LOS CAMPOS DE CONCENTRACION DE GALLARTA, LA ARBOLEDA Y GALDAMES.
Aiyoa Arroita Lafuente & Jesús Pablo Domínguez Varona.
Cerca de un millar de presos, del llamado Batallón Minero n 1 de Vizcaya, pasaron entre 1937 y 1939 por los Campos de Concentración que formaban el espacio geográfico de las tres localidades limírofes de Abanto Zierbena, Trapagaran y Galdames, en la “Zona Minera”, para trabajar de forma exclava para las empresas mineras.
Inmediatamente después de la caida de Bilbao y margen izquierda entre el 18 y 30 de junio de 1937, una vez “controlada” la zona por el éjercito nacional rebelde, los grandes terratenientes y empresarios mineros reclaman la apertura a la nueva administración franquista de las explotaciones que durante la guerra han estado casi paradas o a bajo rendimiento. El conflicto armado ha dejado medio abandonadas las minas, sin mano de obra humana, que ha estado destinada a la defensa de Bizkaia en el frente, en forma de batallones de combate y contrucciones de militares y en retaguardia a labores de intendencia y sanitarias.
Las minas de hierro de Bizkaia son de gran interés extratégico para la industria de guerra franquista, que además puede ponerse inmediatamente en marcha ya que las fabricas de elaboración del hierro de La Naval, Altos Hornos y otras han caido en poder del ejército franquista sin apenas daños. La Comisión de Inspección de Obras Públicas propuso la explotación de las “minas de Vizcaya”, considerándolas como obra de carácter militar, dadas las características del hierro y su transcendencia desde el punto de vista económico.
Mapa de situación de los tres Campos de Concentración y su espacio de trabajo. Mapa Geoeuskadi y realización propia.
Tras la ocupación franquista, la primera normativa reguladora de trabajo forzado fue por Decreto publicado en el Boletín Oficial del Estado nº 281 de 28 de mayo de 1937 por el que se proclamaba “el derecho al trabajo de los presos por delitos no comunes”. Con esta ley recien creada, el Delegado de Falange Española Tradicionalista y de las JONS de Vizcaya, se dirige a la Cámara Minera el 12 de julio para informarles de que “habiendo obtenido el ofrecimiento del Gobierno del Generalísimo de poder enviar presos para ciertos trabajos en esta provincia y creyendo en los sitios más adecuados sean las minas, les rogamos nos indiquen si necesitan presos así como la cantidad para las distintas minas para poder solicitar esos, al mismo tiempo para ir buscando el alojamiento de este personal que está acuartelado y bajo control de guerra”.
Como es de suponer, la Cámara Minera ve de gran interés el ofrecimiento, la guerra ha reducido el trabajo en sus concesiones a cero y por lo tanto también sus ganancias. Al estallar el conflicto armado, las empresas mineras ven como gran parte de su personal, sobre todo los obreros de los escalafones más bajos y de fuertes convicciones ideológicas republicanas, abandonan sus puestos y toman las armas contra los sublevados. Tal situación hace que haya escasez de mano de obra joven especializada. Con el ofrecimiento ven posible volver a ponerlas en funcionamiento a pleno rendimiento, por lo cual comienzan de inmediato las gestiones necesarias.
Las negociaciones llegan a acuerdo tras varias reuniones, por una parte la Comisión de Incorporación y Movilización Industrial, Organismo dependiente de la Inspección de Campos de Concentración de Prisioneros (ICCP) bajo la presidencia del Teniente Coronel Francisco Bastos Ansart y por la otras los representantes de la Cámara Minera Oficial de Vizcaya.
Es interesante en este punto hacer un alto para nombrar a los representantes de la citada Cámara que marcan los acuerdos para la creación de esos campos de trabajo mineros y con el trabajo de los presos. En la sesión de la Comisión Minera del 14 de septiembre de 1937 aparecen los nombres de José Luis Puente, Valerio Balzola, Demetrio Retolaza, Santiago Echevarría y Jerónimo Jubeto.
