Posted: 22 Jan 2014 01:42 AM
PST
Fernando Romero-
20.01.2014- asturias24
Ser obrero o estudiante con
ideas propias en los últimos años de la dictadura franquista tenía un coste.
Apoyar unos panfletos, participar en una huelga ilegal, formar parte de un
partido, grupo autónomo o de un sindicato clandestino, o simplemente ser
amigo o familiar de algún enemigo del Régimen, podía ser motivo suficiente
para acabar en la comisaría en manos de la temible Brigada Político Social,
la policía política del caudillo, una especie de Gestapo a la española.
Y cuando uno era detenido por
la “brigada”, como se la conocía “familiarmente” podría o no ingresar en la
cárcel, pero lo que tenía garantizado seguro era una paliza, unas cuantas
patadas y todo tipo de vejaciones.
Durante los años setenta del
siglo XX salió a la luz un siniestro nombre: Luis Antonio González Pacheco,
alias Billy el Niño. Pero en cada pueblo y ciudad,
comunistas, anarquistas, socialistas, cristianos o simplemente demócratas
antifascistas tenían cerca un personaje similar, alguien que como Billy
el Niño, poseía una acentuada personalidad sádica que encajaba
perfectamente en los objetivos de la Brigada, que eran los del sistema
represivo de Franco. Billy pasó por Asturias en los años
1974 y 1975, cuando el régimen del general agonizaba. Se cuenta que llegó a
sacar una pistola en una manifestación en Oviedo.
En Asturias el autor
intelectual de las torturas a los detenidos era el famoso comisario Claudio
Ramos Tejedor. Pero él, hombre inteligente, no se manchaba las manos, para
eso tenía a sus “cachorros” bien dirigidos por uno de los agentes “más
bestias” del Régimen, en palabras de Gerardo Iglesias que lo sufrió en su
propia carne: Pascual Honrado de las Fuente.
Pero nombres y motes de
personajes ávidos de pegar palizas a aquellos que coquetearan con el
antifranquismo había uno en cada pueblo. Y especialmente en Asturias, donde
Franco se cebó en la represión, estaban algunos de los más crueles. Muchos de
ellos ya venían de los años más duros de la década de los cuarenta, y
siguieron torturando hasta su jubilación o impartiendo sus enseñanzas a los
más jóvenes.
Ramos y Lafuente en Oviedo,
Recaredo en Gijón, el cabo Pérez en Langreo (éste, de la también temida
brigadilla de la Guardia Civil) junto a sus leales Amarillo yCanario, el
cabo Carlos, El Sevillaen Mieres o Garrido. También había agentes
que hacían el papel de “poli bueno”, como un tal José Luis que aparecía
después de las palizas, agarraba con ternura a la víctima por el hombro y le
daba consejos paternos. En el ámbito universitario sonaban los nombres de los
secretas Severino, Sandoval, Delgado y Eloy.
Los decanos del sistema
represivo asturiano eran, según las fuentes consultadas, Buznego
(Langreo), Sergio y Herminio de El Casar (Mieres), Gerardo y Agustín
Argüelles (Los Pimpanos de la zona del Caudal), Gorgonio y el
falangista Pachu Nadal, de Sama, entre otros muchos que el paso del tiempo ha
ido desdibujando para satisfacción de muchos de ellos, que aún viven.
Según relata Antonio Masip,
abogado de 27 de estas víctimas del franquismo, las torturas más duras ya
habían remitido en los finales años de la Dictadura y entre 1973 y 1974
apenas se recogieron denuncias “pero curiosamente, en el año 1975, el último
de Franco, detectamos un llamativo aumento de torturas, seguramente por el
nerviosismo de muchos de los responsables policiales”. 1975 fue un año
fatídico para los que albergaban la esperanza del cambio de régimen. Los
decanos de la tortura habían impartido su “sabiduría” a un grupo de
“cachorros”, los más jóvenes, que luego pasarían como si nada a ejercer sus
labores dentro de la policía democrática. Allí estaban Valverde,
Balbuena, Fernando Caro Leiva, el cabo Blanco, Arce… nombres cuya sola
mención todavía traen terribles recuerdos a muchas familias.
15 DÍAS SIN DORMIR
José Fariñas, profesor de
Economía retirado de la Universidad de Oviedo y militante comunista vivió en
su propia carne las torturas del franquismo agonizante. Fue detenido en
Barcelona e interrogado por la Brigada sobre el paradero de dirigentes
comunistas del momento. Recuerda bien el cuartel de la Vía Layetana. Luego
fue enviado a la cárcel de Oviedo y tuvo el valor de denunciar sus torturas.
