El Gobierno, a través de la Secretaría de Estado de Memoria Democrática, ha anunciado que recurrirá la sentencia del Juzgado de lo Contencioso-Administrativo número 10 de Madrid que ha anulado la licencia de obras concedida por el Ayuntamiento de San Lorenzo de El Escorial para acceder a las criptas del Valle de los Caídos y proceder a las exhumaciones de restos mortales de víctimas del Franquismo y la Guerra Civil, según han confirmado fuentes del Ministerio de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática. El departamento que dirige el ministro Félix Bolaños ha recordado, además, que el mismo juzgado "ya impuso medidas cautelares, durante este mismo procedimiento, que fueron recurridas y levantadas" por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid. "El Gobierno reafirma su compromiso con la localización y recuperación de los restos de las víctimas, tal y como desean sus familiares", han precisado las fuentes. La sentencia, a la que tuvo acceso Europa Press, estima el recurso interpuesto por la Fundación Franco y la Asociación por la Reconciliación y la Memoria Histórica, entre otros recurrentes, contra el Acuerdo de la Junta de Gobierno Local, de 24 de junio de 2021, del Ayuntamiento de San Lorenzo de El Escorial, que se anula. El recurso impugnó la resolución del Ayuntamiento de la citada localidad por la que se autorizaba licencia de obra en los accesos a las criptas de la basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos. Los recurrentes sostenían que las obras no tienen "la condición de obras de mantenimiento, ni de rehabilitación, sino que se trata de obras de consolidación, de demolición y de obra nueva". La sentencia llega después de que el pasado junio el Gobierno iniciara los trabajos para exhumar a las víctimas de la Guerra Civil en el Valle de Cuelgamuros para dar cumplimiento a la Ley de Memoria Democrática.
Blog d'en Jordi Grau i Gatell d'informació sobre les atrocitats del Franquisme..... "Las voces y las imágenes del pasado se unen con las del presente para impedir el olvido. Pero estas voces e imágenes también sirven para recordar la cobardía de los que nada hicieron cuando se cometieron crímenes atroces, los que permitieron la impunidad de los culpables y los que, ahora, continúan indiferentes ante el desamparo de las víctimas" (Baltasar Garzón).
dissabte, 30 de setembre del 2023
“Cara al sol con la camisa rota, el cuerpo sucio y sin comer”: así fue la resistencia musical en las cárceles de Franco
Los represaliados respondieron desde la clandestinidad a la política musical que el régimen introdujo en las prisiones y lo hicieron a través de repertorios políticos y de denuncia, según la historiadora Elsa Calero-Carramolino, que ha condensado su investigación en el libro 'Sonidos al otro lado del muro'
— “¡Es la tía Anita!”: el enigma despejado tras la icónica foto de la miliciana anarquista durante la Guerra Civil
“Cara al sol con la camisa rota, el cuerpo sucio y sin comer / Hallarás la muerte que te espera del ingrato requeté / Formaré junto a mis compañeros que hacen guardia por el mundo entero / Volverán banderas victoriosas con el martillo y la hoz / Y traerán prendidas las espigas de la Revolución / Volverá a ondear nuestra bandera por los pueblos de la España entera / ¡Arriba parias a vencer que Negrín ha de volver!”
Música franquista para “redimir” a los presos y música clandestina para resistir. Es la doble vertiente que marcó la producción de canciones dentro de las prisiones en la España del dictador Francisco Franco. Por un lado, el régimen llegó a implantar coros y orquestas en las cárceles para reproducir los ideales de la dictadura y “reeducar” a los presos; por otro, estos respondieron a la represión y el castigo con dosis de creatividad componiendo y cantando piezas prohibidas y perseguidas que en muchos casos han llegado hasta nuestros días.
Es lo que ocurrió con las múltiples versiones del Cara al sol, el himno franquista por excelencia, que fueron ideando los represaliados entre rejas a lo largo del tiempo, sobre todo en una primera etapa tras el fin de la Guerra Civil. Como si de una prolongación de la contienda se tratara, las letras modificadas hacen referencia a ideas como la victoria sobre el enemigo, la vuelta del gobierno republicano o el espíritu bélico: “Arriba rojos a vencer / que el fascismo tiene que fallecer”; “Volverán Azaña y Caballero / Y detrás Prieto con el dinero” o “Cara al sol con la camisa caqui / el correaje y el fusil” son algunos otros ejemplos.
