Las voces de las mujeres jamás deben ser acalladas ni estos hechos ocultados, se deben conocer para que las voces que se acallaron puedan por fin gritar.
La vulneración de derechos era un pilar del régimen de Franco. Se dejó constancia de ello, por ejemplo, en la depuración de maestros y maestras. También lo hicieron el asesinato de personas con ideología política diferente a la del genocida, el asesinato de personas por su etnia o raza, la represión y en algunos casos asesinato de muchos de nuestros intelectuales —recordemos que Lorca sigue en una cuneta— o el hecho de permitir la muerte de miles de españoles en campos de concentración nazi. Muchas de las mujeres rojas que daban a luz no llegaban a ver a sus criaturas: les arrebataban a sus bebés y eran dados en adopción, sin su consentimiento, porque decían que las mujeres rojas no tenían derecho a nada. Aún a día de hoy se sigue buscando justicia por estos crímenes contra los derechos humanos.
No es una expresión al azar la de que vulneraban los derechos de aquellos a quienes consideraban sus enemigos. Debemos recordar, pues, las deleznables palabras del militar golpista Gonzalo Queipo de Llano, responsabe de la muerte de decenas de miles de personas en el sur de nuestro país: “Nuestros valientes legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombres de verdad, y de paso también a sus mujeres. Esto está totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora, por lo menos, sabrán lo que son hombres y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen”. Estas despreciativas palabras que pronunció Queipo de Llano en Unión Radio Sevilla dejan clara la impunidad que se concedía a estos hombres para humillar, vejar, violar y abusar de las mujeres del bando contrario.
Muchos son los sucesos que tuvieron lugar al respecto y que se deben conocer, como el de Maravillas Lamberto, violada y asesinada a sus 14 años en la represión franquista de Navarra. Su padre era miembro de la Unión General de Trabajadores (UGT). Fueron a detenerle para interrogarlo, supuestamente, y Maravillas quiso acompañarlo. Una vez allí, en la comandancia, Maravillas fue violada múltiples veces, algunas delante de su padre. Finalmente ambos fueron fusilados.
Otro caso fue el de las mujeres violadas por golpistas en el cortijo de Aguacho, en la localidad sevillana de Fuentes de Andalucía, durante la guerra civil, en 1936. Cinco mujeres de entre 16 y 22 años fueron raptadas, violadas, asesinadas y arrojadas a un pozo por unos señoritos franquistas.
En Navalcarnero, al sur de la Comunidad de Madrid, dos muchachas menores de 20 años fueron entregadas a un grupo de 40 soldados moros, quienes eran reclutados por el ejército de Franco en el norte de África. Las muchachas fueron brutalmente violadas por ellos durante horas y hasta la muerte.
En San Fernando, en la provincia de Cádiz, Carmen Hombre fue apresada junto con su marido por ser maestra republicana. Los franquistas les incautaron el estanco familiar que regentaban. Su marido fue salvajemente torturado antes de ser fusilado en Jerez. Un mes después Carmen fue fusilada ahí también, estando embarazada de 8 meses, no sin antes haber sufrido vejaciones y múltiples violaciones en la cárcel.
En San Roque, en el Estrecho de Gibraltar, una mujer fue fusilada por ser anarquista, siendo violada anteriormente por todos los moros del pelotón de fusilamiento.
Matilde Morillo era de Castuera, en la provincia de Badajoz, y trabajaba como maestra en Daimiel, en Ciudad Real. Cuando Daimiel fue ocupada por los sublevados volvió a Castuera, donde, nada más bajar del tren con sus tres hijas, dos falangistas la identificaron con ayuda de dos mujeres y la detuvieron. En la cárcel fue torturada y violada. Finalmente la sacaron de prisión para fusilarla.
En Callús, muy cerca de la barcelonesa Manresa, los regulares —fuerzas de choque del ejército franquista— mataron a varias mujeres: una mujer, su hija, una prima y una tía. Primero las violaron en grupo, después las mataron a bayonetazos.
La mujer siempre ha sido usada como arma de guerra. La idea preconcebida de la vulnerabilidad de las mujeres ha conllevado la represión hacia su cuerpo. En el franquismo se les acusaba por su ideología y sufrían así una triple victimización: por una parte, eran consideradas un arma de guerra; por otra, la pérdida de sus familiares o compañeros y compañeras; y, por último, la represión hacia su cuerpo siendo violadas y vejadas.
