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F. V. 09/03/2014
Benita Gil de Serrano cumplió el pasado enero 101 años en Praga, capital de Chequia, donde esta republicana convencida se exilió al término de la guerra civil española. Aprovechando esa efeméride personal, el cónsul de España, Pablo Rupérez Pascualena, le impuso la medalla de Isabel la Católica al mérito civil.
Maestra de profesión y nacida en el pueblo turolense de La Ginebrosa, la contienda del 36 frustró la carrera de Benita, que había militado en la Federación Española de Trabajadores de la Enseñanza (FETE). Pasó a Francia y allí se casó con Felipe Serrano, con quien tuvo dos hijos.
Pero allí tampoco pudo echar raíces. La ilegalización del PCE por las autoridades galas la obligó a emigrar a Checoslovaquia, la actual República Checa, donde ha transcurrido gran parte de su vida desde que cumplió los 38 años. Allí, tras aprender la lengua, entró a formar parte de la Federación Mundial de Sindicatos (FMS), cargo que le permitió viajar y ganarse la vida dignamente. Hasta 1980 no regresó a España, su país, que encontró "muy cambiado". No obstante, problemas de salud y el hecho de que sus nietos siguieran en Checoslovaquia la devolvieron en 1992 al país del Este, donde vive en la actualidad.
"Era maestra y siempre consideré que si me quedaba en España tras la guerra civil me hubieran echado de la enseñanza", explicó Benita al cónsul de España en Praga cuando este la fue a ver a su casa para entregarle la medalla al mérito civil.
POLIFACÉTICA Con todo, el exilio no la anuló como persona. Al contrario, la vida en el extranjero la convirtió en una mujer polifacética que compaginó la traducción y la interpretación con los cargos de sindicalista y secretaria.
Además, Benita nunca ha perdido de vista la actualidad de su país. Siguió de cerca la Transición y aun ahora está pendiente de las noticias de su tierra, que analiza con un espíritu crítico pulido por su larga y fructífera vida. Ahora desde Checoslovaquia.
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