dissabte, 9 de març del 2019

Una jueza española acepta investigar por torturas a ‘Billy el Niño’

https://www.elboletin.com/noticia/171948/nacional/una-jueza-espanola-acepta-investigar-por-torturas-a-billy-el-nino.html


(Foto: IU)

El Juzgado 49 de Madrid admite una querella contra el expolicía franquista al que investigará por torturas “en un contexto de crímenes de lesa humanidad”

Jueves 07 de marzo de 201916:30h
El Juzgado de Instrucción número 49 de Madrid ha abierto diligencias para investigar al ex policía franquista Antonio González Pacheco, conocido como Billy el Niño, y a otros cuatro policías más (Antonio Magro, Victor Rodríguez González, José Antonio Conde y Rafael Núñez) por un delito por un delito detorturas “en un contexto de crímenes contra la humanidad”, en la que será la primera investigación por parte de un juzgado español que se lleve a cabo tras varias querellas rechazadas.

En un auto, del que informa Efe, la jueza María Isabel Durantez admite la querella presentada por Miguel Ángel Gómez, representado por la plataforma de víctimas del franquismo CEAQUA, al entender que los hechos descritos “hacen presumir la posible existencia de una infracción penal”.
Se trata de la primera vez que un juzgado acepta investigar la posible comisión de delitos por parte de Billy el Niño, inspector de la Brigada Político Social del franquismo.
Miguel Ángel Gómez presentó su querella en los juzgados de Plaza de Castilla de Madrid para denunciar que fue detenido y torturado en dos ocasiones en los últimos años de la dictadura. La primera de ellas en 1971, acusado de propaganda y atentado a la autoridad. Tras esta detención abandonó sus estudios y sufrió la quiebra de su proyecto vi. La segunda detención se produjo en 1973, acusado de asociación ilícita por pertenecer a la Liga Comunista Revolucionaria (LCR), tras lo que pasó 7 días incomunicado en la Dirección General de Seguridad para inmediatamente después ser trasladado a dependencias de la cárcel de Carabanchel, en la que tuvo que estar ingresado 15 días en la enfermería como consecuencia de las lesiones que le ocasionaron las torturas que le fueron infligidas, según ha relatado la Coordinadora estatal de apoyo a la Querella Argentina contra crímenes del franquismo en una nota de prensa.

30 querellas presentadas

Se trata de la primera de las treinta querellas presentadas desde 2017 por víctimas del franquismo que es admitida, después de varios archivos por considerar que los hechos denunciados han prescrito. De hecho, la Audiencia Provincial de Madrid confirmó en octubre del pasado año el archivo de la querella de otra víctima, Felisa Echegoyen, contra Pacheco por un delito de torturas en concurso con otro de lesa humanidad.
Ahora, la jueza abre diligencias en un auto que recurrible y da traslado al fiscal para que informe de la competencia del juzgado sobre los hechos.
CEAQUA ha aplaudido el "avance" que se está logrando como consecuencia del "empuje y la constancia" de las víctimas y ha opinado que esta decisión debe hacer cambiar el criterio de la fiscalía para que empiece a apoyar la investigación de crímenes “tan sumamente graves”.

El franquismo en España (II): las 'Mujeres Libres' de la Guerra Civil que hicieron frente a Franco

https://www.lasexta.com/noticias/nacional/franquismo-espana-mujeres-libres-guerra-civil-que-hicieron-frente-franco_201903085c82b9f30cf2b793325a49e1.html?fbclid=IwAR25lb_6EB4uBjChy1AIihKV3HdmqS2jy_RFnS-WSIDK0eE8e1fqF7jU-iE


