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La Antigua Rula expone 'Los niños de la guerra', un compendio de imágenes, documentos y testimonios de aquellos que tuvieron que huir de la guerra civil
Araceli Ruiz es una de los 1.100 niños que en 1937 salieron de El Musel rumbo a Rusia
La historia de Araceli Ruiz es de supervivencia y lucha. De cómo una niña de 13 años es alejada de su familia y llevada a un país extranjero huyendo de una guerra que no sentía suya. «Aún me pregunto qué hice yo o mis hermanas, que la pequeña tenía 5 años, para tener que irnos del lado de nuestros padres», lamenta esta gijonesa que a punto está de cumplir 92 años. Araceli es una de los más de 3.000 menores enviados al exilio, sobre todo a Rusia, entre finales de los años 30 y principios de los 40 del siglo pasado, a raíz de la guerra civil española. La vida de muchos de estos niños, que serán niños por siempre a pesar del paso del tiempo, se recoge en la exposición 'Los niños de la guerra cuentan su vida, cuentan tu historia' que durante este mes se puede visitar en la Antigua Rula de Gijón gracias a la Asociación Archivo Guerra y Exilio y la Federación Asturiana Memoria y República, con el patrocinio de la Fundación Municipal de Cultura.
El relato de Araceli Ruiz se comenzó a escribir en 1937 cuando los avatares de la guerra llegan a Asturias. «El 23 de septiembre, un autobús me recoge junto a 1.100 personas, entre niños y educadores, para trasladarnos a El Musel, donde nos esperaba un carguero para llevarnos a Francia. Nos metieron en la bodega y tuvimos que huir sorteando el crucero 'Almirante Cervera' de Franco», recuerda Ruiz. «En Francia nos esperaba un barco ruso enorme con unos camarotes preciosos y una comida extraña que luego resultó ser caviar negro, fíjate...», apunta entre risas.
Han pasado casi 80 años pero la memoria no le falla al relatar cómo eran los días en la URSS, donde estudiaba en ruso y español y tenía clases de música, deporte o baile. «Ya asentada, me pilló la II Guerra Mundial en Odessa (Ucrania), donde el conflicto llegó el 22 de junio de 1941 y me hizo añicos la vida», recuerda. Tuvo entonces que atraversar el mar Caspio y el desierto de Asia Central para llegar a la república rusa de Uzbekistán, donde pasó la guerra. «El 14 de diciembre de 1945 regresé a Moscú e ingresé en algo así como un instituto. Me titulé en Construcción de Puentes y Carreteras y el Estado, el que te paga todo, me mandó a trabajar tres años a la ampliación de la autovía Moscú-Minsk», rememora la gijonesa, que siguió estudiando hasta convertirse en técnica economista del ferrocarril. Araceli Ruiz, quien comió su primera naranja española de adulta «de manos de Dolores Ibárruri», compartió confidencias también con el Che Guevara durante su estancia en Cuba, en la segunda mitad del siglo pasado. «Era majísimo y guapo y gracias a él pude reunirme con mis padres 30 años después. Yo no podía entrar en España y ellos no podían salir, pero él posibilitó el encuentro en La Habana», recuerda.
«Tuve una vida intensa, dura y con muchas dificultades, pero hemos salido adelante y eso es lo importante», dice. En lo personal tampoco le fue mal. «Me casé con un asturiano que conocí en Moscú, Laureano Fernández, un piloto exiliado que terminó de abogado y con quien tuve dos hijas: la mayor nació en Moscú y la pequeña, en Cuba. Somos una familia internacional», bromea.
En 1980, Araceli pudo volver a casa y buscar trabajo de interna ya que sus estudios no se convalidaban en España. Volvió sin su marido, fallecido unos meses antes de que lo hiciera Franco. Desde Rusia llegan cada mes 150 euros de pensión en pago a sus 30 años trabajados y sigue empeñada en trasladar sus vivencias a los jóvenes porque «conocen la Prehistoria, pero no el pasado reciente». Con la perspectiva que le da el tiempo asegura que no entiende muchas cosas de hoy. Una, «a los rusos que se quejan de que pagan pensiones a españoles». Dos, que Franco, «quien traicionó a todos los españoles», no tenga las críticas que sí reciben otros dictadores; y tres, que España, que ha sufrido tanto, «no aprenda y vuelva a querer lo mismo que tuvimos», alerta. Araceli Ruiz es esa niña de la guerra cuya historia sigue escribiéndose cada día. «Mis hijas me preguntan que cuándo voy a dejar de luchar, yo respondo que lo haré cuando se me termine la vida».
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