Familiares de varios fusilados en octubre de 1936, y enterrados en una sepultura colectiva en el cementerio del municipio onubense, llevan años intentando rescatar los restos óseos.
El proyecto exhumatorio está coordinado por AMHyJA, con una subvención de la Diputación de Huelva y el apoyo logístico del ayuntamiento local.
El Tormenta, El Alpargatero, Lara, Ricardo, El Pajarito… Eran apodos atribuidos a vecinos del pueblo onubense de Encinasola. Ellos, como Ripoll, Mazarrón y varias decenas más, fueron asesinados por la represión franquista. Al menos cinco de ellos serán exhumados, 77 años después, de una fosa común en el cementerio municipal, en una labor coordinada por la Asociación Andaluza Memoria Histórica y Justicia (AMHyJA) y financiada por la Diputación de Huelva con el apoyo logístico del ayuntamiento local.
"Ya es tarde, hija". Era la mañana del 30 de octubre de 1936 y el guarda del improvisado calabozo de la localidad enclavada en la sierra de Aracena espetó esta frase, con significado de sentencia, a Salud Domínguez. Llevaba café a su padre, José, un carpintero de 48 años que había sido arrestado por los golpistas sólo unos días antes y que, desde entonces, es uno de los más de 114.000 desaparecidos que hay en España víctimas del alzamiento militar y la dictadura.
Según los testimonios orales que se han transmitido entre generaciones, como el del antiguo sepulturero, aquella madrugada habían fusilado a tres personas. Entre ellos, José Domínguez Pérez, alias Ricardo, y Eusebio Vázquez López, conocido como Lara. Sus familias han mantenido estos años el recuerdo y la constancia que les lleva ahora a intentar rescatar sus restos óseos para ofrecerles una sepultura "digna" siguiendo aquellas indicaciones.
En la provincia de Huelva hay 120 fosas comunes
La Diputación onubense firmó un convenio con AMHyJA dotado con 12.000 euros que incluye el proceso exhumatorio (con un presupuesto de 7.700 euros) y otras actividades para la difusión de la memoria histórica como jornadas y publicaciones. Según informó el presidente de la asociación, Rafael López, la empresa Arq4 será la encargada de un trabajo que, basado en un proyecto arqueológico, tiene la autorización del Ayuntamiento de Encinasola, que aporta además la maquinaria para el movimiento de tierras.
El proyecto incluirá tareas como descripción de los hechos, características de la fosa, tratamiento de datos y estudio antropológico posterior de los restos hallados. En principio AMHyJA recibió la solicitud de Gabriela Vázquez, vecina de Encinasola que pretendía dar "un enterramiento digno a su hermano", Lara, asesinado durante la guerra civil. Tiempo después, sin embargo, Carlos Celso Martínez Domínguez, nieto de Ricardo, indicó que en aquel lugar señalado incluso con una lápida "hay enterradas cuatro personas más".
En la provincia de Huelva hay registradas unas 120 fosas comunes de las que, hasta ahora, sólo se han exhumado las que existían en Calañas, Zalamea la Real y Valverde del Camino. En Encinasola, un pueblo cercano a Extremadura y la frontera con Portugal, será la cuarta, un proceso que ha tardado "mucho", cuenta Celso Martínez. En estos años, tanto su madre, Salud –que conoció por un carcelero que ya no vería más a su padre–, como Gabriela, han muerto sin poder cumplir el deseo de honrar a sus familiares.
"Les confiscaron todo, hasta las gallinas"
La fecha del asesinato múltiple y entierro colectivo aparece en el Archivo Municipal. Cuenta Celso que su abuela, Salud López, era costurera y su abuelo, que pertenecía al Partido Comunista, carpintero, albañil ocasional y dueño, en una de sus casas, de un bar en el que había instalado "una mesa de billar" y al que acudían "amigos con afinidades políticas, gente de izquierdas". Era, "en los tiempos de la República", una familia "próspera" con cuatro hijos: José (19 años), Salud (15), Ricardo (14) y Saturio (11).
"Con el levantamiento vinieron las represalias" y, tras la ejecución, "les confiscaron todo, hasta las gallinas". Su abuela le contaba que incluso llegó "a pedir clemencia a los que se apoderaron del gobierno del pueblo", para que no matasen a su marido y que alguien llegó a responder: "La decisión está tomada, Salud, de clemencia nada". Una "pena para toda la vida", explica Celso, que puede encontrar reparación casi ocho décadas después.
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