Unas 20.000 mujeres clamaron por la igualdad en la década de los 30. En plena Guerra Civil tuvo lugar una revolución feminista que deja un legado imborrable y más necesario que nunca.
Nacho del Río | Madrid | 08/03/2019
Mujeres anarquistas que componían la agrupación Mujeres Libres
Mujeres anarquistas que componían la agrupación Mujeres Libres | CGT
"Sin que pretendamos ser infalibles, tenemos la certeza de llegar en el momento oportuno. Ayer hubiera sido demasiado pronto; mañana, tal vez, sobrado tarde". En la tarde del dos de mayo de 1936, esta declaración de intenciones reúne a numerosos curiosos frente a un titular breve y directo. El ambiente está enrarecido. La Falange está cobrando fuerza en los núcleos urbanos y José Antonio Primo de Rivera lleva poco más de un mes detenido. Las tensiones políticas e ideológicas son palpables en las reuniones familiares y entre amigos; el nerviosismo y la violencia invade las calles. Pero nadie sabe lo que se avecina.
Así lo recuerda Adela Gómez, que dice atesorar como un niño los recuerdos de toda una vida. Tiene 94 años tirando a 70. "Corazón socialista", argumenta para razonar que el tiempo casi no pasa a su lado. Aunque ya no vota al PSOE. Ya no vota. Aquella tarde, 77 días antes del estallido de la Guerra Civil, acompaña a Pedro y a Juana, sus padres, por el Paseo de la Castellana. Juana ya ha visto a varias mujeres sentadas en bancos de piedra ojeando un peculiar panfleto. Se ha fijado en el título de la publicación y le ha llamado la atención. Unos cuantos metros más adelante, paran frente al puesto de prensa. Juana pide algo de suelto a Pedro para comprar y se dirige al vendedor: "La revista de Mujeres Libres".
Adela reconoce que se acuerda bien de aquella tarde de mayo porque su madre se la recordaría tiempo después en varias ocasiones, las que leía junto a ella cuatro de los números publicados y que ahora guarda en su casa de Torrejón de Ardoz como auténticas reliquias de exposición. "Puede ser que yo haya quitado o añadido algo, pero es lo de menos, ¿no? Aquello fue maravilloso".
Vaya si lo fue. 800 palabras de la reconocida anarquista Emma Goldman dan pie al inicio de una revolución nunca vista con anterioridad en España, iniciada en la primavera de 1934. "Me sorprendió dolorosamente el atraso de la mujer española [...]; su acatamiento a la imposición de dos morales distintas, una para el hombre y otra para la mujer; su esclavitud, en fin, que las reduce a sirvientes y portadoras de toneladas de hijos. Estoy entusiasmada de saber que unas camaradas españolas siguen, por fin, el camino emprendido hace tiempo por las compañeras de otros países".
En Goldman se apoyan reconocidas activistas como Amparo Poch, Mercedes Comaposada, Federica Montseny, Lucía Sánchez y Carmen Conde, entre otras, para romper con el machismo imperante en España; aquel que venía rigiendo la estructura social española de siglos anteriores y que aún se mantenía en años de la II República. Mujeres Libres no solo es una declaración de intenciones, va mucho más lejos. Por primera vez las mujeres unen su voz en decenas de columnas y reportajes con carácter demoledor para denunciar y responder contra todo aquello que obedece de forma exclusiva a un sistema patriarcal con descarados tintes misóginos y discriminatorios.
Su reivindicación escrita tiene un firme objetivo en forma de himno feminista: "Puño en alto mujeres de Iberia hacia horizontes preñados de luz por rutas ardientes; los pies en la tierra, la frente en lo azul. Afirmando promesas de vida, desafiamos la tradición. Modelemos la arcilla caliente de un mundo que nace del dolor. Que el pasado se hunda en la nada, qué nos importa el ayer. Queremos escribir de nuevo la palabra mujer". Mensaje directo a las obreras marginada, a la mujer de a pie sin más derechos que los de su marido, padre o hermano.
A lo largo de casi tres años y más de 250 páginas, Mujeres Libresenarbola la bandera de la lucha contra la opresión y la violencia de género en todos sus aspectos: carga contra un sistema de leyes que sigue rechazando la igualdad, contra la explotación laboral de las trabajadoras, contra la prostitución, contra la segregación en la educación; en definitiva, contra una moral que entendía como norma necesaria la reducción de la mujer a un rol puramente servicial y secundario en pos del amor libre. Ellas sentencian esa afirmación: "Pasaron los tiempos de discutir hipotéticas superioridades; estamos en la hora de las demostraciones prácticas, y la mujer ha demostrado que sabe administrarse y valorizarse; esto es, que posee una capacidad indiscutible". El valor de la acción social del movimiento cobra especial importancia tras el comienzo de la Guerra Civil: es aquí cuando Mujeres Libres deja de ser una idea sobre la que asentar los cimientos de un progreso ligado al feminismo, y pasa a ser una realidad: la Federación Nacional de Mujeres Libres llama a la participación de la mujer en la guerra contra el fascismo que propugna el bando de los sublevados.

