divendres, 20 de setembre del 2013

Historia de la cárcel de Carabanchel


http://salvemoscarabanchel.blogspot.com.es/2008/08/el-origen-de-la-crcel-de-carabanchel-al.html

MIÉRCOLES, 23 DE JULIO DE 2008


El origen de la cárcel de Carabanchel

Al terminar la Guerra Civil, al gobierno de Franco se le planteó la necesidad de construir una nueva prisión en Madrid. La Cárcel Modelo de Madrid, en la zona de Moncloa (su espacio lo ocupa hoy el edificio del Ministerio del Aire), y cuyo origen se remontaba a 1876, había quedado prácticamente destruida durante la contienda, lo que había obligado a habilitar provisionalmente otros establecimientos en la capital que no habían sido proyectados para tal fin. Su reconstrucción fue desechada tanto por la proximidad a la ciudad, que en su expansión había acabado por alcanzarla, como por sus connotaciones políticas como cárcel republicana.

Para realizar el proyecto se formó una Comisión, por decreto del 15 de junio de 1939, en la que habrían de participar los arquitectos autores del mismo y pertenecientes al servicio de prisiones, Vicente Agustín El Güero, José María de la Vega y Luis de la Peña Hickman, quienes también se encargarían de gestionar la venta del solar de la Moncloa.

La Comisión se ocuparía de analizar las diferentes propuestas para adquirir la nueva parcela, optando por una de gran tamaño, casi 20 hectáreas, situada en el suelo rústico del término municipal de Carabanchel Alto y aislada, pero próxima a su núcleo urbano, y bien comunicada con Madrid a través de la carretera de Fuenlabrada, hoy calle General Ricardos, y el camino a Aravaca, actual Avenida de los Poblados. Aparte de la extensión y forma del solar, en la decisión sin duda influiría la ya tradicional ubicación en los Carabancheles de instituciones benéficas, docentes y asistenciales y, en especial, su precio, el más ventajoso de los presentados, pues la diferencia entra la venta del de la Moncloa y compra de éste reportó al Estado más de cuatro millones de pesetas de ganancia que sirvieron para financiar el inicio de las obras.

Los terrenos fueron adquiridos el 16 de enero de 1940 por poco más de 700.000 pesetas a José Messía y Stuart, duque de Tamames y de Galisteo, y las obras, llevadas a cabo por más de mil presos, en su mayoría republicanos sometidos a trabajos forzados. Se iniciaron el 20 de abril de 1940 para levantar la nueva Prisión Modelo de Madrid, centro de detención de hombres destinada a los presos de posguerra y a los detenidos a disposición de la Audiencia Provincial de Madrid.


El proyecto de la cárcel
Sobre la parcela triangular, los arquitectos proyectaron un complejo penitenciario de proporciones megalómanas y organizadas en cuatro sectores:

Grupo residencial para funcionarios, con 80 viviendas familiares y equipadas con capilla, escuela, campo de deportes y jardines.
Pabellones de administración con portería, oficinas, salón de actos, viviendas para el director y subdirector, residencia de religiosas y locutorios.
Prisión preventiva, que constituye el volumen más característico, con su planta radial de ocho brazos o galerías de cinco alturas e iluminación, cubierto por cúpula y en el que se hallaba el centro de vigilancia como se establece en el sistema panóptico, centro penitenciario diseñado por el filósofo Jeremy Bentham en 1791 cuyo concepto se basa en que un vigilante puede observar a todos los prisioneros sin que éstos puedan saber si están siendo observados o no. La planta segunda de la galería que unía el centro con la salida estaba destinada a los presos políticos, con celdas más espaciosas y servicios higiénicos exteriores.
Prisión correccional o taller, de planta en peine y conformada por cuatro galerías, tantos como periodos de condena, más tallares, campos de deportes, enfermería.

Todo lo correspondiente a la zona carcelaria quedaba rodeado por un doble muro de 6 metros de altura, con un paso interior de 10 metros.

Las pautas compositivas no fueron novedosas, pues se tomaron como referencias las de la Cárcel Modelo de Barcelona, si bien desde el punto de vista de la organización, instalaciones y seguridad se adoptaron los más modernos principios y adelantos técnicos. Igualmente éstos se tuvieron en cuenta en la elección de los materiales constructivos, siendo predominante el hormigón armado para la estructura, fundamentalmente por razones de seguridad, y el ladrillo para los muros de las fachadas, resuelta la principal en el estilo imperialista, neoherreriano, predominante en la época. Destaca en ésta la portada central, con el acceso enmarcado por columnas dóricas, sosteniendo un balcón, roleos, hueco con un frontón triangular y coronando la composición el escudo franquista.

