Nuestro país ostenta el horrible título de ser el segundo Estado en número de desaparecidos después de Camboya
ANÁLISIS DE MARÍA GARZÓN | 29/08/2015
Silencio. Silencio y palabras vacías, es lo que reciben una y otra vez las madres y padres, hijas, hijos, hermanos, sobrinas… personas que buscan a sus familiares quienes, bien por la acción consciente del Estado o sus aparatos, o por la inacción de los mismos, han sido y seguirán siendo víctimas de desaparición forzada.
Este 30 de agosto fue declarado en 2010 por la Asamblea General de Naciones Unidas, Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas. Como ya señalara entonces la ONU, el delito de desaparición forzosa “se ha convertido en un problema mundial que no afecta únicamente a una región concreta del mundo. Las desapariciones forzadas, que en su día fueron principalmente el producto de las dictaduras militares, pueden perpetrarse hoy día en situaciones complejas de conflicto interno, especialmente como método de represión política de los oponentes”.
La brutalidad de este delito reside en su permanencia en el tiempo y lo convierte en unos de los más graves desde el punto de vista de la justicia penal internacional. Y es que el delito de desaparición forzada sigue existiendo mientras no aparezca la persona desaparecida o, como suele ocurrir en demasiadas ocasiones, el cuerpo sin vida de la misma.
Esto convierte a aquellos que la buscan, sus familiares, en víctimas de este mismo delito. Víctimas a las que se les niega la tutela judicial, la asistencia, la reparación y en ocasiones, aun habiendo averiguado el paradero los restos de sus seres queridos, el derecho que tienen a recuperarlos. Así le ocurrió durante años a la familia de Teófilo Alcorisa quienes por mera decisión política de la ex-alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, perdieron incluso la subvención que habían obtenido para poder exhumar los restos de su padre, que estaban perfectamente localizados. Gracias a la perseverancia de la familia y al cambio político en este Ayuntamiento, por fin, Pilar Alcorisa podrá conseguir este anhelado acto de reparación.
Siempre las víctimas y su lucha, siempre el silencio por parte de las autoridades, solo roto en pocas ocasiones por políticas valientes que esperemos sean cada vez más reales en nuestro país. Un país que ostenta el horrible título de ser el segundo Estado en número de desaparecidos después de Camboya.
Se estima que al menos 150.000 desaparecidos continúan en las cunetas. A esta cifra debemos añadir más de 30.000 niños robados. En el último año, Naciones Unidas nos ha recordado la obligación de acabar con esta realidad y solo han obtenido silencio y mentiras por parte de nuestro Gobierno.
Es tiempo pues, de la palabra, de hablar de nuestros desaparecidos, de nuestros familiares, amigos, conocidos o desconocidos, y al fin y al cabo conciudadanos, que como nosotros tienen los mismos derechos y a los que se les están siendo negados sistemáticamente por un Gobierno tras otro desde que término la dictadura del general franco y llego la tan ansiada y ahora sabemos, frágil democracia.
Frágil pues se sustenta sobre más de dos mil fosas comunes que llenan nuestras cunetas, campos y montes, de personas que siguen sufriendo un crimen permanente y cuyas familias se ven reducidas a víctimas de segunda categoría ni siquiera reconocidas en nuestro flamante estrenado Estatuto de la víctima, a pesar de ser las más numerosas. Frágil porque a los miles de niños y niñas a los que se les quiso eliminar ‛el gen marxista’ y que fueron robados, aún desconocen sus verdadera identidad.
¡Cuántos de ellos no se habrán quedado ya en el camino! Frágil porque en definitiva miles de familias ven como la tutela judicial efectiva no se cumple en un país que les niega la misma salvo en contadas ocasiones.
Salgamos de nuestros hogares. Vayamos a las escuelas, a las plazas, a los mercadoa; hablemos de nuestros desaparecidos; tomemos partido por ellos, porque una sociedad silente es cómplice del Estado inoperante. Hablemos desde la humanidad, dejando atrás los matices políticos que tan bien enarbolan otros por nosotros y hablemos de los Derechos Humanos que se les está negando a nuestros conciudadanos; que se nos niegan a nosotros. Luchemos con la palabra para que el silencio que reciben esas madres, padres, hijas, hermanos, se convierta de una vez por todas en Verdad, Justicia y Reparación.
María Garzón Molina, Directora General de FIBGAR. WWW.FIGBAR.ORG
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