El acta de esa reunión es sumamente interesante y por lo tanto la reproducimos integra, tal y como viene en el libro “El batallón minero nº 1 en las minas de Vizcaya”, de Fátima Pastor Ruiz.
“Sobre los Prisioneros
Bastos anuncia la próxima llegada de los técnicos encargados de resolver sobre el alojamiento de prisioneros. Se acuerda la forma de realizar la pertinente visita a los lugares escogidos a tales propósitos. Se habla de su alojamiento en el Hospital de Triano. El Presidente de la Cámara Minera anuncia que las obras de reparación de este Hospital se comenzaran inmediatamente.
Hospital Minero de Gallarta a principios del siglo XX. Imagen archivo José Mª García (Margen Izquierda. Imagenes históricas. El Correo. Bilbao 1989)
Situación social
Bastos interroga sobre la situación social en la zona minera. A lo que Jubeto responde que el ambiente es más bien de vencidos que de convencidos y que parecen vivir entre los obreros un deseo de esperanza de revancha. Cree que la solución se hallaría en la constitución de nutridos puestos de la Guardia Civil en la zona minera, prefiriendo aquellos miembros del citado Cuerpo que por su permanencia anterior en la zona conocen sus circustancias.
Retolaza dice ser más optimista, entendiendo que con un poco de disciplina y vigilancia podrán vencerse todas las dificultades. Zavala y Balzola abundan en impresiones similares.
En definitiva, Bastos considera que para asegurar la situación social en las minas, será preciso asegurar el desarme absoluto y el establecimiento de una vigilancia adecuada. Con ello se tendrá la retaguardia asegurada que se precisa para la normalidad de los trabajos.
Militarización
Bastos apremia a que la militarización de las minas comience cuanto antres. A los carnés deben acompañar las correspondientes fotografías. Para los obreros la significación de la militarización quedará concretada en que quedan sujetos al fuero de Guerra. Se acuerda que la Cámara adquiera y distribuya los brazaletes precisos a la miltarización.
Guardas jurados.
Jubeto y Retolaza consideran que podrá contratarse personal de confianza para hacer de guardas jurados de las minas.
Sobre el estado de la producción.
La Jefatura de Minas informa que la producción el pasado mes de agosto ha sido de 40 a 50.000 toneladas. Retolaza afirma que indiscutiblemente en lo sucesivo irá aumentando la producción. “En realidad no aumenta la producción por falta de brazos y se conviene en la necesidad de apresurar la aportación de prisioneros”.
Exportación.
Se informa que la exportación va en aumento en forma creciente.
Es preciso impulsar los trabajos.
Termina Bastos insistiendo sobre la necesidad de impulsar la explotación recordando el beneficio que la misma supone para los mineros en las actuales circunstancias, aparte el deber de contribuir eficazmente a los deseos del Estado.
Los Sres. Mineros presentes manifiestan que las Empresas se hallan con el mejor espíritu a estos propósitos.”
Dias después se ultiman los detalles en otra reunión y el plan de actuación.
Visita de los familiares a los presos en las minas. Imagen Archivo Histórico del Comité Internacional de la Cruz Roja /ICRC, V-P-HIST-02225-18A.
Las previsiones de explotación de las minas se estima en unas 1.700.000 toneladas, lejos de las 50.000 que se vienen sacando en la actualidad. En el plan se informa que se cubren con creces las necesidades de la industria nacional con unas 300.000 toneladas y que se podrían dedicar el resto, las 1.400.000 toneladas a la exportación. Eso significa un ingreso extra de dinero para El Estado al que hay que sumar las propias ganancias del transporte, ya que el mismo se hace y se debe hacer con barcos nacionales.
También se estipula que tal volumen de explotación se tiene que llevar a cabo con el empleo necesario de 3.000 prisioneros a los que la propia Cámara Minera tiene que alojar con la construcción de barracones especificos.
