dissabte, 13 de juliol del 2024

Un nuevo golpe a la Segunda República

 https://elpais.com/babelia/2024-07-13/un-nuevo-golpe-a-la-segunda-republica.html

Una guía para orientarse en los debates sobre un régimen democrático en discusión: de una transición incompleta a la violencia política como argumento deslegitimador


“Imaginemos que el 14 de abril, cuando los republicanos españoles entraron en Gobernación y unas docenas de ellos dijeron que se habían puesto a gobernar, se hubiesen planteado este problema que Hitler ha visto con tanta lucidez y, no contentos con que los guardias hubiesen hecho acto de acatamiento a la República, a cada guardia le hubiesen puesto un guardián: un joven republicano sin trabajo”. Quien lo escribió en mayo de 1933 no era ningún exaltado ni socialista radicalizado, sino Manuel Chaves Nogales, de gira en la Alemania que se encontraba Bajo el signo de la esvástica. Solía identificarse como “un intelectual liberal al servicio del pueblo”, una definición que prácticamente se superpone con el autorretrato de Manuel Azaña: “Un intelectual, un liberal y un burgués”. Chaves terminó convertido en subdirector del diario Ahora, muy cercano a la izquierda republicana. No es casualidad.

Junto al pueblo en armas es una colección de los editoriales que se publicaron en ese periódico durante los meses iniciales de la Guerra Civil, en edición de Espuela de Plata, y complementa el acercamiento a Chaves, frecuentemente invocado y bastante menos leído. El problema al que aludía el periodista sevillano tenía que ver con el dilema que debe afrontar toda transición a un nuevo régimen: ¿qué hacer con las estructuras y el personal del aparato del Estado anterior? En especial dado que, en esta época, los agentes públicos eran básicamente seleccionados en función de su afinidad y formados en la lealtad al sistema de turno.

Retrato del periodista y novelista sevillano Manuel Chaves Nogales (1897-1944), en Madrid en 1928.
Retrato del periodista y novelista sevillano Manuel Chaves Nogales (1897-1944), en Madrid en 1928.EFE / ALBUM

Chaves se lamentaba de que, al contrario que Hitler, la República hubiera apostado por la continuidad. Con la sola excepción de la reforma militar, se renunció a cualquier forma de reemplazo generalizado por “parados republicanos” del personal del periodo monárquico, que, en lugar de mantener el nuevo orden, “acaso sea de los que se dedican a perturbarlo”. “Si hubiéramos hecho lo que Hitler […] no existiría nunca el temor de que el guardia no fuese bastante republicano”, concluía Chaves poniendo el acento en las fuerzas y cuerpos de seguridad, cuya importancia política ha sido objeto de reciente atención en Una historia de la policía española de David Ballester Muñoz.

Sangrante fue el caso del general Sanjurjo. Inicialmente ratificado como director de la Guardia Civil, fue protagonista del intento de golpe de Estado de 1932. Su plantilla, como recogía Azaña en sus diarios, “no se aviene con las nuevas autoridades”, puesto que “son alcaldes y concejales muchos que solían ser las víctimas y los perseguidos habituales”. La creación de la Guardia de Asalto y el plan de jubilaciones de jueces y fiscales fueron insuficientes, como ha estudiado Miguel Pino y demostró la matanza de Casas Viejas. A esas alturas, el entonces presidente del gobierno ya había comprobado que el viejo mundo monárquico se resistía a ceder posiciones de poder, y así no podría nacer el nuevo mundo prometido por la legislación reformista del primer bienio, que penaba para imponerse sobre el terreno agrario y laboral, y no era respetada ni aplicada por los tribunales, como acaba de demostrar Rubén Pérez Trujillano.

Estudiadas de manera pionera por Shlomo Ben-Amin en Los orígenes de la Segunda República: anatomía de una transición, las lógicas y desafíos de esta transición, muy celebrada en su día por su carácter conciliador, han quedado bastante olvidadas por la historiografía. Y eso que podría considerarse un antecedente y una piedra de toque a la hora de analizar la siguiente transición hacia un régimen democrático, la que dio lugar a nuestro sistema político. Probablemente porque resulta un ejercicio que incomoda tanto a quienes han criticado la excesiva continuidad en la transición hacia la monarquía parlamentaria como, especialmente, a quienes siguen dedicándose a cuestionar la naturaleza democrática de la Segunda República.