Cuando llegó el comandante médico para examinarle habían pasado muchos días y
las huellas eran ya difusas. “Me pegaron bien y a consecuencia de los dolores
de las palizas estuve 15 días sin dormir y no paraba de sangrar. Lo hacían
sobre todo en la barriga y en los testículos”, relata este luchador
antifranquista, que pasó dos años y nueve meses en la cárcel por defender sus
ideas políticas. Cuando llegó la Ley de Amnistía pudo salir pero nadie
atendió su reclamación por torturas. En la cárcel de Oviedo conoció a mucha
gente a la que, como él, habían torturado ya que “era una práctica habitual,
una salvajada”.
Como su caso hay muchos.
Denuncias de torturas sobre las que la Transición echó tierra encima. Unos
años antes, tras la huelga de 1962 en la minería de Asturias, personas de
toda condición e ideología, por el simple hecho de ser familia de mineros
díscolos conocieron de cerca las torturas, como es el caso de Anita
Sirgo La Perruca , de Lada o su amiga Tina, ya fallecida, a
las que les raparon el pelo para escarnio público “por rojas”. Las llevaban
al monte, las desnudaban y apaleaban y las dejaban allí medio muertas junto a
otros represaliados como José el Gallego, Pepe Lada o Celso el
de la Camocha.
Explica Antón Saavedra que, de
las cuencas, el más sanguinario de todos era el cabo Pérez, agente que
trabajaba a conciencia con el apoyo y la protección de Claudio Ramos y que
“disfrutaba” dando palizas a los detenidos.
BORRAR EL PASADO
Es una investigación que sigue
pendiente, porque muchos de estos torturadores borraron su pasado con la
Democracia y siguieron gozando de la confianza de los nuevos representantes
políticos. Está aún cercano el caso de Julio Obregón, destacado torturador de
la Brigada Político Social. Este inspector fue promovido por Vicente Álvarez
Areces (PSOE) en su segunda legislatura para dirigir la recién creada policía
autonómica. Vicente Bernaldo de Quirós, periodista y que conoció
personalmente las palizas de Obregón en su época de estudiante, explica que
este individuo, después de haber estado con Claudio Ramos hizo un lavado de
imagen en la Transición e incluso se afilió a un sindicato policial afín a la
UGT “para crear una imagen de progre”. No llegó al puesto para el que le
quería Areces porque se creó tal escándalo (tras una campaña de IU) que
dimitió durante su comparecencia en la Junta.
Por eso, dice Gerardo Iglesias,
es importante que tome cuerpo la investigación de las responsabilidades de la
represión franquista “no por revancha sino por justicia, porque sobre todo
esto se echó un velo durante la Transición y hay mucha gente aún en las
cunetas y en fosas o que fue torturada y es una asignatura pendiente que hay
que resolver tarde o temprano”.
Gerardo Iglesias, exsecretario
general del PCE y fundador de IU, sabe bien de lo que habla, porque recibió
muchas palizas de la Brigada Político Social. Por ello cree que investigar
los crímenes de la Dictadura “independientemente de que vivan o no los
culpables, es un deber por espíritu de Justicia y para reparar la memoria de
las víctimas”.
Iglesias comienza relatando que
en Asturias, al frente de todas las torturas de los últimos años del
franquismo estaba el comisario Claudio Ramos Tejedor “un auténtico bandido
que conocí en las numerosas ocasiones que pasé por comisaría” pero enseguida
matiza que “el más bestia de todos era Pascual Honrado de la Fuente” que era
su segundo (fue inspector de tercera y luego de segunda). “Era un
especialista. Te tiraba al suelo y te daba puñetazos en el hígado”. Muchos de
ellos, explica, siguieron luego con la democracia y recuerda que “un tal
Palacios, que había sido torturador, fue llamado por Felipe González como
jefe de la policía a la Moncloa, una total desfachatez”. El propio Ramos
llegó a ser jefe de la policía en Canarias hasta que falleció. También Garrido,
que fue de la Brigada de Ramos, fue promovido a jefe de la policía en Madrid
aunque hubo protestas y finalmente fue destituido.
En el caso de Pascual Honrado
de la Fuente, “un día me dijo que cuando muriera Franco ellos no iban a
perder nada porque eran funcionarios”. De hecho, según pudo investigar
Asturias24, en 1977, según recoge el Boletín Oficial del Estado, fue
ascendido a mando de la policía tras sacar la segunda mejor nota de su
promoción. Previamente, en 1967 y en 1969, Pascual Honrado de la Fuente
recibió sendas cruces del Mérito Policial. Y es que, como explica Iglesias
“consideraban normal un empleo que consistía en torturar o en pegar un tiro
en la nuca”
Habla también del “poli bueno”
un tal José Luis: “Tengo la imagen clara de él. Tendría unos 40 años, pelo
blanco y ojos saltones”. Y luego estaban los cachorros, Valverde y otros.