En el plan se deja bien claro, en uno de sus puntos, que las empresas mineras no se pueden beneficiar absolutamente en nada empleando mano de obra de los prisioneros. El reparto de las ganancias lo marca el Decreto 281 que dicta que 2 pesetas son para el preso, 2 pesetas para la mujer y 1 peseta para cada hijo menor de 15 años. Si el preso esta soltero o no tiene hijos, las cantidades de ellos y el resto es para el Estado, que podrá emplearlo en nuevas obras o en dar de comer a otros prisioneros.
Además del mísero sueldo, que el Estado da por bueno al igual que los empresarios mineros, otra ventaja para el prisionero se dicta con el régimen de redención de penas por el trabajo.
El plan continua con otras “bondades” para el preso; “además, con el régimen de trabajo que se ha estudiado, los obreros tienen abierto el camino de redención, ya que se les impone una tarea minima, que se hace normalmente en 6 horas y al tener que trabajar ellos las 8 horas reglamentarias pueden obtener un plus de rendimiento del cual se beneficia en gran proporción los prisioneros o sus familiares.”
El plan concluye con una arenga en la que dice que al ser la primera obra importante donde se utilizarán prisioneros y no parece facil conseguir mayor beneficio para la nación bajo el doble punto de vista económicio y social.
En resumen, el plan marca claro el reparto de funciones, el Estado proporciona los presos trabajadores a las empresas mineras y éstas se comprometen a costear su instalación y sus jornales.
La Cámara Minera como representante de la patronal, las empresas propietarias y contratistas, se convierte en intermediario entre las autoridades de la Inspección de Campos de Concentración y las explotaciones mineras.
Visita de las autoridades y el Delegado de Cruz Roja a las minas de La Arboleda. Imagen Archivo Histórico del Comité Internacional de la Cruz Roja /ICRC, V-P-HIST-02225-19A.
EL BATALLON MINERO Nº 1.
El 17 de septiembre de 1937 la Comisión de Campos de Concentración elabora el plan de trabajo del Batallón Minero nº 1 y las normas por las que se rige y ajusta a los trabajos a realizar en las minas de Vizcaya.
La norma da prioridad a trabajadores de la zona en paro, pero dada la situación de guerra y deslocalización no hay nadie que reuna esos requisitos. Por tal razón explica la necesidad de emplear prisoneros de guerra como trabajadores mineros.
Aunque se suponía cierta libertad a las empresas en su forma de trabajo, la realidad es que todas se reglamentan en el mismo modelo, elegido después para otras explotaciones mineras en el resto del Estado.
La entrada al trabajo sería en formación militar, que se suspendería al llegar al mediodia, cuando se lo ordenasen y lo reanudarían igualmente cuando acabara la faena de 8 horas, marchando en formación también hasta el alojamiento en barracones.
La Inspección de Prisioneros se encargaría de la vigilancia de los presos durante el trabajo, alojamiento y traslados.
En cada explotación minera se establece un rendimiento minimo de trabajo por preso, que en caso “el no cumplirlo representaría una primera y única advertencia, y el despido subsiguiente del obrero a un campo de concentración de castigo.”
Pese a que el plan de actuación de puesta en funcionamiento de los campos de concentración correspondientes a las distintas áreas en las que el Batallón Minero nº 1 va a actuar, todo son problemas derivados de la improvisación y la descoordinación entre los distintas entidades administrativas civiles y militares.
Las obras de acondicionamiento de los dos principales campos de concentración para el alojamiento de presos, el Hospital Minero de Gallarta (Abanto Zierbena) y el Asilo de San Fernando en la Arboleda (Trapagaran, antiguo San Salvador del Valle), se realizan de forma apresurada y sin fondos, lo que obliga a la Cámara Minera a solicitar dinero a sus miembros como en una derrama de vecindad.