Una escultura en el suelo de la iglesia de Santa Teresa y San José de Madrid, tras un incendio intencionado en 1931.
Una escultura en el suelo de la iglesia de Santa Teresa y San José de Madrid, tras un incendio intencionado en 1931.ARCHIVO DÍAZ CASARIEGO / EFE

En los últimos años, por el contrario, han proliferado los libros negando cualquier legitimidad y aspecto positivo en la experiencia republicana, desde su propia proclamación hasta las elecciones de febrero de 1936, pasando por el voto femenino. Estos libros los han escrito Manuel Álvarez Tardío y Roberto VillaJosé Ignacio Nicolás-Correa o Inger Enkvist. Algunos de ellos están empeñados en convencernos de que la Restauración, con todas y cada una de sus elecciones amañadas, era en realidad más democrática y que Alfonso XIII iba camino de convertirse en un modélico monarca constitucional, algo que impidieron, oh sorpresa, la izquierda socialcomunista y el nacionalismo catalán. Además en sus entrevistas de promoción claman ser víctimas de la cultura de la cancelación y del malvado proceso de la memoria democrática.

Algunos historiadores están empeñados en convencernos de que la Restauración, con todas y cada una de sus elecciones amañadas, era en realidad más democrática y que Alfonso XIII iba camino de convertirse en un modélico monarca

Resulta bastante incierto. Hace ya muchos años que las visiones de postal sobre la República dieron paso a los análisis que, desde interpretaciones contrapuestas, han abordado el periodo en su complejidad. Pero, el objetivo de estas obras es evidente: establecer en el imaginario colectivo que el antecedente válido de la democracia actual es el sistema monárquico de la Restauración, mientras que la República se reduce a una época oscura marcada por el sectarismo, el desorden y la conflictividad.

Queda en manos de los lectores formarse su opinión y decidir si debe despreciarse completamente a un régimen constitucional sin duda imperfecto, como todas las jóvenes democracias de entreguerras. Imperfecto pero nacido de un proceso electoral y con alternancia en el poder, portador de un modelo territorial descentralizado, que representó uno de los momentos culminantes de la ciencia española, y que hizo posible que Clara Campoamor aprobara el sufragio femenino, con la vergonzante ausencia en la votación de Azaña y de Indalecio Prieto, pero gracias a los votos favorables del PSOE y de la Acción Popular de Gil Robles. Pueden comprobarlo ustedes mismos acudiendo al Diario de Sesiones de las Cortes. Al contrario de lo que circula por las redes, podrán verificarlo: Largo Caballero voto sí.

Una mujer vota en las elecciones españolas, en Madrid el 16 de febrero de 1936, que otorgaron la victoria al Frente Popular.
Una mujer vota en las elecciones españolas, en Madrid el 16 de febrero de 1936, que otorgaron la victoria al Frente Popular.KEYSTONE / GAMMA / GETTY IMAGES

La violencia política es el penúltimo recurso de los que afirman que criticar cualquier aspecto de la República es hacer historia objetiva y reivindicar alguna de sus medidas y reformas hacer historia ideológica.

La nueva entrega de esta saga es Fuego cruzado. La primavera de 1936. Sus autores son Manuel Álvarez Tardío, catedrático de la Universidad Rey Juan Carlos (y al que no acompaña en esta ocasión Roberto Villa, centrado en instituciones tan escasamente politizadas como la FAES), y el catedrático de la Universidad Complutense Fernando del Rey, autor de Retaguardia roja, que mereció el Premio Nacional de Historia por su notable aportación al conocimiento de la violencia en el campo republicano durante la guerra civil.

Continuación de la labor que iniciaron como directores del volumen Vidas truncadas. Historias de violencia en la España de 1936, Álvarez Tardío y Del Rey presentan un ambicioso trabajo, de casi setecientas páginas, muy bien estructurado y repleto de información sobre las instituciones, las situaciones y los protagonistas de “cinco meses de la vida política española”, reflejo de una voluntad de exhaustividad que hace la lectura algo repetitiva aunque apasionante y con unas conclusiones claras: las “fuerzas de izquierda” fueron responsables “de forma abrumadora” del inicio de “las acciones y movilizaciones con derivaciones violentas” y los gobiernos de Azaña y de Casares Quiroga no supieron gestionar con garantías y equidad el orden público.

