Hace 50 años, en pleno franquismo, se desmontó sin ruido la cruz de los caídos de la capital, mientras la democracia mantiene en pie monumentos y placas fascistas en la provincia en el filo de la ley.
El Diario de León/Ana Gaitero/12-04-2015
La cruz de los caídos de León fue el primer monumento franquista en caer. Y lo hizo en plena dictadura. Un caso único. Hace 50 años. «Temían que hubiera un cambio y que se quemaran iglesias, así que aprovecharon las obras de reforma de la plaza de San Isidoro para quitar la cruz», cuentan los hermanos Seoane, quienes, que trabajaban a las órdenes de su padre Andrés y su tío Manuel, participaron en el desmontaje del monumento fascista y en la erección de la columna trajana, que conmemora el 1.900 aniversario de la fundación de la Legio VII.
La orden se atribuye a Antonio Viñayo, quien entonces todavía no era abad de San Isidoro. Los hermanos Seoane aseguran que quien tenía el mando en estas cuestiones en León era el obispo, Luis Almarcha, procurador vitalicio en las cortes franquistas, y el arquitecto José Menéndez Pidal.
Desde entonces, aseguran los maestros canteros, «hemos quitado unas cuantas cruces de los caídos y ha habido más polémica que en León. Aquí nadie dijo nada». El sentido práctico se impuso a la pleitesía al régimen. Los tecnócratas tomaban el poder en la España de los años 60. En León se confabularon las arrolladoras personalidades de dos miembros de la curia, como Viñayo y Almarcha, ambos amantes del patrimonio y los acontecimientos históricos. «En la muralla romana de San Isidoro se encontraron los restos romanos más antiguos y se iba a celebrar el aniversario de la fundación de la ciudad por la Legio VII», explican Santiago, José Andrés y Pelayo Seoane.
La piedra de Boñar del monumento se reutilizó en la restauración San Isidoro. En concreto, sirvieron para dar forma a los ojos de buey del claustro de la Colegiata, aseguran los canteros. «Las laudas de plomo las tuvimos en el taller de San Isidoro por si venían a recogerlas, pero nadie preguntó y ahí quedaron hasta que nos fuimos», añaden.
La plaza de San Isidoro quedó reformada tal y como se ve hoy, con la excepción de la escultura de Las Cabezadas, según un proyecto de la Dirección General de Arquitectura de Madrid que se reprodujo en varias ciudades. El arquitecto Francisco Pons Sorolla, nieto del pintor, fue su autor. La primera fue Palencia, León la segunda y después se hidieron Huesca, Valencia y otras. Se erigió la columna trajana con un capitel que «es copia del teatro romano de Mérida» y se desplazó la fuente neoclásica (1787) de Isidro Cruela del centro de la plaza a su extremo occidental, donde está ahora. El león encumbrado sobre el gran capitel central, con la leyenda LEG VII GEM F, es obra de Andrés Seoane y sustituyó a la escultura original de Mariano de Salvatierrata.
Cayó la cruz con Franco vivo y León se llenó de leones. No hay más que ver los que jalonan la fachada del Hospital de Regla. El águila franquista, el yugo y las flechas, fueron reemplazados por la columna trajana que conmemora el nacimiento de la legión en Clunia (Burgos) en el año 68 d. C. y cuyo símbolo son precisamente unas águilas.
El artículo 15 de la Ley de Memoria Histórica, de 2007, obliga a las administraciones públicas a «tomar las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura».
Se van a cumplir 40 años de la muerte del dictador y aún perviven muchos monumentos, placas y calles con simbología y nombres franquistas en España y también en la provincia de León. «Todo símbolo que lleve una identificación con la dictadura no debería existir. Se debería cumplir la ley de memoria histórica pero al Estado no le ha interesado seguir con este tema», comenta el historiador y profesor de la Universidad de León, Javier Rodríguez.
«Es glorioso morir por la patria», reza el monumento levantado en Castrocontrigo en honor a los caídos que murieron luchando en el bando sublevado, llamado ‘nacional’ por el régimen dictatorial. Debajo del nombre de José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange Española, figuran los de cuatro vecinos que perecieron en la contienda. «No me importaría poner otros nombres de fallecidos en el bando republicano, pero no sabemos de nadie», asegura el alcalde, Aureliano Fernández, del PP.
En Pinilla de la Valdería fue exhumada una fosa hace unos años en la que se identificaron los restos de un joven de 19 años, Feliciano Marcos Brasa, secretario de Juventudes Socialistas natural de Destriana, municipio limítrofe.
