El próximo día 22 se cumplirán 75 años de la muerte del poeta Antonio Machado en Collioure, un pequeño pueblo marinero francés, a pocos kilómetros de la frontera. En esa población, cuya luminosidad enamoró a los pintores André Derain y Henri Matisse, fue a parar Machado con su familia, derrotados en una Guerra Civil que lo había separado de su hermano Manuel quien permaneció en el Burgos franquista dedicando poemas a Franco. Ese triste final en el destierro siguen haciendo del poeta de «Campos de Castilla» o «Soledades» un símbolo del compromiso social y literario, del drama de la guerra y de su exilio.
Esta semana, el Instituto Francés de Barcelona tratará de analizar la figura del escritor, así como el exilio republicano en suelo francés. El ciclo de conferencias, que cuenta con la presencia de numerosos especialistas, así como de algunos de los sobrinos del poeta, se prolongará hasta Collioure, donde se viajará el día próximo 15 para conocer los sitios vinculados con los últimos día del poeta. Al frente de esta iniciativa se encuentra la escritora Monique Alonso, autora de «Antonio Machado, el largo peregrinar hacia el mar», obra editada por Octaedro y que aporta nuevos e interesantes datos sobre la andadura del poeta durante la Guerra Civil hasta su muerte en el Hotel Bougnol-Quintana de Collioure. Es en esta población en la que está enterrado junto a Ana Ruiz, su madre, fallecida a los tres días de la muerte de su hijo.
Alonso, en declaraciones a este diario, explicó que su búsqueda machadiana se ha basado «en los documentos, tratando de cotejarlos. He ido en contra de esas cosas que se repiten sobre don Antonio y que no son exactas. Empecé de joven, hablando con varios testigos directos, como miembros de la familia Machado o algunas de las personas que acogieron al poeta en Collioure». La investigación le hizo constatar que «habían cosas que no me cuadraban. Por eso, decidí reunirlos a todos en Collioure y de allí salió lo que fue realmente ese exilio. Con Machado hay que hacer un libro que explique su historia, no podemos escribir inexactitudes».
Entre esos detalles, probablemente uno de los más conmovedores sea el viaje de Manuel al enterarse de la muerte de su hermano Antonio. No se sabe cómo se enteró y cómo logró los salvoconductos para salir de Burgos y atravesar un país en ruinas. Cuando llegó al pueblecito francés descubrió que también su madre había fallecido. Se sabe que se reunió con su hermano José, pero ninguno de los dos dejó testimonio escrito de todo aquello. «Manuel estuvo porque así me lo confirmaron Matea Monedero, cuñada del poeta; Mme Quintana, la mujer que acogió a los exiliados; y Mme Figueras, la primera persona que habló con los Machado cuando llegaron a Collioure. He intentado reunir documentos de ese momento, como el pasaporte de don Antonio para ver cómo fue su paso por la frontera, pero no ha aparecido. Sí sabemos que su hermano Manuel se lo llevó, además de su bastón y sus últimos papeles», asegura Alonso.
¿Qué ocurrió en esos días en el exilio? El 27 de enero de 1939, la familia Machado pasó la frontera a pie como lo hicieron numerosas personas que huían de las tropas franquistas. Como escribió Waldo Frank, «el poeta, casi inválido, caminaba en el seno del cuerpo doloroso de su pueblo, sostenido por su madre». Aquella primera noche en tierra francesa la pasaron en un vagón de tren abandonado en vía muerta, junto con Carles Riba y Joan Sales. Al día siguiente, a las cinco y media de la tarde, llegaron a Collioure tras apearse en la estación de tren de ese pueblo desconocido para ellos.
«Professeur»
Juliette Figueres, propietaria de una tienda de tejidos y ropa interior, fue la primera persona que atendió a los cansados viajeros que llegaban con lo puesto, tras perderlo todo al pasar la frontera. De allí pasaron, por indicación del ferroviario Jacques Baills, al Hotel Bougnol Quintana, situado a pocos metros y que se conviritó en su alojamiento. Nadie sabía que en ese grupo formado por dos hombres y dos mujeres estaba un gran poeta español llamado Antonio Machado. Cuando éste rellenó la ficha del hotel, junto a su nombre apunto «professeur» como su profesión. Baills, le comentó a Alonso que «me sorprendí al leer ese nombre. Cuando yo estaba estudiando español había leído unas poesías de un poeta llamado Antonio Machado, y primero pensé que se trataba de una coincidencia, no obstante, una noche, cuando bajó a cenar fui a preguntarle si era él. Me contestó muy triste, con la mirada perdida "sí, soy yo"».
El hotel sigue hoy en pie y durante años se ha especulado con la posibilidad de convertirlo en un museo machadiano. Monique Alonso reproduce en su libro algunas imágenes recientes del interior de aquel establecimiento. «El Ayuntamiento de Collioure intentó comprarlo hace algún tiempo para convertirlo en un museo. Si un día se vende, tendrán prioridad», recuerda Alonso, también responsable de la fundación que lleva el nombre del autor del autor de «Juan de Mairena».
Machado tuvo tiempo de pasear dos días por la playa de Collioure y hasta bromerar con su hermano José sobre la posibilidad de vivir en una de las casitas de los pescadores de la zona. Probablemente ese andar por la playa le inspiró sus últimos versos, los mismos que dejó escritos en un pequeño papel que después de su muerte encontró José Machado en un bolsillo del gabán. Con un punto de nostalgia, pensando en su Sevilla natal, escribió: «Estods días azules y este sol de la infancia».
«Ligero de equipaje»
El 22 de febrero de 1939 murió en una de las habitaciones del Hotel Bougnol Quintana, igual que como había descrito al final de «Retrato», uno de sus poemas más conocidos: «ligero de equipaje,/casi desnudo, como los hijos de la mar».
Tanto tiempo después, a los 75 años de aquellos tristes momentos, Antonio Machado sigue siendo un símbolo del exilio y del compromiso político y social. Para los habitantes de Collioure se le sigue viendo así, incluso entre los más jóvenes. Monique Alonso tembién lo ha constatado. «Para los jóvenes, Machado es un personaje importante, como otras personalidades que hay enterradas en el cementerio de Collioure. Forzosamente existe la conciencia de que se trata de alguien muy importante. No hay que olvidar que su tumba nunca está sola», concluye la escritora.
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