dissabte, 8 de juny del 2024

Hoy la escritora Angelina Gatell habría cumplido 98 años.


 

La foto es del homenaje del mundo del cine a los fallecidos en los Goya de 2018.

La ejecución de Encarnación Magaña el 11 de agosto de 1942

 https://www.elindependientedegranada.es/politica/ejecucion-encarnacion-magana-11-agosto-1942


MUJERES DESTACADAS QUE LUCHARON POR LA II REPÚBLICA Y CONTRA EL FRANQUISMO


POLÍTICA - Paco Robles Sábado, 8 de Junio de 2024 
El memorialista Paco Robles nos descubre un episodio poco conocido de la posguerra, el caso de esta almeriense, que no es solo una historia de sufrimiento individual, sino también un reflejo de la brutalidad con la que las autoridades franquistas reprimían cualquier forma de disidencia o sospecha.
Encarnación Magaña en una imagen de archivo.
APORTADA POR EL AUTOR.
Encarnación Magaña en una imagen de archivo.

El 11 de agosto de 1942 ocho personas fueron ejecutadas en Almería, acusadas de "adhesión y auxilio a la rebelión" e infracción a la Ley de Seguridad del Estado por difundir el "Parte Inglés", un simple folleto que recopilaba noticias emitidas por la emisora BBC de Londres sobre la Segunda Guerra Mundial.

Las autoridades les acusaban de intentar favorecer la victoria de Inglaterra y la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial, bajo el supuesto de que esto podría provocar un cambio de régimen en España

Estas ejecuciones cumplieron con la sentencia de la causa instruida en 1941 contra Joaquín Villaespesa Quintana, Encarnación García Córdoba, Cristóbal Company García, Francisco García Luna, Antonio González Estrella, Juan Hernández Granados, Diego Molina Matarín y Francisco Martín Vázquez.

La detención de más de un centenar de almerienses en 1941 fue parte de una operación represiva intensificada. Los encarcelados en la prisión del El Ingenio vivieron condiciones extremadamente duras, aislados y sometidos a un trato inhumano. Las autoridades les acusaban de intentar favorecer la victoria de Inglaterra y la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial, bajo el supuesto de que esto podría provocar un cambio de régimen en España. Se les acusó de pertenecer a una organización clandestina de tipo marxista dedicada a la propaganda, agitación, acción y socorro rojo.

Encarnación Magaña y otros acusados fueron condenados y posteriormente fusilados sin las debidas garantías procesales

Encarnación Magaña y otros acusados fueron condenados y posteriormente fusilados sin las debidas garantías procesales. La ejecución fue realizada en el cementerio de la ciudad de Almería, donde los cuerpos de los fallecidos fueron enterrados en una fosa común sin que sus familiares pudieran velarlos en privado.

Encarnación Magaña Rosa fue una activista política y anarquista nacida el 30 de noviembre de 1921 en Tabernas, municipio de la provincia de Almería. Desde muy pequeña queda huérfana, tras morir su padre en un accidente laboral en 1922, cuatro años después también perdería a su madre, así que muy joven fue adoptada por Rafael García Montesinos y Epifanía Córdoba Tortosa, de ahí la doble identidad ya que el nombre Encarnación García Córdoba con el que se la juzgó, era el nombre después de la adopción.

Desde joven se involucró en la política y se unió a las Juventudes Libertarias y a Mujeres Libres, donde paso a ocupar poco después los cargos de secretaria y presidenta interina de Mujeres Libres

Desde joven se involucró en la política y se unió a las Juventudes Libertarias y a Mujeres Libres, donde paso a ocupar poco después los cargos de secretaria y presidenta interina de Mujeres Libres. Con ellas realizó actividades de agitación y propagada, como el festival benéfico de Solidaridad Internacional Antifascista, en el Teatro Cervantes, o las visitas a los frentes de Granada para llevar prensa y comestibles a los milicianos. Fue procesada varias veces y finalmente detenida en 1941 por imprimir "propaganda subversiva". Fue juzgada y condenada a muerte, siendo ejecutada el 5 de agosto de 1941 en Almería, a la edad de 19 años.