Así lo ha documentado la historiadora y musicóloga Elsa Calero-Carramolino, que desde 2017 lleva intentando dar respuesta a la pregunta de a qué sonaban las cárceles españolas durante la dictadura. Producto de su investigación, acaba de salir a la luz el libro Sonidos al otro lado del muro, editado por la Universidad de Granada, en el que hace un recorrido por las prácticas musicales desarrolladas entre rejas. Para ello ha buceado en archivos oficiales o en el semanario Redención, un periódico propagandístico sobre la “labor patriótica” que el régimen desarrolló en las cárceles, y se ha basado en entrevistas, biografías, memorias y archivos personales de los propios presos.
Además de articularse como oposición al discurso simbólico franquista, detrás de estas obras creadas y cantadas por los propios presos había un fuerte afán de dignidad que superaba incluso el miedo al castigo.
En el franquismo hubo una producción musical “impuesta como parte de la propaganda de Estado” dentro de las cárceles, pero en una especie de universo paralelo los represaliados “reaccionaron frente a ello” y originaron “un repertorio propio” no oficial y clandestino, afirma Calero-Carramolino. Además de articularse “como oposición al discurso simbólico franquista”, detrás de estas obras creadas y cantadas por los propios presos había “un fuerte afán de dignidad” que superaba incluso el miedo al castigo. “Dentro del encierro procuraban preservar su persona y su identidad. La supervivencia moral e intelectual les motivaba en este sentido”, añade la experta.
Hay parte de la música de las prisiones que se ha conservado escrita, pero la mayoría proviene de la tradición y la memoria oral. Algo que, de alguna manera, garantizaba la supervivencia del repertorio frente a la persecución franquista. “Escribían en lo que podían y desarrollaban estrategias para evitar que les pillaran. Desde comerse los papeles en los que escribían a esconderlos en los resquicios de los muros, los tubos de las pastas de dientes, el dobladillo de la chaqueta...Pero lo más común fue que las destruyeran”, sostiene la historiadora.
Cárcel de Ventas, hotel maravilloso
Calero-Carramolino ha dividido esta creación subversiva en diferentes tipos. No todas las composiciones musicales fueron iguales ni abordaron los mismos temas. Las que ha calificado de contrapropagandísticas fueron utilizadas por la población penitenciaria para “articular su propio mensaje político” por un lado y también “protestar y denunciar por las condiciones de vida” a las que era sometida. Hubo en este grupo himnos políticos como las versiones del Cara al Sol, varias de ellas, como la que encabeza este reportaje, con autoría conocida (en este caso, Germán Alonso Pérez, encarcelado en la prisión madrileña de Porlier).
"Por trece rosas castizas / trece vidas se cortaron / siendo jóvenes casi niñas / (...) sus campos tienen la sangre / de unas rosas casi niñas",
'A trece flores caídas', de Ángeles Ortega García-Madrid
También destacaron las elegías en homenaje y duelo por los compañeros asesinados. Así, en 1939 desde la cárcel de mujeres de Ventas (Madrid) la poeta y afiliada a UGT Ángeles Ortega García-Madrid compuso A trece flores caídas en recuerdo de las 13 jóvenes fusiladas el 5 de agosto de 1939, las conocidas como las Trece Rosas. “Por trece rosas castizas / trece vidas se cortaron / siendo jóvenes casi niñas / (...) sus campos tienen la sangre / de unas rosas casi niñas”, reza la letra.
La denuncia de las condiciones de vida en las prisiones, el hambre, la falta de higiene, el maltrato, el hacinamiento, la enfermedad o la falta de libertad fueron temas fundamentales de las obras. Algunas tuvieron un tono “más sentimental”, pero en otras tantas resaltaba el punto satírico, como en El piojo verde, de Germán Alonso Galán, padre del autor de la versión del Cara al Sol: “Verde nos dan la comida / verde está la salida / pintan verde por doquier / si verde está la salida / y verde nos dan la comida / ¿a qué tanto revolver?.
