituales de Lübs es Rolf Konnecke, agregado en el consulado alemán en Bilbao, miembro de las SS y agente de la Gestapo en Logroño, Burgos y Vizcaya. Y Otto Oskar Müller, otro nazi que también se hospedaba en el Espolón, en el Hotel París, junto al Comercio, y que trabajaba como traductor.
    -¿Los controlaban los aliados?
    -España fue el paraíso de los espías nazis. El embajador de Reino Unido en Madrid, Samuel Hoare, llegó a decir que en ningún otro sitio fuera de Alemania hubo un aparato de inteligencia nazi tan importante. Los espías alemanes jugaban como en casa. Los británicos supieron hasta qué punto era así al terminar la guerra y preparar los juicios de Núremberg.
    -¿Cuándo se marcha Lübs y qué destino corrió?
    -Desaparece en diciembre del 44, pero no regresa a Alemania. Se esconde en Burgos, huyó a México y se buscó muy bien la vida como ingeniero. Murió al final de los años setenta.
    -Y usted localizó a su familia.
    -Fue duro para ellos, sobre todo para su hijo, porque no conocían toda la historia. Pero finalmente accedieron a contarme la parte que solo ellos conocían. De hecho, así pude saber que Lübs viajó por última vez a Alemania en el 74 y que también estuvo en Logroño con una de sus hijas. Fue un solo día, para visitar a unos familiares de su esposa.