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El Mundo.es, 12/11/2013 – 13 noviembre 2013
MANUEL AGUILERA
Las cartas de dos ilustres mallorquines antes de ser fusilados:serenidad, coraje y perdón
El bando franquista les acusó de espías. La historia de los Marqués y Roses sigue hoy unida
Franco también fusiló a ricos. A ricos civiles e inocentes. En Mallorca hay dos ejemplos prácticamente desconocidos: Bernardo Marqués y Lorenzo Roses. Su delito: ser familiares lejanos del alcalde de Palma, Emili Darder, y afiliarse a su partido. Los militares creían que no eran de fiar, posibles espías de los rojos. El primero murió en el fuerte de Illetas y el segundo contra la tapia del cementerio. Ambos sin saber por qué y perdonando a sus enemigos.
Sus cartas de despedida son estremecedoras. El centinela les entregó un pequeño papel y lápiz para despedirse de este mundo. En el silencio de la noche, esperando con serenidad el último alba, dedicaron sus palabras a los que más querían: su familia. «Os ruego que no odiéis a nadie»; «Perdono a todos mis enemigos y ruego que conmigo hagan lo mismo»; «Que mis nietos estén orgullosos del nombre que les ha legado su abuelo»; «Perdóname esposa por lo mucho que te he hecho sufrir y por lo que sufrirás en este mundo»; «Educa a los hijos, cuida de mi padre, perdona a mis enemigos y vive muchos años»; «Me casé contigo con gran ilusión y la sigo conservando, te quiero lo mismo que el primer día».
Es increíble cómo el destino unió la vida y la muerte de estos dos mallorquines ilustres. Ambos eran de Sóller y amasaron fortuna gracias a sus negocios en Puerto Rico. Se hicieron a sí mismos emigrando y volvieron a Mallorca como burgueses adinerados. Compraron varias propiedades. Roses era dueño de dos fincas que ocupan la actual Palmanova y Marqués tenía varias casas en Sóller y Palma que La Falange convirtió en sus sedes. El destino quiso que se convirtieran en familiares lejanos de uno de los principales enemigos de los militares sublevados: Emili Darder, de Izquierda Republicana. Roses se casó con la hermana de la mujer del alcalde de Palma. El otro tenía un parentesco más rocambolesco: su hija estaba casada con un hermano de la mujer de Darder. No hace falta ni entenderlo, aquello sólo era una excusa para dar un escarmiento a la burguesía progresista de la isla.
Fueron detenidos y encerrados en Can Mir, un antiguo almacén de maderas ubicado en el solar del actual cine Augusta de Palma. Sufrieron juicio sumarísimo y fueron condenados a muerte por un tribunal militar. Según publicó la prensa, su delito era haber opinado y actuado «en contra del movimiento nacional». De Marqués decían que escuchaba la radio de Barcelona y que hacía señales a los aviones republicanos que atacaban Palma. A Roses le pesaba haber sido alcalde interino de Sóller durante la República pero lo curioso es que el otro bando también lo buscaba por burgués. Su casa de Barcelona había sido registrada y no podía aparecer por allí porque querían matarlo.
El primero era muy mayor, 68 años, y dejaba esposa y ocho hijos. El otro tenía 41 años, esposa y cuatro hijos. Además, su padre todavía vivía. En su carta de despedida se aprecia como le afectaba pensar en el dolor que sentiría su padre al perder un hijo de aquella manera. La calamidad no se quedaría ahí. Al mes de la ejecución de Roses, una de sus hijas moriría de difteria. Doble pena para una esposa que se llamaba Dolores.
A pesar de la tragedia, el destino quiso que estas dos familias siguieran unidas. En 1972, un nieto de Marqués se casó con una nieta de Roses y sus apellidos quedaron unidos para siempre. Ella, que se llama Dolores como su abuela, ha seguido al pie de la letra lo que su abuelo le pedía en la carta: perdonar. Dice que «a estas alturas» le parece «absurdo» buscar venganza. «Una guerra entre hermanos es algo muy triste pero debemos mirar hacia adelante». «En casa jamás se habló de la guerra ni del fusilamiento. Creo que mi padre lo borró de su mente o leyó la carta e hizo caso a mi abuelo». No obstante, reconoce que en la familia hay quien piensa diferente.