El 24 de marzo de 1941 marca un día trágico en la vida de Encarnación. Su detención en el Barrio Alto, donde residía desde la detención de su marido, fue un evento abrupto e inexorable, resultado de un chivatazo que desveló su implicación en el 'Parte Inglés'. Desde ese momento, las puertas de la libertad se cerraron para ella de manera definitiva. Según consta en la escasa documentación, Encarnación fue aprehendida por el Servicio de Investigación de FET y de las JONS (Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista).

Fue encarcelada en la Prisión llamada Gachas Colorás. Esta cárcel se caracterizaba por su insalubridad y el trato inhumano hacia quienes allí estaban confinados. A eso se añadían los gravísimos interrogatorios a los que Encarnación fue sometida, diseñados para quebrantar incluso a las personalidades más fuertes. Es en ese contexto de extrema violencia, presión y coerción cuando Encarnación entregó una carta que escondía en su zapato, sin duda consciente del destino que esa acción le acarrearía. La decisión de entregar un documento incriminatorio revela la severidad de los métodos utilizados durante los interrogatorios para obtener confesiones. 

Dicha carta expresaba profundo dolor y desesperanza. En ella, Encarnación lamentaba la suerte de su marido, clamando su inocencia y anticipando su ejecución injusta. Además, manifestaba una esperanza de que, en algún momento futuro, se reconocería la verdad y se haría justicia. 

El caso de Encarnación García Córdoba no es solo una historia de sufrimiento individual, sino también un reflejo de la brutalidad con la que las autoridades franquistas reprimían cualquier forma de disidencia o sospecha

El caso de Encarnación García Córdoba no es solo una historia de sufrimiento individual, sino también un reflejo de la brutalidad con la que las autoridades franquistas reprimían cualquier forma de disidencia o sospecha. La combinación de aislamiento, condiciones inhumanas y técnicas de interrogación agresivas fueron empleadas sistemáticamente para desmantelar redes de resistencia y castigar a quienes se percibían como enemigos del régimen.

El juicio se inició el 28 de abril de 1941 y se cerró el 11 de agosto de 1942, con la masiva ejecución. Además de las ejecuciones, se dictaron cuatro sentencias de cadena perpetua y decenas de largas condenas a los 101 encausados, siendo muy pocos los que lograron la absolución. Entre ellos se encontraba Miguel Castillo Socias, aunque también vivió la dureza del Ingenio, la vieja cárcel de la barriada de Los Molinos, donde eran encarcelados los "desafectos" al régimen.

El juicio fue una burda pantomima, ya que las víctimas condenadas a muerte no eran criminales, sino jóvenes luchadores antifascistas detenidos por distribuir clandestinamente los boletines informativos emitidos por la BBC inglesa

El juicio se celebró en la Escuela de Artes y Oficios de Almería, que actualmente es el instituto Celia Viñas. Fue una burda pantomima, ya que las víctimas condenadas a muerte no eran criminales, sino jóvenes luchadores antifascistas detenidos por distribuir clandestinamente los boletines informativos emitidos por la BBC inglesa. Estos boletines eran conocidos por su amplia difusión en España, ya que España en esos años apoyaba a Alemania e Italia en la contienda.

Se les consideró "autores de un delito de adhesión a la rebelión, como parte de una organización clandestina de tipo marxista para la propaganda, la agitación, acción y el socorro rojo"

Los ocho almerienses fueron acusados de intrigar y querer favorecer la victoria de Inglaterra y la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial, lo que podría llevar aparejado propiciar un cambio de régimen en España. Se les consideró "autores de un delito de adhesión a la rebelión, como parte de una organización clandestina de tipo marxista para la propaganda, la agitación, acción y el socorro rojo".

En el año 1941, la policía detuvo en la capital y provincia de Almería a más de un centenar de almerienses sospechosos de ser contrarios al régimen del general Franco, en plena fase represiva. Su paso por la cárcel del "Ingenio" fue un rosario de sufrimientos. Los hombres fueron aislados y apenas tenían contacto con el resto de los internos.

