La entrada del blog de esta semana cierra el tema de la
represión económica, con uno de los aspectos más oscuros pero que más se ha
repetido en los conflictos bélicos en España. A ver qué os parece.
La crisis actual está dejando a los ricos más ricos y a los pobres más pobres. Con el golpe de estado ocurrió lo mismo, pero de manera más forzada. Siempre que es esta tierra ha habido y hay una guerra o una crisis, las clases poderosas de la población salen y han salidos reforzados de los malos tiempos. A la par, las situaciones extremas de esos momentos se ceban sobre los más necesitados y su economía.
“Cuando haya sangre en las calles, compra propiedades”, dicen que dijo el
Barón de Rothschild, una importante familia financiera, la familia Rothschild financiaba la batalla de Waterloo. Familia con un emblema reconocible. Curioso ¿No?
Durante la guerra civil se produjo de manera generalizada una situación de grave precariedad en las clases populares y en los perdedores, que creó la necesidad de vender propiedades, las que no estaban incautadas, para conseguir nuevos recursos para enfrentarse a la escasez. Es de suponer que estas situaciones favorecieron las incipientes corrientes migratorias del campo a la ciudad. Además en general no suele ser una venta justa, además de forzada por la necesidad se encuentra con unos compradores dispuestos a sacar provecho de la situación.
Carecemos de datos relevantes de las Merindades, pero a los largo de toda España se extendieron casos y abusos. El primero de abril de 1939 sólo terminó la guerra oficial…., multitud de propiedades y negocios cambiaron de manos o fueron cerrados por los vencedores A todo ello habría que unir desahucios ilegales de arrendatarios con derechos consolidados, propietarios que, por pura venganza, se negaron a dar empleo a los jornaleros, y el regreso a los campos de España del “señoritismo de la peor calaña” por el cual abonaron por salario lo que les venía en gana y los malos usos laborales.
La pequeña propiedad en el sector agrícola es la que más se resiente ante cualquier eventualidad. Unas lluvias tardías, un verano largo y seco, una mala cosecha ponían en peligro el equilibrio económico, que tenían que solucionar hipotecando sus bienes o la venta directa de las heredades. Posteriormente, reducida la explotación, las dificultades eran mayores.
Si un buen número de campesinos vio reducirse sus explotaciones, otros pocos simultáneamente las ampliaron adquiriéndoselas a sus vecinos menos favorecidos, estos eran “la nobleza local”, beneficiarios de la mayor parte de las fuentes de riqueza de los municipios. Además de ser propietarios de considerables extensiones de terreno, lo eran también de de ferrerías, molinos, prestamistas… Sus saneados ingresos les permitirían aprovecharse de las situaciones críticas de sus vecinos, afectados por las adversidades, para incrementar sus propiedades. En ocasiones, situados en la segunda fila de los procesos políticos, un grupo de poderosos de la tierra,
supieron “hacer de la necesidad (de otros), “virtud”. Son unas cuantas las historias que hemos oído, pero no vamos a citar para evitar el revanchismo. Se trato nada más que una consecuencia de la codicia ilimitada y de la “oferta y la demanda”. Como hemos dicho en los monumentos extremos de dificultades, y con la legalidad de los procesos de ventas, pero ello no desviste a aquellas transacciones de su profunda crueldad e injusticia.
No sería difícil contrastar, por ejemplo las propiedades de 1935 con las de 1945, pero es un trabajo que se quedará en el tintero. No por su dificultad, sino por el desconocimiento de nuestro pasado y nuestro presente, por la cosificación de la voluntad de la mayor parte de los ciudadanos.
Pero tampoco era nada nuevo. Ya había pasado durante diferentes episodios bélicos en siglo XIX, en el cuál una parte de los campesinos más modestos se vieron en la necesidad de deshacerse de una porción de las propiedades. Primero pasó con la guerra de la independencia, en 1813 las tropas francesas abandonaría la comarca, pero tras de sí dejaban a parte de los vecinos más pobres. En 1833 marcaba una nueva etapa complicada para los pobres con el estallido de la guerra carlista, que supuso una repetición de las circunstancias adversas vividas con la Guerra de la Independencia. Que se repetiría a partir 1870 con la segunda.
Además en el XIX se produjo la venta de comunales por las deudas de los Ayuntamientos o las Desamortizaciones. Los comunales usufructuados por todos os vecinos eran uno de los elementos claves en el equilibrio socio-económico, por su gran cantidad de provechos, pieza clave del mundo rural, especialmente cuando lo agrícola es deficitario. Complementaban al sistema económico y permite expandir la superficie cultivada. Poco después llega la invasión de 1808 sin haber saldado las deudas anteriores, sobrevienen nuevos empréstitos cada vez más altos, nuevos arbitrios que provocan las ventas masivas de montes comunales. En 1814 la situación es desastrosa. Pero todavía están por llegar la Guerras Carlistas que hunden definitivamente las haciendas municipales.
En todo momento histórico, los grandes beneficiarios de fueron los propios acreedores de los municipios que controlaban la operación desde su posición privilegiada, disponían de liquidez suficiente para acceder al remate. Pocos y estrechamente vinculados entre sí, les resultaba fácil ponerse de acuerdo en las pujas y obtener el terreno a precios bajísimos. Así que no solo no se solucionó el problema de la deuda, sino que se complicó la vida de la masa campesina privándole de una fuente de ingresos complementarios.
Estos oportunistas, a lo largo de la historia de España, se beneficiaron de las etapas difíciles, aprovechándolas dificultades por las que atravesaban sus vecinos más pobres para incrementar sus patrimonios. Estos compradores en su mayoría labriegos acomodados, miembros de la nobleza local, médicos, escribanos… Así, poco a poco, se irá produciendo esa concentración de la propiedad de la tierra que conocemos, todavía mayor que la que durante la IIª República hacia necesario la Reforma Agraria.
Por desgracia nunca ha habido reforma agraria en España, y ni siquiera cuando como hoy en día el campo no vale nada, la agricultura puede ser una salida para los miles de parados españoles, por la estructura de la propiedad. Hoy como ayer intocable, si no es para empobrecer al pobre. Siempre estará en nuestras manos y votos que esto cambie.
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