La llegada de los 200 presos prevista para el 1 de octubre de 1937 a la zona no se lleva a cabo, primero por falta de liquidez para pagar los salarios a los presos y administración franquista desde el primer día y por la falta manifiesta de material de herramientas para hacer frente al trabajo diario.
Finalmente y una vez superados los problemas técnicos y económicos, el primer contingente de presos llega al Campo de Gallarta localizado en el Hospital Minero, el 12 de noviembre, y el 23 del mismo mes al Campo de La Arboleda emplazado en el Asilo de San Fernando. El tercer Campo, el de Galdames, emplazado en la antigua Casa Cuartel de la Guardia Civil de San Esteban a partir del mes de febrero de 1938.
La dirección de los Campos de trabajo recae en responsables administrativos civiles que son elegidos por su confianza por la Comisión Militar de Incorporación y Movilización Industrial. Para el campo de Gallarta Lázaro García y Joaquín del bosque, para el campo de La Arboleda Felix Quintana y para el Campo de Galdames Pablo Matute. Más tarde sus nombramientos son puestos en duda por la Delegación de falange de Bilbao e incluso por la propia Inspección de Campos, pues se plantea su sustitución por Oficiales militares por la dificultad ecónomica de pagarlos. De hecho en varias ocasiones solicitan a la Cámara Minera la solución a su problema de salario sin que ésta haga nada por considerar que sus nombramientos se hallan al margen de las empresas mineras.
Los presos trabajadores del batallón minero nº 1 conviven desde el mes de noviembre de 1937 hasta finales de 1939 en sus explotaciones mineras con trabajadores mineros libres y en mayor o menor contacto con los habitantes y vecinos de la población local de Gallarta y La Arboleda por estar los Campos cercanos a los nucleos urbanos. No así en el campo de Galdames que se encontraba más alejado de los distintos núcleos de población.
Trabajo en las minas de Gallarta a principios del siglo XX. Imagen Foto Ortega. (Margen Izquierda. Imagenes históricas. El Correo. Bilbao 1989)
LOS PRESOS DEL BATALLON MINERO Nº 1.
Los planes, al principio, eran que los presos trabajadores que iban a formar parte de este batallón minero llegarían del Campo de Concentración de San Pedro de Cardeña en Burgos. Se esperaban grupos de 100 presos a la semana hasta completar los 600 con los que contarían las 5 companias. Se desechó rápidamente la previsión inicial de tener 3.000 prisioneros en las minas. A ellas no llegó más que un batallón de trabajadores, que en el momento de máxima afluencia de prisioneros en septiembre de 1938 contó con 968 prisioneros.
Se buscaron presos clasificados previamente en Campos de Concentración y Clasificación de Prisioneros, primero los de tipo A (dudosos) y después los de B (sin responsabilidades) basados en su propia descripción “prisioneros que resulte se incorporaron voluntariamente a las filas del enemigo y que no parezcan afectados de otras responsablidades de índole social, política o común”.
Finalmente el resultado fue otro. Si es cierto que seguían perteneciendo a los dos tipos de clasificación, pero llegaron de otras procedencias, como por ejemplo de cárceles de Bilbao, entre ellas la Universidad de Deusto, de la que salieron 440 presos para el Campo de Gallarta y 73 para el Campo de La Arboleda.
La gran mayoría de presos son personas sin un papel político relevante, alistados de forma voluntaria en los batallones del ejército vasco y republicano, que tras caer el frente de guerra de Santander proceden de la Prisón de Santoña. También se tiene en cuenta su experiencia profesional, pues se busca a presos que dominen los oficios manuales como labradores, mineros, canteros, etc. La edad para pertenecer al batallón minero era entre 18 y 45 años, facil de cumplir cuando casi todos estaban luchando como soldados contra los sublevados.