Existen tres grandes problemas que ponen en cuestión el conjunto del estudio y que lastran sus conclusiones. En primer lugar, los sesgos. Queda reflejado en el lenguaje para referirse tanto a los compañeros como a los propios protagonistas. Así, aquellos investigadores que ofrecen interpretaciones discrepantes son tachados de “historiadores obsesionados con rebajar los números de la conflictividad” o de “historiadores propagandistas ejercientes de tales”, mientras los coincidentes se agrupan bajo la etiqueta de “pluma cualificada”. Y qué decir de esos pobres pequeños y medianos campesinos que se “vieron empujados a una mayor intransigencia” o de aquel ambiente peligroso por “el solo hecho de ser fascista, o parecerlo”. Es lógico, porque enfrente se encontraban los “comunistas y socialistas exaltados” con sus dirigentes, que además se procuraban entre sí un “odio africano”, sin que figure definición alguna de tan geográfico sentimiento.

La policía a caballo persigue a unas personas en una calle de Madrid después de que comunistas y fascistas se enfrentaran durante un desfile militar el 4 de mayo de 1936.
La policía a caballo persigue a unas personas en una calle de Madrid después de que comunistas y fascistas se enfrentaran durante un desfile militar el 4 de mayo de 1936.KEYSTONE / GETTY IMAGES

En segundo lugar, lo errático de su metodología. Afirman haber aplicado un método que les garantiza la máxima objetividad. Esto es, el análisis de la primavera de 1936 como “una entidad diferenciada”, sin justificar lo sucedido en los años anteriores y “como si la Guerra Civil nunca se hubiera producido”, “sin etiquetar a los personajes en función de sus comportamientos después del 17 de julio” y atendiendo, por lo tanto, “a las fuentes emitidas en el momento”, entre las que destacan “un centenar de órganos de prensa”.

Deben identificarse al menos dos importantes objeciones. Por una parte, los autores se reservan la potestad de determinar cuáles son “los periódicos más moderados y profesionales del momento” y cuáles no, lo que añade una dificultad más a la ya discutible utilidad de la prensa como fuente totalmente fiable. De la misma manera, cuando se trabaja la correspondencia y las memorias de personalidades conservadoras se habla de “percepciones construidas a partir de experiencias sufridas en carne propia”, sin importar las menciones a los “instintos de hiena” y al “crecimiento animal” que se aplican a los adversarios, o que el hijo de Sanjurjo pinte un panorama desolador del país para luego reconocer que Barcelona, su lugar de residencia, “está tranquilísimo”. Por el contrario, en fuentes similares, ante percepciones de normalidad tras la victoria electoral de la izquierda, se puntualiza inmediatamente que “la realidad era bien distinta”.

Segunda objeción. Si resulta acertado eliminar de la ecuación analítica la guerra civil —aunque el lector sabe bien que tuvo lugar—, dicha premisa no se aplica cuando los autores utilizan las memorias de posguerra de los dirigentes republicanos y socialistas, en las que se despedazan alegre y africanamente entre sí. En el mismo sentido, difuminar en el análisis la frustración acumulada ante el bloqueo de sus reformas iniciales y la desproporcionada represión por la insurrección en Cataluña y en Asturias —merecedora en cualquier caso de condena, al no haber respetado el resultado electoral y la alternancia de poder— es lo que permite explicar el proceso de sustitución de las corporaciones municipales de 1936 casi exclusivamente en términos de revanchismo. Algo que resulta además insatisfactorio para explicar la nula conflictividad en Cataluña —lo que permitió al nacionalismo catalán acuñar la teoría del oasis por contraposición a una España conflictiva por naturaleza—, a la que apenas se dedica atención.

Manuel Azaña, en un acto en Madrid de su partido, la Izquierda Republicana, el 20 de octubre de 1935.
Manuel Azaña, en un acto en Madrid de su partido, la Izquierda Republicana, el 20 de octubre de 1935.KEYSTONE / GAMMA / GETTY IMAGES

A modo de ejercicio, sería interesante que los autores aplicaran su metodología a los años de la transición a la monarquía parlamentaria. En vista del notable grado de violencia política —atribuible en exclusiva a izquierda o derecha si nos permitimos seleccionar la prensa a la que otorgamos crédito—, y en vista de que no debemos guiarnos por el resultado posterior, la conclusión sería que el Gobierno Arias, pero también los de Adolfo Suárez, no supieron gestionar correctamente el orden público y que sus fuerzas y cuerpos de seguridad actuaron conforme a criterios ideológicos y no profesionales.