El juicio contra los procesados por el llamado caso del "Parte Inglés" tuvo extrañas connotaciones y dudosas garantías procesales. El periódico «Yugo» de Almería, jueves 14 de mayo de 1942, insertaba la orden de la plaza para el día 13 de mayo de1942: 

"El próximo día 18, a las nueve horas y en el Salón de Actos de la Escuela de Artes y Oficios de esta capital, se celebrará Consejo de Guerra de Plaza para ver y fallar la causa núm. 1319, tramitada por el procedimiento sumarísimo y ultimada en período plenario por el Alférez e Instructor don Ismael Gómez de las Nievas, contra los encartados siguientes: Joaquín Villaespesa Quintana y dieciocho más, por el delito de Adhesión a la Rebelión; Miguel X. X. y sesenta y seis más, por el de Auxilio a la Rebelión, y Vicente Martínez Alarcón y trece más por infracción de la Ley de Seguridad del Estado. Firmado: El Coronel Gobernador Militar, Ricardo Alonso Vega".

Durante la posguerra en España, se cometieron numerosas violaciones de los derechos humanos y se llevaron a cabo injusticias en nombre del régimen franquista. El caso del "Parte Inglés" es solo uno de los muchos casos de procesos judiciales sin garantías y donde se condenó a personas sin pruebas suficientes o simplemente por motivos políticos.

En este caso en particular, y como en la mayoría, el juicio se llevó a cabo de manera sumarísima, lo que significa que se redujeron los plazos procesales y se simplificaron las garantías y pruebas requeridas

En este caso en particular, y como en la mayoría, el juicio se llevó a cabo de manera sumarísima, lo que significa que se redujeron los plazos procesales y se simplificaron las garantías y pruebas requeridas. Además, se trataba de un Consejo de Guerra de Plaza, que estaba compuesto por militares y no por jueces civiles.

La historia de Encarnación Magaña es particularmente conmovedora, ya que demostró una gran entereza y valentía hasta el final, y se convirtió en un ejemplo para las demás mujeres encarceladas con ella. Su negativa a recibir la comunión y sus palabras finales antes de ser fusilada, "¡Tirad al corazón! ¡Matadme!", son un testimonio de su fuerza y determinación en un momento tan difícil.

Es importante recordar que casos como este fueron comunes en la posguerra española, donde las víctimas de la represión franquista fueron numerosas. La lucha por la justicia y los derechos humanos sigue siendo un desafío en muchos lugares del mundo, y es necesario recordar estas historias para no olvidar los errores del pasado y asegurarnos de que no vuelvan a repetirse en el futuro.

Reflexiones finales 

El espantoso desenlace de este juicio, que culminó en la ejecución de ocho inocentes y el encarcelamiento de muchos más, fue un acto de barbarie que muestra hasta qué punto el régimen franquista estaba dispuesto a llegar para consolidar su poder y eliminar cualquier forma de oposición. Estas ocho personas, cuyas vidas fueron truncadas injustamente, han pasado a la historia como mártires de la lucha antifascista.

Es fundamental recordar y honrar a estas víctimas para que su sacrificio no sea olvidado y para que las generaciones futuras comprendan los horrores de la represión y la injusticia

Es fundamental recordar y honrar a estas víctimas para que su sacrificio no sea olvidado y para que las generaciones futuras comprendan los horrores de la represión y la injusticia. La Memoria Histórica es un pilar esencial para la construcción de una sociedad más justa y democrática, donde los derechos humanos sean respetados y donde actos semejantes nunca vuelvan a ocurrir. En este sentido, la lucha por la verdad, la justicia y la reparación continúa, no solo en Almería, por este caso, y en Granada, como El Independiente de Granada abandera con su pionero Foro de la Memoria, sino en toda España.

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Paco Robles, referencia en Memoria Histórica y Democrática. Fue secretario de Memoria Histórica y Democrática de la ejecutiva provincial del PSOE de Granada. Militante de la Agrupación Socialista de Íllora. Activista de la Memoria Histórica y Democrática en redes sociales, investigador documentalista de nuestra historia reciente, autor del libro 'Los pueblos de Íllora, Memoria Histórica' y diversas publicaciones digitales de tema memorialista. Coordinó la Oficina Municipal de Íllora para reunir testimonios y fondos documentales del periodo 1936-1978.

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Si no tuviste la ocasión de leer los anteriores capítulos o quieres volver a leerlo:

 

 

Dictaduras y robo de niños en España y Argentina

 https://tramas.ar/2024/06/08/dictaduras-y-robo-de-ninos-en-espana-y-argentina/



Dictaduras y robo de niños en España y Argentina

Dictaduras y robo de niños en España y Argentina

8JUN24 Por DANIEL CAMPIONE

Un libro de muy reciente publicación recorre similitudes y diferencias en la operatoria de secuestros y supresión de identidad de bebés y niños por parte del régimen franquista y del autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional”, todo encuadrado en un examen histórico y doctrinario de vastos alcances.

