dissabte, 12 de novembre del 2022

La hora de las víctimas de Queipo de Llano.

 https://elpais.com/espana/2022-11-06/la-hora-de-las-victimas-de-queipo-de-llano.html?sma=newsletter_radar_20221112


El militar franquista ejerció una represión brutal que ha marcado a miles de familias. Descendientes y supervivientes coinciden en que la exhumación es un paso más en el camino de la justicia y reparación.




De izquierda a derecha Lucía Sócam, Lourdes Farratell, Ángel Rodríguez, su nieto, Eugenio Rodríguez y Miguel Guerrero, familiares de víctimas de Queipo de Llano.Foto: PACO PUENTES | Vídeo: EPV

Gonzalo Queipo de Llano y Sierra no estaba destinado a dirigir la sublevación franquista de 1936 contra la República en Andalucía. Al teniente general, nacido en Tordesillas en 1875, se le situaba en Valladolid, pero el golpe estaba muy bien preparado en Sevilla por el comandante José Cuesta Monereo y el cerebro del alzamiento, el general Emilio Mola, que no se fiaba de Queipo, decidió enviarlo allí. “Que acabara en Sevilla es una casualidad. Cuesta Monereo lo organizó todo, pero no quería protagonismo y a Queipo sí le gustaba figurar”, explica el historiador Francisco Espinosa Mestre. Su forma brutal de ejercer la represión dejó 45.000 muertos y un rastro de terror, escarnio, dolor y silencio en sus familias durante décadas.

Dos días después de su exhumación nocturna de la basílica de La Macarena, en aplicación de la Ley de Memoria Democrática, que entró en vigor el 21 de octubre, cinco descendientes de civiles ejecutados por orden de Queipo de Llano se reúnen en ese mismo lugar para compartir con EL PAÍS cómo esa figura siniestra ha marcado a sus familias. Todos se alegran por que la lápida del general golpista ya no esté a los pies del altar mayor, donde fue enterrado en marzo de 1971, junto con su esposa Genoveva Martí, también exhumada de ese lugar preeminente del templo sevillano; pero su sensación es agridulce por el modo casi secreto en que se sacaron los restos. “A mí me pareció una puñalada más para las víctimas”, opina Lucía Sócam, cuya tía abuela, Granada Hidalgo Garzón, es una de las 17 rosas de Guillena que fueron ejecutadas entre el 6 y el 8 de noviembre de 1937.

El más veterano del grupo es Ángel Rodríguez, de 89 años, tenía dos cuando a finales de julio de 1936 los falangistas apresaron a su padre, Eugenio. “Era un simple trabajador de la fábrica Pickman en La Cartuja, afiliado a la CNT”, explica. Su hermana de un año, su madre de 26 y él pasaban el verano en El Ronquillo, en la sierra sevillana, y esperaban su visita. “Nunca llegó”. Su madre lo buscó por todas las cárceles de Sevilla. No sabía que un barco atracado en el Guadalquivir, el Cabo Carvoeiro, se había convertido en una prisión para los cientos de presos que hizo Queipo inmediatamente después del golpe. “Eso le hizo pensar que lo mismo había huido al extranjero”, cuenta. Pero había sido fusilado el 1 de agosto de 1936. Ángel lo supo cuando fue a pedir un certificado de desaparición y le entregaron el acta donde constaba su detención y su muerte.

Acta de defunción de Eugenio Rodríguez, fusilado en la Guerra Civil. / CORTESÍA DE ÁNGEL RODRÍGUEZ
Acta de defunción de Eugenio Rodríguez, fusilado en la Guerra Civil. / CORTESÍA DE ÁNGEL RODRÍGUEZEL PAÍS

Hace unos años, gracias a su nieto Eugenio ―que estudió Historia y se hizo arqueólogo en buena parte por lo ocurrido con el abuelo de su mismo nombre―, Ángel se enteró de que los restos de su padre yacen entre la maraña de cadáveres de la fosa de Pico Reja, en el cementerio de Sevilla, donde ya se han exhumado más de un millar de represaliados. A diferencia de muchos de su generación, Ángel nunca ha ocultado a sus descendientes cómo sufrieron él y su madre durante la guerra y el franquismo. “Con 14 años el cura de El Ronquillo me denunció en el cuartel de la Guardia Civil por ‘pequeño comunista’. Nunca me he escondido”, cuenta.

La tragedia marcó también a Miguel Guerrero. Su padre, Manuel, con 14 años tuvo que asumir el papel de cabeza de familia. El abuelo de Miguel, que se llama como él, fue uno de los integrantes de la columna minera que fue detenida el 19 de julio del 36 cuando se dirigían de Huelva a Sevilla para defender la capital de los sublevados. Como el padre de Ángel, también estuvo preso en el Cabo Carvoeiro, pero su fusilamiento se postergó hasta el 31 de agosto. Queipo esperó hasta rendir definitivamente a las comarcas onubenses del Andévalo y Riotinto. “No quería que los presos falangistas de esos pueblos sufrieran represalias. Todo formaba parte de una planificación muy estructurada”, dice Miguel, que también busca a otros dos tíos desaparecidos, que podrían estar en las fosas de Nerva o Riotinto. “Yo nunca he conocido a mis abuelos. Esa es otra carga con la que vivimos muchos familiares”, se lamenta. Su abuela, según le contó su padre, se convirtió en una “muerta en vida” y falleció con 55 años.

