Una decena de familias se reunieron el 26 de febrero en el cementerio de Paterna, a las 11:00 horas, para la celebración de un acto íntimo en el que algunas de ellas recuperarían a sus seres queridos, asesinados por la represión franquista, mientras que otras acompañarían a quienes lo habían logrado. El camposanto acogió una ceremonia dura pero emotiva y necesaria, donde se hizo la entrega de los cuerpos identificados, años después de la exhumación de los represaliados por el franquismo que fueron soterrados en la fosa común 120 de Paterna.
1940 fue un año fatal para quienes no casaban ideológicamente con el fascismo impuesto por la dictadura de Franco. El 23 de octubre de ese año fueron fusiladas 56 personas en Paterna, 13 vecinos de la localidad valenciana de Meliana entre ellas, los cuales fueron enterrados en la fosa común número 120 del cementerio municipal de la localidad. El paredón de Paterna, conocido popularmente como el ‘Paredón de España’, dado que las personas allí fusiladas procedían de diversas provincias, fue su último contacto con la vida. Entre ellos había comunistas, socialistas, afiliados a los sindicatos de la Unión General de Trabajadores (UGT) o de la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT). Todos ellos formaban parte del equipo de Gobierno municipal de Meliana durante el período de tres años que abarcó la Guerra Civil.
Tras terminar los trabajos de exhumación, el equipo arqueológico no encontró únicamente los 13 cuerpos que se buscaban en la fosa 120: se encontraron un total de 17 cuerpos, de los que, tras llevar a cabo el correspondiente proceso de identificación de las víctimas mediante el cotejo de su ADN con el de sus respectivos familiares, únicamente se pudo lograr confirmar la identidad de 5 de las víctimas. Fue un duro para las familias, a pesar de ser conscientes de que tras tantas décadas de políticas de desmemoria, era altamente probable que el equipo antropológico no pudiera identificar a todas las víctimas. Los cuerpos que han sido identificados son los de Antonio Zaragozà Tamarit, Manuel Amorós Alacid, José Orts Alberto, Francisco Ballester Ferrer y Manuel Bauset Tamarit.
Durante el proceso de exhumación, dos de los hijos de las víctimas, Liber Sancho y Manuel Amorós, fallecieron. Amparo Orts Granell, de 86 años, cuyo padre fue también fusilado y lanzado su cuerpo a esta fosa, comentó: “Lo hemos hecho por el iaio y la iaia. No me pensaba que llegaría a verlo, pensaba que me moriría antes; como Liber, que empezó con nosotros y ha fallecido sin poder llegar a verlo”.
Amparo Belmonte Orts es presidenta de la Asociación de Familiares de Víctimas del Franquismo de la Fosa 120 de Paterna. Esta asociación agrupa a las familias de los fusilados, que han hecho un esfuerzo titánico durante años para reparar su memoria, visitando archivos militares o viajando hasta diversos cementerios para consultar sus partidas de defunción, así como documentando con fotos, documentos familiares e historias de boca a oído las vidas y los últimos días de sus seres queridos.
El compromiso firme en la lucha por la reparación ha llevado a Amparo Belmonte a presidir también la Plataforma de Asociaciones de Familiares de Víctimas del Franquismo de las Fosas Comunes de Paterna. Belmonte es nieta del chófer y concejal comunista José Orts Alberto, fusilado a los 43 años. Gracias a su entereza y al esfuerzo conjunto de las familias consiguió que se exhumara la fosa. Su abuelo José se encuentra entre los cinco represaliados identificados.
Partiendo del sumarísimo que condenó a José Orts a la pena capital, su nieta fue localizando paulatinamente a personas en sus mismas circunstancias, familiares de los demás fusilados de Meliana; un esfuerzo perseverante que, sin embargo, llega tarde: cuando se inició la exhumación hacía ya 77 años que fueron fusilados y el paso del tiempo no perdona el deterioro de los restos humanos, lo que conlleva una menor probabilidad de hallar muestras de ADN en ellos.
Esta entrega de restos de identificados implica que cinco familias van a dar, por fin, una sepultura digna a sus seres queridos. Estas víctimas de la intolerancia fascista fueron asesinadas por su ideología, por pretender la libertad del pueblo español; fueron sometidas a juicios sumarísimos sin garantía constitucional ninguna y, posteriormente a no tener un juicio justo, fueron fusiladas y arrojadas a una fosa común, en contra del deseo de sus familias de dignificar sus cuerpos, sin previo aviso e incluso sin indicarles dónde reposaban. Muchas de estas familias se vieron abocadas a la pobreza, a vejaciones por parte del sector fascista de la población o incluso a ocultar este hecho, todo ello simplemente porque sus familiares asesinados querían un pueblo libre, un país justo.
