divendres, 11 de març del 2022

Las familias de la fosa 120 de Paterna y su lucha por la reparación.

 https://contrainformacion.es/fosa-120-paterna-lucha-por-reparacion/?utm_source=mailpoet&utm_medium=email&utm_campaign=boletin-contrainformacion_1


Una decena de familias se reunieron el 26 de febrero en el cementerio de Paterna, a las 11:00 horas, para la celebración de un acto íntimo en el que algunas de ellas recuperarían a sus seres queridos, asesinados por la represión franquista, mientras que otras acompañarían a quienes lo habían logrado. El camposanto acogió una ceremonia dura pero emotiva y necesaria, donde se hizo la entrega de los cuerpos identificados, años después de la exhumación de los represaliados por el franquismo que fueron soterrados en la fosa común 120 de Paterna.

1940 fue un año fatal para quienes no casaban ideológicamente con el fascismo impuesto por la dictadura de Franco. El 23 de octubre de ese año fueron fusiladas 56 personas en Paterna, 13 vecinos de la localidad valenciana de Meliana entre ellas, los cuales fueron enterrados en la fosa común número 120 del cementerio municipal de la localidad. El paredón de Paterna, conocido popularmente como el ‘Paredón de España’, dado que las personas allí fusiladas procedían de diversas provincias, fue su último contacto con la vida. Entre ellos había comunistas, socialistas, afiliados a los sindicatos de la Unión General de Trabajadores (UGT) o de la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT). Todos ellos formaban parte del equipo de Gobierno municipal de Meliana durante el período de tres años que abarcó la Guerra Civil.

Tras terminar los trabajos de exhumación, el equipo arqueológico no encontró únicamente los 13 cuerpos que se buscaban en la fosa 120: se encontraron un total de 17 cuerpos, de los que, tras llevar a cabo el correspondiente proceso de identificación de las víctimas mediante el cotejo de su ADN con el de sus respectivos familiares, únicamente se pudo lograr confirmar la identidad de 5 de las víctimas. Fue un duro para las familias, a pesar de ser conscientes de que tras tantas décadas de políticas de desmemoria, era altamente probable que el equipo antropológico no pudiera identificar a todas las víctimas. Los cuerpos que han sido identificados son los de Antonio Zaragozà Tamarit, Manuel Amorós Alacid, José Orts Alberto, Francisco Ballester Ferrer y Manuel Bauset Tamarit.

Durante el proceso de exhumación, dos de los hijos de las víctimas, Liber Sancho y Manuel Amorós, fallecieron. Amparo Orts Granell, de 86 años, cuyo padre fue también fusilado y lanzado su cuerpo a esta fosa, comentó: “Lo hemos hecho por el iaio y la iaia. No me pensaba que llegaría a verlo, pensaba que me moriría antes; como Liber, que empezó con nosotros y ha fallecido sin poder llegar a verlo”.

Amparo Belmonte Orts es presidenta de la Asociación de Familiares de Víctimas del Franquismo de la Fosa 120 de Paterna. Esta asociación agrupa a las familias de los fusilados, que han hecho un esfuerzo titánico durante años para reparar su memoria, visitando archivos militares o viajando hasta diversos cementerios para consultar sus partidas de defunción, así como documentando con fotos, documentos familiares e historias de boca a oído las vidas y los últimos días de sus seres queridos.

El compromiso firme en la lucha por la reparación ha llevado a Amparo Belmonte a presidir también la Plataforma de Asociaciones de Familiares de Víctimas del Franquismo de las Fosas Comunes de Paterna. Belmonte es nieta del chófer y concejal comunista José Orts Alberto, fusilado a los 43 años. Gracias a su entereza y al esfuerzo conjunto de las familias consiguió que se exhumara la fosa. Su abuelo José se encuentra entre los cinco represaliados identificados.

Partiendo del sumarísimo que condenó a José Orts a la pena capital, su nieta fue localizando paulatinamente a personas en sus mismas circunstancias, familiares de los demás fusilados de Meliana; un esfuerzo perseverante que, sin embargo, llega tarde: cuando se inició la exhumación hacía ya 77 años que fueron fusilados y el paso del tiempo no perdona el deterioro de los restos humanos, lo que conlleva una menor probabilidad de hallar muestras de ADN en ellos.