Un día antes que al abuelo de Miguel, fusilaron a Joaquín Farratell, abuelo de Lourdes Farratell. Era miembro del Partido Radical y fundador del periódico Canela en Rama. “Era muy crítico con la Iglesia y con el poder”, explica Lourdes. En su casa tampoco se hablaba del abuelo por miedo, pero ella, con la ayuda de historiadores, pudo saber que lo fusilaron en San Juan de Aznalfarache. Cree que sus restos fueron a parar a Pico Reja.

Castigo ejemplar sobre las mujeres

Detalle de la carátula del documental 'Guillena 1937' con varias de las '17 rosas' asesinadas en la Guerra Civil.
Detalle de la carátula del documental 'Guillena 1937' con varias de las '17 rosas' asesinadas en la Guerra Civil.

Lucía sí pudo identificar a su tía abuela, 75 años después de que la mataran. En Guillena (Sevilla) y simultáneamente en otros pueblos de la sierra de Sevilla y Huelva, Queipo ordenó apresar a mujeres sindicadas o con maridos huidos o en el frente republicano para que revelaran dónde estaban sus esposos. Las 17 rosas de Guillena, de entre 24 y 70 años, fueron detenidas a finales de septiembre, y como era habitual, se las vejó rapándoles la cabeza y dándoles el paseíllo por el pueblo. Tras dos meses en el calabozo, las mataron en el cementerio de Gerena. Granada Hidalgo, la tía abuela de Lucía, era la más mayor. “La prendieron solo porque sabía leer”, indica. En el pueblo no se habló del crimen hasta que el movimiento memorialista empezó a buscar su fosa en 2010. Un día, un hombre mayor les dio una ubicación muy precisa: 73 años antes, se había ocultado entre las ramas de un olivo porque escuchó gritos de mujeres dentro de un camión. “Desde allí vio cómo las sacaban de una en una y jugaban a perseguirlas. Las fueron cazando y matando de una en una para arrojarlas después en la fosa”, relata Lucía.

Como la de Gerena, en Andalucía hay muchas más fosas de mujeres. Varias se abrieron sobre la misma fecha, como la de Zufre, donde yacen 16 mujeres, que no se ha podido localizar. Igual que de las 15 rosas de la Puebla de Guzmán. “Hay testimonios que dicen que a algunas las violaron después de matarlas”, cuenta el exalcalde Antonio Beltrán, muy comprometido con la localización de la fosa de las vecinas de su municipio. Que la captura de estas mujeres significadas en sus pueblos se produjera casi en las mismas fechas muestra la planificación de Queipo de Llano. “Se organizó para que sirviera como ejemplo del castigo que esperaba a quienes auxiliaban a huidos”, explica Lucía.

Tras recuperar los cadáveres de las 17 rosas de Guillena, el movimiento memorialista acudió en 2012 a los juzgados para pedir que estas mujeres, que aparecían legalmente como desaparecidas, constaran como asesinadas, porque a diferencia de los casos de Eugenio, Miguel o Joaquín, en el de las mujeres ejecutadas no existen partes de defunción. “Aportamos pruebas de antropólogos forenses, de arqueólogos y un telegrama desde el cuartel de Queipo de Llano al de Franco en Burgos en el que se le informa de que ha asesinado a un grupo de hombres y a otro de mujeres entre Guillena y Gerena”. Desde entonces no han recibido respuesta a su petición. La creación de un fiscal de sala especializado en Memoria es una esperanza para que se pueda regularizar la situación de las mujeres represaliadas.

Sobreviviendo al terror

Ana Pomares, de 94 años, superviviente de La Desbandá, el mayor crimen de guerra del fascismo, en su casa de Algeciras.
Ana Pomares, de 94 años, superviviente de La Desbandá, el mayor crimen de guerra del fascismo, en su casa de Algeciras.MARCOS MORENO

Queipo ejerció todo tipo de represión contra hombres, mujeres y niños. “Era cruel y vengativo”, describe el historiador José Villa. Esas características, dentro de un mecanismo del terror ideado por Mola —que advirtió de que para que la sublevación triunfara había que “eliminar sin escrúpulos ni vacilación a todos” los que no pensaran como ellos―, lo convirtieron en “el tipo justo para el sitio justo y en el momento justo”, según el historiador Villa. “Como buen militar africanista se mostró partidario de ejercer una represión brutal”, abunda su colega Francisco Espinosa, que añade que teniendo en cuenta que la zona occidental de Andalucía era donde pasaban las columnas que iban hacia Madrid “había que facilitar el clima de terror para allanar el avance”.