Figuran en este grupo también otras composiciones como Es la Pepa una gachí, del poeta Marcos Ana, el preso que más tiempo estuvo en cárceles franquistas, o la canción sin título ni autoría conocida que la militante comunista Tomasa Cuevas contó en sus memorias que aprendió de las jóvenes en prisión: Cárcel de Ventas / hotel maravilloso / donde se come / y se vive a tó confort / donde no hay / ni cama ni reposo / y en los infiernos se está mucho mejor / Hay colas hasta en los retretes / rico cemento dan por pan / lentejas único alimento / un plato al día te darán.
La música íntima
Hay otra parte de la producción musical de los represaliados que Calero-Carramolino diferencia de la más puramente política. Son canciones “más íntimas y más personales que hablan desde la intimidad colectiva o individual. Los temas son la cotidianidad o los sentimientos”, explica la experta, que apunta a que este repertorio “no trata, como el anterior, de ser contrapropagandístico”, es decir, no tiene un sentido ideológico. Aún así, “en el fondo también es político porque ya solo el hecho de componer frente a ese silencio que se les imponía y que mantengan el espíritu creativo en la clandestinidad tiene ese punto”.
Ángel Bernat incluyó la letra de sus seis canciones en su correspondencia semanal, separadas de la melodía, que escribía en un cuaderno fabricado con papel higiénico y otros elementos reciclados como envoltorios de alimentos
De esta serie participaron más aquellos presos que tenían conocimientos musicales, detalla en la investigación, y la localización geográfica de las canciones fue “indisociable al autor”. Ángel Bernat, por ejemplo, compuso seis títulos en la Prisión Modelo de Valencia en 1939, entre ellos, Oh Libertad y, tras ser fusilado ese mismo año, el centro no volvió a producir actividad musical clandestina. La Prisión Central de Figueirido (Pontevedra), la Modelo de Barcelona o la Provincial de Santoña son algunas de las prisiones en las que se ha identificado este tipo de actividad.
El carácter epistolar de esta producción más íntima fue también uno de sus rasgos distintivos. Así, hubo quienes utilizaron la música como forma de comunicarse con sus familias. Bernat “codificó sus mensajes a sus allegados en fragmentos de música y texto que envió por separado evadiendo así la censura” e incluyó la letra de sus seis canciones en su correspondencia semanal, separadas de la melodía, que escribía “en un cuaderno fabricado con papel higiénico y otros elementos reciclados como envoltorios de alimentos” que la familia recuperó tras su muerte. José Bernal, por su parte, envió los textos desde la cárcel de Almería a su hija Felicidad.
Compusieron y cantaron canciones tanto hombres como mujeres, pero las piezas de ellas fueron con mucha más frecuencia obras colectivas sin firmar
Ellas, en colectivo
Compusieron y cantaron canciones tanto hombres como mujeres, separados en diferentes penales, pero hubo algo que diferenció la actividad musical de unas y otros: y es que ellas firmaban menos sus obras, que fueron con más frecuencia piezas de carácter colectivo sin autoría única. “El anonimato individual en favor de la identidad de grupo fue una característica inherente a la reivindicación musical de las presas como sujeto político”, especifica la investigación. Y de hecho, muchas composiciones han podido ser localizadas en función de la cárcel femenina en la que se crearon y no en función de la autoría.
“Es muy llamativo porque mientras que en los hombres es muy fácil trazar quién escribió qué pieza, en las mujeres se diluye más en favor del grupo”, explica Calero-Carramolino, que pone el foco en cómo también muchas de las obras procedentes de cárceles femeninas han llegado hasta nuestros días de forma oral y sin autoría. Y es que la política penitenciaria franquista hacía que las mujeres “tuvieran más dificultades para disponer clandestinamente del papel necesario” para escribir sin olvidar “las altas tasas de analfabetismo” entre la población femenina de la época.
Las cartas de despedida de los 'rojos' fusilados por Franco: “Me quedan dos horas escasas. ¡Adiós, hijos míos!”