«Las heridas están cerradas», sentencia el alcalde, que justifica la permanencia del monumento con su escudo falangista porque «no hay demanda social» que exija su retirada. «Lo pedimos cuando abrimos la fosa», contradice Marcos González, de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH).
Al otro extremo de la provincia, en Prioro, mantienen otro espectacular monumento a los caídos. «Se hizo en 1939 por una suscripción popular. No lo hizo el ayuntamiento», comenta el alcalde, Francisco Rodríguez Escanciano. Están escritos todos los nombres de los soldados que murieron en el bando sublevado durante la guerra civil, unos seminaristas que fueron fusilados en El Escorial y otro joven soldado que falleció en accidente cuando regresaba a casa. En total, unas 36 personas. «He preguntado si había alguno del otro bando para ponerlo y sóo tenemos constancia de un desaparecido que parece que fue a Argentina», apunta. Como en Castrocontrigo, aquí tampoco el pueblo «nos ha interpelado» para retirar el monumento, explica. Escanciano reconoce que no se ha leído la ley de memoria histórica.
«Hay que considerar que muchos ciudadanos comunes lucharon en el bando que les tocó, pero habría que recordar los nombres de los dos bandos», precisa el historiador.
La Bañeza y Valencia de Don Juan se anticiparon a la ley de memoria y desmontaron sus monumentos a los caídos de las plazas Obispo Alcolea y Santa María en los años 1994 y 2001, bajo los mandatos de Antonio Fernández Calvo y Juan Martínez Majo, del PP. En ambos casos, trasladaron las esculturas al cementerio. «El equipo de Gobierno pretende así seguir manteniendo el respeto y consideración a las víctimas de la contienda», señalaba la crónica de Diario de León en La Bañeza.
El historiador Javier Revilla considera que el monumento de Valencia de Don Juan no precisaba ser trasladado porque «ya no era un símbolo franquista porque siendo alcalde Alberto Pérez Ruiz se borraron todos los nombres y se puso la leyenda a todas las víctimas de la Guerra Civil». Se trata de una obra del artista leonés Manuel Gutiérrez. Un niño vestido de soldado, Julián Pellitero Martínez, que había nacido diez años antes del golpe militar de 1936 posó tumbado en el suelo para representar a los soldados muertos.
La ley de memoria indulta a los monumentos fascistas cuando «concurran razones artísticas, arquitectónicas o artístico -religiosas protegidas por la ley». En ese caso, indica Javier Rodríguez, «habría que identificar o explicar qué hace eso ahí porque en muchos casos fueron construidos incluso con mano de obra de presos políticos». El prototipo es el Valle de los Caídos, con restos mortales de 33.847 personas, 12.000 sin identificar.
La ley de memoria histórica respaldó la retirada del colegio público Campo de la Cruz de Ponferrada de un escudo preconstitucional. Se retiró en 2012 y en 2013 la Feria de la Cerámica de Ponferrada colocó un mural en su lugar que relata la historia de la campa alrededor de la ermita de la Cruz o de San Antonio. «En las fiestas patronales se instalaban alfareros de Jimémez de Jamuz ofreciendo su trabajo y lo único que queda es la ermita», comenta Gerardo Queijo. El mural es obra de Teresa Lima y María Jesís Sheriff, invitadas por Embarrarte Cerámica.
En base a la ley, la ARMH, pide a los alcaldes «que pongan de manifiesto la suficiente consistencia democrática para demostrar respeto público para todas las víctimas de la violencia franquista. Hacerlo es reconocer a quienes creyeron en la libertad y fueron perseguidos, encarcelados, torturados o asesinados por la dictadura». Según en que sitios no encuentra mucho eco. En Astorga se retiró una placa fascista del colegio público Ángel González Álvarez, pero perviven nombres de calles con nombres de la dictadura.
La ley no ha logrado eliminar nombres de calles que recuerdan a señalados fascistas en Armunia, Trobajo del Cerecedo, Valderas (aunque hay acuerdo plenario faltan las placas). En Posada del Bierzo y Villafranca del Bierzo, entre otras, perviven calles y plazas dedicadas al Generalísimo. Ninguna asociación ha pedido que se retire en León la avenida al general José Mª Fernández Ladreda, ministro de Obras Públicas con Franco. En Lugueros no sólo no quitaron, sino que el ayuntamiento costeó la restauración del monumento a los caídos el pasado verano. No tiene eco ni apoyo oficial. La misma Academia de la Historia acaba de admitir que Franco fue un dictador.