Claudio Capuano.

Hijos de la otredad.

1ª. Edición. Buenos Aires. Ediar, 2024.

343 páginas.

Médico de profesión, coordinador de la cátedra libre de Salud y Derechos Humanos de la Facultad de Medicina de la UBA, el autor publica este libro sobre la base de su tesis doctoral. Los niños robados, estimados en varios millares en España y en centenares en Argentina constituyen el objetivo central de su investigación.

Ese eje podría articular una indagación puramente “técnica”, circunscripta a las modalidades de las sustracciones y a las responsabilidades en su torno. Y en particular la de los profesionales de la medicina, su campo fundamental de acción.

Capuano opta en cambio por una búsqueda más amplia y más profunda, extendida en el tiempo y en maridaje nada fortuito con la disciplina histórica.

Es fundamental el examen, como lo hace el libro, del tronco común entre la dictadura franquista y la que azotó a Argentina entre 1976 y 1983.  Es un trabajo bien contextualizado y que se remonta a los orígenes. Valga como ejemplo que tiene un tratamiento sucinto y a la vez riguroso de cómo se desarrolló la ideología del Estado nacional en Argentina, desde tiempos muy tempranos.

 A lo largo de la tesis, Claudio nos explica asimismo la “hispanidad”, constitutiva del ultraconservadurismo y el fascismo español. Y también la idea de “argentinidad”, forjada en medio de la brutalidad extrema que surcó el siglo XIX en nuestro país.

Más allá de la diferente ubicación en espacio y tiempo y otras distinciones necesarias, el genocidio español y el argentino tuvieron una gama de coincidencias muy importantes: El propósito de “reorganizar” o “refundar” las sociedades respectivas, con las prácticas genocidas como instrumento, y la meta de abolir organizaciones y movimientos que desde abajo habían desafiado al orden establecido.

Sobre todo, ambos construyeron un enemigo inasimilable, un “otro” ajeno a la comunidad nacional, al que se puede y se debe exterminar en nombre del patriotismo y de la nación entera.

Ambas dictaduras pretendieron asimismo cristalizar su lugar de “vencedores” de sendas guerras contra los “otros” a quienes habían tenido el “honor” de derrotar de modo sangriento.

España, la “hispanidad” y los “rojos”.

La idea de “defensa de la hispanidad” y la visión de los “rojos” como ajenos a la nacionalidad y portadores de ideas y prácticas “antiespañolas”, sirvió para encuadrar los asesinatos, fusilamientos, torturas, encarcelamiento con maltrato extremo y robos de niños en las coordenadas políticas e ideológicas del franquismo.

En particular pesó en esa concepción el nacionalcatolicismo, una forma de relacionarse con la religión enteramente identificada con el franquismo; una vertiente del “integrismo” convertido en política de Estado.

Es indispensable justipreciar el fenómeno “nacionalcatólico” Al mismo tiempo que propiciaban el sometimiento de la vida en sociedad a los dictados eclesiásticos, los hombres del régimen eran partidarios de que la Iglesia estuviera regulada por el Estado. No por casualidad la negociación de un concordato entre el Nuevo Estado y el papado llevó años  de negociaciones. Y tampoco era por azar que a quienes consideraban más fieles a la Santa Sede que a la nación española se les asignara el mote despectivo de “vaticanistas” y fueran objeto de acentuada desconfianza.

La adhesión al marxismo es presentada por la psiquiatría española nada menos que como patología mental. No se enfrentan a hombres y mujeres que piensan y actúan de manera distinta sino ante un “otro” signado por la oligofrenia o la enajenación. Aparecía también el componente de clase, los “marxistas” solían ser calificados como “chusma” o “canalla”; “pobrerío” se diría en el Río de la Plata.

Al frente de la elaboración de esas teorías se encontraba un médico eminente, Antonio Vallejo-Nágera. Catedrático de psiquiatría, médico militar, director por mucho tiempo de un centro psiquiátrico (Ciempozuelos). Y autor de libros y artículos en los que delineaba el modo de “purificar” a la sociedad española de los “enemigos” que la habían socavado desde adentro.