Un terror que no puede olvidar Ana Pomares, de 94 años. Cumplió nueve el 7 de febrero de 1937, cuando su padre —que había pasado víveres a los republicanos con sus barcos y al que le acababan de incautar una de sus naves― decidió salir de Málaga cuando los sublevados estaban a sus puertas, y unirse al grupo de refugiados que iban para Almería. Ese camino se convirtió en la carretera de la muerte, que ha pasado a la historia como La Desbandá. Entre el 7 y el 12 de ese mes, 300.000 personas fueron bombardeadas por tierra, mar y aire por las tropas franquistas y sus aliados internacionales. Murieron 6.000. Fue el mayor crimen de guerra del fascismo español. “Venían aviones rasantes y enfrente los barcos y donde estábamos solo había monte y mar. Caían las piedras con las bombas”, rememora con la voz pinzada por la angustia Ana por teléfono desde Algeciras.

“Cuando terminaba el bombardeo veías los cuerpos en el suelo, niños llorando solos, madres chillando buscando a sus hijos. Todos éramos civiles”, continúa. “Un piloto le dijo a Queipo que había mujeres y niños, pero este le dijo que siguiera”, dice Ana que le contó su padre. Ana se alegra de que quien ordenó ese bombardeo ya no esté en La Macarena. “No entiendo por qué llegó a entrar”, dice. Pero el ruido de las bombas sigue muy presente en su memoria, y ahora con la guerra de Ucrania lo ha vuelto a revivir con más intensidad, asegura.

La venganza de Queipo

Los civiles de la Desbandá no son los únicos que sufrieron la furia de Queipo. El 1 de abril de 1937, en represalia por un bombardeo republicano sobre Córdoba, ordenó atacar Jaén ese mismo día. “El bombardeo sobre Córdoba se produjo sobre las 12.30 de esa mañana; a las dos de la tarde mandó bombardear Jaén y la orden fue ejecutada tres horas y media después”, explica Juan Cuevas, archivero municipal y autor del libro El Bombardeo de Jaén de 1937. Jaén había duplicado su población por la llegada de refugiados republicanos, y no tenía sistema de vigilancia ni defensas aéreas. “No era un objetivo militar ni estratégico, como había sido el de Durango un par de días antes, que lo que pretendía era controlar el cinturón industrial de Bilbao”, explica Cuevas, “fue un mero acto de venganza”. Los bombarderos y cazas lanzaron 75 bombas que mataron a 157 personas. El propio Queipo explicó su decisión en una de sus arengas radiofónicas esa misma noche: “Lamento los efectos espantosos allí producidos, pues según me informan, han sido grandes, pero es necesario que sepan los rojos que, en lo sucesivo, siempre que bombardeen una población se les contestará de la misma manera”.

Queipo de Llano derramó odio en todas las formas imaginables: ejecuciones, tortura, bombardeos… También a través de las ondas. “Nuestros valientes legionarios y regulares han enseñado a los cobardes de los rojos lo que significa ser hombre. Y, de paso, también a las mujeres. […] Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricas. No se van a librar por mucho que forcejeen y pataleen”, es una de sus arengas misóginas más conocidas, de la que solo se conserva su transcripción. El único mensaje sonoro con su voz original que existe lo recogió Basilio Martín Patino en su documental Caudillo, recuerda Espinosa. “Sus alocuciones instando a la muerte y a la violación fomentaban la agresividad de sus tropas”, subraya Rafael Morales, presidente de la asociación La Desbandá.

“Hay gente a la que Queipo ordena que maten, otros que le dicen que hay que liquidarlos y él lo autoriza y hay otros casos en los que son los suyos los que matan por su cuenta sin que Queipo lo sepa, pero que estaban dentro de los grupos sociales con los que él quería acabar”, afirma José Villa. Federico García Lorca estaba entre los primeros. Cuando el gobernador de Granada, José Valdés, lo llama y le dicen que han detenido al poeta, el general contesta: “Dadle café, mucho café”, la abreviatura de Camaradas: Arriba Falange Española. Granada, con 98, es la provincia andaluzas con más fosas comunes.

La evidencia científica de crímenes contra la humanidad

Fosa de mujeres con signos de tortura encontrada en los trabajos de exhumación en el barranco de Víznar (Granada). / UGR
Fosa de mujeres con signos de tortura encontrada en los trabajos de exhumación en el barranco de Víznar (Granada). / UGR

Los restos de Lorca se encuentran en alguna parte de la cuneta de la carretera que va de Víznar a Alfacar. Francisco Carrión, profesor de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada, trabaja desde 2021 en dos fosas de la zona para identificar a 300 cuerpos. “Tenemos todas las evidencias científicas para demostrar que estas fosas son escenarios de crímenes de lesa humanidad: desde la munición utilizada, el tipo de disparos, los elementos perimortem de tortura. Nuestro objetivo es que de ese espacio de horror sean exhumados los cuerpos, y las víctimas, dignificadas. Queremos conocer la verdad por si alguna vez esto se puede judicializar”, cuenta.

