diumenge, 13 d’abril del 2014

Acerca de la Guerra Civil y sus consecuencias.


http://letrahumanistica.wordpress.com/2014/04/02/acerca-de-la-guerra-civil-y-sus-consecuencias/


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“El exiliado, el que en penosas condiciones se ve obligado a abandonar su país, el que es acogido en otro lugar, deber hacer perdonar su presencia a fuerza de humildad y servidumbre”.

Se conmemora estos días el fin de la Guerra Civil española (1936-1939), que ha generado mucho debate en congresos, aulas, prensa y televisión. El fin de la guerra supuso mucho para la Historia de este país y quedó marcada, de una u otra forma, para la sociedad de la época y las generaciones posteriores, que aún hoy, 75 años después, genera debates diversos (de forma preocupante en algunos casos).
¿Qué supuso la Guerra Civil y el triunfo de los “nacionalistas”? En primer lugar, el fracaso de la II República. La República, con un afán reformista que quizás no casaba con  la mentalidad y la predisposición de la sociedad española de entonces, no supo canalizar la creciente violencia y el malestar de la casta social ni supo, en mi opinión, contentar a las clases medias-bajas de la que se sustentaba. Este fracaso de la II República  tenemos que contextualizarlo: España estaba rodeada de regímenes fascistas-totalitarios, que eran el antónimo de lo que significaba la República. Sólo Francia e Inglaterra mantenían regímenes democráticos y, en el caso de Francia, de forma endeble. En segundo lugar, la guerra supuso la polarización total de la sociedad española durante los siguientes 75 años. Tanto el bando republicano como el bando sublevado defendieron sus posturas de forma categórica y con argumentos de traición entre ambos. Esa semblanza ha dejado rastro hasta nuestros días. En tercer lugar, y no menos importante, el régimen franquista, triunfador de la contienda, trajo miedo, muerte y pesar a la España de la postguerra; un miedo que duró hasta casi el último aliento del general; la muerte y represión de miles de españoles republicanos y el pesar de las familas y de quienes tuvieron que exiliarse de su país.
Ésto último es una de las grandes consecuencias que la historiografía de la guerra civil no trata o lo hace de pasada: el exilio de un total de 750.000 personas durante la guerra, de las cuales, cerca de 120.000 quedaron exiliados permanentemente por sus ideas o por pertenencia a algún partido de izquierdas durante la II República.
Estas miles de personas fueron huyendo y saliendo hacia Francia conforme se movían los frentes: desde el País Vasco, Cantabria y Asturias marcharon por Hendaya (paso fronterizo) en 1937; de Aragón en 1937-1938; el gran éxodo de enero-febrero de 1939 de Cataluña y el último exilio del sureste en marzo de ese mismo año hacia la África francesa (Argelia, Marruecos,…). La sociedad española sabe poco más o nada de este tema. Quizás le suene que un abuelo o un pariente estaba en Francia “por rojo” o “huyendo de Franco”. Entre tanto debate, polarizado, sobre las bondades y las maldades de la II República, los defensores y los negacionistas de la sublevación militar y entre tanta historia cosificada de la guerra creo que hacerle un pequeño homenaje a aquellos que tuvieron que huir por sus ideas y salir del ruido de las conmemoraciones no está de más.
Les pondré en contexto: enero-febrero de 1939. Miles de españoles de todas las regiones se agolpan en Cataluña huyendo desde todas las partes donde el golpe ha triunfado. Huyen de los fusilamientos, la violencia física y las encarcelaciones sin juicios ni motivos. Desde el verano de 1938 van llegando millares de personas a Cataluña y a final de año la capital, Barcelona, cuenta con cerca de 1.000.000 de refugiados. Entretanto, las tropas franquistas, auxiliadas por tropas, tanques y aviación alemana e italiana va cerrando el cerco sobre la comunidad hasta que en diciembre fracasa la ofensiva republicana en torno al río Ebro. Ante el avance de las tropas “nacionales” y las desbandada del ejército