Muchos fueron luego polis tras morir Franco y te dirán que son muy
demócratas”. En el caso de Balbuena, explica Iglesias “era un ser de bigote,
estatura mediana y tirando a bajo. Este todavía vive y lo recuerdo porque
pasé por sus manos”.
LOS CACHORROS DE LA
POLÍTICO-SOCIAL
Las torturas de los últimos
años del franquismo consistían fundamentalmente en palizas. Ya no se
utilizaban los métodos de la represión de la posguerra como las descargas
eléctricas o dejarte colgado de los brazos durante horas. “Te rodeaban una
serie de gente y los cachorros te empezaban a interrogar y a una señal
atacaban como bestias con puñetazos y patadas”, relata Iglesias.
Otra figura importante de la
Brigada era Fernando Caro Leiva, uno de los artífices de la represión hacia
los mineros en la huelga de 1962, junto al ya mencionado cabo Pérez. El día
30 de septiembre de ese año el Consejo de Ministros fue informado de la
actitud brutal de estos agentes contra los mineros y sus mujeres en Gijón y
Sama de Langreo. Las torturas se desarrollaban en el cuartel de la policía
local de la calle Dorado y se llegó a redactar una carta firmada por 102
intelectuales en defensa de los represaliados.
Caro Leiva, que actualmente
vive en Málaga, ascendió a teniente coronel con posterioridad. Otro represor
destacado en estos años fue el cabo Blanco y Arce “tipos terribles”. Del
primero, dice Iglesias que su hijo le salió rana y se hizo del Movimiento
Comunista. Arce fue jefe de la policía secreta en Mieres “y actuaban como
auténticos criminales”.
En época algo anterior las
víctimas recuerdan a Buznego, en la zona de Langreo, que convocaba a los
vecinos y los hacía subir y bajar todo el rato por el plano inclinado del
carbón como castigo a su apoyo encubierto a los mineros. También tuvieron un
papel muy destacado en la represión los falangistas, sobre todo en la
primera, porque tenían carta blanca para actuar hasta el punto de que
no solo torturaban sino que asesinaban a los que consideraban sospechosos. De
ellos Iglesias recuerda a Pachu Nadal “que hizo auténticas carnicerías”.
Pero volviendo a las últimas
detenciones del franquismo, el exdirigente comunista explica que lo
importante era resistir “porque como te desmoronaras estabas perdido y te
hacían confidente”. “Nos daban paliza tras paliza y si te mantenías firme te
ganabas una cierta autoridad”.
Las razones para la detención
eran totalmente arbitrarias. “A mí me detuvieron con 16 años y me
sacaron de casa a las tres de la mañana por haber participado en una huelga
de la minería. Se inventaban cosas. Mi abogado era José Federico de Carvajal,
quien luego fuera presidente del Senado y me contó que le decían que me
habían detenido con una carretilla y una máquina de escribir…”
La forma de proceder era
brutal, explica el exfundador de IU: “en mi casa desde que yo tenía 3 años,
mi madre siempre decía cuando nos acostábamos yo y mis tres hermanos, “a lo
mejor hoy no vienen” refiriéndose a las incursiones nocturnas de la
brigadilla. Pero todas las noches llegaban y levantaban colchones, rompían
platos, manteniendo siempre una tensión que nos hacía relacionar la silueta
de la guardia civil con algo terrible”.
En los años sesenta la Guardia
Civil solía ir de tres en tres. “Llegaban a un chigre de las cuencas echaban
a la gente del bar y a medida que salías los otros iban dando palizas. Si te
encontraban de noche con una linterna te daban una paliza y si no llevabas
linterna, también, por intentar ocultarte. Era totalmente arbitrario” explica
Gerardo Iglesias.
LAS ÚLTIMAS TORTURAS, EN
AVILÉS
Las últimas torturas se
hicieron en Avilés, según han confirmado varias fuentes, entre ellas el
abogado Antonio Masip, quien explica que Marcelo García, presidente del PSOE
en Gijón, fue torturado incluso después de morir Franco hasta el punto que
tuvo que intervenir la embajada de Alemania. Masip realizó en 1975 un informe
personalizado de los 27 casos de detenidos torturados por la policía que
envió a Amnistía Internacional y al Obispado de Oviedo. El entonces arzobispo
Gabino Díaz Merchán, hombre bastante afín al movimiento obrero cristiano, no
solo recibió al abogado sino también a algunos de los 27 torturados. Una de
ellas fue una chica de Avilés a quien la policía obligó a comerse uno de los
panfletos que estaba repartiendo.
