-Rafael, el trabajo que nos
encontramos con PERSEGUIDOS es un
trabajo muy cercano a los que vivieron la represión, a los apartados, a los
denostados, a los casi apestados. Una recopilación de
historias con testimonios que se nos están yendo, como el agua entre
las manos. ¿Cómo, en perspectiva ves y reflexionas sobre este
trabajo?
-Ha sido muy emocionante
recuperar las vidas anuladas de tanta gente, de tantas víctimas. Una
vez más, el duelo inacabado sigue vigente. Los hijos, los nietos, los
protagonistas quieren que no olvidemos a sus seres queridos aniquilados por un
tsunami de odio. Antes de que se vayan, los testigos superan ya los 80 años,
hacen lo posible por dejarnos sus vivencias, sus vidas
-Por cierto, Rafael, ¿por qué
titulas al libro, como PERSEGUIDOS?
-La palabra lo dice: Seguir
al que huye, conseguir que alguien sufra o padezca procurando hacerle el mayor
daño posible. Ese fue el objetivo de los fascistas que organizaron la cacería
de familias enteras, como la de Pedro El Sastre, o la del topo Raneto,
cinco años oculto en un zulo de dos metros cuadrados. Perseguidos, alguno
incluso cuando salió de prisión tras sortear una pena de muerte firme, como El
Platero. Sin olvidar la persecución del poeta de Orihuela.
-Has contado con aportaciones
que vivieron de manera, más o menos directa, aquellos días de la Guerra Civil,
de represión, miedos y derrotas. Además, se construyen y reconstruyen tus
historias( que son las suyas), teniendo en cuenta que son
localistas…con los protagonistas (que, a menudo, escribían diarios y
demás), que se conocían unos a otros y viceversa y hasta a verdugos
y delatores….¿Cómo lo “has notado”; cómo lo has podido “manejar” y
reflexionar a la hora de escribir?
-Dos de los protagonistas
están vivos: José Domínguez, 95 años; y Emilio Fernández, 103 años. Los otros
han muerto pero sus diarios, sus cartas de amor, de tristes despedidas te
atrapan, te envuelven y arrastran hasta esos años repletos de miedo y
represión. El cariño de sus familiares hace el resto, te muestran lo más íntimo
de una persona: sus recuerdos.
-Es un libro, éste, en donde
se palpa la emotividad y una desgarradora sed de que hace falta “olvidar al
olvido” y rendir cuentas a la Memoria Histórica. Parece que, entre páginas, se
grite aquello de:” Justicia, pero justicia de una vez…no venganza”. ¿Cómo lo
ves?
-Llevo
30 años escribiendo y publicando reportajes sobre los años negros del franquismo
y nunca vi deseos de venganza. Sí de justicia y, sobre todo, el deseo de
rescatar de las cunetas y los agujeros anónimos a tantas miles de víctimas
asesinadas vilmente.
-Rafael, sabemos que
ésta es una pregunta difícil de responder, pero intentémoslo: ¿hay algún
testimonio que le haya “turbado” o “afectado” más que otros?
-Sin
duda el de José Domínguez, Pedro El Sastre. Las cartas a su madre muerta son
como un puñal clavado en el tiempo. Las escribía desde las filas franquistas
donde le obligaron a enrolarse después de matar a sus padres.
-Los asesinatos de Las Rosas
de Guzmán y toda la historia que lo rodea es impresionante. Coméntanos.
-Las quince mujeres de Puebla
de Guzmán fueron secuestradas, vejadas, maltratadas y asesinadas. Nueve en un
callejón y seis en el cementerio. Revivir aquel escenario y recorrer 77 años
después los lugares del crimen impresiona. La gente de Puebla lloraba mucho al
recordarlas. Muchas vecinas, mujeres ancianas ya, nos hablaban de ellas. Al fin
y al cabo la imagen que conservan de ellas es la de unas mozas llenas de vida
-Me he quedado muy
impresionada con lo de la Isla de Saltés. Un auténtico campo de
concentración, ¿no lo ves así? Aunque parece ser que Huelva tenía más de uno…
¿Qué hubiese pasado si no hubiese sido por la solidaridad de buena parte de los
onubenses?
