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Ganadora del Premio Rara Avis, la obra presta especial atención al papel social, cultural y político de la mujer durante el franquismo y a la influencia de la moral impuesta por la Iglesia Católica.
El pasado 21 de febrero se presentó en Madrid el ensayo, editado por Ediciones Irreverentes, "Franquismo y sociedad", de la abogada y escritora jerezana Aurelia María Romero Coloma, quien ganó con esta obra el IV Premio Rara Avis de ensayo.
Romero Coloma, que ha centrado su estudio en la legislación franquista contra la mujer y la influencia de la Iglesia Católica en el papel secundario que la dictadura franquista otorgó a la mujer, comenzó diferenciando “El Franquismo era un régimen autoritario, no totalitario. Se diferencia de los sistemas totalitarios, como el nazismo o el comunismo, que esos sistemas tenían idearios, unas líneas filosóficas, equivocadas o no, pero en España se gobernó, sobre todo en las dos primeras décadas de la dictadura, por las creencias personales de Francisco Franco. Franco no era un ideólogo, era un militar de arraigadas creencias católicas, y gobernó el país según sus creencias personales. Y otra cosa que diferencia al comunismo o el nazismo del franquismo, es que en Alemania y en la Unión Soviética había ideas que propiciaban el cambio, se apoyaba la cultura –aunque fuera la cultura cercana al ideario en el poder-, se potenció la industria, la economía, y en España no; España se quedó detenida en el 1 de abril de 1939, y no hubo cambio alguno al menos hasta 1958. Después, cuando el dictador iba flaqueando por la edad, entró el Opus a legislar y cambio el país, pero sólo en el aspecto económico, porque España siguió siendo un país gris y aburrido”.
En "Franquismo y sociedad" se presta especial atención al papel social, cultural y político de la mujer durante el franquismo y a la influencia de la moral impuesta por la Iglesia Católica. Comenzando por la situación de la mujer en la Segunda República Española, se revisa la historia de una feroz represión, la ideología del régimen franquista y su relación con distintos regímenes totalitarios, la Iglesia como poder en el franquismo y su influencia en las relaciones amorosas y la sexualidad, los cambios desde el Concilio Vaticano II y el desarrollo social y económico de los años sesenta y setenta. La autora se basa en la legislación civil y penal en el franquismo, las normas jurídicas del régimen, y su influencia sobre la situación de la mujer durante la dictadura, con una revisión del ideario de la Falange en relación con la educación de la mujer y el papel de la Sección Femenina y sus actividades.
Para Aurelia María Romero Coloma, “la feroz represión de la postguerra y el férreo sistema educativo forjaron una ciudadanía pacata, timorata, muy conservadora, hasta tal punto que incluso Franco y la Iglesia española tuvieron que aceptar los cambios impuestos por el Concilio Vaticano II, y una buena parte de los españoles los rechazaban. No digo medidas como dar la misa cara al público y en español, porque los ciudadanos no entendían el latín y se aburrían soberanamente en misa, pero sí que se negaban en las nuevas formas, en la apertura a otras religiones… Un ejemplo claro es el odio que Franco tenía a los judíos, y que muchos españoles no aceptaron la cercanía al judaísmo, la comprensión, que emanaba del Concilio Vaticano II”.
Especialmente interesante es el apartado de la moral franquista que podemos encontrar en este libro. “Desde la Prensa y la Radio se insiste durante el franquismo de forma obsesiva, en la recuperación de los valores de la mujer española, equivocada por ideales extranjeros y degenerados. Su pone en entredicho el baile agarrado y la exhibición del cuerpo femenino en las playas. Cuando la mujer acude a un templo, debe hacerlo con el máximo recato, vistiendo falta por debajo de las rodillas, medias, velo en la cabeza y mangas largas. En la calle, puede llevar los antebrazos al aire, tal como exige la moda del año, pero, para entrar en el templo, se ha de cubrir la desnudez con manguitos de tela de quita y pon, ajustados con elástico. A los bailes, playas y piscinas acudían parejas de la Guardia Civil, a vigilar el cumplimiento de las severas normas relativas a la indumentaria. En algunas playas se tendieron vallas de alambre para separar a los hombres de las mujeres, y unos y otras sólo podían acercarse a las mismas a la hora de comer. Y esa represión se debía al odio que Franco tenía hacia la sexualidad.”
Aunque Romero Coloma remarca que esta fue una obsesión que llega hasta la ligera apertura de finales de los 50 y comienzos de los 60, “Significativa fue la aparición en las playas del llamado Meyba, que era una especie de pantalón grande e informe, que fue popularizado por Manuel Fraga Iribarne cuando se bañó en las radiactivas aguas de Palomares, en los tiempos del ascenso del Opus. Es posible que Franco alentara la fobia al sexo de los Prelados y del clero en general para tenerles distraídos, evitando, de esta forma, que se entrometieran en asuntos más conflictivos, si bien los Obispos, en honor a la verdad, tampoco destacaron por sus desvelos sociales antes de la confrontación bélica.”