Esta entrega de restos de identificados implica que cinco familias van a dar, por fin, una sepultura digna a sus seres queridos. Estas víctimas de la intolerancia fascista fueron asesinadas por su ideología, por pretender la libertad del pueblo español; fueron sometidas a juicios sumarísimos sin garantía constitucional ninguna y, posteriormente a no tener un juicio justo, fueron fusiladas y arrojadas a una fosa común, en contra del deseo de sus familias de dignificar sus cuerpos, sin previo aviso e incluso sin indicarles dónde reposaban. Muchas de estas familias se vieron abocadas a la pobreza, a vejaciones por parte del sector fascista de la población o incluso a ocultar este hecho, todo ello simplemente porque sus familiares asesinados querían un pueblo libre, un país justo.

El olvido de estas personas a quienes el exterminio franquista arrebató la vida nunca ha sido una opción para sus familias. Su lucha ha ido pasando de generación en generación con la mera intención de que llegase un momento en que se les pudiera exhumar e inhumar dignamente en otro lugar. Nunca se les ha olvidado; se puede comprobar en los azulejos que cubrían la fosa común, con sus nombres, o en el ahínco por localizar familiares con el objetivo de crear una asociación para que se pudiera exhumar e identificar a estos hombres.

Estas familias únicamente han buscado justicia y reparación para su ser querido. El proceso de exhumación de la fosa 120 de Paterna se inició sobre 2016 y ahora, seis años más tarde, las familias han obtenido el resultado, medianamente esperado aunque a su vez desolador. Debemos tener en cuenta que bastantes hijas e hijos de los hombres que fueron represaliados no podrán ver culminado su sueño de recuperar a sus padres, dado el largo período transcurrido desde el crimen hasta el inicio de su reparación y que inician esta última a una edad avanzada. Liber Sancho y Manuel Amorós, dos de ellos, murieron sin poder ver cumplido su sueño vital, tras una vida con el indescriptible dolor de que un genocidio ideológico les arrebatara a quienes les dieron la vida. No podrán ver satisfecho su deseo, ni menos ni más que la necesidad que caracteriza a la dignidad humana de enterrar con honor y respeto a nuestros seres queridos tras su muerte, por lo que sus descendientes prosiguen ahora su lucha.

Es un motivo de alegría ver que cinco de las personas que fueron asesinadas pueden ser sacadas de una fosa inhumana y ser llevadas con dignidad adonde sus familias quieran, aunque no debemos dejar de lado a todas esas personas que no han sido identificadas, ya que no se puede extraer ADN de sus restos ni ser cotejado con el de sus familiares que viven a día de hoy. El dolor, la tristeza de que tras años de lucha y de esfuerzo no se logren muchas identificaciones se materializa en cajas apiladas, anónimas, suponiendo las y los familiares que su ser querido se encuentra en una de ellas.

Se percibe la tristeza en estos actos, en estas ceremonias tan íntimas. Son sucesos necesarios en los que todas las personas presentes se alegran de que algunas familias, por fin, hayan recuperado a quienes fueron sus seres queridos; aunque nada más sean cinco, como en el caso de la fosa 120; pero también albergan el desconsuelo de esas hijas y esos hijos que no pueden ver realizado el sueño de recuperar a sus padres, así como el de sus familiares más jóvenes, ya que ha intentado muy tarde y la edad, muchas veces, no perdona.

La masacre franquista del 23 de octubre de 1940 se cobró la vida de 56 personas, que fueron fusiladas en el ‘paredón de España’. Entre ellas, 13 vecinos de Meliana acabaron siendo tirados a la fosa 120 de Paterna. Casi todos ellos integraban la comisión gestora y el consejo municipal de Meliana durante la Guerra Civil o la posguerra. Estaban adheridos al Partido Comunista Español (PCE), al PSOE, a la UGT o a la CNT. La fecha del fusilamiento de estas personas se dictaminó en base a su ideología y sin un juicio justo, fueron sentenciados a muerte todos ellos por proponer o apoyar medidas que contribuyeran a la libertad y a la vida digna que toda persona sensata defiende para su familia y para su tierra: no habían cometido ningún crimen, no merecían ser asesinados.