Es resto del edificio primitivo, y tanto el interior como al exterior, se caracterizaba por la austeridad, lo que permitió ciertas alusiones al lenguaje moderno, como en la resolución de algunos paños o en la concepción de determinados espacios, las monumentales galerías, cocinas generales, lavaderos y especialmente el centro de vigilancia, en el que se emplea, aparte del hormigón, el hierro y el pavés.


Un edificio nunca terminado

El 22 de junio de 1944 el Ministro de Justicia, Eduardo Aunós, inauguró la primera fase. La construcción continuó a buen ritmo, fechándose la terminación parcial en 1955. El proyecto original nunca se completó, lo que explica la falta de una de las galerías en la estructura radial, e incluso se modificó, realizándose pabellones nuevos para atender a las diferentes necesidades: el hospital psiquiátrico, la escuela de estudios penitenciarios, la central de observación penitenciaria, el hospital general penitenciario, el reformatorio de jóvenes y un departamento de mujeres.

Durante los años siguientes, por tanto, la cárcel fue creciendo. Concebida para albergar una gran población penitenciaria, tuvo siempre problemas de aglomeración o masificación: Los datos oficiales indican que la capacidad inicial de esta prisión se previó en las 1.000 plazas, pero esta ocupación fue siempre superada. Según diversas apreciaciones de historiadores, en su inauguración había cerca de 3.000 presos. Aunque en su evolución posterior esas cifras de ocupación decayeron (pudiéndose situar la media de los últimos quince años en las 2.000 personas, con un máximo de 2.666 en 1990 y un mínimo de 1.417 en 1984), a juicio de Carlos García Valdés, Ex Director General de Instituciones Penitenciarias, la superpoblación, la aglomeración, y en algunos casos el hacinamiento, fueron una constante en la historia de Carabanchel.


Emblema de la historia reciente

Carabanchel se convirtió así en una de las principales prisiones del régimen franquista. Marcelino Camacho, Juan Muñiz Zapico “Juanín”, Simón Sánchez Montero, Julián Ariza, Nicolás Sartorius, Victoriano Díez Cardiel, Mariano Gamo,… sería innumerable la lista de destacados dirigentes políticos y sindicales que estuvieron retenidos en la cárcel de Carabanchel. Pero también miles de personas anónimas que sufrieron en sus carnes la represión por motivos ideológicos, lo que la convirtió en el emblema más importante de la represión franquista.

Un sin fin de historias negras de la reciente historia del país, tuvieron como escenario la prisión madrileña. El 17 de agosto de 1963 dos jóvenes anarquistas, Francisco Granados Gata y Joaquín Delgado Martínez, fueron ajusticiados estrangulados por el aro de hierro del garrote vil. Los últimos fusilados por el franquismo, entre los que se encontraban los miembros del FRAP Xosé Humberto Baena Alonso, José Luís Sánchez Bravo y Ramón García Sanz, pasaron sus últimas horas en Carabanchel antes de ser ejecutados el 27 de septiembre de 1975. En la noche del 13 al 14 de marzo de 1978, el recluso anarquista Agustín Rueda moría en los sótanos de la cárcel de Carabanchel, abandonado de toda asistencia médica, tras el brutal apaleamiento al que fue sometido por un grupo de funcionarios.

La represión no se limitó al terreno político. Muchos gays y transexuales fueron encarcelados en “el palomar” de la tercera galería acusados por las leyes de Vagos y Maleantes y de Peligrosidad Social hasta el año 1979, cuyo único delito era su propia condición sexual.

Sería imposible recopilar las cientos de historias de muertes, reyertas, enfermedades, sufrimientos e intentos de fuga que tuvieron como escenario la cárcel de Carabanchel.

Durante los últimos años de la década de los setenta, los motines, las huelgas de hambre y las autolesiones fueron una práctica habitual en las cárceles españolas. Carabanchel fue el centro de las reivindicaciones de los presos sociales (comunes), que solicitaban una amnistía general y mejorar las condiciones en el interior de la cárcel.