Para la autora de "Franquismo y sociedad", durante el franquismo se volvió a identificar a la mujer con Satanás, “La tradición eclesiástica que se remonta a los tiempos de la Contrarreforma reducía la Moral a la continencia sexual y a la ocultación del cuerpo humano femenino, que era considerado el vehículo predilecto del que el demonio, Satanás, se servía para lograr sus malévolos fines. Los ancianos célibes que integraban el Episcopado habían observado, con creciente preocupación e impotencia, que, durante los años de la República, las costumbres se habían relajado ostensiblemente y que el rebaño de ovejas había tomado caminos erróneos. Con el fin de la contienda bélica, en el año 1.939, el clero pensó que había llegado el momento propicio para meter en cintura a las ovejas descarriadas, imponiéndoles, a un tiempo, penitencias por los pecados cometidos. De este modo, simple y, hasta cabría decir, elemental el sexo se constituye durante aquella larga etapa franquista en el pilar fundamental de represión del español de a pie, y comienzan las prohibiciones de todo tipo en materia de sexualidad, prohibiciones que llegan a convertirse incluso en normas civiles y penales.”
La mujer tenía apenas una posibilidad laboral. “Durante el Franquismo se hizo especial énfasis en que la mujer se quedara en casa, y casi la única salida laboral que se tuvo en las dos primeras décadas de la dictadura era ser maestra. Por influencia de la falange y la Iglesia, se ponía como ejemplo de destino de la mujer que quería ser trabajadora la misión de ser maestra, educar a los niños, era casi una extensión de su labor con los niños en la casa. Pero la mujer no podía ser, por ejemplo, ingeniero o juez, tuvieron que pasar muchos años para que se le permitiera estudiar ciertas carreras”.
Por último, Romero Coloma habló de la homosexualidad en el franquismo “La homosexualidad fue duramente perseguida a lo largo del Régimen franquista. Como ha expresado, con agudeza, Rafael Torres, en tiempos de Franco no había maricones. Esto era cosa del liberalismo marxista y republicano, felizmente vencido por las armas, y no del Régimen que se desvivía por los valores de la raza, raza de hombres machos. Si algún individuo daba muestras de sospechosa finura, o de afeminamiento en los modos, se le pegaba una paliza y se le hacía ingerir una porción regular de aceite de ricino. Esto se hacía para que el rebelde espabilase y aprendiera a comportarse como un verdadero español.
Romero Coloma, que ha centrado su estudio en la legislación franquista contra la mujer y la influencia de la Iglesia Católica en el papel secundario que la dictadura franquista otorgó a la mujer, comenzó diferenciando “El Franquismo era un régimen autoritario, no totalitario. Se diferencia de los sistemas totalitarios, como el nazismo o el comunismo, que esos sistemas tenían idearios, unas líneas filosóficas, equivocadas o no, pero en España se gobernó, sobre todo en las dos primeras décadas de la dictadura, por las creencias personales de Francisco Franco. Franco no era un ideólogo, era un militar de arraigadas creencias católicas, y gobernó el país según sus creencias personales. Y otra cosa que diferencia al comunismo o el nazismo del franquismo, es que en Alemania y en la Unión Soviética había ideas que propiciaban el cambio, se apoyaba la cultura –aunque fuera la cultura cercana al ideario en el poder-, se potenció la industria, la economía, y en España no; España se quedó detenida en el 1 de abril de 1939, y no hubo cambio alguno al menos hasta 1958. Después, cuando el dictador iba flaqueando por la edad, entró el Opus a legislar y cambio el país, pero sólo en el aspecto económico, porque España siguió siendo un país gris y aburrido”.
En "Franquismo y sociedad" se presta especial atención al papel social, cultural y político de la mujer durante el franquismo y a la influencia de la moral impuesta por la Iglesia Católica. Comenzando por la situación de la mujer en la Segunda República Española, se revisa la historia de una feroz represión, la ideología del régimen franquista y su relación con distintos regímenes totalitarios, la Iglesia como poder en el franquismo y su influencia en las relaciones amorosas y la sexualidad, los cambios desde el Concilio Vaticano II y el desarrollo social y económico de los años sesenta y setenta. La autora se basa en la legislación civil y penal en el franquismo, las normas jurídicas del régimen, y su influencia sobre la situación de la mujer durante la dictadura, con una revisión del ideario de la Falange en relación con la educación de la mujer y el papel de la Sección Femenina y sus actividades.