En tercer lugar, la mayor laguna del libro: la casi completa ausencia de cualquier perspectiva comparada. En este sentido, y en relación con el esfuerzo dedicado a integrar la trayectoria histórica española en un marco continental, el libro supone un cierto regreso al discurso de la excepcionalidad. Así, “todo tipo de paralelismos […] entre la situación española y lo que acababa de suceder en Alemania con la subida de Hitler” y “en Austria, en plena deriva autoritaria” se rechazan como “forzados a conveniencia”. Y también se descarta “una supuesta fascistización de la CEDA” sin más apoyatura que las propias declaraciones de Gil Robles, y aunque su propaganda electoral de febrero de 1936 hablara ya de una dialéctica de “España o anti-España” que remitía peligrosamente a conocidos teóricos del nazismo. La Francia del Frente Popular (1936-1938), que presenta unas cifras de violencia política durante este periodo bastante equiparables, es la otra gran ausencia comparativa.

Todo este debate se observa con atención desde el país vecino. Hasta el punto de que la Segunda República constituye el tema de historia de este año para las prestigiosas pruebas de la Agrégation de español: el examen que da acceso a la enseñanza en el ámbito superior y cuyo enunciado y bibliografía suelen marcar tendencia, como sucedió con Robert. O. Paxton y el régimen de Vichy. Tampoco es una casualidad.

Los historiadores galos se han dado cuenta de que la imagen de España y de su historia, y no es la primera vez, están siendo utilizadas por el revisionismo francés como globo sonda de cara a sus propias posibilidades. Si la crítica a la República española y la consiguiente justificación del golpe y la dictadura franquista calan en la opinión, la onda expansiva podría llegar hasta el Frente Popular francés. Así se lo podrá culpar —como ya intentó el mariscal Pétain con el Proceso de Riom (1942-1943)— de la derrota de junio de 1940, la que contó Chaves Nogales en La agonía de Francia. Así se explica la extraña atención que el diario Le Figaro, el mismo que en mayo de 1937 negaba el bombardeo de Guernica, prestaba hace un par de años a la traducción de la obra de un conocido revisionista. Como para fiarse ciegamente de la prensa moderada y responsable.

Lista de lecturas

Junto al pueblo en armas. Los editoriales del diario 'Ahora' bajo la dirección de Manuel Chaves Nogales 
Edición de Juan Carlos Mateos Fernández  
Espuela de Plata, 2024
304 páginas . 21,76 euros

Fuego cruzado. La primavera de 1936 
Fernando del Rey y Manuel Álvarez Tardío  
Galaxia Gutenberg, 2024
696 páginas. 28 euros

Una historia de la policía española. De los grises y Conesa a los azules y Villarejo 
David Ballester Muñoz  
Pasado y Presente, 2024
752 páginas. 30,16 euros

El naufragio de la Segunda República. Una democracia sin demócratas
Inger Enkvist
La Esfera de los Libros, 2024
224 páginas. 19,90 euros

Ruido de togas. Justicia política y polarización social durante la República (1931-1936)
Ruben Pérez Trujillano
Tirant lo Blanch, 2024
722 páginas. 56,91 euros

Jueces contra la República. El poder judicial frente a las reformas republicanas
Ruben Pérez Trujillano
Dykinson, 2024
331 páginas. 9,91 euros (ebook)

La depuración de funcionarios de la Administración de Justicia durante la Segunda República
Miguel Pino Abad 
Dykinson, 2024
236 páginas. 21,85 euros

La Segunda República, origen de la Guerra Civil
José Ignacio Nicolás-Correa 
Almuzara, 2024
472 páginas. 24,95 euros

1923. El golpe de Estado que cambió la Historia de España
Roberto Villa García
Espasa, 2023
768 páginas. 23,90 euros

Grandes esperanzas. Los logros de la II República española
Ana María Cervera
Tébar, 2023
202 páginas. 9,27 euros

Las elecciones que acabaron con la monarquía. El 12 de abril de 1931
Carmelo Romero Salvador
Los Libros de la Catarata, 2023
208 páginas. 17,50 euros