Hace 81 años que esta gente murió y hace pocos que Amparo Belmonte consiguió organizar en una asociación a sus familiares para empezar a llevar a cabo los trámites de su exhumación y de su reparación; entre ellas y ellos, Asun y Carmen, hermanas de Amparo. Resulta emocionante imaginar que José Orts, chófer y concejal comunista melianense, hombre bueno y luchador que por fin ha sido identificado, pudiera ver que sus nietas no han cesado de luchar por todas y todos los familiares de los represaliados de la fosa 120 de Paterna; en especial por él, por José; que tras tantas décadas han logrado que se le dignifique, que por fin le tienen en el lugar elegido por su familia para llorarle o adonde acompañar sus nietas a su hija, Amparo Orts Granell, a llevarle flores; que otras familias han conseguido lo mismo o que lo han intentado a su lado; que esta herida se irá, poco a poco, reparando.  Con el mismo agradecimiento mirarían Antonio Zaragoza, Manuel Amorós, Francisco Ballester y Manuel Bauset a sus familiares; con el mismo orgullo que los no identificados a quienes conforman la agrupación de familiares. Esperamos que un día no muy lejano haya, para con todas y todos, justicia.


Más de Checkout:

dimarts, 8 de març del 2022

Desenterrar los nombres del 'paredón de España' en Paterna.

 https://www.publico.es/politica/desenterrar-nombres-paredon-espana-paterna.html


Los familiares de los asesinados por el franquismo en la fosa 120 del cementerio de la localidad valenciana han restituido su memoria en un acto íntimo tras el hallazgo de 17 víctimas, cuatro desconocidas, y la identificación de cinco de ellas.


Ceremonia de la entrega de los cuerpos identificados tras la exhumación en el cementario de Paterna (Valencia) de la fosa común 120 de represaliados por el franquismo.
Ceremonia de la entrega de los cuerpos identificados tras la exhumación en el cementario de Paterna (Valencia) de la fosa común 120 de represaliados por el franquismo.  CEDIDA

Ochenta y dos años pasaron en un día, era 26 de febrero en Paterna. El reloj, detenido desde que el 23 de octubre de 1940 el franquismo arrebatara la vida de las víctimas de la fosa 120, volvió a correr cuando, tras años de una lucha en la que muchos quedaron por el camino, comenzó el homenaje a las víctimas.

La ceremonia, un evento íntimo organizado por la Asociación de Familiares de Víctimas del Franquismo de la Fosa 120 de Paterna agrupó a tres generaciones (hijos, nietos y bisnietos) para honrar la memoria de sus familiares asesinados. En el acto se hizo entrega a los hijos de los represaliados de los restos de sus familiares y se realizó un pequeño homenaje en el que los familiares más jóvenes leyeron en voz alta los nombres de aquellos hombres cuya memoria quedaba al fin restituida.

El de la fosa 120 es un relato particular de los muchos que componen la intrahistoria silenciada de la represión franquista. Su ubicación en el lugar con más fosas comunes de España tras Madrid (tan sólo en el cementerio de Paterna hay 144 fosas) y su cercanía al conocido como paredón de España, que vio apagarse la vida de al menos 2238 asesinados, la convierten en un enclave esencial para comprender las cruentas labores de depuración y exterminio que bajo orden de Franco tuvieron lugar tras la finalización de la Guerra Civil.

De ella se sabía que albergaba al menos trece víctimas de entre las muchas que por aquella fecha eran sometidas a juicios sumarísimos y fusiladas. Aquellos trece cuerpos pudieron ser rescatados de entre los apilados en el carromato que atravesaba el pueblo para sembrar el terror, como aún recuerdan los mayores de la zona.

Aunque las esposas de los represaliados mantuvieron siempre en secreto el cargo de los asesinatos, a día de hoy sabemos gracias ellas que estos se debieron a una sentencia de adhesión a la rebelión por pertenecer al último equipo de gobierno republicano del municipio de Meliana. Fue tras su ejecución cuando las viudas pudieron recoger los cuerpos de sus esposos y sepultarlos en la fosa común con la esperanza de poder concederles un descanso digno algún día. Muchas de aquellas mujeres enfermarían en la soledad y en la pena a una edad temprana, mientras que otras tantas fallecerían prematuramente con la esperanza incumplida de recuperar la memoria de sus maridos.