La capacitación de la mujer en plena guerra

"Aquello era horrible. Muchas veces no sabía si mis padres volverían a casa o les pasaría lo que a mi tío, que murió casi sin haber vivido. Pero ellos parecían encantados de estar metidos en esos líos". Recuerdos Loyola sufrió ese temor de forma constante con sólo once años, y se extendió prácticamente durante todo el franquismo. La razón de ser de su miedo tenía sentido: tanto su madre como su padre eran anarquistas, y si uno militaba en la CNT, la otra lo hacía en Mujeres Libres, ambos desde Barcelona. Lourdes no era la única.
Durante los años en los que la Federación Nacional de Mujeres Libresse mantuvo activa, la agrupación feminista logró contar con 20.000 afiliadas en 170 secciones divididas a lo largo y ancho del territorio español. El objetivo del movimiento, autónomo entre las distintas asociaciones que planteaban la lucha antifascista, estaba marcado desde el primer momento: "La lucha por la liberación femenina" con intención de "aportar una ayuda ordenada y eficiente a la defensa de nuestra República". Así, al menos, lo entendió la anarquista y cofundadora de Mujeres Libres Concha Liaño en una entrevista de 1999.
Y así parecieron entenderlo también las otras fundadoras y militantes de la organización, pues Mujeres Libres, que en su comienzo planteó la revista como un modelo de pedagogía para la mujer trabajadora, pronto se ayudó de sus 14 números para efectuar una labor informativa sobre el estado y el avance del frente republicano durante la guerra; una labor informativa dirigida casi de forma exclusiva a todas las seguidoras del movimiento, que a su vez vetó la colaboración masculina en cada una de sus acciones. La revolución feminista que estaba viviendo España a través de esta organización no solo entendió imprescindible y prioritario la incorporación de la mujer al mercado laboral remunerado y la alfabetización de la misma.
Columna de 'Elogio del amor libre' en Mujeres Libres | CNT
Las mujeres libres de España se unieron en armas a los aliados de la República. Siempre como grupo independiente al resto de organizaciones de izquierda, hicieron frente al alzamiento militar fascista, lucharon como milicianas en los frentes de batalla y en las retaguardias, manteniendo a raya a los sublevados y ganando metros en el campo de baralla -especialmente en Aragón y Cataluña- contra los sublevados. Por casa de Recuerdos desfilaban todo tipo de militantes que planteaban a golpe de risa y discursos eternos las múltiples formas de dar vida a la lucha contra la opresión. "Yo veía a mi madre en el salón con sus amigas, a veces muy serias y a veces muy divertidas. Y no dejaba a mi padre pasar hasta que terminaban", cuenta, y añade: "Era oírlas y parecía que habían ganado".
Lourdes y sus compañeras no fueron sino una pequeña parte de un ideario que superó todo pensamiento político. Dieron a conocer la capacidad, la valentía y el espíritu libertario de la mujer obrera en todas sus formas, si bien, concluida la guerra, la terrible victoria del franquismo y el machismo las llevó a un irremediable y extenuante exilio. Lourdes y su marido tuvieron mejor suerte: pudieron mantenerse en la ciudad condal durante toda la dictadura pese a la caza de brujas iniciada por los enemigos de la República. Como ella, un gran número de activistas siguió luchando por los jamás reconocidos derechos de la mujer desde la clandestinidad, porque aquello, según concluye Recuerdos, "valía más la pena que cualquier otra cosa".
Tanto la agrupación como la revista de Mujeres Libres sufrieron unabrupto final en el otoño de 1939. Ahora, 80 años después, en un país asentado en una democracia adolescente que sigue ignorando la demostración de fuerza y voluntad que abandera diariamente la mitad de su población frente a todos los obstáculos impuestos por un pasado convertido en presente, que no reconoce su problema de base y que no centra todos sus esfuerzos en ser referente del feminismo, se antoja más necesario que nunca una revolución social sin precedentes que frene y ataque todo aquello que impida la igualdad real. Solo así serán las mujeres libres mañana.