El Germinal español. Las elecciones que trajeron la Segunda República
Francisco Sánchez 
Akal, 2023
504 páginas. 29 euros

El cénit de la ciencia republicana
Leoncio López-Ocón Cabrera
Sílex, 2023
622 páginas. 27 euros

Clara Victoria. La crónica del debate que cambió la historia de las mujeres
Isaías Lafuente
Booket, 2023
288 páginas. 18,90 euros 

El PSOE y el sufragio femenino
Jagoba Álvarez Ereño
Libros.com, 2023
200 páginas. 22 euros

La tierra es vuestra. La reforma agraria. Un problema no resuelto. España, 1900-1950
Ricardo Robledo
Pasado y Presente, 2022
616 páginas. 35 euros

Vidas truncadas. Historias de violencia en la España de 1936
Fernando del Rey y Manuel Álvarez Tardío
Galaxia Gutenberg, 2021
592 páginas. 24,50 euros

La Segunda República española
Eduardo González Calleja, Francisco Cobo Romero, Ana Martínez Rus y Francisco Sánchez Pérez
Pasado y Presente, 2021
1.375 páginas. 39 euros

El gran error de la República. Entre el ruido de sables y la ineficiencia del Gobierno
Ángel Viñas
Crítica, 2021
576 páginas. 21,90 euros

Una mujer, un voto
Alicia Palmer y Montse Mazorriaga
Garbuix, 2021
168 páginas. 18 euros

dijous, 11 de juliol del 2024

La vingt-deuxième lettre de Marcelino

 


claude

Adjuntos8:01 (hace 2 horas)

Bonjour.
Après un long silence, voici la vingt-deuxième lettre de Marcelino, écrite de la Condamine-Châtelard le 11 juillet 1939.
Prochaine lettre (proxima cartas) le 12 juillet.
Si vous suivez le tour de France à la télévision, l'étape de demain passe par le village de Mézin ou se trouvait son épouse Benigna avec les enfants.



Hommage aux Guerrilleros de la dixième Brigade et aux victimes civiles du massacre du 17 juillet 1944 à Buziet et à Buzy.

 Vous trouverez ci-joint une invitation à participer, le dimanche 21 juillet 2024, à l’hommage qui sera rendu aux Guerrilleros de la dixième Brigade et aux victimes civiles du massacre du 17 juillet 1944 à Buziet et à  Buzy.

 

Elle s’inscrit dans le cadre de la  Mission Libération qui  coordonne les manifestations du 80ème anniversaire des débarquements, de la Libération de la France et de la Victoire dont elle en a obtenu le label.

 

Nous serions ravis de votre présence à cette cérémonie pour honorer la mémoire de ces personnes qui ont lutté et donné leur vie pour que vive la Démocratie en France et en Europe.

 

Cordialement

 

Mylène LACOSTE

Présidente de l'association

«Terres de Mémoires et de Luttes»







dimecres, 10 de juliol del 2024

Cuando la tierra habla y alguien escucha: qué hace un anillo infantil en el baño de un campo de concentración franquista

 https://www.eldiario.es/sociedad/tierra-habla-alguien-escucha-anillo-infantil-bano-campo-concentracion-franquista_1_11495254.html

El anillo infantil localizado en la arqueta de los aseos de uno de los barracones excavados en Albatera.

Marta Borraz

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A veces la tierra habla. Cuenta cosas si al otro lado hay quien le pregunta, pone el oído y escucha. Alguna gente conoce su lenguaje y puede ver a través de lo que para otros puede pasar desapercibido. Lo saben bien los arqueólogos que excavan el suelo para desenterrar las historias de represión y violencia que el franquismo buscó silenciar, hacer desaparecer como a sus muertos. Lo que no se imaginó el régimen es que 80 años después del final de la Guerra Civil, un trozo de una botella de cristal hallado entre los restos de un campo de concentración o un anillo infantil descubierto en sus letrinas permitiría reconstruir lo que se quiso enterrar para siempre.

Son dos de los centenares de objetos aparecidos en el campo de concentración franquista de Albatera, donde Franco encerró a los republicanos que no pudieron huir por el puerto de Alicante en abril de 1939. En este, uno de los 300 campos documentados, estuvieron entre 12.000 y 16.000 prisioneros sometidos a pésimas condiciones hasta que fuera desmantelado y reducido a escombros. Aunque a ras de suelo es imposible verlo, una foto aérea tomada por el ejército americano a mediados de los años 40 permite apreciar perfectamente sus limites.