Educar en memoria, un reto pendiente

Las asociaciones memorialistas llevan luchando años por conocer la verdad y llevar justicia y reparación a los familiares. “Es una lucha que hemos hecho solos”, recalca Lourdes en su conversación frente a La Macarena. “La salida de Queipo es mérito de nosotros, no de la Hermandad, que se ha limitado a cumplir la ley”, abunda Miguel. Todos recuerdan que buena parte de la nueva Ley de Memoria se ha realizado gracias a sus aportaciones y se lamentan porque abarca menos de lo que esperaban. “No se recoge un estatus de víctima, solo se contempla la devolución de lo incautado a los partidos políticos, ¿y los bienes de civiles?”, se preguntan. La ley considera víctima “a toda persona, con independencia de su nacionalidad, que haya sufrido, individual o colectivamente, daño físico, moral o psicológico, daños patrimoniales, o menoscabo sustancial de sus derechos fundamentales” desde la Guerra Civil y hasta la entrada en vigor de la Constitución española de 1978. La norma también se compromete a realizar “una auditoría” sobre bienes incautados y una vez finalizada, implementar “posibles vías de reconocimiento a los afectados”.

Todos están muy decepcionados con las palabras del líder de la oposición Alberto Núñez Feijóo, que tras la exhumación de Queipo dijo: “La política debe dejar a los muertos en paz”. Reconocen que la ley es una oportunidad para avanzar en una vertiente fundamental para que este impulso, silenciado durante una generación y que han vuelto a recuperar los nietos de los represaliados no se pierda con sus bisnietos: la educación. “Es importante que se conozca bien lo que pasó”, afirma Eugenio. “La búsqueda de la memoria, si no, se convierte en un empeño personal y no todos están por la labor ni tienen el tiempo”, advierte. Para Lourdes, “queda mucho por hacer”.

SOBRE LA FIRMA

Eva Saiz

Redactora jefa en Andalucía. Ha desarrollado su carrera profesional en el diario como responsable de la edición impresa y de contenidos y producción digital. Formó parte de la corresponsalía en Washington y ha estado en las secciones de España y Deportes. Licenciada en Derecho por Universidad Pontificia Comillas ICAI- ICADE y Máster de EL PAÍS.

Una jueza admite una petición de Abogados Cristianos y suspende la emisión del sello de Correos sobre el centenario del PCE.

 https://www.publico.es/sociedad/jueza-suspende-emision-sello-correos-conmemora-centenario-pce.html#analytics-noticia:relacionada


La magistrada atiende a la medida cautelar pedida por la asociación Abogados Cristianos que considera que el sello supone "la exaltación de un partido político que cometió crímenes".



PP, Ciudadanos y Vox critican el sello de Correos dedicado al PCE y la cosa se les vuelve muy en contra
Sello de Correos conmemorativo del centenario del Partido Comunista- CORREOS

Una jueza del juzgado 30 de lo Contencioso-Administrativo de Madrid ha decidido suspender cautelarmente la emisión del sello de Correos que conmemora el centenario del Partido Comunista de España (PCE), según ha adelantado La Vanguardia.

La magistrada atiende así a una petición presentada por la Abogados Cristianos para paralizar el sello de Correos.

Desde la asociación han confirmado a Europa Press que aún no han recibido la notificación oficial pero la presidenta de Abogados Cristianos, Polonia Castellanos, ha celebrado la decisión de la magistrada al considerar "intolerable" que se utilicen las administraciones públicas para "promocionar una ideología".

"Emitir este sello va en contra del deber de neutralidad de las administraciones públicas, de la ley de memoria histórica e incluso de la resolución del Parlamento Europeo", ha añadido.

Además, Abogados Cristianos asegura que "supone la exaltación de un partido político que cometió crímenes y persiguió a miles de personas únicamente por razón de su fe". Por ello, ha alegado que "emitir este sello es contrario a la Ley de Memoria Democrática y a la resolución del Parlamento Europeo que condena la exaltación del Comunismo".

Correos anunció la emisión de este sello conmemorativo del Partido Comunista de España (PCE), que tendría una tirada de 135.000 ejemplares y que costaría 0,75 euros a partir del próximo lunes.

Reacción de los grupos plolíticos

El Partido Popular, Vox y Ciudadanos censuraron este jueves la decisión de Correos de emitir un sello conmemorativo del primer centenario del PCE, llegando a pedir la dimisión de su director, Juan Manuel Serrano.