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Perpignan, la vía de escape de medio millón de españoles exiliados que se convirtió en pesadilla: "Que se reconozca el sufrimiento"


https://www.lasexta.com/programas/el-intermedio/gonzo/perpignan-la-via-de-escape-de-medio-millon-de-espanoles-exiliados-que-se-convirtio-en-pesadilla-que-se-reconozca-el-sufrimiento-video_201903065c804a9f0cf2e6d4ecbef2f0.html




Más de 500.000 españoles huyeron a Francia cuando las tropas franquistas alcanzaron Cataluña. Tras ello, la lucha incesante de los soldados republicanos y toda una población civil se vio truncada en el país vecino.




laSexta.com | Madrid | 06/03/2019
Gonzo se ha trasladado hasta Perpignan para dar homenaje al medio millón de españoles que huyeron a Francia en el movimiento conocido como 'La Retirada'. Todos ellos esperaban encontrar allí un lugar en el que estar a salvo del régimen franquista, sin embargo el Gobierno del país les encarceló en duros campos de internamiento.
Jordi Font es una de las personas que conoce de cerca el exilio. El director del Museo del Exilio de Jonquera, en Girona, ha asegurado que el nombre del éxodo se debe a la retirada del ejército republicano catalán, que tuvo que huir a Francia tras la ocupación franquista del territorio. Junto a todos ellos había población civil: niños, mujeres y heridos que partían con ellos.
La población civil partía de un país que ya había atravesado tres años de guerra, y las tropas que se retiraban lo hacían desde la misma lucha. Las condiciones de la huida fueron, cuanto menos, precarias. A todo ello se sumaba el frío invernal y el cansancio de una guerra incesante que les obligaba a marcharse de su propio hogar.
Francia era entonces un camino de huida a cientos de kilómetros que, lejos de convertirse en realidad, acabó siendo una pesadilla: al llegar, todos fueron trasladados a campos y posteriormente a la costa mediterránea del sur de Francia, por el miedo de que los ideales de los españoles provocaran una "epidemia" en el país galo.
Los primeros meses fueron los más duros, Font narra como "no había donde refugiarse del viento, de la lluvia, del frío", ni tampoco cómo cubrir las condiciones básicas de higiene.
Los refugiados españoles, en Francia desde que los republicanos pierden la Guerra Civil en 1939, tuvieron además una gran piedra en el camino: la Segunda Guerra Mundial. A partir de entonces Francia se ve inmersa en el conflicto internacional, y el 60% de los 500.000 refugiados regresan a la península. Otra pequeña parte, compuesta por unas 5.000 personas, optan por alistarse a la legión extranjera, mientras que el resto intenta subsistir allí, pero llega la invasión nazi de 1940.
Unas 10.000 personas tendrán que volver a pagar por sus ideales y serán encerrados en campos de concentración de los líderes alemanes. Allí murieron entre 5.000 y 6.000 de ellos.
Jordi Font tan solo pide una cosa respecto a la memoria histórica: "Que el sufrimiento que estas personas atravesaron por su posición ideológica sea reconocido".
La vida de Lluisa Miralles también se vio truncada por las tropas franquistas, tras la guerra y con tan solo diez años tuvo que abandonar España junto a su familia para evitar que fusilaran a su padre.

Argelès, al sur de Francia, fue otro de los lugares a los que más de 100.000 republicanos huyeron hasta que fueron trasladados a otros lugares o algunos regresaron a España. Ahora sus familiares vienen a conocer por primera vez este lugar.

Ana Bogani también ha viajado a Argelès, Francia, donde estuvo su padre exiliado, para visitar uno de los homenajes del país vecino a los republicanos.

divendres, 8 de març del 2019

Terror en los campos de Franco.



https://elpais.com/elpais/2019/03/04/eps/1551726594_395569.html



Prisioneros de San Pedro de Cardeña (Burgos) haciendo el saludo fascista. 