El rastro de lo que allí pasó lo sigue el arqueólogo Felipe Mejías y su equipo, que en su cuarto año consecutivo de trabajo en búsqueda de fosas comunes y los restos del campo ha rescatado verdaderos tesoros. Objetos usados por los prisioneros que permanecieron ante el paso del tiempo esperando a que alguien les diera un sentido. “Hubo un intento claro de ocultación de estos lugares, no existe documentación y al final la única manera de poner en pie un relato histórico tiene que ver con la arqueología. Los objetos nos dan mucha información, nos ayudan a explicar lo que sucedió y nos cuentan las condiciones de vida o muerte de los que allí estuvieron”, explica Mejías.

Los arqueólogos han ido excavando la zona hasta llegar a lo que fueron los barracones y en uno de ellos localizaron los aseos. Allí, dos arquetas sifónicas guardaban los objetos que habían acabado en los váteres, entre ellos un anillo de oro muy pequeño. “Era un anillo infantil, pero allí no hubo niños. ¿Cómo acabó en el retrete de un campo de concentración? Sabemos que los prisioneros entraron con los objetos de valor que habían podido sacar de sus casas, lo que haríamos todos en caso de guerra. Y que al segundo día les expoliaron, pero también que muchos, jugándose la vida, prefirieron ocultarlos o directamente tragárselos antes que entregarlos. Por eso hemos encontrado joyas como relojes, cadenas de plata, gemelos...Muchos, como el dueño del anillo, nunca pudieron recuperarlos”, cuenta Mejías.

Los relatos son incontables. En estos lugares de represión franquista es frecuente hallar también restos de recipientes de medicamentos que, los que tuvieron suerte y pudieron recibir algo de ayuda de sus familiares, utilizaron para paliar las enfermedades causadas por las insalubres condiciones y la pésima alimentación. Es el caso de un pequeño fragmento de cristal con las letras 'CAR' hallado en los baños. El equipo pensó que se trataba de agua carbonatada, pero la arqueóloga y antropóloga Andrea Moreno, experta en cultura material del siglo XX, dio con la clave: era un trozo de una botella de agua de Carabaña, muy popular en la época como laxante para tratar el estreñimiento.

Mejías explica que esta fue una de las patologías que sufrieron casi todos los prisioneros de Albatera, la mayoría de forma crónica, lo que “ocasionaba la muerte de muchos”. De hecho, otros remedios para paliarla han aparecido en prospecciones posteriores, entre ellos, restos de botellitas de citrato de magnesia, un jarabe elaborado con extracto de cítricos elaborado por el médico valenciano Agustín Trigo usado como laxante o decenas de taponcitos diseminados por toda la superficie del campo de botes de pomada contra la sarna, enumera el arqueólogo.

Un peine partido en dos

Para desentrañar la historia que esconden los objetos no basta con recuperarlos de la tierra. Hay que saber interpretarlos, o dicho de otra manera, “hacerles las preguntas correctas”, en palabras de Andrea Moreno. La arqueóloga conoce bien el caso de las fosas de Paterna (Valencia), donde se calcula que fueron asesinadas más de 2.000 personas. “¿Qué significa que alguien que es fusilado lleve en el bolsillo una cuchara?”, se pregunta por una de las exhumaciones. “No es habitual, pero en su contexto, es decir teniendo en cuenta que venían de las cárceles, estos objetos nos hablan del hambre en las prisiones”.

Moreno recuerda la aparición en otra exhumación de un peine partido en dos, cada mitad en posesión de una persona distinta. “Lo más plausible es que fueran amigos o compañeros y lo compartieran, pero en un contexto represivo, seguir mínimas rutinas de cuidado ante el intento de deshumanización y la insalubridad de las cárceles, es un ejercicio de resistencia”. Con este ejemplo ilustra la experta la importancia de la interpretación: “Los objetos no hablan por sí solos, hay que estudiarlos científicamente y leerlos en el contexto. Nos podemos quedar con que es solo una cosa, pero en realidad dan mucha información sobre el pasado”.

