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Entre topos y biberones
Esta semana rescatamos otro artículo de Jesús Fernández (Susi) una pluma habitual de la revista losina La Solana, publicado en CRÓNICA DE LAS MERINDADES: -Entre topos y biberones, con el título: Porque no “pensaba como ellos“. Revista Nº 92-enero 2014 pág. 20. A modo de cuento va desvelando los drama que muchas familias de Las Merindades vivimos.
¡¡PORQUE NO “PENSABA” COMO ELLOS!!
Han pasado más de setenta años y mucho se ha hablado y escrito de la Guerra Civil Española, cientos de libros e historias, pero poco, o casi nada se ha escrito, de lo que ocurrió durante los tres años que duró la contienda, en el Valle de Losa.
Es muy curioso este título que yo me he inventado a pesar de lo crudo que resulta su exposición. Sabemos que hubo muchas familias en el Valle de Losa que sufrieron un drama como el que os vamos a contar. Un padre que tuvo que abandonar su pueblo, su casa, y su familia después de estar escondido y cautivo en un habitáculo en el pajar de su propia casa, que el mismo había construido. Después de caminar durante toda una noche a través de los montes que separan Losa, del Valle de Mena, se alistó en el bando republicano. Su hijo con 17 años fue la última “Quinta” que movilizó el Presidente de La República, en el último año de la contienda. A esta “Quinta”, la llamaron “Del Biberón”.No vamos hacer ningún juicio sobre quien tenía o no razón, porque ya sabemos como se las gastaban en el otro bando. Solo queremos hacer historia de unos hechos que pocos lo sabíamos.
Para contar estos hechos, ya se han borrado los héroes, han desaparecido incluso las motivaciones patrióticas, religiosas y económicas. Hace aproximadamente un año, publicamos la “Historia de un Topo en el Valle de Losa”. Al tiempo, me llegaron unas cuantas llamadas telefónicas e incluso alguna carta del propio Valle, en el que me decían que alguien de su familia también había estado escondido y que les gustaría que la gente lo supiera; y haciendo una pequeña selección hemos elegido este, por su condición de doble acontecimiento. “Un hijo, y un padre que luchan en diferentes “bandos”; es un ejemplo de lo que ocurrió en infinidad de casos en toda España. No olvidemos que fue una Guerra Civil. Cada cual en su zona, hacía prevalecer su poder por la fuerza de la “sinrazón”.
El día 18 de Julio de 1936 fue cuando los españoles comenzaron a pegarse mutuamente. “Este vecino de Salinas de Rosío” al que nos referimos, sabía que andaban buscándole; y nos cuenta su hijo, como nunca tuvo problemas con nadie en el pueblo, aunque pensara de “distinta forma de ver la vida”, y tuvo que esconderse en su propia casa. Fue una aventura muy triste pero a la vez apasionante, ya difuminada por sus propios perseguidores. Fueron los mozalbetes falangistas que ejercían como cazadores furtivos en busca de aquellos individuos, y eran los responsables de las grandes desapariciones que se desarrollaban en los pueblos donde todos sabíamos y conocíamos quienes eran. Estos actuaban con una perfección, como solo podrían encontrarse, en los cuentos medievales o en las sangrientas conquistas que la Inquisición puso en marcha en la Edad Media.
Así ocurrieron los hechos: En el año 1936, Salinas era un pueblo eminentemente, salinero; tenía más de 40 vecinos y pertenecía al Ayuntamiento de La Cerca. Su explotación siempre supuso un alivio a la economía de la casa. La mayoría, disponían de alguna “era” donde secaban y recogían la sal. En las salidas y puestas del sol, daban al pueblo, la imagen de un paisaje extremadamente brillante. Sus eras cubiertas de aquella sal brillante y blanca como la nieve, daba la sensación, de que el invierno había cambiado de estación.
Al conocer estos hechos, seguro que la gente se preguntará ¿COMO SE HIZO?. El vecino al que nos referimos, estaba casado y tenía tres hijos y una hija. Este, además de la sal, atendía su labranza, y llegó la “confrontación”… y .¡todo se fue al carajo!… Las envidias y los malos quereres, hicieron que en el Valle de Losa, los falangistas comenzaran a batir el territorio en busca de aquellos individuos que amenazados, aterrorizados e impotentes, salieran de sus escondrijos como conejos perseguidos por auténticos hurones…. Las denuncias de algunos vecinos, fueron haciendo mella en los pueblos y algunos que decían ser republicanos, aprovechaban, la noche para buscarlos. España vivía replegada sobre si misma, y esto hacía que la gente temblara ante tanta crueldad.
Este vecino, dicho sin ironías ni sarcasmos, ya sabía que andaban detrás de él, porque algún amigo le sopló por lo “bajines”. Así, que decidió esconderse en su propia casa. En el pajar se construyó su propia vivienda y allí estuvo escondido y cautivo el tiempo suficiente para cansarse y poner fin a su propio cautiverio. Abandonar su casa, su familia, y su pueblo. Casi todos los días aparecían los matones por su casa preguntando por él, y su mujer siempre les decía lo mismo, “se ha ido de casa”. Después de muchas visitas frustradas a la casa. Eran las 12 de la noche de un día cualquiera, cuando llaman a la puerta preguntado por él; su mujer se asomó al balcón, y les da la misma contestación, “no está en casa”; éste, que lo estaba oyendo desde su habitáculo, ya harto, de estar tanto tiempo sufriendo su cautividad…..le dice a su mujer, ¡me voy, no aguanto más!… ¡¡Prepara la cena que me paso al “otro bando” que esta estacionado en Villasana de Mena!!. Su mujer tembló cuando oyó la voz de su marido, pero también pensó en lo que estaba sufriendo en aquellas condiciones. Cenaron por última vez todos juntos, y su mujer le preparó un buen bocadillo y se fue casi con la ropa puesta, una ropa ligera para el viaje. Mientras él había preparado el macuto, el hijo mayor que entonces tenía 16 años acompañado de su madre, cogieron una soga de las mejores de que disponían; la amarran a la viga madre del pajar, y por la parte trasera para que nadie les viera, (era una noche muy oscura) se cuelga de la soga y se deja caer, hasta tocar suelo, era (ágil como un atleta); a su hija, llorando al igual que toda su familia, la tuvieron que poner un pañuelo en la boca por si los sollozos, llegaban al oído de algún vecino.