-Saltés era,
es, una isla marismeña, en el Atlántico, pegadita a Huelva y Punta Umbría. Con
los árabes había allí bellos jardines; con los romanos, salazones... aquella
Nueva España de Franco ubicó una enorme prisión a la intemperie. Frío, calor
extremo, humedad, mosquitos, insectos... muchos presos enfermaron, otros, como
dice Tomás Gento en su diario, murieron apaleados. Pero las mujeres de Punta
Umbría decidieron actuar. Y se colaban en la isla en pateras por los caños de
marismas en bajamar para llevarles lo que podían. Salvaron a cientos de ellos.
Los militares tuvieron que pedir ayuda a la empobrecida población para evitar
una mortandad masiva de presos republicanos hambrientos y escuálidos enviados
allí tras la caída de Cataluña en mercantes.
-La foto de la página 92: los
presos en fila, rapados y con una especie de “pijama” a modo de uniforma me
recuerda, otra vez, a los campos de concentración. Rafael, en realidad, ¿qué
sabemos de las prisiones y de los campos de concentración, de trabajo de la
España de Franco?(aunque hay historiadores como Javier Rodrigo que han y están
realizando un trabajo de aportación más que interesante….)
-Quizás
sea una de las zonas más oscuras. Poco a poco se va descubriendo más. Incluso
hay hasta unidades didácticas sobre algunos de ellos, como el de Castuera,
en Badajoz. Rodrigo o Francisco Espinosa han abierto la caja de Pandora.
Gonzalo Acosta, Gutiérrez Molina, Lola Macías y Ángel del Río hicieron un
trabajo magnífico con El canal de los presos (Crítica 2004). Sólo en Huelva,
una ciudad con 40.000 habitantes en 1936, instalaron cuatro. El Platero llega a
hablar en su entrevista de hasta 20.000 cautivos, desde muy jóvenes a gente con
setenta años. La foto es idéntica a la descripción que hace el preso
Tomás Gento en su diario.
-¿Qué
ha significado para ti acercarte a todos estos testimonios que compo- nen, poco
a poco, todas las historias de un libro “elegante y muy sentido”?
-Un
ejercicio de memoria. Pedro El Sastre tenía esa herida abierta, el asesinato de
sus padres, el de un montón de amigos, muchos republicanos viejos del 30 en la
Pequeña Jaca (Puebla de Guzmán), de cuando Galán y García Hernández. Lo conocí
y me convenció a base de horas y caminatas, charlas interminables. Luego
aparecieron las coincidencias y los demás perseguidos.
-Y, en concreto, ¿qué
sentiste al poder acercarte a la figura del “poeta de los poetas”, Miguel
Hernández?
-La
huida de Miguel Hernández por Andalucía es una trepidante persecución. Le fallan
todos sus amigos, desde Romero Murube en Sevilla, Pedro Pérez en Cádiz y Diego
Romero, en Valverde (Huelva). Sus puertas cerradas cuando más los necesitó.
¿Simple casualidad? Lo dudo. Un cabrero buscando la libertad por los campos
secos de Huelva y Portugal, acechado... Pero consigue llegar a Moura, a
161 kilómetros de Lisboa en línea recta. Había pasado lo peor, pero ese maldito
joyero le delató y le vendieron a Franco por cinco pesetas. De lo contrario
hubiese llegado a Chile en barco. Hicimos gran parte de su ruta andando en
mayo, por los pequeños pueblecitos como Santo Aleixo o Rosal. Allí
todavía le recuerdan con placas, calles y poemas.
-En resumen, este libro está
como muy humanizado ¿Cómo ha sido trabajar con ellos, me refiero a las gentes
con las que has ido conversando? (si es que el verbo trabajar es el adecuado)
-Hablando
con esta gente uno se empequeñece. Son nobles y tienen palabra. Escuchándoles y
dejándoles hablar haces un master en valores y otro en humanidad.
-Trabajar
con Francisco Espinosa resulta gratificante. Es un historiador muy meticuloso y
siempre dispuesto a seguir y contrastar su labor. El Grupo de Trabajo de la
CGT-A coordinado por Cecilio Gordillo es incansable. Están haciendo una labor magnífica
para aportar luz al túnel de la represión franquista. Y esta aventura editorial
le está saliendo bien.
PEDIDOS:
LA LIBRERÍA DE CAZARABET - CASA SORO (Turismo
cultural)
c/ Santa Lucía, 53 / 44564 - Mas de las Matas (Teruel)
/ Tlfs. 978849970 - 686110069
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