También se buscaba en ellos una cercanía familiar al territorio donde iban a trabajar, pero en realidad la procedencia de los presos era la gran mayoría de fuera de Bizkaia o Gipuzkoa, pues vinieron gallegos, catalanes, cántabros y asturianos.
Los 200 primeros presos llegaron en la segunda mitad de 1937 y se alojaron en el Hospital minero de Gallarta y unos días después en el asilo de San Fernando en La Arboleda. Estaba custodiado por una tropa que contaba como oficiales y suboficiales con 3 tenientes, 3 tenientes de Sanidad, 5 alféreces, 2 sargentos y soldados de reemplazo que hacían de escoltas o vigilantes.
Los prisioneros, a su llegada a los Campos, son sometidos a reconocimiento médico para evitar defectos físicos y sus trabajos se liquidarían semanalmente con la inspección. La principal obligación del prisionero era la obediencia. La falta de rendimiento personal sería castigada con el traslado, sin advertencia previa, a un campo de concentración de castigo, pero el rendimiento superior (más de 15 vagonetas de mineral cargadas) se premiaría con primas. Se les exigía un rendimiento mínimo, cuyo incumplimiento significaba el despido y envío a un campo de concentración de castigo. Varios testimonios que explican la dureza del trabajo y la imposibilidad de cumplir con las tareas mínimas de cargar con 15 toneladas al día, teniendo en cuenta que comían poco y sufrían muchas penalidades de frio y hambre.
El trabajo de los presos consistió en arrancar el mineral en gradas a cielo descubierto en las colinas de hierro de los montes mineros, además de realizar tareas de calderería en los Talleres del Ferrocarril de Triano (Abanto y Zierbena) o de construcción de casas en La Reineta (Trapagaran), o conducción de locomotoras y arreglo de vagones para la industria militarizada de Altos Hornos.
Los prisioneros salían en formación de su barracón, custodiados por los soldados escolta, para dirigirse a su lugar de trabajo donde empezaban a las ocho de la mañana.
Los prisioneros, a pesar de haber socilitado las empresas mineras que fueran especialistas en trabajos manuales, duros y relacionados con la minería, la verdad es que casi ninguno estaba preparado para la dureza del trabajo. Algunos presos con suerte o habilidades pudieron librarse de las tareas más duras y ejercer tareas administrativas, o de cocina, así como los que pudieron trabajar como escribientes, barberos, zapateros o en la limpieza.
En diciembre de 1937 el delegado de la Cruz Roja Internacional R. Courvoisiers hace una visita a los Campos de Concentración y a las minas para conocer de cerca lo que la administración del mismo y el propio regimen militar franquista quiere que se vea. Existen varias fotografías en los archivos de la Cruz Roja Internacional en Suiza correspondientes a esa visita. También conocemos algunas de sus manifestaciones acerca de la vida en el batallón minero o en sus Campos de reclusión.
Visita del Delegado de Cruz Roja en diciembre de 1937 a la mina Carolina de Gallarta. Imagen Archivo Histórico del Comité Internacional de la Cruz Roja /ICRC, V-P-HIST-02225-21A.
La primera la tenemos sobre la comida, pues afirma que los presos “comían sopa espesa, carne, tocino y legumbres, además de 350 gramos de pan al día” En su opinión y tras probar la comida, se trataba de una alimentación sencilla pero no por ella menos buena. Sin embargo los propios presos afirmaban que la misma era “mala y poca, patatas con berza y sopa de garbanzos en platos de aluminio. Comían lechugas con agua para que les llenaran más. Pasaban mucha hambre. Algunos vendían sus escasas posesiones por bocadillos”.
En relación con el Campo de la Arboleda, el Sr. Courvoisiers afirma “ he asistido a la comida del mediodia que como en el campo anterior es abundante y de buena calidad. Los prisioneros comen con apetito y animación.”