Eran las doce de la noche, cuando comienza su exilio. Salió de su casa huyendo hacia la sierra buscando el lugar menos costoso; lo hace a pie pasando por los montes de Castrobarto, hacia La Magdalena. Ya conocía el camino, porque meses antes había estado construyendo trincheras de defensa, en aquella zona, por lo que no le fue muy difícil sortear la vigilancia que hacían los vecinos de los pueblos, obligados por las autoridades militares. Me comentaba su hijo, mi interlocutor, que sorteó los dos puestos donde hacían guardia, sin levantar ninguna sospecha. Al amanecer ya había atravesado la sierra y en Villanueva se encontró con un conocido que le acompañó hasta Villasana, donde estaba estacionado el Batallón Villarías; una vez allí, se entregó a los republicanos que le recibieron como un soldado más. Enseguida simpatizó con ellos que le bautizaron con el nombre de “El Evadido”.
Después de estar en aquel Batallón más de dos meses. El Gobierno Vasco que estaba construyendo el llamado “Cinturón de Hierro”, a una parte de estos soldados, los destinan a fortificar la ermita de San Roque en Archanda. Las tropas de Mola poco tiempo tardaron el entrar en la Capital Vizcaína, teniendo que abandonar su refugio, huyendo por el monte hacia Santander. Ya en la ciudad cántabra, en el puerto, encontraron una gabarra preparada para huir a Francia, pero no consiguieron ni ponerla en marcha, ya que enseguida aparecieron los soldados nacionales a los que se entregaron sin ofrecer resistencia. En un principio, los encerraron en la Plaza de Toros de Santander, para luego trasladarlos a la Cárcel Provincial donde estuvo recluido hasta que llegó el juicio, saliéndole “Pena de Muerte”. Desde la Capital de Cantabria, le trasladaron en ferrocarril y después de 7 días y siete noches llegaron al Penal del Puerto de Santa María, donde estuvo hasta su puesta en libertad.
Conocida la noticia de la “pena muerte”, su mujer, cargada de valor, acudió en busca de auxilio y lo encontró en un amigo llamado Quintín de La Torre, que la acompañó a Salamanca donde tenía un hijo que ejercía un alto cargo en el Gobierno de Franco. Este, según cuenta su hijo, pidió audiencia al Generalísimo, que le conmutó la pena de muerte, por “treinta años” y que debido a su buena conducta, solo cumplió cinco. Ya libre en casa, debía de presentarse durante un largo tiempo, todos los meses a la Guardia Civil.
La Quinta del “Biberón”: Fue el nombre que recibió la “Quinta del 41”. Esta y en todo el territorio que controlaba aún la República durante los últimos años de La Guerra Civil Española, su Presidente, Don Manuel Azaña, mandó movilizar a todos los jóvenes nacidos entre los años 1920-21. En aquel momento las tropas franquistas habían atacado fuertemente en Cataluña y se estaban haciendo con el control de los últimos puntos de resistencia republicana. En total fueron llamados a filas unos 30.000 jóvenes. Primeramente los utilizaron para cubrir tareas auxiliares, pero enseguida ya participaron en misiones de guerra. Eran niños, muchos aún sin barba, sin instrucción, ni nada que se pareciera a un soldado. Se cree que recibió este nombre, cuando Federica Montseny se refirió a todos ellos de esta manera ¿Diecisiete años? “pero si todavía deben tomar el biberón”. Estos niños estuvieron presentes, en las cruentas batallas de los Ríos Segre y Ebro y algunos fueron destinados a los Pirineos Leridanos. (Parece ser, pero nadie lo ha confirmado) que Franco en la zona por él dominada, ya había llamado a filas a esta misma “Quinta”.
Acabada la guerra, estos niños corrieron suertes diferentes, algunos se exilaron en Francia, y otros en prisiones franquistas o en los campos de concentración de Vitoria y Miranda de Ebro y algunos en el Sáhara Español. (Alguien me cuenta sin mucha seguridad), como la mayoría de estos jóvenes soldados que combatieron en el bando republicano y que fueron hechos prisioneros por las tropas nacionales, quedaron liberados por el régimen franquista, ya que fue normal, durante todo el conflicto, y en su mayoría, la ideología de los llamados a filas, no era recíproca al bando que les obligaba a alistarse bajo “coacción”, en gran parte de los casos.
Entre estos “niños soldados” estaba el hijo mayor de “nuestro personaje”, procesado, y preso en El Puerto de Santa María. Estos niños, tuvieron que viajar en trenes de ganado, apiñados y amontonados como animales, hasta llegar a su destino. ¿Como quedaría esta pobre madre, con su marido preso en El Puerto de Santa María, su hijo mayor con 17 años en la guerra y su hijo pequeño de cinco años en casa de sus tíos enCuesta Urria (un pueblo cercano a Medina de Pomar) lejos del hogar familiar?……. es un ejemplo de lo que ocurrió durante los tres años que duró la contienda.
Jesús Fernández (Susi)
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