El olvido de estas personas a quienes el exterminio franquista arrebató la vida nunca ha sido una opción para sus familias. Su lucha ha ido pasando de generación en generación con la mera intención de que llegase un momento en que se les pudiera exhumar e inhumar dignamente en otro lugar. Nunca se les ha olvidado; se puede comprobar en los azulejos que cubrían la fosa común, con sus nombres, o en el ahínco por localizar familiares con el objetivo de crear una asociación para que se pudiera exhumar e identificar a estos hombres.
Estas familias únicamente han buscado justicia y reparación para su ser querido. El proceso de exhumación de la fosa 120 de Paterna se inició sobre 2016 y ahora, seis años más tarde, las familias han obtenido el resultado, medianamente esperado aunque a su vez desolador. Debemos tener en cuenta que bastantes hijas e hijos de los hombres que fueron represaliados no podrán ver culminado su sueño de recuperar a sus padres, dado el largo período transcurrido desde el crimen hasta el inicio de su reparación y que inician esta última a una edad avanzada. Liber Sancho y Manuel Amorós, dos de ellos, murieron sin poder ver cumplido su sueño vital, tras una vida con el indescriptible dolor de que un genocidio ideológico les arrebatara a quienes les dieron la vida. No podrán ver satisfecho su deseo, ni menos ni más que la necesidad que caracteriza a la dignidad humana de enterrar con honor y respeto a nuestros seres queridos tras su muerte, por lo que sus descendientes prosiguen ahora su lucha.
Es un motivo de alegría ver que cinco de las personas que fueron asesinadas pueden ser sacadas de una fosa inhumana y ser llevadas con dignidad adonde sus familias quieran, aunque no debemos dejar de lado a todas esas personas que no han sido identificadas, ya que no se puede extraer ADN de sus restos ni ser cotejado con el de sus familiares que viven a día de hoy. El dolor, la tristeza de que tras años de lucha y de esfuerzo no se logren muchas identificaciones se materializa en cajas apiladas, anónimas, suponiendo las y los familiares que su ser querido se encuentra en una de ellas.
Se percibe la tristeza en estos actos, en estas ceremonias tan íntimas. Son sucesos necesarios en los que todas las personas presentes se alegran de que algunas familias, por fin, hayan recuperado a quienes fueron sus seres queridos; aunque nada más sean cinco, como en el caso de la fosa 120; pero también albergan el desconsuelo de esas hijas y esos hijos que no pueden ver realizado el sueño de recuperar a sus padres, así como el de sus familiares más jóvenes, ya que ha intentado muy tarde y la edad, muchas veces, no perdona.
La masacre franquista del 23 de octubre de 1940 se cobró la vida de 56 personas, que fueron fusiladas en el ‘paredón de España’. Entre ellas, 13 vecinos de Meliana acabaron siendo tirados a la fosa 120 de Paterna. Casi todos ellos integraban la comisión gestora y el consejo municipal de Meliana durante la Guerra Civil o la posguerra. Estaban adheridos al Partido Comunista Español (PCE), al PSOE, a la UGT o a la CNT. La fecha del fusilamiento de estas personas se dictaminó en base a su ideología y sin un juicio justo, fueron sentenciados a muerte todos ellos por proponer o apoyar medidas que contribuyeran a la libertad y a la vida digna que toda persona sensata defiende para su familia y para su tierra: no habían cometido ningún crimen, no merecían ser asesinados.
Hace 81 años que esta gente murió y hace pocos que Amparo Belmonte consiguió organizar en una asociación a sus familiares para empezar a llevar a cabo los trámites de su exhumación y de su reparación; entre ellas y ellos, Asun y Carmen, hermanas de Amparo. Resulta emocionante imaginar que José Orts, chófer y concejal comunista melianense, hombre bueno y luchador que por fin ha sido identificado, pudiera ver que sus nietas no han cesado de luchar por todas y todos los familiares de los represaliados de la fosa 120 de Paterna; en especial por él, por José; que tras tantas décadas han logrado que se le dignifique, que por fin le tienen en el lugar elegido por su familia para llorarle o adonde acompañar sus nietas a su hija, Amparo Orts Granell, a llevarle flores; que otras familias han conseguido lo mismo o que lo han intentado a su lado; que esta herida se irá, poco a poco, reparando. Con el mismo agradecimiento mirarían Antonio Zaragoza, Manuel Amorós, Francisco Ballester y Manuel Bauset a sus familiares; con el mismo orgullo que los no identificados a quienes conforman la agrupación de familiares. Esperamos que un día no muy lejano haya, para con todas y todos, justicia.