La “hispanidad” era una concepción racista, sin base biologista sino “espiritual”, más susceptible de compatibilizarse con el catolicismo oficial. La noción, no por azar había sido creada por un obispo, Zacarías de Vizcarra, para ser retomada por Ramiro de Maeztu, el máximo intelectual de una conjunción ultraconservadora que se expresó en el periódico Acción Española.

El psiquiatra montó a la creencia “hispanista” sobre una disciplina de pretensión científica y hasta “moderna”, la eugenesia. Nacionalismo, ciencia y tradicionalismo aparecían amalgamados en un compuesto ideológico muy funcional para los poderosos de España. Como ya expusimos, el catolicismo era siempre un elemento liminar. Quien no era católico, incluso practicante, no era un verdadero español. España se constituía como nación a través de la confesionalidad que confluía con el poder económico, cultural, militar y eclesiástico

Los “vencidos” debían de ser sujetos a un castigo transgeneracional. Hijos de fusilados y desaparecidos, niñas y niños remitidos al extranjero y “repatriados”, eran objeto de la apropiación y la supresión de identidad bajo cobertura “legal”.

Era necesario ubicar a esas niñas y niños con “buenas familias”, conformistas, amigas del régimen. Se inició en consecuencia lo que Capuano denomina “un período dramático de sustracciones y apropiaciones infantiles.” Se castigaba al enemigo político no sólo en su persona sino en sus descendientes.  Se desmantelaba así la “otredad” indeseable.

Argentina, la doctrina de la seguridad nacional y los “subversivos”.

Es insoslayable ver la causa de estos fenómenos en la larga duración.  Capuano expone el propósito de “…colocar en perspectiva histórica el terrorismo de Estado de los setenta, fenómeno que se enraíza en lo más profundo y ominoso de la historia colonial de nuestro continente.”  

Ésa es la base para un posicionamiento riguroso. La aniquilación del “salvaje” deshumanizado se inicia en la época de las llamadas “conquista y colonización…” La “barbarie” fue redefinida una y otra vez.

Y su aniquilación invocó legitimidad desde las guerras civiles que derivaron en el exterminio de una porción importante de las clases subalternas hasta el genocidio indígena.

 No trató solamente del hito simbólico marcado por la breve campaña de Julio Argentino Roca sino una “conquista” de mucha mayor duración, con continuidad del objetivo de exterminio. Y no al servicio de una abstracta “patria” o una difusa “soberanía” sino para ampliar el espacio disponible al servicio de la producción rural exportable.

Encarnó al “bárbaro” en indígenas, esclavos, gauchos, trabajadores con aspiraciones revolucionarias. Y en épocas más recientes en el “enemigo subversivo”.

Todos ellos podían ser apresados, torturados, muertos, con impunidad. Hasta que en la década de 1970 se generalizaron las desapariciones, aviesa forma de cometer el crimen y generar su ocultación en el mismo movimiento.

El conjunto operaba a partir de una idea de “civilización” clasista y excluyente, que se vistió de “occidental y cristiana” para mejor expropiar al otro de su carácter de sujeto, de su sustancia humana. Se enunciaba una situación de ataque, de injustificado afán destructivo por parte de los de abajo.

La agresión se redefinió según las épocas. El “malón”, la huelga, el “terrorismo” taimado fueron sucesivas presentaciones del “atacante” frente al que supuestamente no había otra solución que sacarlo del combate, para impedir que siguiese “haciendo daño”.

Avanzado el siglo XX, ya en “guerra fría”, el discurso patriótico se arraigó más que nunca en una referencia foránea, proveniente del poder imperial. Fue la llamada “Doctrina de la Seguridad Nacional”, plan bélico orientado hacia un “frente interno” que desplazaba de las hipótesis de conflicto a las controversias fronterizas para proponerse algo así como guerras civiles larvadas contra un enemigo multiforme que podía estar en la vecindad y hasta dentro de la propia casa.

Argentina y España, la opacidad y la luz del día.

El elemento decisivo que subyace detrás de valores supuestamente intangibles, tanto en el Cono Sur como en España, es el propósito de imponer las miras de las clases dominantes, con sus intereses económicos en lugar destacado.

Con esos objetivos, a ambos lados del Atlántico se hallaron decididos a aplicar el máximo de violencia, durante todo el tiempo que se hiciera necesario.