Y la ultima esta relacionada con la visita a las instalaciones del Hospital Minero de Gallarta: “Los alojamientos han sido instalados en amplias salas, cuyas ventanas se abren sobre un panorama magnífico. Se domina todo el valle, que se extiende hasta el mar. Dificilmente puede creerse que se encuentre rodeada por las minas más importrantes de Vizcaya siendo tanto la calma como el silencio perfectos.
Visita del Delegado de Cruz Roja al asilo de San Fernando, instalaciones del Campo de Concentración de La Arboleda. Imagen Archivo Histórico del Comité Internacional de la Cruz Roja /ICRC, V-P-HIST-00883-04
Los prisioneros no tienen camas, pero se acuestan sobre planos inclinados en tablas. Cada prisionero tiene un colchón de crin y una gran manta de lana. De las paredes cuelgan las prendas y la ropa de recambio. Cada dormitorio comprende 2 pisos de planos inclinados y viven 50 prisioneros. Las paredes están encaladas y el suelo está recubierto de placas blancas; la limpieza y el orden son sorprendentes. La enfermería del campo está vigilada por un médico militar de Bilbao que viene regularmente a Gallarta”.
La realidad es otra, sobre todo con la ropa. Según el reglamento interno de los Batallones de Trabajadores, los prisioneros utilizarán las prendas de uniforme que se les dotará en los mismos. “Los individuos pertenecientes a todos los Batallones de Trabajadores, vestirán igual que los soldados, con gorro de forma cilíndrica, como el que anteriormente se usaba, con una T pintada en negro y un brazal blanco con otra T también negra para diferenciarlos del resto de las demás unidades del Ejército”. La mayoría vestía sus propios harapos, uniformes y gorras del ejército republicano rotos y desgastados.
Vista de los prisioneros del campo de la Arboleda. Imagen Archivo Histórico del Comité Internacional de la Cruz Roja /ICRC, V-P-HIST-02225-17A.
Recordemos que la caida de Bilbao en junio y el Pacto de Santoña a finales de Agosto de 1937 hizo que miles de soldados fueran hechos prisioneros y que ese uniforme que llevaban era con el que en octubre comienzan a trabajar en las minas y que en el mes de diciembre para la visitada del delegado de Cruz Roja, es lavado, arreglado o sustituido con toda seguridad para las fotografías.
También el calzado era viejo y pésimo para las labores de mineria, con suelos de tierra y piedras. Las alpargatas que llevaban cuando llovía se deshacían, por lo que eran necesarias abarcas de goma que no se podían comprar en las cantinas con el salario que recibían en mano y que los administradores militares del campo o las propias empresas mineras no entregaban.
Los problemas de los presos con la ropa o el calzado a veces se podía hacer más llevadero por la solidaridad de los vecinos, sobre todo de las mujeres de Gallarta, La Arboleda y Galdames que les lavaban la ropa, les cosian los zapatos y les entregaban ropas de abrigo.
Todas estas carencias, la comida, el frio y las largas jornadas de trabajo, hacían que los presos enfermaran con mucha facilidad, sobre todo de tuberculosis o tifus. A ellas había que sumar las enfermedades o traumatismos por accidentes en los tajos o por algún “culatazo” de fusil propinado por los soldados-escoltas.
Por desgracia no hay ningún registro de muertes de prisioneros relacionadas directamente con el trabajo en las minas. En algunoas informaciones orales se recuerda por lo menos la muerte de tres presos por tuberculosis, agrabada si cabe por la falta de una alimentación adecuada. Sin embargo solo se tiene constancia real de una muerte, la del preso Antonio Zabalia Ubillos el 22 de noviembre de 1937 en el Hospital Minero de Gallarta. Su acta de defunción dice que a consecuencia de “hemorragia cerebral”. Antonio era de Gernika, soltero, jornalero y tenía 22 años.
LOS CAMPOS MINEROS DEL BATALLON.