El libro 'Las cartas de la memoria' recopila las últimas palabras que los represaliados enviaron desde las cárceles a sus seres queridos antes de ser asesinados y las respuestas que décadas después les han escrito sus descendientes
— Un duelo sin cuerpo y clandestino: los rituales secretos que las familias de fusilados idearon bajo el franquismo
Sabían que la muerte les alcanzaría en las siguientes horas. Habían sido condenados a la pena máxima por los tribunales franquistas en la España en la que el objetivo de aniquilar al enemigo rojo engrosó por miles las listas de republicanos ejecutados. En la oscuridad y soledad de la prisión, poco antes de ser dirigidos al pelotón de fusilamiento, quisieron dedicar sus últimas palabras a sus padres, parejas, hijos, hermanos y amigos. Sabiendo que nunca volverían a verlos, usaron sus últimos instantes de vida para despedirse de quie
“Dentro de unos instantes, seguramente dentro de unas horas, terminará todo. Tú piensa que yo no he hecho sino dar mi vida por un ideal, como la han dado y la darán tantos otros”, le escribió Eugenio Pérez Carralero a su esposa Raimunda poco antes de ser fusilado, en julio de 1943. Su nieto Juan Carlos le responde: “He leído, releído y vuelto a leer tus cartas. Ya casi me las sé de memoria. Reconozco que desde que las tengo en mi poder no sé si soy mejor persona o no, pero te ayudan a darte cuenta que si tienes un ideal hay que luchar por él”.
Tomás Montero, impulsor de la iniciativa y nieto de represaliado, la describe como un proyecto de “sanación personal” por parte de los familiares y también una forma de “recuperar la memoria y dar a conocer” a los represaliados, que fueron hechos desaparecer en fosas comunes en el sentido más literal del término, pero “también desaparecieron a nivel de la sociedad”. Tomás también escribió a su abuelo, fusilado el 14 de junio de 1939: “Abuelo, de alguna manera llevamos tiempo sembrando aquellos surcos que dejaste a medias para que puedan alimentarnos de dignidad algún día”.
“Estoy viviendo las últimas horas de mi vida”
“En capilla, a las 3 horas del 3/7/41”, encabeza su carta de despedida Germán Paredes García, militante de las Juventudes Socialistas Unificadas, fusilado cuando tenía 35 años. “Queridos hijos: estoy viviendo las últimas horas de mi vida y pienso en la vuestra”. En la misiva les pide que estudien “mucho” y le honren “con vuestra vida como yo os honro con mi muerte”, además de “mirar por vuestro abuelo y querer a vuestros tíos como a vuestra madre”. Y les reconoce: “Muero tranquilo y orgulloso de morir por lo que muero [...] Me quedan dos horas escasas. ¡Adiós, hijos míos!”.
Hermanos queridísimos, ya sabéis como os quise recordar siempre que mamá es antes que nada en el mundo, buscad su felicidad y luego la vuestra
Jerónimo Misa, 27 de abril de 1940
Siete décadas después la respuesta llegó desde Perú, el país al que su familia se exilió. Su nieta Cecilia le escribe a Germán una carta en la que le cuenta que su hermano lleva su nombre. “Se parece bastante a ti”, le dice. También que poco han sabido de él pero están intentando recomponer su historia: “Abuelo Germán, espero recibas esta carta y quiero que sepas que toda tu familia está muy orgullosa de ti”. Escrita en 2009, cuando gobernaba José Luis Rodríguez Zapatero, la misiva añade: “Fíjate las vueltas que da la vida y lo irónica que es, pero en estos momentos el nieto de un republicano es el presidente del Gobierno”.
“No muero por criminal, sino por una idea”
“Hermanos queridísimos, ya sabéis como os quise recordar siempre que mamá es antes que nada en el mundo, buscad su felicidad y luego la vuestra”, les dice Jerónimo Misa a sus hermanos en la carta de capilla que escribió el mismo día en que fue fusilado, el 27 de abril de 1940, con 26 años. “No te preocupes –le responde su sobrina Charo Cáceres– la abuela era una mujer muy fuerte y te defendió hasta sus últimos días”. “¡Si estuvieras aquí nos llevaríamos tan bien! Sabía tan poco de ti y, sin embargo, desde que era una niña te he querido tanto...”.
Cartas de despedida y respuestas se van entrelazando así a lo largo del libro en forma de diálogo imposible entre los ejecutados y sus familias. Bucear en la intimidad de los presos permite a quien lo hace asomarse a sus últimos anhelos. Muchos piden sosiego y aplomo a sus seres queridos, intentan consolarles y casi todos quieren dejar constancia con sus palabras de una última verdad: son inocentes y mueren por defender sus ideas.