Quien adquirió mayor protagonismo fue la Coordinadora de Presos en Lucha. La COPEL se fundó entre los muros de Carabanchel e inició sus actos de protesta en 1976. Sin duda será el motín del 18 de julio de 1977 el que sería más recordado y el que tendría las consecuencias más importantes. Ese día, los presos comunes de Carabanchel protagonizaron un conflicto de gran envergadura al ocupar, más de trescientos de ellos, los tejados de casi todas las galerías de la prisión. Según los propios presos, el detonante fue un preso herido de gravedad por un funcionario que le agredió con una navaja. Fuertes contingentes de policía ocuparon los tejados y rodearon el recinto. Se lanzaron botes de humo y balas de goma mientras los amotinados replicaron lanzando ladrillos y cascotes que arrancaban de la cornisa de los tejados. Los presos en los tejados desplegaron una bandera de la COPEL (una silueta de España, con el fondo de color rojo y todo enrejado) dando gritos de amnistía y libertad. El motín de Carabanchel fue secundado por otras doce penitenciarías españoles.

El día 22 concluyó el motín. La rendición se produjo después de un progresivo y eficaz hostigamiento de la policía que bombardeó durante tres horas el recinto con botes de humo y gases.

Pocos días después, el Ministerio de Justicia se comprometió a la reforma del Reglamento Penitenciario que desembocó en la primera Ley Orgánica de las Cortes postfranquistas. En octubre de 1979 entró en vigor la ley General Penitenciaria que fue aprobada por unanimidad.


Su desmantelamiento

En el año 1979 Eusebio Hernández Rueda fue nombrado director de la prisión. Una de las primeras declaraciones que realizó fue decir que “la cárcel de Carabanchel infringe muchos de los requisitos de la nueva ley de Instituciones Penitenciarias”, añadiendo que “la mejor solución a los muchos problemas que plantea el centro sería su desaparición y edificación de uno nuevo, más acorde con la moderna arquitectura penitenciaria”.

El 14 de diciembre de 1987 el programa de TVE, Documentos TV, emitió el polémico reportaje Carabanchel, séptima galería. El hacinamiento, la droga, el SIDA, los chinches, el trato casi animal que recibían los reclusos quedaba expuesto en este documental que fue duramente criticado. Uno de sus autores, Adolfo Garijo Mazario, explicaba en el diario El País en enero de 1988 que “en Carabanchel hay miseria, chinches, SIDA..., y muchas otras barbaridades que no hemos puesto en el programa para no caer en la tentación del morbo. A pesar de que el morbo está ahí, en cada rincón de Carabanchel: es el olor que rodea a la muerte”. En palabras de Garijo, el documental “está hecho desde el punto de vista del preso, sus alegrías y sus miserias, y sólo pretende demostrar algo que en ningún momento se dice, pero que era quizá mi intención oculta: La cárcel no vale para rehabilitar hombres”.

Durante los primeros años de la década de los noventa se produjeron numerosas denuncias de los familiares de los presos por las condiciones en las que tenían que esperar poder mantener las visitas, con largas colas a la intemperie, sin una sala de espera y sin retretes dignos.


Su abandono

Con la entrada en vigor de la nueva Ley Penitenciaria, el último director de la prisión, Eusebio Hernández Rueda, declaró que la cárcel de Carabanchel infringía muchos de los requisitos fundamentales, añadiendo que la mejor solución a los muchos problemas que plantea el centro sería su desaparición y edificación de uno nuevo, más acorde con la moderna arquitectura penitenciaria.

El Real Orden de cierre se produciría el 11 de septiembre de 1998. Uno de los aspectos que más pesó en la decisión, fue que la cárcel había acabado inmersa en el centro de la ciudad en contra de lo previsto en su fundación. También la obsolescencia del modelo del edificio, un panóptico, el último construido en la historia arquitectónica de nuestro país, que estaba fuera de contexto desde el primer momento de su diseño.

Desde entonces, el edificio de la cárcel ha sido abandonado y su interior se ha llenado de moradores que poco a poco lo han ido desmantelando para obtener toneladas de hierro, metales y cobre sin que la administración propietaria, el Ministerio del Interior, haya hecho el menor gesto de protección de esta propiedad pública, sino todo lo contrario. Resulta realmente chocante que este expolio del patrimonio se realice a escasos metros de la comisaría de Policía de Latina y en un espacio donde está integrado un centro de menores y el Cies.

Este hecho, que fue denunciado administrativamente ante el Ayuntamiento de Madrid, ha sido un grave atentado contra la integridad de un edificio que deseamos sea considerado Patrimonio común y Bien de Interés Cultural.