Capuano enuncia afinidades y coincidencias con una precisión que amerita una cita algo extensa:

“… algunos puntos en común entre la hispanidad y la Doctrina de la Seguridad Nacional. Ambos fenómenos proponen la construcción de un “otro negativo” a partir de lo ideológico y cultural en lugar de lo biológico, extendiéndolo a todo individuo u organización social, gremial o política que cuestione o ponga en riesgo al mundo occidental y cristiano. También construyen un nuevo concepto geopolítico que cambia la caracterización del enemigo: las fronteras no son ya territoriales sino ideológicas, es decir, que el enemigo no se encuentra en un Estado que confronta con otro, sino dentro de los mismos Estados.”

Una confluencia nada casual radica en que ambos países compartieran el método del robo de niños, en los dos casos encuadrados en un plan represivo mucho más general, de tendencias genocidas.

En España se hizo con carácter público, con leyes que reglaban la supresión de identidad y la apropiación. Y con todo el tiempo del mundo, hubo casos con la guerra civil todavía en curso y se prolongaron los robos hasta la década de 1970. En Argentina fue de modo clandestino; en las sombras, haciendo desaparecer a las madres después del parto.

Esta diferencia entre publicidad en España y ocultamiento en Argentina se corresponde con las tendencias al sigilo del Proceso de Reorganización Nacional y a la actuación a cara descubierta de la dictadura española. Por ejemplo, bajo la dictadura iniciada en 1976 nunca se dictó una pena de muerte. Durante el régimen de Franco las penas capitales ordenadas por consejos de guerra sumaron millares.

En el plano institucional, el “Proceso” no proclamó la construcción de un nuevo ordenamiento político, aparentaba objetivos más modestos. Enunciaba como su finalidad un retorno al sistema representativo y a la vigencia de la constitución nacional histórica, una vez depurados los “corruptos” y los “subversivos”.

El “movimiento” encabezado por el “Caudillo de España por la gracia de Dios” asumió un carácter de refundación raigal, proscribió a cualquier organización independiente. Y más allá aún que sus cuatro décadas de duración procuró dejar todo “atado y bien atado”, asegurándose una sucesión a su gusto, lo que constituyó su fracaso póstumo.

Incidió sin duda en esto último el hecho de que si bien las dos dictaduras genocidas se proclamaban “vencedoras” luego de haber librado una guerra, el contexto de enfrentamientos que marcaron su inicio ha sido de magnitudes y características distintas.

De las batallas campales con participación de cientos de miles de soldados; en España; a los secuestros nocturnos y los “combates” inventados de una tenebrosa “guerra sucia” en Argentina. De los centenares de cuerpos acribillados en el centro mismo de la ciudad de Badajoz hasta los arrojados a la soledad del mar desde aviones y helicópteros.

De cualquier modo la criminalidad era del mismo grado, los propósitos eran casi idénticos, los argumentos justificativos se parecían mucho, como hemos visto.

Los que difirieron en parte fueron los métodos y las técnicas, no por diferencias ideológicas o éticas, que no fueron muy significativas, sino por distintos contextos e historias parcialmente divergentes.

Los robos, la cadena de complicidades, los médicos.

Los hijos de “rojos” o “subversivos” eran percibidos en los dos países como amenazas potenciales. Al mismo tiempo, privar de sus hijos al “enemigo interno” era otra forma más de castigo, de privación de los afectos más básicos, de destrucción de la personalidad.

En ninguno de los dos casos el robo de niños y bebés provino de iniciativas individuales o de grupos reducidos, ni residió en niveles inferiores de la escala jerárquica. Toda la estructura del poder, y en particular las fuerzas represivas no sólo estuvieron en conocimiento de ese accionar sino que asumieron la iniciativa y planificaron su desarrollo.

En la península ibérica y en el Río de la Plata tuvieron servidores calificados por fuera de las fuerzas armadas y de “seguridad”.

Los hombres de la Iglesia respaldaron, asistieron, justificaron, “consolaron”, confirieron apariencia de legitimidad, asentada nada menos que en el orden divino.

Los médicos también tuvieron multiplicidad de roles: “Asesoraron” para la continuidad de las torturas, certificaron defunciones con causas falsificadas, negaron atención a “enemigos”, durmieron o anestesiaron a quienes iban a ser ejecutados. Y lo principal, para el objetivo de este libro, colaboraron en los partos y ampararon la sustracción de los bebés.