“Nos os apuréis, conservar la serenidad y la firmeza hasta el último momento, que no os ahoguen las lágrimas, a mí no me tiembla la mano al escribir. Estoy serena y firme hasta el último momento. Pero tened en cuenta que no muero por criminal ni ladrona, sino por una idea [...] El apellido Manzanero brillará en la historia, pero no por el crimen”, escribe a sus padres y hermanos Dionisia Manzanero Salas, asesinada con 20 años. Su nombre sí pasó a la historia. Dionisia era una de las Trece Rosas, el grupo de jóvenes, la mayoría menores, fusiladas el 5 de agosto de 1939 en la tapia del cementerio del Este de Madrid.
Su sobrina Alicia Jimeno Manzanero le responde ochenta años después: “Dioni, no te conocí, no te conocimos, pero estabas en nuestra vida”. Además de sus cartas, la familia conserva entre otras cosas las zapatillas confeccionadas por la militante del PCE desde la cárcel de Ventas con materiales pedidos en otra de sus misivas a sus hermanos: “Quiero que me mandéis cosas para coser. Si queréis que os haga zapatillas, las sé hacer muy bonitas. Me mandáis trapos, agujas, algunas finas y gordas, dedal, algunos hilos, y algo de tela gorda para hacer de suela”.
“Mis últimos pensamientos son para ti y mis niñas”
Las misivas comparten espacio con fotografías de objetos, postales, pinturas, poemas y otros trabajos carcelarios “de incalculable valor sentimental y documental”, afirma Montero. Entre ellos están los dibujos que Fernando Izquierdo Montes hizo desde la prisión para su mujer y su hijo antes de ser asesinado en 1943. “Lo primero quiero que sepas, que me han matado por querer la libertad del pueblo, por vuestra felicidad, por que tu juventud se desarrollase en un ambiente más justo y mas humano”, le escribe a su hijo. “Te pido y si no es preciso pedírtelo solo te lo exijo, que cuides y trates con todo amor y cariño a tu madre”.
Con garrote vil fue asesinado en Porlier el pintor Lorenzo Victoriano Aguirre. A su mujer, Paquita, le escribió casi un centenar de cartas desde prisión: “¡Como deseo volver a mis pinturas! y no hacer más que eso, pintar. Trabajar para ti y para mis niñas, gozar viviendo para nosotros y no saber nada de nada, como el que empieza a vivir de nuevo y del pasado no le queda más que la familia. Quiera Dios que así sea, porque nuestras niñas, ya he visto por las notas del colegio que son muy aplicadas y me necesitan a su lado, para servirlas de sostén y dirección en la vida y para que tengan la satisfacción y la alegría que merecen esos angelitos, de tener el cariño y los besos de su papá. Y tú, mi chacha, para que puedas colgarte de mi brazo y pasearte orgullosa de llevar este viejillo que, si no sirve para otra cosa, servirá para quereros cada vez más”.
La dictadura acabó con la vida de Lorenzo seis meses después de escribir estas palabras, el 6 de octubre de 1942. “Querida Paquita: mis últimos pensamientos son para ti y para mis niñas. Tu Lorenzo”, se despide en una nota en la que añade una fotografía suya. El pasado mes de abril le contestaron sus nietos: “No te puedes imaginar cuánto amor nos dejaste a través de tus cuadros, cuánta ternura, cuánta belleza, cuánta verdad”.
“Queridos hijos, estoy en un castillo muy precioso”
No hubo carta de despedida de Domingo Villalba, pero su familia sí conserva la felicitación clandestina que el condenado a muerte le envió a su hija el 2 de agosto de 1939, cuando cumplía un año. “Hoy cumples un año, hijita. No puedo al felicitarte estrecharte entre mis brazos, tampoco puedo besarte....”. Tres meses después fue fusilado. Su nieto Juan Carlos le cuenta en su carta cuál fue la vida de aquella niña: “A los catorce años, tu hija se puso a servir en la capital [...] Pasados los años se casó con mi padre [...] Se quedó viuda a los 43 años y ahora, por fin, vive tranquila y feliz con sus nietos e hijos”. La posdata es una frase de su propia hija: “Papá, siempre te quise y nunca te olvidé. Un beso; tu hijita”.