"Es una vergüenza. Retírenlo", reclamó de inmediato el senador del PP, Rafael Hernando, que advirtió de que "el comunismo, el nazismo, y el fascismo son ideologías totalitarias condenadas por el Parlamento Europeo y que causaron millones de muertes".

También Vox denunció que la historia del PCE es "de violencia, checas, paseos, odio y totalitarismo" contra todos los españoles, "incluidos los de izquierdas". Por ello, cree que el mejor homenaje sería "que los jóvenes conozcan su pasado criminal y genocida sin manipulaciones"; y propone como alternativa que el sello recuerde el 86 aniversario de la matanza de Paracuellos.

Asimismo, Ciudadanos exige la dimisión del presidente de Correos, ya que cree que conmemorar el siglo de vida del Partido Comunista "es conmemorar el odio, el crimen y la miseria". "Contraviene, además, la resolución europea de 2019 sobre el comunismo y el nazismo. Mancha la imagen de España y es una vergüenza", avisaron los 'naranjas'.

Por el contrario, el ministro de Consumo y líder de IU, Alberto Garzón, ha calificado como "vergonzosa y sintomática" la decisión de una jueza de suspender cautelarmente la emisión del sello conmemorativo del Partido Comunista de España (PCE) a petición de la asociación Abogados Cristianos.

Así lo ha manifestado en cuenta de Twitter, en la que ha defendido que el PCE "fue padre indispensable de la democracia y de la Constitución española".

Por su parte, el PCE ha acusado a la jueza de trabajar para el Gobierno del expresidente Mariano Rajoy. "Que el PP bloquee el Consejo del Poder Político Judicial (CGPJ) cada vez que pierde las elecciones no tiene nada que ver. ¿A qué no? ¡Circulen!", ha afirmado irónicamente en un tuit.

divendres, 11 de novembre del 2022

Es Campament (Formentera), la cárcel franquista donde los presos republicanos rebuscaban entre heces para comer

 https://www.eldiario.es/illes-balears/sociedad/campament-carcel-franquista-presos-republicanos-rebuscaban-heces-comer_1_9689799.html


Presos de Esporles (Mallorca), fotografiados en la cárcel de Es Campament

Nicolás Ribas

Eivissa — 

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a 'Colònia penitenciària' de Formentera, conocida oficialmente también como 'Destacament penal' y 'Presó central', fue la cárcel franquista más terrible de Balears, según el testimonio de algunos de los presos republicanos que sobrevivieron a ella. Los reclusos morían por inanición, debido a la corrupción y crueldad sin límites que desplegaron los responsables de la cárcel. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurría en otras cárceles, como en Can Mir (Palma, Mallorca), no hubo fusilamientos ni se practicaron las ‘sacas’, que consistían en hacer creer a los presos que eran “liberados” para luego acabar siendo asesinados en las cunetas de las carreteras.

Tomar el sol sobre las víctimas del franquismo

Tomar el sol sobre las víctimas del franquismo

La historiografía no coincide en señalar cuál fue la fecha en que entró en funcionamiento el campo de concentración de Formentera. La mayoría de las fuentes consultadas coinciden en que todo apunta a que fue a mediados de 1940, en mayo o junio, cuando se instaló, hasta su desmantelamiento, en noviembre de 1942. “Las condiciones de carestía de las Pitiüses y la corrupción del director del centro agravaron todavía más la inhumana situación del campo”, detalla Artur Parrón Guasch, vicepresidente del Fòrum de la Memòria d’Eivissa i Formentera y doctor en Historia, en el libro La Guerra Civil i el primer franquisme a Eivissa i Formentera.

Las condiciones de alimentación y salubridad en la prisión, conocida coloquialmente como 'Es Campament', 'Sa Colònia' o 'Es Camp des Presos', eran muy lamentables. Uno de los supervivientes fue Juan Ferrer Marí, también conocido como Joan de sa Punta, quien permaneció dos años encerrado en la cárcel. Ferrer Marí fue condenado a 30 años de prisión por haber acompañado a los milicianos que detuvieron y asesinaron al sacerdote de La Mola (Formentera), Juan Torres Torres. En una entrevista que fue publicada en el número 48 del semanario Proa, Ferrer Marí le explicó al periodista y escritor José Miguel L. Romero, autor de Els morts. Les víctimes de la Guerra Civil a Eivissa i Formentera (1936-1945), que Ángel Llorente Ruiz, jefe del campo de concentración, “era una persona que quedaba muy bien con todo el que hablaba, pero se portó muy mal”. “Los alimentos que debían llegar a los presos se los daba a los animales que cuidaba en su pequeña granja. Tenía gallinas, cerdos... Animales que luego vendía, pero que jamás pudimos comer nosotros. Durante ese tiempo nunca probamos carne”, detalló.