El Campo de Gallarta se encontraba emplazado en el Hospital Minero del cerro de Buenos aires, sobre el pueblo y las minas. Fue contruído en 1880 y un referente en innovación sanitaria para la época. Su amplia y cuidada construcción junto con terrenos colindantes, le hacen ser un lugar idoneo para albergar los prisioneros y fuerzas de custodia, después del precedente vallado perimetral del mismo. Lo forman un edificio central de tres plantas y dos laterales de dos plantas en forma de U. Junto a el, a mano derecha, tres edicifios pequeños independientes.
Panorámica del antiguo Hospital Minero de Gallarta, actual Preventorio. Imagen TriskelPablo/Crónicas a pie de fosa.
El Campo de La Arboleda en un primer propósito iba a realizarse en la famosa “campa del asturiano” en la Reineta, pero dada la urgencia de alojamiento y de prontitud en comenzar los trabajos en las minas, se opta por hacerlo en el Asilo de San Fernando, propiedad de la compañía minera Orconera y Los Ibarra. La gestionaban las Hermanas de la Caridad que impartian en el labores de enseñanza.
Su conversión en Campo de Concentración le dió nuevos espacios y otros usos. El edificio en si se convirtió en las oficinas centrales, cuerpo de guardia, dormitorio simple, despensa, cocina , cuarto de guardia, enfermería y retrete. En el exterior se levantaron tres barracones, una cocina y una despensa para los presos. Cada barracón tenía 3 habitaciones donde dormian 12 prisioneros. Como es norma, el campo estaba rodeado de alambre de espino. Tres soldados aseguraban su vigilancia.
En el mes de febro de 1939 el Campo de La Arboleda se les queda pequeño y tienen que anexiorse e incluir, dentro del recinto vallado, la limítrofe casa cuartel de la Guardia Civil, un edificio de grandes dimensiones y con tres plantas y bajo hábiles. Era propiedad de la compañía minera Orconera.
Vista del antiguo asilo de San Fernando, actual Aterpetxea en La Arboleda. Imagen TriskelPablo/Crónicas a pie de fosa.
El Campo de Galdames se emplaza en la antigua casa cuartel de la Guardia Civil en el barrio de San Esteban. El edificio era propiedad de un farmacéutico local llamado Rafael Ibarreche. Estaba situado en la carretera de Sopuerta que enlaza el núcleo urbano de San Esteban de Galdames. El caserón de piedra contaba de dos plantas, una destinada a dormitorios de prisioneros y la otra a los soldados de custodia, junto con oficina y lavaderos. Por fuera la alambrada perimétrica habitual cerraba el complejo.
Las minas a las que estaban dedicados los presos de este Campo eran propiedad de Altos Hornos de Vizcaya (AHV), por lo que los arreglos, mejoras y puesta en servicio como campo de concentración corrió a cargo de la misma.
Este Campo fue el último en ponerse en funcionamiento y el primero en cerrar sus puertas.
Vista del edificio antigua casa cuartel de la Guardia Civil en San Esteban de Galdames, hoy vivienda particular. Imagen TriskelPablo/Crónicas a pie de fosa.
El Batallón Minero nº 1 en sus Campos de Concentración de Gallarta, La Arboleda y Galdames se encontraban trabajando en diciembre de 1938, los siguientes prisioneros.
Campo de Gallarta: Las compañías 1ª y 2ª con 215 prisioneros en la extracción y carga de la zona minera del Grupo Mina Concha. La tercera compañía con 22 hombres en El Zarzal, también en extracción y carga.
La cuarta y quinta compañías, con tan solo 5 trabajadores estaban en los talleres del ferrocarril minero de Triano, en la estación de Ortuella. Además este destacamento de Gallarta tenía hospitalizados en dicha fecha 87 prisioneros más.
Montaje con imagenes históricas de las instalaciones y plano general de las mismas. Las imagenes proceden de IGN (Instituto Geográfico Nacional) y el plano del libro “El batallón minero nº1 en las minas de Vizcaya” citado en la bibliografia.