Ceremonia de la entrega de los cuerpos identificados tras la exhumación en el cementario de Paterna (Valencia) de la fosa común 120 de represaliados por el franquismo.
Ceremonia de la entrega de los cuerpos identificados tras la exhumación en el cementario de Paterna (Valencia) de la fosa común 120 de represaliados por el franquismo.  CEDIDA

Aquella esperanza por evitar el olvido de su sepultura ha podido verse aún a día de hoy reflejada en los azulejos que los familiares se encargaron de colocar con los nombres de los trece fusilados y que permitieron que, décadas más tarde, se haya podido averiguar con facilidad la ubicación de las víctimas. No obstante, la historia de la fosa trajo consigo un giro inesperado cuando, en las labores de prospección, fueron hallados diecisiete cuerpos en lugar de los trece que se esperaban, lo que unió a la gran incógnita de la identificación la existencia de nuevas víctimas de familia desconocida.

Al hallazgo lo sucedió el proceso de identificación, una tarea cargada de dureza para muchos familiares que sufrieron el rigor científico que una investigación como tal requiere. El ADN ha de mostrar una coincidencia de más de un noventa por ciento con el de las víctimas y algunas coincidencias de un setenta por ciento con los restos han dejado a muchos familiares a las puertas del reconocimiento oficial.

A esto se añade que las muestras comparables deben pertenecer a descendencia directa y masculina y, de no existir esta o no existir la proporción de coincidencia necesaria, sería necesario exhumar a hijos ya fallecidos de víctimas para comparar así sus restos, requisito que ha hecho que algunos familiares deseen no continuar con el proceso de identificación, el cual aún continúa en la búsqueda de la identidad de tres víctimas más. De él han emergido los nombres de Antonio Zaragoza Tamarit (albañil y alcalde), Jose Orts Alberto (chófer y concejal), Manuel Amorós Alacid (hornero de cerámica y presidente del comité de abastos del Partido Socialista), Francisco Ballester Ferrer (barnizador y alcalde) y Manuel Bauset Tamarit (albañil y sindicalista de la CNT).

Además de los procesos de comparación de ADN, a la tarea de identificación ha contribuido un peculiar gesto. Durante las labores de prospección, en las prendas de las víctimas fueron hallados objetos personales frecuentes en fosas de estas características, como pueden ser botones, cinturones y proyectiles que pudieron ser identificados como pertenecientes al ejército. Además de esto, un objeto común se repetía entre las pertenencias de varios de los asesinados: pequeñas botellas con un papel ya desintegrado en su interior. En ellas se encontraba escrito el nombre de cada uno de ellos por los familiares que las depositaron en los bolsillos de las víctimas. Aquel papel era una pista que, desde el pasado, los familiares de las víctimas se dejaban a ellos mismos y a las generaciones venideras, una prueba al fin recogida como un guiño entre distintos rincones del tiempo; una ayuda de aquellos que no pudieron llegar a contemplar la restitución de la dignidad y que sin embargo también poblaban ese presente en que se evocaba la memoria de la causa.

Ceremonia de la entrega de los cuerpos identificados tras la exhumación en el cementario de Paterna (Valencia) de la fosa común 120 de represaliados por el franquismo.
Ceremonia de la entrega de los cuerpos identificados tras la exhumación en el cementario de Paterna (Valencia) de la fosa común 120 de represaliados por el franquismo.  CEDIDA

Tras más de ochenta años de silencio, el homenaje a las víctimas de la fosa 120 hace que una herida comience a cerrarse dejando aún muchas preguntas y desazones tras de sí. Pues, a pesar de la alegría con la que Amparo Belmonte Orts (presidenta de la Asociación de Familiares de Víctimas del Franquismo de la Fosa 120 de Paterna y presidenta de la Plataforma de Asociaciones de Familiares de Víctimas del Franquismo de las Fosas Comunes de Paterna) describe el ánimo de los hijos a la hora de recibir los restos de sus padres tras una espera interminable, no puede evitar lamentar que esta restitución llegue demasiado tarde.

Desde el inicio del proceso en 2017, dos de los hijos de las víctimas, Manuel Amoros y Liber Sancho, de casi 90 años, fallecieron sin poder contemplar su finalización. "Lo hemos hecho por el yayo y la yaya, no me pensaba que llegaría a verlo, pensaba que me moriría antes. Como Liber que empezó con nosotros y ha fallecido sin poder llegar a verlo", afirma Amparo Orts Granell, de 86 años, hija de otro de los fusilados de la fosa 120.

Al poso de amargura de aquellos que no llegaron a poder reparar su dolor se une el de los no identificados, para los que la asociación propone una solución digna aún en proceso de realización. Se trata de una reinhumación en el columbario del Memorial a las Víctimas del franquismo que será próximamente construido en el cementerio de Paterna y que servirá como garante de que a todas las víctimas cuyos familiares lo deseen se les proporcione una sepultura digna, que honre su memoria y que repare la deuda de una historia que lucha por recorrer el largo y tortuoso camino de la reparación.