Rebuscaban comida entre las heces

Los reclusos llegaban al campo de concentración esqueléticos, en unas condiciones de salud y alimentarias terroríficas. “Recuerdo uno muy enfermo que el mismo día en que llegó al campo de concentración fue a que le dieran un plato de comida y cuando se lo entregaron cayó de espaldas y murió”, relató Ferrer Marí. Según su descripción, se alimentaban prácticamente solo a base de caldos de verduras, que se hervían hasta tal punto que ya no quedaba nada sólido en el plato. “En ocasiones caían en el plato dos o tres garbanzos”. “No parábamos de mear, ya que solo ingeríamos líquido”. En cada barracón había colocados un par de bidones de petróleo de unos 200 litros de capacidad, donde los presos orinaban. “Estaban cortados por la mitad y tenían un par de asas para sacarlos fuera y vaciarlos. Cuando llegaba la noche estaban completamente llenos, rebosantes”, describió Ferrer Marí.

Recuerdo uno muy enfermo que el mismo día en que llegó al campo de concentración fue a que le dieran un plato de comida y cuando se lo entregaron cayó de espaldas y murió

Juan Ferrer Marí  Recluso en la cárcel franquista de Formentera

Los presos tenían el estómago destrozado como consecuencia del durísimo régimen alimentario, tanto que casi no podían ni digerir los alimentos. Cuando comían habichuelas, por ejemplo, las defecaban enteras. “En esos casos, la gente, desesperada de hambre, rebuscaba entre la mierda de las letrinas para encontrarlas y comérselas”, precisó Ferrer Marí. El hambre era tal que incluso se cocían las pepitas de las algarrobas o roían durante días los huesos que encontraban tirados por el suelo. “Si veías a uno que mordisqueaba una piel de naranja, sabías que ese no duraría mucho, que moriría pronto”. Corrieron mejor suerte, según el testimonio de Ferrer Marí, quienes realizaban las labores de construcción del muro del campo de concentración, ya que ellos comían arroz y aceite.

Los presos se disputaban la comida con los cerdos

Los carceleros del régimen franquista se divertían también viendo cómo los prisioneros se peleaban con los cerdos para conseguir los alimentos. El corral era utilizado como campo de batalla. “Cuidaba mejor a sus puercos que a nosotros (en referencia a Ángel Llorente Ruiz, director del campo de concentración). Un día recuerdo que había catorce animales peleándose por unas pieles de calabaza. Digo 'animales', pero en ese grupo se confundían los cerdos con hombres que, muertos de hambre, no tuvieron más remedio que llegar a ese extremo”, atestiguó Ferrer Marí. “Llegó un vigilante, que se llamaba Carrillo, y la emprendió a porrazos con los presos para que no molestasen a la piara”, añade.

Decenas de los represaliados pasaron también por el conocido como “barracón de aislamiento”, al cual los presos bautizaron coloquialmente como “cementerio de los vivos”, ya que iban a parar los enfermos de mayor gravedad, que eran “todo huesos y piel”. Las condiciones alimentarias e higiénicas eran penosas, que en este caso se veían reflejadas también en las plagas de chinches, que se contaban a millares. Cuando los reclusos se iban a dormir y apagaban la luz, eran rápidamente atacados por los insectos. “Si volvías a encenderla observabas cómo una mancha negra huía por las paredes. La luz las espantaba. Por eso algunos dormían con una vela encendida”. Esta era la única manera que tenían de evitar recibir las picaduras del bicho.

Un niño de 14 años, entre los presos

Había algunas diferencias entre Es Campament (colonia penitenciaria del régimen franquista que dependía de la Prisión Provincial de Palma) y otras prisiones franquistas de Balears, como Can Mir. A diferencia de lo que ocurría en esta prisión, los represaliados republicanos no morían fusilados, ni eran víctimas de las ‘sacas’ en Es Campament. La distinción radicaba en que los detenidos en la prisión de Can Mir, que estaban a disposición del gobernador civil de Balears, todavía no habían sido juzgados. “Eran víctimas de las ‘sacas’ porque no constaba todavía ningún expediente judicial sobre ellos. Por eso había ejecuciones extrajudiciales”, explica a elDiario.es Antoni Ferrer Abárzuza, doctor en Historia y redactor del estudio que forma parte del Segundo Plan de Fosas del Govern.

En Formentera, la colonia penitenciaria no estaba militarizada, como ocurría también con otros campos de prisioneros que construyeron una red de carreteras de más de 200 kilómetros en Mallorca. “La responsabilidad era de la administración civil, por tanto, la cárcel estaba controlada por oficiales de prisiones, no por militares. Los presos que fueron enviados a Formentera habían pasado por un tribunal: tenían sentencia firme, ya fuera una condena perpetua de treinta años por 'adhesión a la rebelión', por 'auxilio a la rebelión' -que solía ser una pena de doce años- o por otras modalidades de contribuir a lo que los fascistas decían que era una ‘rebelión’. Como ya tenían expediente judicial, no corrían ‘peligro’, en principio, de ser víctimas de ‘sacas”, puntualiza Ferrer Abárzuza.