Escribe el autor al respecto: “La tarea médica, entonces, sería la de una peculiar policía sanitaria, que, con adoctrinamiento religioso y asistencia domiciliaria, conformarían el contexto de vigilancia y represión, y, para cerrar este círculo de control, la alianza entre la función médica y el diagnóstico de la criminalidad. En este sentido, el Derecho se mostraría receptivo a la hora de articular y dar forma jurídica a los postulados sanitarios, en general, y a los de la criminalidad, en particular.”

La obra que nos ocupa recorre con éxito el laborioso sendero que va desde vastas tendencias históricas a los pormenores de la práctica médica. Se desempeña con solvencia en esos diferentes planos. Y el ejercicio comparativo que recorre todo el texto ilumina la comprensión sobre la lógica del genocidio, a partir de una de sus prácticas más repulsivas.

El interés que proporciona su lectura no flaquea. Tanto el peso específico del tema como la calidad de su tratamiento lo hacen posible.

La presente nota ha sido escrita con motivo de la presentación del libro a efectuarse el 14 de junio de 2024 en el Centro Cultural de la Cooperación.

La Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) de Argentina y el mencionado centro coorganizan la actividad.

Daniel Campione en Facebook.

Las huellas de la represión franquista

 https://elpais.com/babelia/2024-06-08/las-huellas-de-la-represion-franquista.html


Conocer, comprender, compartir a través de la lectura hechos tan terribles de nuestro pasado, ha mantenido viva la función curativa, narrativa, de la historia. La aparición de una serie de estudios e investigaciones recientes sobre el fenómeno de la represión da buena fe de ello

Detalle del lápiz encontrado junto a los restos de un niño en la fosa CE016 del Barranco de Víznar, Granada
Detalle del lápiz encontrado junto a los restos de un niño en la fosa CE016 del Barranco de Víznar, Granada.FERMIN RODRIGUEZ

La arqueología, la antropología y la investigación en archivos han cambiado nuestra forma de comprender la represión franquista. Un conocimiento esclarecedor con el que vamos dejando atrás un interminable reguero de sombras, acusaciones y culpas. Oculta entre el fin de la guerra y sus consecuencias, fue silenciada por el miedo, la pobreza y la versión oficial. Quedó fuera de los 25 años de paz y del modelo de reconciliación de la Transición. Nada, ni una sola mención en los libros de texto sobre aquella extraña epidemia de muerte repentina que segó nuestra infancia colectiva. El olvido, el paso del tiempo y la necesidad de saber. Conocer, comprender, compartir a través de la lectura hechos tan terribles de nuestro pasado, ha mantenido viva la función curativa, narrativa, de la historia. La aparición de una serie de estudios e investigaciones recientes sobre el fenómeno de la represión da buena fe de ello.

El hallazgo de un cadáver de entre 10 y 14 años en el barranco de Víznar (Granada) demuestra que los niños fueron también objetivos de una violencia masiva. Una goma de borrar y un lapicero; dos orificios de bala en un pequeño cráneo, aún por formar, aún por identificar. Al menos el 30% de las víctimas de la represión franquista durante la guerra sigue sin registrar o en paradero desconocido. Ya no son simplemente “desaparecidos”. La mayoría fueron maniatados y ejecutados por la espalda, sin ver nunca el frente, con un tiro en la nuca. Nada que ver con esa idea de un pelotón de fusilamiento, tras un simulacro de juicio o consejo de guerra, que ha llegado a nosotros minuciosamente. Los cadáveres, al principio, se dejaban como estaban, rematados en el suelo, en las cunetas o a la entrada de los pueblos. Para dar ejemplo. La mala imagen internacional forzó a enterrarlos, a ocultarlos en cientos de fosas comunes.

