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"Pasamos mucho frío, hambre y, sobre todo, miedo", relata un octogenario que de niño estuvo en el campo de Rivesaltes
MIGUEL MORA Rivesaltes 12 FEB 2014 - 21:37 CET2
Antonio de la Fuente y Ferraz es uno de los miles de niños españoles que vivieron en Rivesaltes. Hijo de un carabinero republicano, tenía 10 años cuando su familia escapó de Puigcerdá y cruzó a Francia en febrero de 1939 con otros 240.000 refugiados. Antonio tenía cuatro hermanos, varios tíos y una abuela, pero el interminable periplo por los campos de refugiados franceses separó a la familia. “Rivesaltes era el peor de todos”, recuerda en su buen español con leve acento francés y catalán este metalúrgico jubilado, que tiene 84 años y una memoria prodigiosa.
“Cuando salimos de España yo fui con mi madre, mi abuela y mis tres hermanos pequeños en tren hasta el campo de Verdún, cerca de Rennes, en Bretaña. Mi padre y mi abuelo ingresaron en el campo de Argelès-sur-mer con mi hermano Paco, que era el mayor. Nosotros estuvimos en Bretaña hasta el 5 de septiembre. Cuando Francia declaró la guerra a Alemania nos quisieron devolver a España. Nos preguntaron si queríamos volver por Portbou o por Irún y mi madre optó por Cataluña. Los de Irún eran pocos y los metieron a la fuerza en España. A nosotros al final nos metieron en el campo de la playa de Saint Ciprien y luego nos llevaron a Argelès. De allí fuimos al campo de Bram, en Carcassone, y otra vez de vuelta a Argelès, donde estuvimos desde finales de 1940 hasta la primavera de 1941”.
En ese momento su parte de la familia ingresó en el campo de Rivesaltes, un inmenso erial azotado por el viento, organizado en siete islotes y con casi 500 barracones. “Allí pasamos casi dos años en unas condiciones malísimas. Lo peor es que no sabíamos dónde estaban mi padre y mi tío. Pasamos mucho frío, hambre y, sobre todo, miedo. No había forma de saber qué iban a hacer con nosotros, y veíamos que deportaban a los judíos a Alemania, pero no sabíamos qué pasaba”.
“Estuvimos allí hasta el 24 de noviembre de 1942. Los alemanes llegaron hasta Perpiñán y se quedaron con el campo, así que a nosotros nos llevaron a Gurs, en Pau, el campo de los vascos y los aviadores. En 1943 pareció que también a nosotros nos iban a deportar a Alemania, nos metieron en el tren, pero por suerte nos dejaron en un refugio en el Puy de Dôme, y luego a otro donde había franceses, judíos, belgas, holandeses, españoles y gitanos”.
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