Pese a las diferencias, el campo de concentración de Formentera no fue una excepción en cuanto a las prácticas de tortura y sometimiento brutal que había en el resto de España y Europa. “Pese a que la propaganda oficial aseguraba que era un ‘modelo’ para Europa, posiblemente poco tenía que envidiar a los (campos de concentración) de los nazis en algunos aspectos”, describe el periodista y escritor José Miguel L. Romero.

Pese a que la propaganda oficial aseguraba que la cárcel de Formentera era un ‘modelo’ para Europa, posiblemente poco tenía que envidiar a los campos de concentración de los nazis

José Miguel L. Romero  Periodista y escritor

En Sa Colònia, principal símbolo de la represión franquista en la isla, se llegaron a concentrar, en un espacio reducidísimo, entre 1.100 y 1.400 reclusos de todo el Estado español, según recoge Romero a partir de los cálculos realizados a ojo por testimonios directos. Durante estos dos años, según documenta Ferrer Abárzuza, a partir de los datos del padrón municipal de habitantes, unas 2.000 personas llegaron a estar encerradas en el campo de concentración. El 1 de enero de 1942 había 1.209 reclusos en la colonia penitenciaria, apunta Ferrer Abárzuza citando datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Uno de los presos, cuya existencia conocemos debido a los datos del padrón -que registraba el Ajuntament de Formentera-, fue Manuel Díaz Sauceda, un adolescente de solo 14 años, natural de Don Benito (Badajoz), que sobrevivió, pero cuya pista se le perdió cuando la prisión fue desmantelada.

En el campo de concentración de Formentera murieron 58 presos republicanos, entre marzo de 1941 y finales de octubre o principios de noviembre de 1942, según el Registro de Defunciones de Formentera. En la prisión se producían casi cuatro muertes al mes de media, unas cifras que también se registraron en las localidades toledanas de Ocaña y Talavera, donde en una década se produjeron 680 muertes.

Si no hubo más fallecidos fue por la ayuda de las familias y la organización del PCE en la clandestinidad. “He conocido a gente de Formentera a la que le llevaban comida cada día: estos estaban salvados”, asegura Ferrer Abárzuza. Los presos de Eivissa, Mallorca y Menorca solían recibir paquetes de sus familiares donde había comida, a veces podrida, y también no perecedera. “La comida en conserva solía llegar”, comenta el historiador. Además, según apuntan algunos testimonios, el PCE en la clandestinidad había creado una red de solidaridad “para repartir comida entre quienes no tenían, que eran, sobre todo, los que procedían de Extremadura y la Península, en general. La represión en Extremadura fue tremenda”, afirma Ferrer Abárzuza. También se daba el caso de presos que no recibían comida porque sus familiares “no sabían dónde estaban”.

Los encarcelados eran de clase obrera

El oficio de cada uno de ellos indicaba su origen de clase obrera y trabajadora. De entre ellos, había 29 campesinos, seis jornaleros, dos agricultores, dos carpinteros, un zapatero, un cafetero, un mecánico, un obrero, un albañil, un bracero, un ganadero, un carretero, un cantero, un escribiente, un electricista, un minero, un minero picador, un lavador de minerales y un panadero. Tres de los fallecidos fueron registrados sin oficio y uno es descrito simplemente como “empleado”. Treinta y seis eran originarios de Badajoz y, entre ellos, había once murcianos, dos alicantinos, un valenciano, dos catalanes, dos canarios, un ibicenco, un mallorquín y un madrileño. En uno de los presos muertos no consta su registro de nacimiento. El hecho de que entre los fallecidos solo hubiera un ibicenco y ningún formenterer, se explica, según documenta Romero, “porque, al contrario de aquellos que procedían de la Península (o de Canarias), tenían la suerte de recibir alimentos de sus familiares en las islas”. Ferrer Abárzuza añade que, además, existe documentación que indica los graves problemas de suministro que había en Formentera en el contexto de la posguerra.

La mayor parte de ellos murieron de hambre, por tuberculosis o como consecuencia de enfermedades causadas por las pésimas condiciones alimentarias y sanitarias de la colonia penitenciaria. Para referirse a los reclusos que morían de hambre, el régimen franquista utilizaba el término médico “caquexia”, sinónimo de “estado de extrema desnutrición”. Eran eufemismos que se usaban para no decir que los presos morían de hambre. Otros fallecían por colapsos cardíacos, enteritis aguda (inflamación del intestino delgado causada por comer o beber alimentos contaminados con bacterias o virus), mal de Pott (infección tuberculosa en la columna vertebral), avitaminosis (déficit de vitaminas), albuminuria (una enfermedad renal que se produce por exceso de la proteína albúmina en la orina), infecciones intestinales, insuficiencia cardíaca, miocarditis crónica, anemia de Biermer, insuficiencia mitral, peritonitis, endocarditis, cirrosis hepática, reblandecimiento cerebral o cáncer estomacal, entre otras. Casi todos los presos fallecían por varias afecciones.