La violencia evolucionó, pronto se combinó con otros medios, desde la planificación del golpe de Estado de 1936 a las distintas fases de la Guerra Civil. A fin de asegurar el control de la retaguardia, las autoridades militares sublevadas acordaron no hacer prisioneros entre sus líneas, tampoco entre sus colaboradores. Daba comienzo un conflicto irregular, con la Guardia Civil como actor principal, que se extendió hasta 1952. Arnau Fernández Pasalodos documenta y conecta hábilmente este episodio con la historia europea y la Segunda Guerra Mundial en Hasta su total exterminio. La guerra antipartisana en España (Galaxia Gutenberg, 2024). El Cuartel General de Franco comenzó este tipo de guerra, que fue asegurada, en la larga posguerra, por el general Alonso Vega. Sin embargo, la dirección y el motor de la represión política fueron siempre de naturaleza urbana. La Brigada Político-Social fue el aparato preventivo fundamental de la dictadura contra cualquier forma de oposición. En los últimos años del régimen fue ampliando su radio de acción hacia todo tipo de protesta. Las detenciones se multiplicaron, sin importar la procedencia vecinal o estudiantil, sin distinción alguna entre las clases trabajadoras o medias. Su impacto aumentó y diversificó el antifranquismo. Durante décadas, la madrileña sede de la Dirección General de Seguridad en la Puerta del Sol centralizó esta labor, esencial en el mantenimiento y en la propia cohesión interna de la dictadura.

El hallazgo de un cadáver de entre 10 y 14 años en el barranco de Víznar (Granada) demuestra que los niños fueron también objetivos de una violencia masiva

Hoy sigue siendo misión imposible consultar su archivo, aunque se van abriendo grietas. Pablo Alcántara, en La DGS. El palacio del terror franquista (Espasa, 2024), analiza su alcance y largo recorrido en la destrucción de toda disidencia, especialmente en su etapa final. Sus procedimientos de información e infiltración, documentados por Fernando Hernández Sánchez en Falsos camaradas (Crítica, 2024), fueron letales en las sucesivas caídas y desarticulaciones de todas las ramas y organizaciones clandestinas. Una labor a la que se consagraron, desde antes del final de la guerra, hombres como Roberto Conesa, maestro de Billy el Niño, o como los agentes Pavón y Gracián con los que Jorge Marco compone El abecedario rojo (La Tormenta, 2024). Un recorrido por la formación y especialización de la policía política en los bajos fondos desde otra dictadura, la de Primo de Rivera.

El coste material de la prolongación de esta guerra por todos los medios amplió aún más la división entre vencedores y vencidos. Una enorme fractura social, de alcance masivo y generalizado, en la que las mujeres apenas figuraban como acompañantes. Con participación política, sindical y cultural mucho antes de la guerra, sufrieron procedimientos particularmente humillantes como sujetos que había que marcar, doblegar y convertir. Una realidad muy alejada de la propaganda del régimen, que también fue variando en su versión falangista, tradicionalista o nacionalcatólica. En Las rapadas. Memoria de la represión franquista contra las mujeres (Vizca, 2024), María Rosón, Lucas Platero, Ana Pol, Rocío Lanchares y Maite Garbayo muestran las marcas que dejaron esas políticas sobre los cuerpos y las mentes de unas mujeres que sufrieron el más duro de los castigos colectivos. Esther López Barceló reivindica su legado en El arte de invocar la memoria (Barlin Libros, 2024) abriendo portales en el tiempo que nos devuelven allí, al instante en el que fueron creados sus objetos más preciados. Como los cuadernos con los que Manolita del Arco comunicaba en clave con sus compañeras de prisión. Un recuerdo que guardó y transmitió su hijo Miguel Martínez del Arco en Memoria del frío.

España fue el país europeo que acogió más criminales de guerra desde 1945. Así lo demuestra José Luis Rodríguez Jiménez, en Bajo el manto del Caudillo (Alianza, 2024), un ensayo con la figura de León Degrelle como hilo conductor. Protegido durante toda la dictadura, murió bien entrada ya la democracia. Un tiempo en el que se sucedieron varios intentos por llevar los crímenes franquistas ante una Corte Penal. A finales de los años sesenta se intentó con un nuevo tipo de tribunal internacional establecido para juzgar los crímenes de guerra cometidos en Vietnam. En Juger Franco? (La Decouverte, 2024), Sophie Baby aborda la crisis del final del franquismo y la suspensión de sus responsabilidades penales. El debate sobre sus consecuencias llega hasta la actualidad y empaña la visión de nuestro pasado reciente. Vivimos un momento espectacular en la investigación histórica que contrasta con la reproducción, mayor si cabe, de la misión que fijara en su día José María Pemán para la intelectualidad española: situar, frente a frente, el Bien contra el Mal.

Gutmaro Gómez Bravo es catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid.