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Langreo, J. VIVAS Cuatro historias de represión y tortura que medio siglo después podrían llegar a los tribunales. Esa es la pretensión de Anita Sirgo, Manuel José García, Vicente Gutiérrez Solís y Faustino Sánchez. Estos cuatro represaliados esperan que los tribunales de Argentina juzguen a aquellos que, como denuncian, les torturaron durante el régimen franquista. Aunque en algunos casos ya ha pasado más de medio siglo, sus relatos suenan igual de crudos que entonces.
El caso de Anita Sirgo llegó incluso a la gran pantalla. Fue una de las víctimas de tortura en la huelga de 1962, unos hechos que generaron una ola de solidaridad y denuncia en todo el Estado y en la comunidad internacional. “Siempre he querido que se supiera la verdad”, cuenta. Sirgo fue detenida y maltratada por participar de forma activa en la movilización de las mujeres de las Cuencas en apoyo de la huelga minera. “Querían que les diésemos información. Nos negamos en rotundo, pero nuestra negativa era respondida con tremendas palizas y rapándome el pelo con una navaja de afeitar”, relata. Sirgo nunca tuvo miedo. De hecho, cuando terminó su tortura “me fui a la calle para contarle a todo el mundo lo que habían hecho conmigo”.
El causante de sus torturas, tal y como afirma, era el capitán Caro Leiva, un guardia civil al que espera sentar en el banquillo. Igual que su marido, Manuel José García, conocido como “Jose’l Gallegu”. “Ni sé las veces que estuve detenido, no paré hasta el año 1971″. Este hombre llegó a ser juzgado por un tribunal militar y sufrí “multas, vejaciones, incluso estuve cinco meses sin poder trabajar”. García señala que, “aunque muchos no lo sepan, España estaba en estado de guerra en el año 1963, porque la policía podía llegar a tu casa y tirarte la puerta abajo”. Su historia y su lucha también ha sido recogida por el historiador Jorge Muñiz en el libro “A mí hay que matarme de frente”.
En la década de los sesenta también empezaron las detenciones para Faustino Sánchez, debido a su actividad sindical y política en el Partido Comunista. “Era miembro del comité provincial en 1961 por culpa de un topo que el comisario Claudio Ramos, de la brigada político-social, había conseguido meter”, explica, asegurando que “las primeras torturas que sufrí fueron en el cuartel de Pumarín, querían que les diese información, pero siempre lo negaba y nunca llegué a firmar una declaración”.
Ocho años más tarde, Sánchez volvió a ser delatado por su actividad sindical y política. “Me volvieron a llevar a Oviedo y querían saber dónde estaba la propaganda, me dieron leña, pero yo les decía que no sabía escribir, que tenían que ser los periodistas los que la tenían”. A consecuencia de los golpes que sufrió entonces, le rompieron dos costillas y los tímpanos. “A la salida de la cárcel, el tío me puso la mano en el hombro y me dijo que me mandaba a Burgos a hacer la carrera ocho años (a la cárcel) y allí me llevaron”. Además de las palizas sufridas, Sánchez también tuvo muchos problemas laborales, “fui despedido cantidad de veces, mientras que otras veces no me querían contratar directamente”.
Sánchez quiere llevar al banquillo al expolicía Pascual Honrado de la Fuente, al que acusa de torturarle junto al comisario Claudio Ramos en 1969. No es el único, también lo denuncia Vicente Gutiérrez Solís, quien llevó a cabo una labor de organización del Partido Comunista en los pozos mineros desde 1955. Su primera detención fue después de la huelga minera de 1957 y llegó a verse en la necesidad de escapar a Francia, donde volvió en 1966. Después, continuaron las detenciones y las palizas. La última vez que pasó por prisión fue en 1977. De todo lo sufrido, Gutiérrez denuncia los consejos de guerra que sufrió en los años 1960 y 1962. “Estuve deportado, exiliado y sin trabajo durante diecisiete años y ocho meses, sufriendo toda una penitencia durante el periodo de la dictadura”, destaca. Afirma que, “lo que más me dolió, fue precisamente el tipo de comportamiento que tuvieron con nosotros, cuando estábamos presos, nos llevaban de la celda a la comisaría de forma constante para darnos palos, hasta cuatro días seguidos estuve yo”. Gutiérrez Solís también señala que “han sido muchos años de batalla que nos han obligado a estar totalmente desligado de la familia, pero esto no va a quedar así”.
Estos cuatro vecinos del Nalón presentaron esta semana una denuncia en Madrid ante el consulado de Argentina en Madrid para que se incorpore a la querella impulsada en el país sudamericano contra los crímenes del franquismo.
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