La represión franquista fue “tremenda” en Extremadura

La gran cantidad de extremeños que había se explica porque el campo de concentración de Sagrajas (Badajoz), la prisión provincial y el Picadero de Badajoz “se encontraban repletos de reclusos”, según documentó el historiador José Luis Gutiérrez Casalá en Guerra Civil en la provincia de Badajoz, la mayoría procedentes de Castuera y Don Benito. Uno de ellos fue Antonio Godoy Delgado, nacido en Hornachos (Badajoz) el 25 de mayo de 1909, según documentó Romero. Perteneciente a la agrupación socialista local, fue el último alcalde republicano de la localidad. Teniente de alcalde del Frente Popular, cogió el bastón de mando de Hornachos cuando el alcalde Manuel Calvo dimitió y huyó por temor a las represalias después del golpe de Estado del 18 de julio de 1936. Durante la Guerra Civil, Godoy formó parte del Batallón de la decimosexta Brigada Mixta, liderada por el diputado del PCE Pedro Martínez Cartón.

Según su testimonio, lo primero que hacían los responsables del campo de concentración (un director, ocho guardias y tres jefes de servicios) por las mañanas era hacer un recuento de todos los reclusos, para asegurarse de que no faltaba nadie. Después, les obligaban a cantar el Cara al Sol. “El campo de concentración estaba alambrado; este daba de cara al mar; una vez que tuvimos las viviendas hechas, los carpinteros hicieron todas las porterías necesarias. En el mismo centro del campo colocamos un madero altísimo, y en lo alto la bandera de la Falange”, explicó Godoy en sus memorias, recogidas por Romero. Después de cantar el Cara al Sol, desayunaban. Normalmente, dos higos o una sardina arenque, así como una barra de pan que tenían que compartir entre cinco. Al mediodía les “solían dar un cazo de caldo con dos o tres trocitos de patatas y en otras ocasiones unos trocitos de coles, cuando era la temporada”. “El que no recibía nada de su familia se podía decir que estaba condenado a muerte, en este caso de hambre”, escribió.

Desmantelamiento por “temor” a los aliados

Es Campament fue desmantelado en otoño de 1942, después de que llegara una orden de desalojo de Madrid, para lo que el régimen movilizó a decenas de guardias civiles y lanchas a motor, así como un barco de carga, que condujo a los presos a València. La razón podría estar en la Operación Torch iniciada por los aliados, mediante la cual las tropas anglo-estadounidenses desembarcaron en Túnez el 8 de noviembre. En plena II Guerra Mundial, Franco temió que los aliados pudieran desembarcar en Balears. “La operación Torch generó angustia en el dictador y sus camaradas golpistas, tal vez por temor a que los aliados utilizaran Formentera como plataforma de sus operaciones contra los nazis y fascistas en el Mediterráneo”, argumenta Romero.

La operación Torch generó angustia en el dictador y sus camaradas golpistas, tal vez por temor a que los aliados utilizaran Formentera como plataforma de sus operaciones contra los nazis y fascistas en el Mediterráneo

José Miguel L. Romero  Periodista y escritor

Uno de los responsables de la prisión fue Vicente Bueno, que durante las últimas décadas del siglo XX trabajó como guía turístico. Hijo de andaluces, nació en Formentera en 1918, pero a los seis meses abandonó la isla con sus padres. Bueno volvió a la isla en 1941 para hacerse cargo, junto con otros dos jóvenes oficiales, del campo de concentración. En una entrevista que Romero le hizo en diciembre de 1995, publicada en el número 47 de la revista Proa, Bueno explicó que las órdenes para desalojar Es Campament llegaron de Madrid. Los reclusos fueron enviados a Eivissa y de allí, en un barco muy grande, a Palma, con la supervisión de un par de agentes de la Guardia Civil.

La represión en Formentera fue “especialmente sangrante” porque era una isla “tradicionalmente fiel al voto republicano” y que no había sufrido “disturbios significativos” durante la ocupación republicana, explica Parrón. Según su investigación, una minoría de elementos franquistas autóctonos, junto a falangistas provenientes de Eivissa, llevaron a cabo la represión. En muchas ocasiones, las víctimas no estaban en las “listas” de “rojos”, sino que fueron detenidos y ejecutados por su proximidad familiar al realmente perseguido, que había huido de la isla o estaba escondido. Al menos dieciocho formenterers fueron ejecutados por el bando sublevado entre el 20 de noviembre de 1936 y el 19 de febrero de 1937, la mayoría de ellos en Formentera, aunque también hubo asesinados en Mallorca, Eivissa y Cartagena (Murcia). La práctica totalidad de los dirigentes políticos, así como muchos militantes y simpatizantes de los grupos de izquierdas consiguieron huir durante la semana posterior al abandono de las islas por parte del poder republicano.