Hubo muchos prisioneros que no pudieron despedirse de sus seres queridos. Las cartas en capilla, llamadas así porque era el lugar de las cárceles franquistas en la que los condenados a muerte pasaban sus últimas horas como antesala de la ejecución. A muchos “no se les permitió” escribir como forma de castigo y a otros “se les chantajeó, exigiéndoles confesarse y comulgar a cambio de obtener el permiso”, según explica la historiadora Verónica Sierra Blas, que apunta hacia la variedad de materiales usados para plasmar los adioses definitivos: páginas o pedazos de papel, pero también trozos de cartón, envoltorios de alimentos, ropa o incluso los suelos y paredes de las capillas.
En papel de fumar escribió Vicente González García-Carrizo cartas a sus hijos, de ocho, siete años y un tercero de unos pocos meses, desde la prisión de Cuéllar (Segovia), ubicada en un castillo. Vicente utilizó esa circunstancia para hacerles creer que estaba en otro lugar. “Queridos hijos Pepe, Felisín y Vicentín. Estoy en un castillo muy precioso. Por la noche pasean las princesitas por el patio. Cuando duermo se aparece mamá Pilar vestida de hada con el pelo suelto y muy guapa. Me cuenta todo lo que hacéis. Cuando sois buenos y aplicados me pongo muy contento. Cuando la hacéis rabiar, lloro mucho”.
Recuerdo como si fuera ahora mismo la última vez que te vi en la cárcel, sentado sobre tus rodillas, jugando con la cadena de tu llavero que al final me diste
Pepe Carrizo — Hijo de Vicente González García-Carrizo
La respuesta de Pepe Carrizo, su hijo, forma parte del libro en forma de carta titulada La última vez que te vi: “Recuerdo como si fuera ahora mismo la última vez que te vi en la cárcel, sentado sobre tus rodillas, jugando con la cadena de tu llavero que al final me diste”, le escribe. “He procurado que todos mis actos, de haber vivido, te hubieran hecho sentirte orgulloso de mí. Tú fuiste el último alcalde de la República. Yo concejal de la recién instaurada democracia”.
Vicente, que había sido alcalde de San Lorenzo del Escorial, fue fusilado el 17 de noviembre de 1939. El día antes escribió a su cuñado: “Querido Gaspar: En mis últimos momentos haz presente a la pobre Pilar que mis recuerdos son para ella y todos los míos. Nota: Ven el jueves a recoger mi maletín y mantas”.
“Muero teniendo confianza en un mejor porvenir”
Los agradecimientos a familiares y amigos, las peticiones de disculpas por si alguna vez les dañaron o la transmisión de consejos, sobre todo a hijos o hermanos pequeños, son constantes de las misivas. Hay quienes incluso pedían a sus seres queridos que perdonaran a sus verdugos. Lo hizo Pablo Montón, afiliado a UGT, que fue fusilado a los 24 años: “Madre querida me encuentro muy orgulloso de ser su hijo. Todos los consejos que usted me ha dado los he sabido coger [...] Si siento el morir es porqué [sic] tener que morir tan inocente y pagar lo que no he hecho, pero perdona como yo perdono al que mal me ha hecho”.
Entre las páginas del libro está también presente Isidoro Diéguez Dueñas, que tuvo distintos cargos en el PCE y fue fusilado el 21 de enero de 1942 junto a cinco compañeros de sumario y seis personas más. “Muero teniendo confianza en un mejor porvenir no lejano para nuestro país. Orgulloso de haber dado la vida por el [...] Un ultimo recuerdo profundo para todos; Valor y no desesperar, tened confianza como yo en que lo mejor anuncia ya su presencia], escribe en capilla.
La familia guarda junto a esta carta otra firmada por Dolores Ibárruri dirigida a la mujer de Isidoro, Anita Carrasco, firmada en Ufá, ciudad de Rusia (entonces URSS), en la que le comunica su fusilamiento y le muestra su apoyo. “Isidoro, ha caído, como caen los héroes del pueblo, como caen los comunistas. Isidoro, junto con otro grupo de camaradas, ha sido detenido. Y según las últimas noticias recibidas de Cuba, han sido fusilados. [...] Madrid y España no olvidarán a sus hijos, no olvidarán a los hombres que lucharon por su libertad”.
Jorge, su nieto, le escribió más de ochenta años después: “A pesar de los años transcurridos, tu hijo, nietos y bisnietos te recuerdan con cariño y orgullo. Tus actos nos han motivado a tener principios y luchar por ellos cada día. Allí donde estés, puedes estar tranquilo. Tu legado sigue vivo y tu memoria permanece”.
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