Reeducación, esclavismo y muerte marcaron la vida en los campos de internamiento creados por el bando ganador de la guerra. El libro Los campos de concentración de Franco regresa a aquel país de miedo y desolación. Su autor evoca en estas páginas la memoria de aquel horror. Luis Ortiz, uno de los últimos esclavos del franquismo y protagonista de este reportaje, ha muerto este jueves, 7 de marzo, a los 102 años

LA IMAGEN DE la bandera franquista ondeando al otro lado de la frontera le provocó una profunda inquietud. Nunca hasta entonces la había contemplado tan de cerca. Tras dos años y medio combatiendo en las filas del Ejército republicano, de la dura derrota y de siete meses de exilio en Francia, Luis Ortiz (fallecido este jueves, 7 de marzo, a los 102 años)estaba decidido a retornar a casa aquel 1939. Su madre había sondeado en Bilbao a personas cercanas al nuevo régimen. Todas le aseguraron que, si su hijo regresaba, nadie le molestaría ya que no existía cargo alguno contra él. El informe materno le generó más confianza que las promesas realizadas por las autoridades españolas y francesas. Luis nunca se había acabado de creer el mensaje que repetía la megafonía de los campos de concentración galos de Septfonds y Gurs, en los que había compartido cautiverio con miles de compatriotas: “Volved a vuestro país. Nada tiene que temer en la España de Franco aquel que no tenga las manos manchadas de sangre”.
Ya no era momento de echarse atrás. Luis siguió adelante y cruzó tranquilamente el puente de Hendaya. “Irún estaba plagado de guardias civiles y falangistas. No tardaron ni un minuto en detenerme”. Instantes después ingresaba como prisionero en el cercano campo de concentración habilitado en la fábrica de chocolates Elgorriaga. Allí comenzó un periplo que le llevaría a pasar por otros dos campos de concentración y por un batallón de trabajadores esclavos. Luis Ortiz fue uno más del cerca de millón de españoles víctimas de un sistema que comenzó a organizarse tras la sublevación contra la Segunda República.
Un día después de su rebelión, Franco pidió oficialmente que se organizaran “campos de concentración con los elementos perturbadores”
Los generales golpistas tardaron 24 horas en abrir el primer campo de concentración oficial del franquismo. El lugar escogido fue una vieja fortaleza del siglo XVII en el corazón del protectorado español en Marruecos. Entre el 18 y el 19 de julio de 1936, decenas de militares que habían permanecido leales al orden constitucional, miembros de organizaciones republicanas, cargos públicos, periodistas y maestros comenzaron a ser confinados en la alcazaba de Zeluán. Todos ellos eran, en cierto modo, afortunados. Solo en la primera noche de la sublevación los golpistas habían fusilado a 189 personas en Ceuta, Melilla y el territorio del protectorado. Un día después Franco oficializó esta práctica represiva. A través de una orden, pidió a sus compañeros de rebelión que organizaran “campos de concentración con los elementos perturbadores” a los que debían emplear “en trabajos públicos, separados de la población”.
El rancho. Campo de San Pedro de Cardeña (Burgos).
El rancho. Campo de San Pedro de Cardeña (Burgos). 
Antes de finalizar el mes de julio abrieron sus puertas los campos de El Mogote, a 10 kilómetros de Tetuán, y La Isleta, en Las Palmas de Gran Canaria. En Mallorca, el comandante militar publicó en la prensa una nota oficial: “Firme, humanitaria y severa, la España rescatada, en defensa de sus hijos leales, no podrá tener con los traidores otra actitud que encerrarlos en campos de concentración. No será cruel porque será cristiana, pero tampoco será estúpida porque dejó de creer en el parlamentarismo liberaloide. Sépanlo todos y especialmente los señoritos comunistas de cabaret: hay plazas vacantes en los campos de concentración, y picos, palas y azadones disponibles en sus almacenes”. Siguieron los pasos de Baleares todos y cada uno de los territorios en los que triunfó rápidamente el golpe de Estado: Galicia, Navarra, zonas de Castilla la Vieja y de Andalucía… “Crearemos campos de concentración para vagos y maleantes políticos; para masones y judíos; para los enemigos de la Patria, el Pan y la Justicia”, anunciaba amenazante la Falange de Cádiz en la portada de su periódico Águilas.