Republicanos negros. Guerras por la igualdad, racismo y relativismo cultural.

 https://conversacionsobrehistoria.info/2022/03/08/republicanos-negros-guerras-por-la-igualdad-racismo-y-relativismo-cultural/


 

*James E. Sanders

 

En su novela Nostromo, Joseph Conrad se refirió algunas veces al “liberalismo negro”.  La novela, situada en Costaguana, un país ficticio latinoamericano, describió a los afrodescendientes como aliados de las élites liberales. Sin embargo, para Conrad América Latina era solamente una víctima del imperialismo europeo: mientras criticaba los efectos del capitalismo, no podía concebir que los habitantes de Costaguana fueran agentes de la historia, iguales a los europeos.

En la novela, los liberales negros fueron descritos como salvajes manipulados por sus caudillos, que desplegaban un lenguaje de liberalismo y libertad que imitaba al de los europeos sin entender su significado.  Sin embargo, hay que reconocer que a pesar de que Conrad tergiversó la política popular decimonónica en América Latina, al menos tuvo el acierto de relacionar la población afrodescendiente con el liberalismo y con la libertad.

En este penetrante libro José Antonio Figueroa reconoce la importancia de los afrodescendientes en la promoción y evolución del liberalismo radical, del republicanismo popular, y de la igualdad.  En un claro contraste con las imágenes de Conrad, Figueroa explora la sofisticación intelectual de estos liberales radicales negros y muestra su herencia para nuestro mundo actual.

En los siglos XIX y XX los republicanos negros crearon y desarrollaron profundos sentimientos de libertad e igualdad a través de las Américas.  Desde las guerras de Independencia hasta hoy y a lo largo del continente, mediante frecuentes alianzas políticas multiétnicas, en la construcción de movimientos radicales y progresistas los afrodescendientes han desempeñado un papel más importante del que su peso demográfico permitiría suponer, pues con un proceso que empezó con la revolución haitiana al final de la época colonial, ocuparon un lugar central en la historia mundial de la concepción de los derechos, al tiempo que desde una perspectiva crítica se asumieron como sujetos merecedores de esos derechos.

Batalla de Vertieres (1802). Grabado de la obra de Auguste Raffet Histoire de Napoleon (M. de Norvins, 1839)(Wikimedia Commons)

Desde entonces, a través de las Américas los afrodescendientes han sido centrales en las luchas por la independencia, en la promoción de ideas de igualdad y armonía racial, en la búsqueda de la abolición de la esclavitud, y por la construcción de una ciudadanía democrática, así como en el desafío al imperialismo, en el fortalecimiento del liberalismo contra el conservatismo, en la creación de un republicanismo popular contra los estados oligárquicos, y en las luchas por la expansión de los derechos políticos, civiles, jurídicos y sociales.

Una de sus herramientas más potentes ha sido el republicanismo popular, caracterizado por Figueroa como republicanismo negro, el cual transformó el republicanismo de las élites en una ideología y una práctica política mucho más radical, con un énfasis en la libertad y en la fraternidad de los pueblos, y especialmente en una noción de igualdad mucho más amplia que la igualdad restrictiva del liberalismo clásico enfocado en lo jurídico.

Como podemos ver en los movimientos de Cuba y Ecuador que Figueroa explora, los republicanos negros asumieron la visión de una igualdad social, política y económica que trascendía los límites de la igualdad jurídica formal.

No es sorprendente que durante muchos años historiadores y políticos conservadores hayan ocultado la importancia del republicanismo negro, el cual, en rigor, en muchos lugares y tiempos aparece como su enemigo más potente; y muchas veces también ha sido despreciado por la izquierda, como se puede apreciar en este libro, en la crítica que formula Figueroa a las obras del escritor ecuatoriano Nelson Estupiñán Bass.

Miembros del Partido Independiente de Color cubano, fundado en 1908 y exterminado tras su ilegalización en 1912 (foto: afrocubaweb.com)

Para un sector de la izquierda, el republicanismo popular y negro no correspondía a una política apropiada porque su énfasis republicano era visto como un desvío en el camino al socialismo o al comunismo, lo cual podría unirse tal vez al hecho de que estos movimientos no tenían un liderazgo blanco y letrado.