La impunidad convierte a muchas personas en fieras. En España se demostró que esta impunidad para poder ultrajar, vejar, violar y matar fue utilizada por los franquistas como constante armamentística, pues fue una dinámica totalmente consentida y normalizada durante la represión franquista.
Las cárceles franquistas son testigos mudas de miles de mujeres violadas por los carceleros, algunas de las cuales dieron a luz y cuyos bebés fueron robados y dados en adopción. Las dependencias policiales de muchas localidades españolas también lo son de mujeres que eran violadas al pasar por ellas: hubo casos de franquistas que elegían una determinada mujer y cuando esta se personaba en la comandancia la violaban sin escrúpulos. Era una constante habitual, como lo eran las violaciones múltiples o el meterlas en un burdel para explotarlas sexualmente.
No solo esto: la violación múltiple es un gravísimo acto en contra de la mujer y de los derechos humanos; pero debemos recordar también cómo intentaban usar a las mujeres como sujeto para atormentar y escarmentar a las demás. Se les rapaba la cabeza, se les daba a ingerir aceite de ricino y se les paseaba por las calles de la localidad, a veces solas y otras con una banda de música acompañándolas, para que todo el mundo las viera y a modo de castigo ejemplar; como dando a entender: “¿Veis lo que le hemos hecho a esta? Pues os puede pasar lo mismo si confraternizáis con el enemigo, si tenéis un familiar y no lo denunciáis”.
Después, por si no fuera esto suficiente, la gente además no se acercaba a ellas y tenían muchos problemas. Normalmente les echaban del trabajo que tuvieran, por lo que les tocaba pedir limosna o recurrir a la mendicidad. Sus hijos e hijas empezaban desde bien pequeños a limpiar casas de personas o familias con ideología franquista, o con riqueza o poder. Esto era a lo que se les abocaba con la represión.
De esto se deduce, sin duda alguna, que el régimen franquista permitió y concedió impunidad a sus hombres para que hicieran lo que quisieran con mujeres del bando contrario, sin miramiento alguno; castigos ejemplares como raparles la cabeza y pasearlas en ropa interior mientras se orinaban o se hacían sus necesidades encima, efecto inmediato de la ingesta de aceite de ricino, para su humillación pública. Además de esto, vejaciones, abusos sexuales o torturas a la orden del día. Es algo muy duro de leer pero que ocurrió. Y no podemos negar esta realidad ni debemos ocultarla. No debemos seguir acallando lo que pasó.
No estamos hablando de la guerra civil; estamos hablando del período posterior, una vez dada por terminada la guerra. Durante la represión franquista se utilizó a la mujer como arma de guerra al antojo de muchas personas del régimen franquista. Se cometieron actos repulsivos contra los cuerpos y las vidas de miles de mujeres españolas.
Muchas mujeres que pudieron abandonar las cárceles quedaron traumatizadas de por vida, con secuelas y sin querer hablar. No solo les afectó lo que pasaron en prisión sino también el proceso tras ser liberadas. Esa deshumanización de la mujer, de arrebatarle su personalidad y vejar sus derechos, es algo muy duro que la sociedad actual tiene que conocer.
Es muy importante a nivel social saber lo que pasó, saber que determinados hechos ocurrieron y no seguir ocultando las diferentes realidades de tuvieron aquí lugar durante la represión franquista, un período en el que la impunidad fue la reina de muchos franquistas para llevar a cabo los actos que ambicionaban, desde enriquecerse hasta señalar, violar o asesinar.
Los franquistas tenían la potestad de hacer lo que quisieran con las mujeres del bando contrario, con las que tenían familiares del bando republicano o simplemente con las que les apetecía, al considerar que eran pobres de mente o económicamente y que sus familiares tendían más hacia el bando opuesto; desde violar a una niña de 11 o 12 años entre muchos hombres, de 15 a 40, hasta torturarlas o incluso asesinarlas. En España no solo se fusiló a muchas mujeres sino que también se depuró a muchas maestras republicanas.
Antes de su muerte se sometió a las mujeres a un tormento de violaciones múltiples y de vejaciones constantes. Las voces de las mujeres jamás deben ser acalladas ni estos hechos ocultados, se deben conocer para que las voces que se acallaron puedan por fin gritar.