Metódicamente, las zonas conquistadas por los ejércitos franquistas fueron sembradas de campos de concentración. Sus inquilinos eran mayoritariamente prisioneros de guerra capturados en el frente. También pasaron por ellos todo tipo de presos políticos: altos cargos de la Administración, militantes de partidos políticos y sindicatos, hasta mujeres cuyo único delito era el ser esposa, madre o hija de un combatiente republicano. Andalucía fue la región que albergó un número mayor de recintos, 51. Le siguieron la Comunidad Valenciana, con 41; Castilla-La Mancha, con 38, y Castilla y León, con 24. Fueron en total 286 los campos de concentración oficiales abiertos entre 1936 y 1939 que hemos podido documentar. Algunos, como la plaza de toros de Valencia o el campo de fútbol del viejo Chamartín en Madrid, aunque reunieron a miles de prisioneros, funcionaron solo durante unos días. La mayoría operaron durante años, como el de Miranda de Ebro (Burgos), el más longevo del franquismo, que cerró sus puertas en 1947.
Alegoría tenebrosa del campo habilitado en el convento de San Marcos, en León, dibujada por el preso Cástor González.
Alegoría tenebrosa del campo habilitado en el convento de San Marcos, en León, dibujada por el preso Cástor González. 
A diferencia del meticuloso sistema de los nazis, el español fue poco homogéneo. Aunque en julio de 1937 Franco creó la Inspección de Campos de Concentración de Prisioneros (ICCP) para centralizar el control de estos recintos, la improvisación, el caos organizativo y las disputas entre generales provocaron enormes diferencias. Las condiciones de vida variaban en función de la provincia, del comandante militar a cargo de la región o del oficial designado para dirigirlo. Las posibilidades de sobrevivir crecían si el jefe impedía la entrada de falangistas que iban a la caza del hombre y descendían si era un corrupto y desviaba a su bolsillo parte del dinero que debía destinar a la alimentación. A pesar de las diferencias, todos cumplieron una misión principal: seleccionar a los cautivos. El Generalísimo no quería que ni uno solo quedara en libertad sin haber sido investigado y depurado. Lejos de respetar sus derechos como prisioneros de guerra, la España “nacional” no los consideraba miembros de un ejército, sino, tal y como verbalizó la propia ICCP, “una horda de asesinos y forajidos”.
Para dictaminar su supuesto grado de criminalidad, los cautivos fueron sometidos a complejos procesos de clasificación en los que se solicitaban informes a los alcaldes, guardias civiles y sacerdotes de sus localidades de origen. Sufrieron durísimos interrogatorios que en numerosas ocasiones terminaron con la muerte. Luis Ortiz fue testigo de este tipo de prácticas en el campo de concentración de la Universidad de Deusto, en Bilbao: “Como sabía escribir a máquina, me destinaron a las oficinas. Tomaba nota de lo que los presos declaraban. Cuando no les gustaba lo que contestaban, les daban con un palo en los riñones. Una y otra vez. Eran tremendamente duros los interrogatorios”.
Campo de concentración del lazareto de Gando (Gran Canaria).
Campo de concentración del lazareto de Gando (Gran Canaria). 
Tras reunir toda la información, las comisiones los dividían, básicamente, en tres grupos: los enemigos considerados irrecuperables, que eran sometidos a juicios sumarísimos donde se les condenaba a muerte o a largas penas de prisión en cárceles inmundas; los que, aun siendo contrarios al nuevo régimen, se estimaba que podían ser “reeducados”, y, por último, los considerados “afectos”, que eran incorporados al Ejército franquista o puestos en una libertad que siempre sería condicional, bajo la eterna vigilancia de las autoridades civiles y militares.
Los campos sirvieron también como lugar de exterminio y de “reeducación”: los cautivos perecían de hambre, de frío y de enfermedades provocadas por las deplorables condiciones higiénicas y la ausencia casi total de asistencia sanitaria; centenares de hombres fueron sacados a la fuerza por grupos de falangistas, guardias civiles o comandos paramilitares que, con la complicidad de los mandos castrenses, los asesinaron en cualquier cuneta. Según fue avanzando la guerra, estos “paseos” irían siendo sustituidos o complementados por los asesinatos “legales”: ejecuciones llevadas a cabo tras unos consejos de guerra que apenas duraban una hora y que en muchas ocasiones se celebraban en los propios campos. En el habilitado en el convento de Camposancos, en A Guarda (Pontevedra), los acusados eran juzgados en grupos de hasta 30 personas. Sus abogados eran militares franquistas que solían limitarse a confirmar la gravedad de los cargos.
“Aspiramos a que salgáis espiritual y patrióticamente cambiados”, se decía en un librito entregado a los presos del campo de San marcos, en León
Franco tenía claro que quienes sobrevivieran a los campos debían salir de ellos “reformados”. Los prisioneros de San Marcos, en León, recibieron un librito en el que se les intentaba adoctrinar sobre religión, política y conceptos morales. En él se les decía: “Aspiramos a que unos salgáis (…) espiritual y patrióticamente cambiados; otros, con estos sentimientos revividos, y todos, viendo que nos hemos ocupado de enseñaros el bien y la verdad”. Ese “bien” y esa “verdad” fueron inculcados a través de un cruel proceso de deshumanización. Los cautivos eran despojados de sus pertenencias, rapados al cero e incorporados a un grupo humano impersonal que se movía a toque de corneta y a golpe de porra. En la mayor parte de los campos se impartían además dos charlas diarias de adoctrinamiento sobre temas con títulos elocuentes: “Errores del marxismo. Criminalidad imperante antes del 18 de julio. Los fines del judaísmo, la masonería y el marxismo. Por qué el Ejército toma la labor de salvar la patria. El concepto de España imperial”.
Republicanos capturados por las tropas franquistas.
Republicanos capturados por las tropas franquistas. 
La Iglesia desempeñó un papel clave en la “reeducación”. La asistencia a misa era obligatoria, y la comunión, conveniente para congraciarse con los guardianes. Los jefes de los campos consideraban el mayor de los éxitos lograr la conversión de los internos. Tal y como redactó el teniente coronel Cagigao, responsable militar del campo de concentración de El Burgo de Osma (Soria), en un informe elevado a Franco: “¡Espectáculo soberbio! ¡Cuadro imponente de una magestad [sic] y grandeza que solo puede verse en la España del Caudillo, el de 3.082 prisioneros de rodillas con las manos cruzadas y discurriendo entre ellos 10 sacerdotes que distribuían la sagrada forma!”.
Los campos de concentración también nacieron con el objetivo de aprovechar a los prisioneros como mano de obra esclava. En Baleares, Canarias y el protectorado de Marruecos estos recintos fueron, durante la contienda, centros de trabajos forzados destinados a la construcción de infraestructuras y fortificaciones. En Mallorca, los internos de los campos de Pollensa, San Juan de Campos, Manacor y Sóller construyeron más de 100 kilómetros de carreteras. En la Península la situación fue menos homogénea. Al principio de la guerra, los cautivos eran usados arbitrariamente. Generales, oficiales, alcaldes, falangistas y particulares afectos a los golpistas les empleaban en todo tipo de tareas: excavando trincheras, reconstruyendo puentes, rehabilitando pueblos destruidos. En 1937, con el nacimiento de la ICCP, el trabajo esclavo empezó a sistematizarse. Franco reguló ese año por decreto lo que definió como el “derecho obligación” al trabajo de sus cautivos. Y paso a paso fue surgiendo el sistema de explotación laboral de los prisioneros y presos políticos.
En los batallones de trabajadores, que surtieron de mano de obra esclava, llegaron a ser explotadas más de 90.000 personas de forma simultánea
En los llamados Batallones de Trabajadores llegaron a ser explotados, simultáneamente, entre 90.000 y 100.000 personas en más de un centenar de compañías desplegadas por la geografía nacional. Funcionaron hasta 1940. A partir de ese momento se garantizó la mano de obra esclava obligando a los varones en edad militar que no habían combatido en las filas franquistas a realizar la mal llamada “mili de Franco”. De ellos, quienes eran reconocidos como afectos al Movimiento ingresaban en el Ejército regular. El resto iban a parar a los llamados Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores, que retomaron las labores de los Batallones de Trabajadores, o fueron destinados a realizar fortificaciones en el Pirineo, el Campo de Gibraltar y las costas españolas de cara a una posible entrada del país en la Segunda Guerra Mundial. Anualmente, entre 1940 y 1942, trabajaron 47.000 hombres en estos batallones. Hasta 1948 siguieron operativas algunas de estas unidades formadas por los republicanos que iban saliendo de prisión tras ser indultados o cumplir íntegramente sus penas.
Un prisionero comulga en una misa en el campo de Aranda de Duero (Burgos).
Un prisionero comulga en una misa en el campo de Aranda de Duero (Burgos). 
La perpetuación del modelo de presos esclavos se llevó a cabo a través del Patronato de Redención de Penas por el Trabajo, un organismo controlado por el Ministerio de Justicia y ajeno al sistema de campos de concentración. En sus unidades se integraron presos políticos y comunes que veían reducida su pena y percibían un salario hasta 30 veces inferior al de un obrero libre. El Patronato gestionó desde 1938 hasta 1970 media docena de agrupaciones de Colonias Penitenciarias Militarizadas y centenares de Destacamentos Penales, como los que trabajaron en la construcción de pantanos y de monumentos como el Valle de los Caídos.
Los prisioneros que lograron sobrevivir nunca obtuvieron una libertad total. Durante años tuvieron que presentarse periódicamente en el cuartel de la Guardia Civil y fueron sometidos a un régimen de vigilancia. Al salir de los campos se encontraron con que habían perdido sus trabajos, sus negocios y, en muchos casos, todos sus bienes. La depuración ideológica en el sector público y privado fue sistemática. Luis Ortiz lo sufrió en sus propias carnes: “Me liberaron en 1943. Mi mujer trabajaba en una fábrica de pilas y ganaba una miseria. Vivíamos en un piso de esos que hoy llaman pisos patera. Las empresas necesitaban gente, pero solo contrataban a quienes habían hecho méritos en el Ejército franquista. Antes de empezar a trabajar en una empresa era necesario presentar un impreso de aceptación sellado por el sindicato vertical. Ibas a la sede del sindicato, te miraban los antecedentes, decían que eras desafecto y no te lo sellaban”. Luis solo logró el sello después de sobornar a uno de los jefes del sindicato: “Le tuve que pagar bajo cuerda 5.000 pesetas. ¡5.000 pesetas del año 1943! Movilicé a medio Bilbao para que me prestaran dinero”.
Campo de concentración habilitado en el convento de San Marcos, en León. Sala Capitular repleta de internos. (Dibujo realizado por Cástor González, preso de San Marcos).
Campo de concentración habilitado en el convento de San Marcos, en León. Sala Capitular repleta de internos. (Dibujo realizado por Cástor González, preso de San Marcos). 
Como buena parte de los hombres y mujeres que pasaron por los campos de concentración franquistas, Luis Ortiz afrontó su nueva vida en semilibertad desde el miedo y el silencio. Durante 34 años trabajó en la empresa Uralita, en la que se jubiló en 1977, el mismo año en el que votó en las primeras elecciones libres que se celebraban en España desde 1936. No fue hasta muchos años después de la muerte del dictador cuando decidió contar su historia. Este jueves 7 de marzo ha fallecido  a los 102 años en un hospital de Bilbao. Días antes compartió su testimonio: “Durante mucho tiempo solo se conoció lo que el franquismo quiso contar sobre nosotros. Lo importante ahora es que se sepa la verdad. Yo estuve más de 40 años calladito, pero ahora estoy embalado. ¿Sabes aquel famoso personaje que quería morir con las botas puestas? Pues así quiero morir yo. Así moriré yo”. 

El libro

Terror en los campos de Franco
'Los campos de concentración de Franco' (Ediciones B), de Carlos Hernández de Miguel, sale a la venta esta semana.