En muchas ocasiones historiadores y políticos izquierdistas han rechazado el análisis del republicanismo negro y sus visiones radicales, al creer que los afrodescendientes, incapacitados de pensar por sí mismos, actuaron solamente como carne de cañón y como marionetas de los caudillos.

En este trabajo Figueroa controvierte estas ideas de un modo potente, mostrando cómo el republicanismo negro tenía una visión sofisticada y radical que en Cuba y Ecuador impulsó importantes movimientos para promover la igualdad y la libertad.

Su libro relata no solamente las historias de dos movimientos afrodescendientes, sino que también describe los silencios y el racismo de los Estados, de políticos conservadores y liberales, de antropólogos y de escritores, inmersos en un colonialismo interno que ha escondido y borrado la trascendencia de estas historias.

Entierro de Pedro Ivonet, dirigente del partido de los Independientes de Color asesinado en 1912 (foto: ecured)

Figueroa desarrolla dos historias de republicanos negros: la del Partido Independiente de Color en Cuba y la masacre racista de sus miembros en 1912; y la de la Guerra de los Afroesmeraldeños, ocurrida entre 1913-1916 en Ecuador, un evento casi desconocido incluso en ese mismo país, a pesar de que la ciudad de Esmeraldas fue bombardeada por las fuerzas de la reacción.

Figueroa ilustra las semejanzas de estos movimientos y de la reacción racista ante ellos, a pesar de que ocurrieron a miles de kilómetros a distancia; y ha reconocido que su historia es una historia de las América, y es imposible relatarla dentro de las convenciones de la historia nacional.

La historia del republicanismo negro se extiende a través de las Américas.  Aunque este libro está enfocado en la América Española, los movimientos de afrodescendientes en Haití, Brasil y los Estados Unidos demuestran claramente que estamos tratando una historia hemisférica, pues desde Argentina hasta los Estados Unidos podemos verlos en la lucha por la independencia, la abolición de la esclavitud y la construcción de una ciudadanía real e igualitaria, y enfrentados a las reacciones racistas que suscitaron.

En suma, el republicanismo negro que Figueroa invoca en este libro es una de las corrientes políticas más influyentes en la historia de las Américas.

El ejército del coronel Carlos Concha Torres desfila por Esmeraldas (foto: El Universo)

Pero si se mira bien, este republicanismo es un movimiento universal, pues no solo se desarrolló ampliamente, sino que se adhirió a un universalismo político, el cual también es un concepto despreciado por muchos historiadores, visto como una acción imperialista que obliga a la adopción de algunos valores por parte de todos, y además, en tanto categoría política —la libertad, la igualdad, y la fraternidad—, es concebido como un valor europeo al cual las comunidades afrodescendientes e indígenas tienen que asimilarse.

Sin embargo, estos conceptos no han sido ideas exclusivamente europeas u occidentales, ya que fueron creadas y desarrolladas en las Américas, muchas veces por los afrodescendientes.  En el siglo XIX la gran mayoría de las repúblicas estaban ubicadas en las Américas, mientras Europa solamente podía contar una o dos; y si bien los primeros escritos sobre republicanismo e igualdad surgieron en Europa, fue en las Américas donde se dio vida a estos conceptos intelectuales y se incorporaron a la vida cotidiana de la cultura política; y, como insiste Figueroa, los afrodescendientes han sido actores claves en estos hechos fundacionales.

Sin embargo, parte de la crítica al universalismo es válida y necesaria, ya que no todas las comunidades tienen las mismas necesidades y confrontan los mismos problemas. Basados en esto, muchos insisten en que el universalismo no es una visión adecuada para una política radical, y se identifica a la política basada en las identidades particulares como la vía válida para el futuro.

En rigor, los afrodescendientes en Cuba y Ecuador confrontaron estos mismos problemas debido al racismo feroz, respecto del cual debían organizarse como tales, pero lo hicieron sin abandonar el universalismo, que era su meta, y adoptaron una política que Figueroa llama “universalismo situado,” que define como la combinación “de una lucha que buscaban eliminar el racismo y sus secuelas personales y culturales, y construir comunidades políticas basadas en el principio de igualdad”.