La munición, por ejemplo, es otro de los elementos que con más frecuencia aparece en estos espacios de represión. Un tipo de objeto que ilustra a la perfección cuánto depende el lugar en el que aparezcan las cosas para desentrañar su significado. Y es que no es lo mismo que un cartucho esté cerca de una torre de vigilancia del campo, lo que podría suponer que los vigilantes perdían de vez en cuando munición, que no. En Albatera, el 90% son balas Mauser, las que utilizaba el Ejército franquista. “De ellas, un 5 o 10% están disparadas y aparecen en el espacio central del campo, donde los testimonios orales nos dicen que se fusilaba a gente”, afirma Mejías.

En la última campaña de excavación en el campo, el equipo ha descubierto algo curioso: han dado con munición de armas de avancarga, que según explica el arqueólogo, “se dejaron de usar en España tras la tercera guerra carlista, en 1876”. ¿Por qué estarían ahí varias décadas después? “Sabemos por testimonios que paramilitares y falangistas entraban diariamente al campo a hacer sacas y que este tipo de arma no la usaba el ejército regular. La hipótesis es que ellos llevaran el arma que tenían en casa de sus familiares y la usaran en Albatera”.

La huella de las mujeres

La materialidad, como la llaman los expertos, ha sido clave en el Valle de Cuelgamuros, donde se han excavado los espacios en los que vivieron los presos que construyeron el mausoleo y sus familias. La arqueología ha sido también en este caso “la única manera de aproximarse a la cotidianidad del lugar”, especifica Luis A. Ruiz Casero, uno de los miembros del equipo de arqueólogos que se encargaron, capitaneado por Alfredo González Ruibal. Los casi 2.500 materiales recogidos en la intervención “ofrecen una buena panorámica” de la vida en este destacamento penal, detalla la memoria del proyecto.

Bajo medio metro de escombros, la escena emergió casi intacta, como si la vida hubiera quedado detenida: hasta dos botellas con líquido en su interior permanecían en una fresquera de piedras dentro de una chabola; también un par de alpargatas reposaban a un lado de la entrada reproduciendo la costumbre de dejar el calzado al entrar en casa. Los hallazgos son “muy elocuentes” de las condiciones de vida: de nuevo, aparecieron medicinas para el estreñimiento, pero también trampas para pájaros y conejos “para complementar la pobre alimentación”. También las ausencias son significativas. No había ni huesos de animales, lo que “revela una dieta sin carne” ni elementos de higiene. La aparición de suelas diminutas de zapatos revela la presencia de niños muy pequeños.

Aunque los campos fueron fundamentalmente para hombres, también en estos lugares está la huella de criaturas y mujeres, represaliadas de otra manera por el régimen. En Albatera, de hecho, los arqueólogos están buscando en lo que fue el exterior del espacio, tras la alambrada. Y lo que están encontrando son objetos “vinculados o usados por las mujeres” que venían a intentar ver a sus hermanos, padres o esposos prisioneros y darles algún paquete. Mejías lo explica: “Han aparecido unos circulitos de plomo que al principio no sabíamos que eran hasta que dimos con que se trataba de una especie de pesas que se colocaban en los dobladillos de los vestidos para que tuvieran vuelo”

En objeto casi simbólico se ha convertido la lata reciclada en taza del campo de concentración de Jadraque (Guadalajara). Siete u ocho de estos materiales fueron recuperados por los arqueólogos que lo intervinieron, entre los que estaban Ruibal y Casero. Se trata de latas de conserva a las que alguien colocó un asa de alambre trenzado. Que sean todas iguales hace pensar que están hechas por la misma persona. “Puede parecer insignificante, pero este objeto nos habla de la carestía que sufrieron y también nos cuenta una historia de resistencia. A pesar de haber perdido la guerra y estar donde estaban, algunos esperando a ser fusilados, había quienes luchaban por seguir viviendo un día más”, según Casero.

Los objetos nos cuentan cosas pero hay que preguntarles. Basura o insignificancia para unos, para otros, los que conocen la lengua en la que habla la tierra, los objetos de la represión son casi textos en los que leer el pasado. Esa brecha sigue impresionando a Mejías cada vez que pisa Albatera: “Dos años antes de que empezáramos a trabajar nosotros aquello eran zonas de cultivo y allí podías ver a decenas de agricultores cosechando dentro de los límites de lo que fue el campo de concentración e ignorando lo que había bajo sus pies. Después nos hemos encontrado de todo. Ese contraste entre la ignorancia y el silenciamiento y lo que pasó allí es increíble”.