Campo de La Arboleda: 218 hombres destinados a arranque de mineral, 45 a construir casas en la zona de La Reineta, 12 a arrancar mineral en la Mina del Carmen, y hospitalizados 31 prisioneros.
Montaje con imagenes históricas de las instalaciones y plano general de las mismas. Las imagenes proceden de IGN (Instituto Geográfico Nacional) y el plano del libro “El batallón minero nº1 en las minas de Vizcaya” citado en la bibliografia.
Campo de Galdames: 82 prisioneros destinados a arranque de mineral en Urallaga y La Caña y 21 hospitalizados.
Montaje con imagenes históricas de las instalaciones y plano general de las mismas. Las imagenes proceden de IGN (Instituto Geográfico Nacional) y el plano del libro “El batallón minero nº1 en las minas de Vizcaya” citado en la bibliografia.
El Batallón Minero nº1 se disolvió por orden del subinspector de Batallones de Trabajadores de la 6ª Región Militar con fecha 24 de noviembre de 1939, prácticamente tres años después de su creación.
El 30 de noviembre 253 presos son trasladados y dados de alta en el Batallón de trabajadores 126, destinado a Sondika para iniciar las obras de construcción del aeropuerto de Bilbao. Los prisioneros restantes quedaron en reserva para cubrir vacantes de otras unidades, y otros fueron liberados. En algunos casos regresan como obreros libres a trabajar en las empresas de la zona e incluso en las que antes les tenían como prisoneros.
Como recuerdo a esas personas que tuvieron que vivir en esas penosas circustancias, dedicamos este reportaje. También esas personas necesitan una reparación social por parte de las empresas que los usaron como exclavos y mano de obra barata. Además aunque no de forma expecifica, se lucraron de ellos en mayor o menor medida que el propio Estado franquista. Colaboraron con el régimen dictatorial para ganar dinero y prestigio en el nuevo estatus patrio.
Las empresas mineras que usaron mano de obra cautiva fueron AHV, La Orconera (con su conglomerado de empresas inglesas Guest, Keen and Nettfolds de cardiff y Consertt de Newcastle), Sociedad Franco Belga, Luis Nuñez Anchústegui, James Campbell y Casimiro Zunzunegui. Sus contratistas fueron Jerónimo Jubeto, Alejo y Bernardino Egusquizaga, Aquilino Pérez, Iceta Hermanos, Olabarria y Zubizarreta.
Las minas donde trabajaron de forma exclava fueron Concha 1ª, 2ª y 8ª, Carmen 1ª, 2ª, y 3ª La Escombrera, El Zarzal, La Carolina, Orconera 5ª, Parcocha, Mame, Berango, Tardia y Escarpada.
Vista general de la mina Carolina de Gallarta. Imagen Archivo Histórico del Comité Internacional de la Cruz Roja /ICRC, V-P-HIST-02225-31A.
La sublevación militar contra la república tuvo graves consecuencias para muchas familias aquí en Bizkaia y fuera de ella. La detención forzada en campos de concentración, prisiones y luego en batallones de trabajadores, todos bajo control militar, es algo que aunque conozcamos de leer u oir a nuestros mayores, no tenemos que olvidar y hacer un gran trabajo para que no vuelva a ocurrir.
Vista general de la mina de Concha 1ª de Gallarta. Imagen Archivo Histórico del Comité Internacional de la Cruz Roja /ICRC, V-P-HIST-02225-32A.
BIBLIOGRAFIA.
EL Batallón Minero nº 1 en las minas de Vizcaya.- Fátima Pastor Ruiz. “Cuadernos de investigacion minera” nº 1. Bilbao 2009.
La represión franquista en el País Vasco. Cárceles, campos de concentración y batallones de trabajadores en el comienzo de la posguerra.– Ascensión Badiola Ariztimuño. Tesis doctoral Facultad de Geografía e Historia de la UNED. 2015.