Masip recuerda que la vida de
estos últimos presos del franquismo era difícil dado que se les aplicaba la
ley antiterrorista de 1965 que les prohibía ver a sus familiares “así que mi
compañero y yo estábamos todos los días visitando presos porque solo podíamos
ir los abogados”. Añade que dos o tres meses antes de morir Franco fueron
momentos muy tensos y se recrudeció la tortura hacia los detenidos.
Otra persona que conoció
personalmente a Claudio Ramos fue José Peláez Prado, el promotor de la
reforma y acondicionamiento de la fosa común de Oviedo, en donde se
enterraban a las víctimas de la represión franquista. Peláez cuenta que en el
año 1966 se le acercó Ramos y le dijo que le iba a “dar una hostia” porque tenía
la “lengua muy larga” y dijo que “le estaban usando los de izquierdas”. El
tan solo contestó que su padre y abuelo estaban allí enterrados y quería
dignificar su tumba. Para ello se atrevió a insertar un anuncio en La
Voz de Asturias pidiendo donativos. El periódico asturiano estuvo a
punto de cerrar por permitir este anuncio y el gobernador civil Mateu de Ros
no lo cerró por los pelos.
Peláez describe a Ramos como
“un paisano pequeño” aunque iba acompañado por un matón, otro más alto que
cree que es Valverde y que atemorizaba más.
PISTOLA EN MANO
Sobre la situación de los
últimos años del franquismo ofrece un testimonio de primera mano Alberto
Rosón, que formaba parte de los grupos autónomos, estudiantes universitarios
de inspiración anarquista. “Me cogieron en 1975. Fueron a registrar mi casa
cuando se ejecutó a Puig Antich y entonces decidí desparecer.
Posteriormente me llamaron para medirme en la junta de reclutas del
ayuntamiento y decidí acudir porque no podía seguir ocultándome. Yo llevaba entonces
un abrigo largo, de estilo ruso y ropa prestada. Cuando me estaban tallando
entraron dos secretas pistola en mano. Les habían informado de que yo que era
peligroso. Estaban muy nerviosos porque debían ser municipales con poca
experiencia. Montaron un show. Todo estaba lleno de reclutas y me llevaron
esposado en el coche municipal, pero se pasaron el cuartel porque estaban muy
despistados y cuando se dieron cuenta estaban ya en la carretera de Mieres.”
Finalmente encontraron su
destino: el cuartel de la policía de Oviedo, frente al Reconquista. “Allí se
dedicaron a darme hostias. Eran los integrantes de la brigada político
social. La mayoría eran jóvenes, tenían 30 años. Recuerdo a uno que tenía la
mano como un piano y me golpeó la cara dejándome sin dientes. Me empezaron a
enseñar fotos de gente que no conocía y me di cuenta de que no tenían ni idea
de nada. Me acusaron de acudir a manifestaciones ilegales, a asambleas… Pero
el grupo en el que yo estaba era tan clandestino que no tenían conocimiento,
y al ver su ignorancia sobre nosotros me alegré. Así que mi objetivo era
aguantar al máximo hasta que me metieran preso y poder así descansar y dejar
de recibir palizas”.
Posteriormente Rosón fue
enviado ante el gran jefe, Claudio Ramos: “Después de haberme estado dando de
hostias todo el día me di cuenta que la cuestión era aguantar, porque oí una
conversación en el pasillo de que me iban a llevar a la cárcel. Ramos me
interrogó. Yo lo veía con mis 21 años como un hombre mayor, traje de
cuadritos marrones, color mierda. Mi estrategia fue estar el mayor tiempo
allí alargando las respuestas para no volver con los otros bestias y entonces
empecé a hablarle del budismo. Finalmente me negué a firmar la declaración
que había hecho porque habían metido varias mentiras por el medio. Cuando se
despidió de mí, Ramos me dijo que iba a tener un mes en la cárcel para pensar
en el budismo”.
La segunda detención de Rosón
fue tras la huelga de la construcción de 1977, ya muerto Franco. Quedaba una
semana para las primeras elecciones democráticas. Hubo enfrentamientos en la
calle Uría “y fueron expresamente a por mí”. Pasé la semana en el calabozo.
Masip y el secretario de la CNT José Antonio Vergel hablaron con Ramos y
preguntaron si me habían tratado bien. Él, por supuesto, dijo que siempre
trataban bien a los detenidos y yo contesté que no era cierto. Por entonces
andaba por Asturias Billy el Niño y cuentan que llegó a sacar la pistola en
una manifestación entre el 74 y el 75. Yo no lo vi”.
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