En la misma línea, Bernardo Marqués, nieto del fusilado, dice que «no hay rencor» porque no lo ha «vivido», aunque admite que en su padre y sus tíos sí lo había. «Cuando ponían el himno nacional apagaba la radio y cuando venía Franco a Palma cerraba las ventanas». Su tía Jeanne declaró al diario Baleares en 1986 que no perdonaría jamás. Incluso reconoció que se iba a casar con un falangista pero que «la sombra» de su padre se lo impidió. Hoy, la nueva generación, los bisnietos Cata y Bernardo que llevan unidos aquellos dos apellidos, viven totalmente sin rencor y mirando hacia adelante. Al final, sólo el tiempo ha conseguido que se cumpla la última voluntad que una trágica noche escribieron Marqués y Roses.
Carta de Bernardo Marqués
Hoy a las 9 de la noche he sido sacado de prisión junto a dos más y trasladado a estas fortificaciones que presumo que son Illetas. Es de noche y como lo desconozco imagino que este traslado es para consumar mis últimos momentos. Si es así, tengo valor y resignación para soportarlo. No obstante, mantengo la protesta de que soy inocente y de que todas las acusaciones responden a venganzas personales y odios de familia. Lo único que me apena es que mi esposa y mis hijos no sepan la suerte de esta tragedia. Mi deseo es que se les entreguen estas notas para que sepan que en estos momentos de angustia guardo un cariñoso recuerdo y que con ellos estarán todos mis pensamientos. Un fuerte abrazo a todos, los presentes y ausentes, a mis hijos de Puerto Rico. Mi gratitud hacia ellos y que sepan que muero teniéndolos a todos presentes. Lo único que os suplico es que seáis buenos, que viváis todos unidos y en buena armonía. Evitad siempre tener disgustos de familia. Si alguna vez hubiera alguno, recordad mi persona y evitad el disgusto. También os ruego que no odiéis a nadie. Si yo he tenido algún enemigo estoy seguro de que son muy pocos y a todos los perdono y ruego que conmigo hagan lo mismo. Muero completamente tranquilo y a nadie tengo odio ni rencor. Así me lo aconseja la divina providencia, en la que he confiado siempre y manifiesto ahora con orgullo que no temo a morir… lo afronto todo con serenidad. Lamento que algún día os harán falta mis consejos de buen padre y buen esposo… recordad mi persona y mi nombre con serenidad y hallaréis el consuelo. En estos últimos momentos dedico mis recuerdos a mi esposa, a mis hijos, a mis hijos presentes y ausentes, a mis hijos políticos y a mis nietos. A éstos últimos decirles que estén orgullosos del nombre que les ha legado su abuelo. Un abrazo y besos a todos de vuestro esposo, vuestro padre y vuestro abuelo. 4 de junio de 1937. [Es un fragmento, se ha eliminado lo privado e irrelevante]
Carta de Lorenzo Roses
Dolores esposa mía: perdóname por lo que te he hecho sufrir en este mundo. Me casé contigo con gran ilusión y la sigo conservando, te quiero lo mismo que el primer día. Reconozco que no me he portado bien contigo, que para ocultar mis faltas te he acusado a ti, pero todo eran cosas triviales, falta de conocimiento, pero jamás falta de cariño ni de ilusión. ¡Cómo te he querido, amor mío! Mi carácter rebelde, falta de disciplina por no haber tenido una madre que pudiera guiarme, me hizo crecer libre de preocupaciones y cuando no conseguía lo que quería me rebelaba. (…) Trata bien a mi padre. Quiérelo mucho y consuélalo de la pérdida de su hijo. Si Mariano no ha muerto en Barcelona y tus recursos te lo permiten, llámalo a vivir contigo para que, si puede, haga de padre de mis hijos. No tengas escrúpulos de vivir con un hombre viudo. Puede ser tu consejero y estoy seguro de que te guiará bien. (…) Disfruta todo lo que puedas de la vida, haz la vida agradable a tus hijos y a papá. Te quiero y moriré pensando en ti y en nuestros hijos. Dile a papá que me perdone y a mis hijos que perdonen a mis enemigos. Adiós esposa querida. Recibe el último beso de tu marido y perdóname por lo mucho que te he hecho sufrir y por lo que sufrirás en este mundo. Educa a los hijos, cuida de mi padre, perdona a mis enemigos y vive muchos años solo para los hijos y para rezar por tu marido. Tampoco deseo que te olvides de rezar por mi madre y hermana que en el cielo estén. Mi último beso y adiós. Te quiere tu marido. Besos para tus padres y hermana. Lorenzo. [Es un fragmento]
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