Revolucionarios esmeraldeños durante la guerra de 1913-1916 (foto: Enciclopedia del Ecuador)

Los afrodescendientes estaban exigiendo una igualdad universal, pero sabían que para obtenerla debían luchar por resolver las necesidades particulares de sus comunidades; e insistieron en que, para obtener una igualdad verdadera, las sociedades cubana y ecuatoriana tenían que resolver la historia del racismo y la opresión que habían sufrido como afrodescendientes.

Se puede apreciar una política similar de las comunidades indígenas colombianas en el siglo XX.  Los liberales de las élites exigían que los indígenas abandonaran su identidad como “indígenas” para poder volverse ciudadanos colombianos, o tendrían que optar por mantener su identidad colonial de indígenas sin los derechos de ciudadanía.

Sin embargo, rechazaron esta elección maniquea e insistieron en que eran ciudadanos e indígenas, e instauraron la reclamación de una ciudadanía —y un republicanismo— que no excluía su identidad indígena, sino que más bien buscaba crear una nueva formulación de la ciudadanía que podía incluir el universalismo de la ciudadanía republicana y la historia y la cultura de una identidad indígena.

Los afrodescendientes y las comunidades indígenas de los siglos XIX y XX reconocieron el poder emancipatorio del universalismo.  Figueroa muestra cómo en el pasado y el presente, la obsesión identitaria puede funcionar de manera similar al racismo al excluir a los afrodescendientes de la comunidad política de la nación.

Huelga general en Guayaquil, noviembre de 1922 (foto: Wikimedia Commons)

Muchas veces, el relativismo cultural que trata de reconocer y respetar las diferencias culturales, en realidad ha contribuido a volver exóticos a los afrodescendientes, invisibilizando su historia intelectual y política, y colocándolos fuera de la modernidad.

Reconocer el poder del universalismo y su eficacia histórica en el fomento de la igualdad y en el desafío a los poderosos, no significa negar la importancia de las necesidades y las identidades particulares.

Por eso, Figueroa propone que “es necesario rescatar la noción de igualdad sin abandonar las especificidades de los grupos. Este tal vez sea el mayor legado de su universalismo situado.” En este libro, José Antonio Figueroa nos recuerda el poder del universalismo de matriz popular, hoy en el pasado y tal vez en el futuro.

 

Índice

I. El sueño truncado de la fraternidad en Cuba: republicanismo negro, universalismo situado y masacre

El periódico Previsión y el Partido Independiente de Color,PIC, la lucha contra el racismo desde el republicanismo negro y el universalismo situado

La criminalización del PIC y de Previsión: Diseñando el camino hacia la masacre

Raza, racismo y guerra de razas: La prensa conservadora y la masacre del Partido Independiente de Color

II. La invención del «Otro» en Cuba: etnografía policial y antropología racista

Los Abakuá: Criminalidad y asociacionismo negro

La etnografía policial y la criminalización de los libres

Antropología y Racismo

El atavismo racial de Lombroso

Fernando Ortiz, racismo biológico, cultural y relativismo

Alejo Carpentier y la estética de lo exótico: Relativismo cultural o racismo sublimado

Carpentier, el negro, los intelectuales y la crisis de los años 20

Alejo Carpentier, Relativismo cultural y Etnografía

“Toutuche, necesito el objeto más espantoso, bárbaro y feo que puedas encontrar”

III. Narrativa, nación y raza en Ecuador: la Guerra de los Afroesmeraldeños (1913-1916)

Afroesmeraldeños y libertad: las huellas del republicanismo

La Guerra de los Afroesmeraldeños: Protagonismos, invisibilidades y marcas raciales

La Guerra de los Afroesmeraldeños y la racialización

Guerra y contienda cultural: racismos y universalismo situado

Nelson Estupiñán, Guayacanes y la Guerra Afroesmeraldeña

El último río: raza y subjetividad monádica en Estupiñán Bass

Adalberto Ortiz, subjetividad dialógica y racialización: el universalismo situado

*James E. Sanders es profesor de la Utah State University y autor de “Contentious republicans: popular politics, race, and class in nineteenth-century Colombia”, (Duke University Press, 2004).

Prólogo a Republicanos negros. Guerras por la igualdad, racismo y relativismo cultural, de José Antonio Figueroa, Bogotá, Editorial Planeta Colombiana/Crítica, 2021

Portada: Macheteros esmeraldeños al mando del Coronel Carlos Concha durante la guerra civil ecuatoriana de 1912 (foto: Revisionismo histórico del Ecuador).

Ilustraciones: Conversación sobre la historia