En Alicante se había instalado la barbarie. Durante tres días y tres noches los refugiados esperaron en vano ser embarcados. Muchos niños murieron de inanición. Otros, como Francisco Oliver, prefirieron suicidarse. Había sido el alcalde socialista de Alzira y su último gesto simboliza la frustración de todos aquellos hombres y mujeres condenados sin remisión. Carmen Arrojo, una de las pequeñas concentradas en ese infierno en miniatura, lo contó hará un decenio, explicando que delante suyo un hombre encendió un puro, se sentó y una vez lo encendió procedió a coger una navaja para rebanarse el cuello de lado a lado. Nunca se encontró su cuerpo ni existe certificado de defunción alguno.
El 31 de marzo, un día antes del célebre Cautivo y desarmado, la división Littorio ocupó Alicante. El cónsul argentino intentó mediar un acuerdo respaldado por sus homólogos de Francia y Cuba. Los italianos se comprometieron a facilitar salvoconductos a quienes quisieran abandonar España siempre que los republicanos allí presentes depusieran las armas. Aceptaron y de nada sirvió. Franco desautorizó la acción. Los refugiados fueron desalojados del puerto. Las familias fueron separadas con violencia. Quienes protestaron fueron golpeados o fusilados.
Cuando se evaporaron las últimas opciones de ser evacuados los suicidios aumentaron. Los prisioneros fueron obligados a desfilar delante de los cadáveres. Alguien dijo pronto envidiaremos a los muertos. Tenía razón. Mujeres y niños fueron conducidos a la ciudad, donde permanecieron un mes hacinados en un cine sin poder lavarse ni apenas comer.
Otros fueron conminados a caminar hasta el Campo de los Almendros, donde había un almendral. Durante seis días entre dieciocho mil y treinta mil seres humanos permanecieron en un espacio de 200 metros de ancho por 80 de largo, un improvisado campo de concentración donde se dormía sobre el barro a la intemperie y era imposible fugarse por un cerco de ametralladoras y alambre de espinos. La lluvia y el viento castigaban aún más a los reos. Durante una semana fueron alimentados en dos ocasiones. La primera con una pequeña lata de sardinas para cuatro personas y una barra de pan para cinco. La segunda con una lata de lentejas para cuatro y un chusco de pan para cinco. Arrancaban las nueces verdes y comían las hojas o la corteza.
"En una guerra nunca puedes reconocer, ni siquiera a ti mismo, que todo está perdido. Porque, cuando reconoces que está perdido, te machacan. Aquel que está siendo machacado y se niega a reconocerlo y sigue luchando por más tiempo, gana todas las batallas definitivas; a menos, por supuesto, que lo maten, se muera de hambre o se vea privado de armas o traicionado. Todas estas cosas le ocurrieron al pueblo español. Muchos murieron, sucumbieron al hambre o fueron privados de armas o traicionados". (Ernest Hemingway)
El 27 de febrero de 1939 Francia e Inglaterra reconocieron al gobierno de Franco, desvaneciéndose así la quimera de supuestos apoyos para alargar la agonía. Pocas horas después, ante los hechos consumados, dimitía el Presidente Manuel Azaña. Negrín se quedaba solo en la Posición Yuste, nombre dado al lugar donde se estableció el Gobierno de la Segunda República del 25 de febrero al 6 de marzo de 1939.
El primer ministro había encargado a Gobernación 60.000 pasaportes para escapar de lo que prometía ser una omnímoda cárcel. Sus sucesores conocían a la perfección el drama en ciernes, por eso el coronel Casado activó las gestiones para facilitar la tarea a quien quisiera salir de España y confeccionó con el general Matallana un plan para retirar las tropas del Ejército del Centro y retrasar el avance sublevado hasta la costa con el fin de dar tiempo a los que quisieran embarcar en los puertos para una evacuación masiva. Confiaba en la clemencia de Franco y esa ingenuidad supuso la ruina para millares de ciudadanos inocentes. El inminente vencedor exigía la rendición incondicional y pertrechó los medios necesarios para impedir cualquier forma de huida. A principios de marzo la flota republicana desertó la flota republicana sita en Cartagena y huyó a Bizerta. A partir de ese instante se decretó el cierre de las aguas territoriales españolas.
Se declaró cerrada toda la franja costera comprendida entre Sagunto y Adra. La única posibilidad para escapar de la pesadilla eran los buques mercantes. La protección de las aguas internacionales quedó en manos de barcos de guerra británicos y franceses. Nada podían hacer para proteger a los navíos mercantes en zona de guerra. En los puertos la única argucia era sortear el bloqueo, cruzar los dedos y rezar. El de Gandía estaba gestionado por ingleses. Protestaron de inmediato. En Alicante dos mercantes de esta nacionalidad, el Stanhope y el Ronwyn, zarparon el 9 y el 11 de marzo, alarmados por las noticias del bloqueo. El segundo había sido contrato por la Federación Socialista de Alicante para evacuar a más de seiscientos pasajeros cuya vida corría peligro en caso de ser capturados. Llegaron a Orán el 13 de marzo. El Stanhope acogió a unos pocos afortunados a cambio de cuantiosas cantidades de dinero. Días antes el Foreign Office había indicado que las autoridades anglosajonas que no evacuaría a refugiados sin permiso de Franco. Como cuenta Paul Preston en 'El final de la Guerra' (Debate) el premier Neville Chamberlain, el mismo que enarboló un papel tras Múnich definiéndolo como la paz para nuestros tiempos, haría por los prisioneros lo dictado por la palabra del Caudillo. Ni más ni menos. La nada. El oprobio porque la Historia siempre se escribe después.
-Jordi Corominas.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada