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La historiadora Candela Chaves publica ‘Sentenciados’, en el que se centra en actuación de la justicia franquista en la provincia de Badajoz de 1937 a 1950
BADAJOZ // La investigadora Candela Chaves (Montijo, 1982) ha recorrido media península en busca de la documentación de los procesados por el régimen franquista en la provincia Badajoz, una de las regiones del país que vivió una represión más intensa. Ávila, Guadalajara, Sevilla… en un recorrido de años, en el marco del Proyecto para la Recuperación de la Memoria Histórica en Extremadura, que incluyó también la visita a un buen número de ayuntamientos extremeños.
El resultado fue una tesis que saldrá próximamente a la venta en formato libro bajo el título Sentenciados(PREMHEX, 2016) y que analiza los procesos sumarísimos de cerca de 8.000 pacenses. Su trabajo deja a un lado la violencia desatada por la “columna de la muerte”, comandada por el general Yagüe, en los primeros meses de la contienda, y se centra en la actuación de la justicia franquista, de 1937 a 1950, utilizada de manera represiva con un objetivo ideológico, pero también de clase.
¿La represión en Extremadura fue especialmente dura?
Sí, es muy elevada en comparación con otras regiones. La de Badajoz fue la segunda provincia más afectada por la represión después de la de Sevilla. Las razones de estas cifras son tanto la actividad política que tenía la región, sobre todo la provincia pacense, el modelo represivo de la llamada “columna de la muerte” a su entrada y, por último, la propia idiosincrasia de la región. Los datos que tenemos nos permiten crear un perfil del represaliado, y es el de una persona con una cierta participación política en organizaciones y agrupaciones de izquierda. Pero no se reprimía sólo a aquellos que tenían una implicación activa, sino en todos los grados, desde alcaldes hasta simples afiliados, o gente que sólo había mostrado simpatías hacia las instituciones republicanas. Por ejemplo, hay penas de doce años de reclusión por haber acudido a manifestaciones antes del golpe. No obstante, en la provincia de Badajoz el perfil del represaliado indica que la violencia fue también social, porque era gente de una clase muy determinada, la mayoritaria aquí: campesinos, jornaleros, braceros y muchas profesiones artesanales, como zapateros, herreros o albañiles.
¿Destaca también en estos años la represión a la mujer?
Por el propio devenir de la represión, la mujer es la que se quedaba en el pueblo y es la que sufría esa violencia cotidiana, esas vejaciones, esa humillación, en un nuevo Estado donde a la mujer se le quitaron todos los derechos y fue ninguneada y casi invisibilizada. Fue una doble represión. Además a nivel procesal se la despreciaba. Según las sentencias, el hombre tenía una conciencia política, se identificaba con la izquierda y lo hacía mediante la razón. La mujer, si tenía una militancia de izquierda, estaba movida por un impulso, por unas bajas pasiones, era algo mucho más visceral. No se le daba la carga de raciocinio que podía tener el hombre. Uno de los casos más conocidos es el del alcalde de Castuera, Basilio Sánchez, que fue condenado a muerte y ejecutado por su cargo, acusado de ser líder y dirigente de la revolución marxista en el pueblo. A la mujer la ejecutaron también, por ser mujer del alcalde de Castuera y por lo tanto fomentar ese clima revolucionario. Hay muchos matrimonios que son represaliados.
¿Qué carácter tuvo la represión en esta zona?
En Badajoz no hubo guerra, hubo un frente pero no fue largo. La represión no fue porque un bando se enfrentase a otro, fue sistemática y muy intencionada, hacia una clase social muy concreta. No hubo un enfrentamiento de armas, se mató a la gente por una cuestión política y social. En la provincia de Badajoz se crea la bolsa de la Serena y hay una parte que queda bajo control franquista y otra bajo control republicano. Mucha gente de la parte franquista, se estima que unos 8.000, huyó hacia la zona controlada por la República. En Cáceres, los consejos de guerra empiezan a funcionar ya a partir del 36 porque la provincia se subleva desde el primer momento. En Badajoz no, se resiste de una forma muy dura. Cuando los africanistas llegan es cuando empiezan esas matanzas ejemplarizantes y esa quema del territorio. Aquí no hay guerra, aquí es matar. No había muchos efectivos. Las fuerzas del ejército franquista eran mucho mayores, con más material y experiencia. Había una gran desigualdad de fuerzas.
En su libro se centra sobre todo en la represión una vez acabada la guerra. ¿Quién queda por represaliar en los años 40 en Extremadura?
Queda la posible disidencia. La inversión en violencia que hace Franco desde el primer momento le va a permitir vivir de las rentas del miedo. Esa violencia no sólo elimina al que se ha significado, también corta, mediante el terro, la disidencia que pueda generarse. El régimen no se mantiene durante tantos años porque haya gente a favor y en contra, sino que hay una masa gris que es la que sostiene el régimen, gente a la que le da igual, gente que se adapta. Y la inversión que hace Franco en violencia durante los primeros años le permite apaciguar y controlar por el miedo a los territorios que ha ido dominando. A finales de los 40 queda aún mucho guerrillero y gente que está militando en partidos clandestinos. En 1947 hubo un juicio a miembros del PCE clandestino en Almendralejo. Intenté indagar en ese proceso pero por falta de tiempo aún no he podido. Lo tengo pendiente. En el 45 empieza ya a descender la actividad guerrillera en la zona, sobre todo porque la acción de la Guardia Civil es muy efectiva, porque es muy bruta. La dictadura también se nutrió de gente muy, muy violenta, que realizó torturas muy bestias, una presión continua en los pueblos. Era el brazo armado más potente que tenía el régimen. La agrupación guerrillera que había en esta región se movía por el norte, por la zona de Herrera, que ya linda con Toledo y es más montañosa.
El alcalde de Badajoz fue capturado en Elvas, Portugal, y fusilado. También ejecutaron al de Castuera. ¿Hubo muchos cargos republicanos de primera línea asesinados?
Lo del alcalde de Badajoz fue un asesinato extrajudicial, en los primeros momentos de la guerra y sin juicio. En la zona oeste, la mayor parte de los dirigentes, como alcaldes, concejales, presidentes de diputaciones, fueron asesinados en los primeros meses. Fue una limpieza brutal de esa cabeza política que se identificaban con la república. Había que eliminar a la república, física, cultural e ideológicamente. El castigo, como lo entiende el franquismo, es a través de la redención, es decir, si has actuado a favor de la república, has errado y por tanto te voy a castigar por ello. El castigo va a ser muy duro y encima tienes que resarcir el daño que has hecho. Se hará mediante colonias penitenciarias, trabajos, reconversión ideológica en prisiones, campos de concentración y en el día a día. Se adoctrina a todo un pueblo eliminando cualquier vestigio de la república.
¿Qué papel tuvieron las organizaciones clandestinas en Extremadura?
Durante la república, en el norte de Cáceres había mayor impacto de organizaciones anarquistas. En la provincia de Badajoz tenía fuerza el Partido Socialista, las casas del pueblo en cada localidad, la UGT y sindicatos agrarios. Sí que es verdad que luego dentro de la clandestinidad el que tuvo mayor peso en Extremadura fue el PCE. Sobre todo es el que más cobertura tuvo entre el exilio. En todo caso, es un tema que aún está por estudiar.
¿La represión franquista en la zona responde a las ocupaciones masivas de tierras que hubo en Extremadura en los años anteriores al golpe?
Sí, en aquellas localidades durante hubo ocupaciones de tierras, sobre todo los dirigentes fueron represaliados. En los consejos de guerra no suelen aparecer estos motivos. Las ocupaciones fueron un motivo más aunque el principal fue la significación política. En Montijo, por ejemplo, no hubo ocupaciones y fueron represaliadas más de cien personas, que son muchas en un pueblo de sus dimensiones.
¿Qué papel tuvieron campos de concentración como el de Castuera?
En Extremadura hubo varios, tanto en Cáceres como en Badajoz. Se crean por el propio devenir bélico. Durante la guerra se valla un terreno o se habilitan edificios para recluir a prisioneros. Normalmente son plazas de toros, como en Badajoz, que fue el primero, en Plasencia, en Trujillo y en Cáceres. En Barcarrota también, al que se llamó “el fusiladero”. La zona este, la Siberia, es la última que cae, coincidiendo con el final de la guerra y la caída de Cataluña. A medida que van subiendo a la cornisa cantábrica y llegando a Cataluña, hay tantos prisioneros en la zona de vanguardia que los comienzan a llevar a la retaguardia, a los campos de esta zona. Tienen una función práctica, que es la clasificación de prisioneros, basándose en los informes que llegan de sus pueblos de origen. Si ven que su actividad no ha sido tan negativa contra el alzamiento, empiezan a integrarlos en batallones de trabajadores para reconstruir el país, bien durante la guerra, construyendo fortines y trincheras, o después con empresas públicas y privadas. A partir de los 40 se integran en colonias penitenciarias, como las que hubo en Montijo, que son las que levantan todo el Plan Badajoz. El canal de regadío lo construyen presos de esta colonia. El campo de concentración de Castuera tiene una duración de un año aproximadamente y se estima que pasaron por él más de 8.000 personas. Es un campo muy grande. Fundamentalmente había extremeños, pero había también gente de otras procedencias.
¿No había cárceles suficientes?
Exacto, la prisión provincial de Badajoz estaba masificada. Durante toda la guerra hubo un problema de abastecimiento de cárceles, por eso se hicieron campos de concentración. En Almendralejo, por ejemplo, había una cárcel que era un almacén de trigo. Imagina las condiciones, que ya de por sí eran insalubres en una prisión normal. De la provincia de Badajoz se mandaba gente sobre todo al norte o al sur. A muchas mujeres se las enviaba al norte, a cárceles femeninas como la de Amorebieta. El problema del llamado turismo carcelario es que también tiene una carga represiva, porque si estás aquí, en la cárcel de Badajoz, tu familia puede ir a llevarte comida, tienes una manutención externa y apoyo emocional. Pero si te mandan lejos y tu familia no tiene dinero, como era el caso la mayoría de las veces, era un problema.
De los represaliados fueron ejecutados una parte.
Claro, la represión no es sólo muerte. Hay muchísima gente en la cárcel, que lo pasa muy mal. Muchos mueren de enfermedades en ellas y en campos de concentración, otros muchos en los pueblos que se quedan sin nada porque le incautan bienes, reciben multas diarias, no tienen donde comer, no pueden encontrar trabajo. Hay mucha gente que tiene que exiliarse, muchos a los que destierran, otros que tienen que vivir callados durante mucho tiempo. Eso es importante que se conozca. No con una intención revanchista, porque yo ya estoy harta de justificarme doblemente. Creo que se ha demostrado que no se va por ahí. No hay ni el 40% de las fosas exhumadas en toda España y hay muchas que nunca se sabrá dónde están. El problema es que para encontrarlas se necesita un testimonio oral y la gente se muere. Si además tienes una clase política que te dice que la gente se acuerda de su padre cuando hay dinero… si no te gusta el tema, vale, pero tampoco hace falta llegar a este extremo.
¿Crees que deberían las instituciones implicarse más con este tema?
Esto lo debería cubrir el Estado. Nadie tiene por qué poner de su bolsillo para costear una exhumación y abrir una fosa. En Extremadura las fosas se han abierto con voluntarios, nadie ha cobrado nada más allá del arqueólogo. Pero claro que necesitan dinero las exhumaciones, hay que pagar el material, el transporte y la manutención de los voluntarios durante el tiempo que dure. En las fosas de esta zona hay mucha gente. El modelo represivo que se usaba eran las sacas, con un número de personas elevado. En Llerena, por ejemplo, se exhumaron dos fosas, cada una con entre 30 y 40 cuerpos. Eso no se hace en un día, sino en un mes y medio. Yo estuve ahí. Vale que soy voluntaria pero tendré que dormir en algún sitio. Pagar el alojamiento y la comida. Eso lleva un dinero.
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