http://lamemoriaviva.wordpress.com/2013/09/13/77-anos-depues-sin-verdad-justicia-y-reparacion-oficiales/
Hoy 13 de septiembre de 2013 hace, día por día, 77 años que las tropas franquistas secuestraron, a mi abuelo paterno Wenceslao Romero de Castilla López, de 42 años, ferroviario, en Mérida (Badajoz). Le llevaron a un cuartelillo de la Guardia Civil en los aledaños de la plaza central emeritense, donde estuvo retenido 3 días. Posteriormente desapareció.
Obra en mi poder un certificado de defunción registrado el mes de febrero del 37 (“muerto por arma de fuego”) sin reconocimiento médico-legal y sin lugar de enterramiento, el 16 de septiembre de 1936… Nueve huérfanos y una viuda.
Hace pocos años otro documento, una declaración jurada hecha en 1978 por un ciudadano emeritense al Alcalde de esta ciudad, llegó a mis manos. La persona, que por discreción no nombro, jura que conocía a mi abuelo y a su familia y que le consta que fue fusilado por las tropas franquistas delante de las tapias del cementerio local. Esta persona, ya fallecida, era un conocido e importante empresario en esta localidad.
Contaré ahora algo ocurrido 3 años después del asesinato de Wenceslao en esa misma ciudad.
Mi abuelo materno, Eustaquio Ramos Muñoz, fue encarcelado en marzo del 39 y pasó del campo de concentración de Plasencia (Cáceres) a otro en Palma de Mallorca ( Las Islletas) y de ahí a la Provincial de Cáceres. Tres años fueron su reclusión. Antes de fallecer en diciembre del 75 escribió sus memorias y en ellas relata sus vivencias y el traslado de un centro de reclusión a otro, cito aquí textualmente la parte que cuenta su llegada en tren a Mérida antes de ir a Cáceres en marzo del 40 después de 8 días de transporte : “…así aguantamos 8 días; después nos esposaron más fuerte y cuando llegamos a Mérida no se veían las esposas, estaba como para reventar y llamar a los guardias 90 cosas; enseguida que llegamos nos metieron en un convento, sucio y húmedo; y los que venían conmigo ya los estaban esperando sus mujeres con mucho pan y latas de sardinas y atún y llenaron una bolsa de pan y sardinas; cuando llegaron al día siguiente para llevarnos a Cáceres se despidieron todos de mí y el guardia al ver que tenía las manos hinchadas me dijo que si me convenía que me atara la pierna al banquillo del tren les dije que sí, esos guardias de la provincia de Cáceres parecían que eran mejores…”
Para que conste, en Memoria de mis dos abuelos y de todos sus compañeros de infortunio.
¡Verdad, Justicia y Reparación!
Pedro Vicente Romero de Castilla Ramos.
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