Para Aurelia María Romero Coloma, “la feroz represión de la postguerra y el férreo sistema educativo forjaron una ciudadanía pacata, timorata, muy conservadora, hasta tal punto que incluso Franco y la Iglesia española tuvieron que aceptar los cambios impuestos por el Concilio Vaticano II, y una buena parte de los españoles los rechazaban. No digo medidas como dar la misa cara al público y en español, porque los ciudadanos no entendían el latín y se aburrían soberanamente en misa, pero sí que se negaban en las nuevas formas, en la apertura a otras religiones… Un ejemplo claro es el odio que Franco tenía a los judíos, y que muchos españoles no aceptaron la cercanía al judaísmo, la comprensión, que emanaba del Concilio Vaticano II”.
Especialmente interesante es el apartado de la moral franquista que podemos encontrar en este libro. “Desde la Prensa y la Radio se insiste durante el franquismo de forma obsesiva, en la recuperación de los valores de la mujer española, equivocada por ideales extranjeros y degenerados. Su pone en entredicho el baile agarrado y la exhibición del cuerpo femenino en las playas. Cuando la mujer acude a un templo, debe hacerlo con el máximo recato, vistiendo falta por debajo de las rodillas, medias, velo en la cabeza y mangas largas. En la calle, puede llevar los antebrazos al aire, tal como exige la moda del año, pero, para entrar en el templo, se ha de cubrir la desnudez con manguitos de tela de quita y pon, ajustados con elástico. A los bailes, playas y piscinas acudían parejas de la Guardia Civil, a vigilar el cumplimiento de las severas normas relativas a la indumentaria. En algunas playas se tendieron vallas de alambre para separar a los hombres de las mujeres, y unos y otras sólo podían acercarse a las mismas a la hora de comer. Y esa represión se debía al odio que Franco tenía hacia la sexualidad.”
Aunque Romero Coloma remarca que esta fue una obsesión que llega hasta la ligera apertura de finales de los 50 y comienzos de los 60, “Significativa fue la aparición en las playas del llamado Meyba, que era una especie de pantalón grande e informe, que fue popularizado por Manuel Fraga Iribarne cuando se bañó en las radiactivas aguas de Palomares, en los tiempos del ascenso del Opus. Es posible que Franco alentara la fobia al sexo de los Prelados y del clero en general para tenerles distraídos, evitando, de esta forma, que se entrometieran en asuntos más conflictivos, si bien los Obispos, en honor a la verdad, tampoco destacaron por sus desvelos sociales antes de la confrontación bélica.”
Para la autora de "Franquismo y sociedad", durante el franquismo se volvió a identificar a la mujer con Satanás, “La tradición eclesiástica que se remonta a los tiempos de la Contrarreforma reducía la Moral a la continencia sexual y a la ocultación del cuerpo humano femenino, que era considerado el vehículo predilecto del que el demonio, Satanás, se servía para lograr sus malévolos fines. Los ancianos célibes que integraban el Episcopado habían observado, con creciente preocupación e impotencia, que, durante los años de la República, las costumbres se habían relajado ostensiblemente y que el rebaño de ovejas había tomado caminos erróneos. Con el fin de la contienda bélica, en el año 1.939, el clero pensó que había llegado el momento propicio para meter en cintura a las ovejas descarriadas, imponiéndoles, a un tiempo, penitencias por los pecados cometidos. De este modo, simple y, hasta cabría decir, elemental el sexo se constituye durante aquella larga etapa franquista en el pilar fundamental de represión del español de a pie, y comienzan las prohibiciones de todo tipo en materia de sexualidad, prohibiciones que llegan a convertirse incluso en normas civiles y penales.”
La mujer tenía apenas una posibilidad laboral. “Durante el Franquismo se hizo especial énfasis en que la mujer se quedara en casa, y casi la única salida laboral que se tuvo en las dos primeras décadas de la dictadura era ser maestra. Por influencia de la falange y la Iglesia, se ponía como ejemplo de destino de la mujer que quería ser trabajadora la misión de ser maestra, educar a los niños, era casi una extensión de su labor con los niños en la casa. Pero la mujer no podía ser, por ejemplo, ingeniero o juez, tuvieron que pasar muchos años para que se le permitiera estudiar ciertas carreras”.
Por último, Romero Coloma habló de la homosexualidad en el franquismo “La homosexualidad fue duramente perseguida a lo largo del Régimen franquista. Como ha expresado, con agudeza, Rafael Torres, en tiempos de Franco no había maricones. Esto era cosa del liberalismo marxista y republicano, felizmente vencido por las armas, y no del Régimen que se desvivía por los valores de la raza, raza de hombres machos. Si algún individuo daba muestras de sospechosa finura, o de afeminamiento en los modos, se le pegaba una paliza y se le hacía ingerir una porción regular de aceite de ricino. Esto se hacía para que el rebelde espabilase y aprendiera a comportarse como un verdadero español.
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