republicano marchan hacia la frontera con Francia (La Junquera, Port-Bou,..) cerca de medio millón de personas, la mayoría madres con hijos y ancianos. En la frontera se encuentran con gendarmes franceses que impiden el paso hacia el país vecino y la desesperación comienza a hacer mella en los españoles. Pocos días después de la llegada masiva hacia dicha frontera, en torno al 25 de enero, las autoridades francesas deciden abrir solo a los civiles los pasos, mientras que impiden que los militares entren en Francia, hasta que el 10 de febrero, ante lo que está ocurriendo en España con los fusilamientos y la represión y el lamentable estado de los soldados republicanos, el gobierno francés permite, tras desarmarlos, que penetren en suelo galo.
https://www.youtube.com/watch?v=jiO1ZEK1RQ0 LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA: EXILIO
Hasta aquí podríamos decir que bueno, es lo que tiene una guerra, pero el sufrimiento que tuvieron que padecer ya en suelo francés no hubo sino agravar la situación de miles de exiliados que, en torno a finales de 1939, eran cerca de 150.000. La masa que conformaba casi la totalidad de ellos eran gentes del sector primario (obreros, agricultores, trabajadores) pero también, y muchos del secundario y terciario, gente que veía en la República una oportunidad para mejoras sus condiciones y que 8 años después se vieron encerrados en campos de internamiento en playas, cercados por alambras, vigilados por soldados africanos (la “escoria” del ejército colonial francés en 1939), en unas condiciones inhumas de falta de intimidad, aseo y comida propias de un país tercermundista. La acogida en Francia, por parte del Gobierno central francés, es poco menos que deplorable. Francia era vista como la nación de la libertad y los derechos y la realidad es que Francia fue, para los republicanos españoles, la cuna de odios, prejuicios y malos actitudes.  No por parte de la población, que de una manera u otra simpatizaron con ellos hasta que el bombardeo de la prensa y el gobierno y una guerra cada vez más próxima con Alemania fue alejando las actitudes benévolas por actitudes hostiles. En de justicia reconocer que Francia no estaba preparada (ni ninguna nación actual) para acoger, mantener y sostener a medio millón esporádico y a 150.000 permanente durante meses, y más en una situación de conflictividad social feroz y una crisis económica grave. Pero también de justo decir que la recepción, la habitabilidad y la actitud pudieron (debieron) ser diferentes.
Por ir acabando, un solo ejemplo de la situación de estos exiliados en una zona concreta: el campo de Septfonds. Este campo, situada en la localidad del mismo nombre, en el Departamento de Tarn-et-Garonne (en el centro-sur de Francia) recibió, en los primeros días de febrero de 1939 a 7.500 civiles que fueron repartidos por diferentes estancias de la ciudad: establos, granjas, hospitales, pabellones,… siempre vigilados y cercados. En cambio, a los militares y hombres civiles se les encerró en campos de internamiento, más cercados y vigilados aún, sin poder salir salvo en casos excepcionales (permisos, para ir a trabajar si podían, enrolándose en el ejército francés…). Allí pasaron meses, a veces sin noticias de su familia (y cuando las tenían eran escasas), sin una alimentación mínima adecuada, sin intimidad y en condiciones insalubres. No era peor que en los campos de las playas de las primeras semanas pero fueron encerrados como gente peligrosa. En marzo de 1939 se creó este campo de Septfonds, también conocido como el de Judes. Allí se concentraron militares pero también médicos, enfermeros, panaderos u obreros. Fue una estancia penosa que ha sido descrita recientemente por el profesor Vidal Castaño y que nos muestra el periplo y la odisea de personas que creyeron en una República que no cumplió sus objetivos (por los motivos que sean), que una guerra terminó de romper sus esperanzas y que unas vidas fuera de sus casas se les hizo una pesadilla.

Vaya aquí mi pequeño reconocimiento a todos ellos.